CUIDANDO DE MARCOS (XIX)
Después de hablar con Ángela, Pablo me dice para ir a comer a algún restaurante, pero prefiero comer en casa con mi hermana, así, él comerá con Sergio. Por la tarde cuidaré de Marcos. Mi hermana, que está hablando con Javier, viene conmigo a casa. Durante el camino, mi hermana mira hacia la calle, la mirada perdida. ¿En qué pensará….? No puede ser que ya esté pensando en Javier…. Le acaba de conocer. Voy a esperar a ver si me dice algo ella. Mientras ponemos la mesa, ya no puedo aguantarme la curiosidad y le pregunto a Cris.
- Oye, Cris… llevo un rato queriendo preguntarte algo…. ¿En qué piensas? Llevas todo el rato callada… ¿acaso piensas en Javier? Por que le acabas de conocer…
- ¡Lucía! No me dejas hablar… -Cris no puede aguantar la risa al ver a su hermana tan ansiosa.- No, jaja, no pensaba en él…
- ¿Seguro?
- Que no… -Sigue sonriendo… - Pero él me hizo pensar… en otra persona, tú sabes, no quiero mencionarla… a él también le gusta viajar mucho… ahora que volvió por el accidente de su padre lo dejo todo sin decir nada, según me contó, pero bueno, él tenía excusa…
- Entonces… te recuerda a él… igual no quieres volver a verlo….
- Eh, bueno… no, precisamente es eso que me gusta de él, bueno, quiero decir, hemos quedado esta tarde, para tomar un café, sabes…
- Claro que sé… -Ahora es Lucía la que sonríe. – Y me imagino que quedáis para tomar café…
- Que sí!, No te rías, sólo queremos tomar café…
Comemos entre risas y después, mientras recogemos un poco la casa, oímos antiguos CDs de nuestros padres, la verdad es que no tenían mal gusto…
- Lucía… nunca me has dicho por qué discutiste con Pablo aquella vez, hace como un año…
- Eh… ¿a qué te refieres, Cristina?
- Bueno, sabes, hace un año discutiste con Pablo. Tuvisteis una buena bronca, te vi muy mal. ¿Recuerdas?
- Ah, sí… la verdad es que no me gusta recordarlo… como tú dices lo pasé muy mal. Otro día te contaré… algún día.
- Ok… bueno, yo tengo que ir a prepararme, he quedado en media hora.
- ¿Prepararte? –Lucía sonríe picarona.- ¿Prepararte para… tomar un café?
- Bueno, sí, voy a salir a la calle, ¿no?
- Claro, claro. Tranquila, yo estaré bien, voy a cuidar de Marcos.
- ¿Seguro que no quieres que me quede contigo? Puedo llamar a Javi y…
- No, no, no, tú sal, diviértete que yo me quedo más feliz que nada.
- Está bien…
Mi hermana se va a preparar y yo me siento en el sofá. Cojo unas fotos que hay en la mesita. En ellas estoy con Carol, con Pablo… La verdad es que la pelea del año pasado me ronda la cabeza… pero no me apetece pensar en eso en este momento. Justo suena el teléfono.
- ¿Sí?
- Hola, mi amor, soy Pablo.
- ¿Pablo? Pero… jaja estaba pensando en ti…me has leído el pensamiento.
- ¿Sí? ¿Y en qué pensabas, algo bueno, no?
- Bueno… sí, claro. ¿Te pasa algo?
- No, ¿por qué?
- No, por nada, mi amor, como no esperaba la llamada…
- Bueno, ¿no puedo llamar a la chica más preciosa del mundo?
- Mmm, claro, cuando la encuentres, ¿me das su número?
- No puedo. Tiene el teléfono apagado, pues estoy hablando con ella. –Ambos ríen.- No, de verdad, quería hablar contigo, saber cómo estabas.
- Muy bien, Pablo, gracias por llamar. De todas formas… ¿cómo está Sergio?
- Bueno, ya sabes, tirando lo mejor que puede… estos días estaba más animado, pero hoy no… está muy deprimido, me dice que Carol le hace falta, que quiere estar con ella… yo ya no sé qué decirle…
- Vaya, qué mal, lo entiendo… para mí es muy duro, pero para Sergio…
- Sí, encima, cada vez que ve a Marcos se siente fatal… no es que no quiera estar con su hijo, es sólo que el niño le recuerda a ella y le hace daño…
- Sí, le entiendo, cariño, pero tú tranquilo, que todo saldrá bien, házselo saber, ¿eh?
- Claro, mi amor, ¿sabes? Me encanta verte así de positiva…
- Sí, a mí también, me siento mucho mejor… que no quiere decir que no esté preocupada, claro.
- Claro. Bueno, dentro de un ratito pasaré con Sergio para llevarte a Marquitos y luego él y yo nos vamos otra vez al hospital, Sergio quiere estar con Carolina.
- Claro. Bien, pues aquí estaré. Os espero. Te quiero mucho, mi amor.
- Y yo a ti, preciosa.
- Dile a Sergio que le mando un beso.
- Claro.
- Adiós.
- Adiós.
Cuelgo y me quedo pensando en Sergio, pobrecito, lo está pasando muy mal. Espero que pronto se recupere… y Carol. Llega mi hermana preparada, muy guapa, por cierto.
- Bueno, Lu, ya me voy.
- ¿Quieres que te lleve a algún sitio?
- No, no hace falta, cojo el autobús aquí mismo y me deja en el centro.
- Ok, pásatelo bien, guapa.
- Gracias, hasta luego, Lucía.
Mi hermana se va y me quedo sentada hasta que un rato después llegan Pablo y Sergio, así que me levanto a abrir la puerta.
- ¡Hola, chicos!
- Hola, Lucía. –Ambos pasan y Pablo, que lleva a Marcos en brazos, me da un beso al entrar. Sergio, pasa con la cabeza caída. Cierro la puerta tras él y le doy un abrazo. Poco después se derrumba en mis brazos. Le intento consolar mientras le acaricio la cabeza. Pablo, desde el otro lado de la sala me mira triste, vigilando a Marcos.- Tranquilo, Sergio, nosotros estamos contigo… desahógate, no estás solo… -Poco a poco va dejando de llorar… -
- Perdona, Lucía, no quería que me vieras así, lo siento…
- No, Sergio, por Dios, no tienes que sentir nada. Sabes que puedes contar conmigo y con Pablo cuando quieras y necesites.
- Sí, pero tú ya tienes bastante con tus cosas…
- Nada, tranquilo.
- Bueno, a ver ¿cómo está mi niño precioso? –Coge en brazos a Marcos y le da un beso. Luego lo vuelve a dejar en su moisés.- Gracias por quedarte con él, Lucía.
- De nada, ya sabes que me encanta quedarme con mi ahijado.
- Sí… Hasta luego.
- Hasta luego, chicos.
- Adiós, mi amor. Luego vengo para cenar.- Ok… -Al despedirlos les doy un beso en la mejilla a Sergio y en los labios a Pablo, entonces vuelvo con el niño. Empiezo a jugar con él. Está precioso… y pensar que yo pronto tendré otro que ya está naciendo en mí… pronto lo tendré entre mis brazos… - ¿Sabes, Marcos? Pronto tendrás otro amiguito o amiguita para jugar. Seguro que seréis tan amigos como lo somos y siempre hemos sido tú mamá, Carol y yo. Desde pequeñitos os enseñaremos el significado de la palabra amistad… -En mi cabeza los momentos más felices que he vivido con Carol pasan por mi mente. Luego los que he vivido con Pablo, por que él, para a mí y ante todo es un amigo. Hasta que llego a la discusión del año pasado. Ojalá Cris no me la hubiera recordado. Así seguro que ahora no me acordaba…
miércoles, 27 de mayo de 2009
viernes, 15 de mayo de 2009
Capítulo 18
VISITA (XVIII)
Al llegar a la sala de espera todo sigue que igual que cuando me fui. Pero ahora todos me miran, miran las flores. Discretamente me siento al lado de Julia y le pregunto si ya han terminado de hacerle las pruebas a Carol.
- La enfermera salió hace un momento y dijo que terminarían enseguida. Ahora nos avisarán.
- Muy bien. Tengo muchas ganas de entrar a verla.
- Cariño, tengo que decirte que me alegra mucho verte así de alegre y positiva.
- Sí, creo que ya debo cambiar de actitud... estaba demasiado mal.
- Sí. Mira, por ahí sale el médico. –El médico se acerca mientras Julia y yo nos levantamos. Yo me quedo en un segundo plano.
- Señora, ya hemos terminado de hacerle las pruebas a Carolina. Sólo han sido rutinarias, así que pueden pasar a verla. Por favor, no pasen más de dos personas a la vez.
- Claro, doctor. –El médico se marcha y la madre de Carol se gira con mejor cara.
- Bueno, Lucía, voy a entrar con Sergio. Después pasas tú, ¿vale?
- Claro, pasa. –Julia avisa a Sergio y los dos se pierden por el pasillo. Yo me siento con mi hermana y Pablo.
- Cuando salgan ellos, pasaré a ver a Carolina. ¿Alguno quiere entrar conmigo? –Carol y Pablo se miran y mi hermana habla.
- Entra tú, Pablo. Ya la veré yo mañana. Pero acompaña a mi hermana.
- Claro.
Un rato después, salen Julia y Sergio, porque Pablo y yo nos levantamos para entrar. No hay casi gente en la sala, la familia de Ángela no está, probablemente habrá salido para hablar tranquilamente con Javier.
Al entrar en la habitación, Pablo y yo vamos en silencio. Nada más entrar veo un pequeño jarrón vacío en la mesilla, en el que nunca me había fijado. Me dirijo hacia él y al pasar acaricio la mano de mi amiga. Pablo se queda al lado de Carol, quieto, como con miedo de romper algo, así sea el silencio que llena la habitación. Cojo el jarrón y lo llevo al baño para llenarlo de agua. Después lo pongo en la mesilla otra vez y le pongo las flores. Bueno, algo es algo, esto ya hace un poco más bonita la habitación. Me pongo al lado de Carol también. Ahora pienso que preferiría que nadie hubiera entrado conmigo. Me apetece hablarle a Carol, pero con Pablo a mi lado, eso me hace sentir estúpida. Por ello cojo su mano y le hablo a través de mis pensamientos:
- Hola, Carol, soy yo, Lucía, ya estoy aquí otra vez. Esta vez te he traído una flores, unas flores blancas, tú sabes por qué, ¿verdad? Qué tontería, ¿por qué ibas a olvidarlo? Antes, he estado recordando la muerte del padre de Pablo. Por cierto, está aquí, al lado de las dos. No se ha separado de Sergio ni un momento. Bueno, pues después de pensar en eso, me ha dado fuerzas para creer que tú has tenido mucha más suerte de la que podías haber tenido, por lo que tengo muchas más esperanzas de que salgas de ésta. Además he recordado que tú siempre has tenido mucha fuerza para todo, por lo que imagino que ahora estarás luchando con todas tus fuerzas para salir adelante... por ti, por Sergio, por mi... y por tu hijo. Por cierto, está precioso. ¿Sabes? Creo que te extraña. En este momento una lágrima me resbala por la mejilla. Pablo me rodea el hombro con su brazo, pero yo le sonrío. Hoy no estoy triste. Bueno, tengo que contarte un montón de cosas... No sé si ya te he dicho que mi hermana Cris está en casa, ha venido para quedarse a vivir conmigo. Me gusta que esté aquí. Ahora comparto muchas cosas más con ella. Y me hace falta. ¡Ah! También tengo que contarte otra cosa... Pablo y yo nos vamos a casar. Acaricio la mano de Pablo, que no entiende nada, por eso sólo sonríe. Quiere darme fuerzas. Hay otra cosa que no puedo decirte, bueno, más bien no me atrevo a contarte hasta que estés fuera de esa cama, creo que de todos modos te alegrará mucho. Bueno, creo que por ahora tengo que irme... tiene que entrar más gente a verte. Sólo deseo volver a visitarte muy pronto y ojalá la próxima vez no tenga que hablar en silencio...
- Bueno, ¿salimos? Más gente querrá entrar a verla.
- Claro, mi amor. ¿Estás bien?
- Muy bien. –Le sonrío y salimos de la habitación, mientras miro por última vez atrás al salir de la habitación.
En la sala de espera, me sorprendo al ver a mi hermana hablando con Javier. Que yo supiera ellos no se conocían... Ángela está al lado de su hermano, así que los habrá presentado. Pablo se sienta al lado de Sergio, que parece absorto en sus pensamientos. Entonces yo me siento al lado de Ángela.
- Hola, Lucía, ¿qué tal, has visto a tu amiga?
- Sí... acabo de entrar a verla. He estado hablando con ella. Bueno, más bien le he estado contando cosas... obviamente ella no puede responderme... de momento. Parece estúpido, ¿no?
- No, qué va, Lucía, mira yo creo que es importante hablar a las personas que están inconscientes, creo que eso les da fuerza, saber que la gente de aquí quiere estar con ellos. Porque yo creo que pueden escuchar.
- ¿Tú crees? Deseo que Carol me oiga... para que saque fuerzas de donde sea para salir adelante.
- Seguro que te oye. Ya lo verás.
- Y ¿Cómo está tu padre?
- Pues parece que va evolucionando favorablemente. El médico nos ha dicho que es probable que despierte en unas horas. Aunque por ahora sólo cabe esperar.
- Tranquila, todo saldrá bien. Y, ¿has presentado tú a mi hermana y Javier?
- Sí, hace un momento. Cuando salimos de hablar con mi madre, tu hermana estaba sentada sola, así que nos sentamos con ella.
- Ahh, muy bien, no quiero que se sienta sola aquí. Es que ella vivía desde hace tiempo con mis padres en Asturias, ya que se mudaron por trabajo. A mí me dejaron sola con la casa y cuando se enteró de lo de Carol, vino a vivir conmigo, así no estaba sola y ella cambiaba de aires.
- Claro. Me parece muy bien que se viniera contigo.
- Sí, la verdad es que se lo agradezco mucho, la casa sola en estos momentos me horroriza, aunque Pablo no me deja sola tampoco, gracias a Dios.
- Claro. –Su cara se vuelve triste, supongo pensará en su novio, bueno, ya no...
- Perdona, no quería recordártelo...
- No, tranquila, ya lo estoy superando.
- Me alegro. –Su cara me dice que sigue pensando... pero no quiero molestarla, será mejor que piense en sus cosas...
Al llegar a la sala de espera todo sigue que igual que cuando me fui. Pero ahora todos me miran, miran las flores. Discretamente me siento al lado de Julia y le pregunto si ya han terminado de hacerle las pruebas a Carol.
- La enfermera salió hace un momento y dijo que terminarían enseguida. Ahora nos avisarán.
- Muy bien. Tengo muchas ganas de entrar a verla.
- Cariño, tengo que decirte que me alegra mucho verte así de alegre y positiva.
- Sí, creo que ya debo cambiar de actitud... estaba demasiado mal.
- Sí. Mira, por ahí sale el médico. –El médico se acerca mientras Julia y yo nos levantamos. Yo me quedo en un segundo plano.
- Señora, ya hemos terminado de hacerle las pruebas a Carolina. Sólo han sido rutinarias, así que pueden pasar a verla. Por favor, no pasen más de dos personas a la vez.
- Claro, doctor. –El médico se marcha y la madre de Carol se gira con mejor cara.
- Bueno, Lucía, voy a entrar con Sergio. Después pasas tú, ¿vale?
- Claro, pasa. –Julia avisa a Sergio y los dos se pierden por el pasillo. Yo me siento con mi hermana y Pablo.
- Cuando salgan ellos, pasaré a ver a Carolina. ¿Alguno quiere entrar conmigo? –Carol y Pablo se miran y mi hermana habla.
- Entra tú, Pablo. Ya la veré yo mañana. Pero acompaña a mi hermana.
- Claro.
Un rato después, salen Julia y Sergio, porque Pablo y yo nos levantamos para entrar. No hay casi gente en la sala, la familia de Ángela no está, probablemente habrá salido para hablar tranquilamente con Javier.
Al entrar en la habitación, Pablo y yo vamos en silencio. Nada más entrar veo un pequeño jarrón vacío en la mesilla, en el que nunca me había fijado. Me dirijo hacia él y al pasar acaricio la mano de mi amiga. Pablo se queda al lado de Carol, quieto, como con miedo de romper algo, así sea el silencio que llena la habitación. Cojo el jarrón y lo llevo al baño para llenarlo de agua. Después lo pongo en la mesilla otra vez y le pongo las flores. Bueno, algo es algo, esto ya hace un poco más bonita la habitación. Me pongo al lado de Carol también. Ahora pienso que preferiría que nadie hubiera entrado conmigo. Me apetece hablarle a Carol, pero con Pablo a mi lado, eso me hace sentir estúpida. Por ello cojo su mano y le hablo a través de mis pensamientos:
- Hola, Carol, soy yo, Lucía, ya estoy aquí otra vez. Esta vez te he traído una flores, unas flores blancas, tú sabes por qué, ¿verdad? Qué tontería, ¿por qué ibas a olvidarlo? Antes, he estado recordando la muerte del padre de Pablo. Por cierto, está aquí, al lado de las dos. No se ha separado de Sergio ni un momento. Bueno, pues después de pensar en eso, me ha dado fuerzas para creer que tú has tenido mucha más suerte de la que podías haber tenido, por lo que tengo muchas más esperanzas de que salgas de ésta. Además he recordado que tú siempre has tenido mucha fuerza para todo, por lo que imagino que ahora estarás luchando con todas tus fuerzas para salir adelante... por ti, por Sergio, por mi... y por tu hijo. Por cierto, está precioso. ¿Sabes? Creo que te extraña. En este momento una lágrima me resbala por la mejilla. Pablo me rodea el hombro con su brazo, pero yo le sonrío. Hoy no estoy triste. Bueno, tengo que contarte un montón de cosas... No sé si ya te he dicho que mi hermana Cris está en casa, ha venido para quedarse a vivir conmigo. Me gusta que esté aquí. Ahora comparto muchas cosas más con ella. Y me hace falta. ¡Ah! También tengo que contarte otra cosa... Pablo y yo nos vamos a casar. Acaricio la mano de Pablo, que no entiende nada, por eso sólo sonríe. Quiere darme fuerzas. Hay otra cosa que no puedo decirte, bueno, más bien no me atrevo a contarte hasta que estés fuera de esa cama, creo que de todos modos te alegrará mucho. Bueno, creo que por ahora tengo que irme... tiene que entrar más gente a verte. Sólo deseo volver a visitarte muy pronto y ojalá la próxima vez no tenga que hablar en silencio...
- Bueno, ¿salimos? Más gente querrá entrar a verla.
- Claro, mi amor. ¿Estás bien?
- Muy bien. –Le sonrío y salimos de la habitación, mientras miro por última vez atrás al salir de la habitación.
En la sala de espera, me sorprendo al ver a mi hermana hablando con Javier. Que yo supiera ellos no se conocían... Ángela está al lado de su hermano, así que los habrá presentado. Pablo se sienta al lado de Sergio, que parece absorto en sus pensamientos. Entonces yo me siento al lado de Ángela.
- Hola, Lucía, ¿qué tal, has visto a tu amiga?
- Sí... acabo de entrar a verla. He estado hablando con ella. Bueno, más bien le he estado contando cosas... obviamente ella no puede responderme... de momento. Parece estúpido, ¿no?
- No, qué va, Lucía, mira yo creo que es importante hablar a las personas que están inconscientes, creo que eso les da fuerza, saber que la gente de aquí quiere estar con ellos. Porque yo creo que pueden escuchar.
- ¿Tú crees? Deseo que Carol me oiga... para que saque fuerzas de donde sea para salir adelante.
- Seguro que te oye. Ya lo verás.
- Y ¿Cómo está tu padre?
- Pues parece que va evolucionando favorablemente. El médico nos ha dicho que es probable que despierte en unas horas. Aunque por ahora sólo cabe esperar.
- Tranquila, todo saldrá bien. Y, ¿has presentado tú a mi hermana y Javier?
- Sí, hace un momento. Cuando salimos de hablar con mi madre, tu hermana estaba sentada sola, así que nos sentamos con ella.
- Ahh, muy bien, no quiero que se sienta sola aquí. Es que ella vivía desde hace tiempo con mis padres en Asturias, ya que se mudaron por trabajo. A mí me dejaron sola con la casa y cuando se enteró de lo de Carol, vino a vivir conmigo, así no estaba sola y ella cambiaba de aires.
- Claro. Me parece muy bien que se viniera contigo.
- Sí, la verdad es que se lo agradezco mucho, la casa sola en estos momentos me horroriza, aunque Pablo no me deja sola tampoco, gracias a Dios.
- Claro. –Su cara se vuelve triste, supongo pensará en su novio, bueno, ya no...
- Perdona, no quería recordártelo...
- No, tranquila, ya lo estoy superando.
- Me alegro. –Su cara me dice que sigue pensando... pero no quiero molestarla, será mejor que piense en sus cosas...
jueves, 7 de mayo de 2009
Capítulo 17
Sí, la verdad es que me acuerdo perfectamente y fue muy duro. Me acuerdo de aquella tarde de domingo, en que cuando salía de la ducha, recibí una llamada desesperante de Pablo.
- ¡Lucía, Lucía, ven por favor!
- Pablo, ¿qué te pasa, estás bien?
- Es mi padre, Lucía, mi padre, le ha dado un infarto.
- ¿Un infarto? ¿dónde está?
- En el hospital del centro, ven, por favor, está muy mal.... te necesito.
- Ya voy, cariño, ahora mismo estoy allí.Cuando llegué, la escena era horrorosa, Marta, la hermana mayor de Pablo, abrazaba a su madre que lloraba en una silla totalmente aturdida, como si realmente no asimilara lo que estaba pasando... en cuanto vi a Pablo, apoyado en la pared, sin moverse fui a donde él y lo abrace, alcanzando a oír lo que Pablo me decía en un susurro entrecortado...
- Ha muerto, Lucía... mi padre ha muerto... no ha podido afrontar un segundo infarto... –Y se puso a llorar, lloraba mientras yo le abrazaba y acariciaba la espalda, sin saber qué hacer... Yo tampoco pude aguantar mis lágrimas mucho más... Sé que tenía que sacar fuerzas para ayudar a Pablo a soportarlo todo, pero saber que una persona tan joven como el padre de Pablo, ya no viviría más, no estaría más con su familia, ni vería crecer a sus hijos... me partía el corazón más aún, ver a Pablo así... son dolores indescriptibles. Como el que siento ahora por lo de Carol, bueno, nunca es bueno comparar dos dolores. Mejor no pensar en eso. El caso es que el día siguiente a la muerte de Ernesto, el padre de Pablo, fue horrible, yendo al tanatorio, viendo a la familia lo mal que lo estaba pasando... y el día del funeral... recuerdo perfectamente cada instante, creo que nunca lo olvidaré... desde muy temprano estuve con Pablo en su casa. El entierro era a las doce del medio día. Como la familia, teníamos que presentarnos antes. Encima Pablo era uno de los que llevaba el ataúd. Después de dejarlo junto con otros familiares, junto al altar, se sentó junto a mí y su hermana, que a la vez agarraba las manos de su madre, rota en dolor y lágrimas. Durante todo el entierro, Pablo demostró una entereza inigualable, sólo cuando salió a decir el discurso que habíamos preparado la tarde anterior, se deslizaron por sus mejillas unas lágrimas fugitivas. Ya cuando se sentó otra vez en el banco de la iglesia, rompió a llorar todo lo que había guardado para sí. Tras el entierro hubo otra especie de ceremonia en recuerdo de Ernesto en el cementerio. Realmente era una tumba preciosa, parece irónico, pero era y aún es la más bonita del cementerio. Pablo y yo, por otro lado también lo hace su madre y demás familiares, seguimos llevándole flores cada mes, el día diez, aniversario de su muerte.
Bueno, supongo que os estaréis preguntando por qué pienso en esto cuando mi mejor amiga... bueno, está tan grave. La verdad, creo yo, es que lo hago por que así pienso que Carol ha tenido un poco más de suerte, aunque esté mal, ella está en una cama y rodeada por la gente que la quiere. Además, esto me ha dado energías y esperanzas para pensar que Carol pronto se va a recuperar. Voy a comprarle unas flores. Unas flores blancas, símbolo de nuestra amistad, que ha sido, es y será eterna.
Le susurro al oído a mi hermana que está sentada junto a mí, que voy a salir a comprar unas flores a Carol. Pregunta si me acompaña, a lo que le respondo que no hace falta, que ella puede quedarse a descansar un poco, que volveré en unos minutos.
- Por favor, dile a Pablo a dónde voy y dile que volveré enseguida.
Mientras me levanto y me dirijo a la salida, veo por el rabillo del ojo que Cris le dice algo a Pablo, que se levanta deprisa y viene a donde mí.
- Lucía, ¿a dónde vas?
- A comprar unas flores, ¿no te ha dicho mi hermana?
- Sí, por eso... ¿a qué vas a comprar flores?
- ¿Cómo qué a qué voy a comprar flores? Pues a traérselas a Carol, ¿no?
- Pero... Lucía, ¿en qué estás pensando? A Carol no le ha pasado nada...
- ¡Claro que no le ha pasado nada! Sólo quiero llevarle unas flores blancas, es un símbolo nuestro, de nuestra amistad. Estoy contenta y optimista, creo que se recuperará pronto, por eso quiero que vea las flores cuando despierte. –En este momento de la conversación estoy un poco irritada.
- Perdona, cariño, no sé... pensé que te habías derrumbado otra vez... sólo quería que estuvieras bien. –Veo en su cara que e arrepiente de lo que me ha dicho. En realidad sólo quiere ayudarme...
- Sí... lo sé... y por eso te agradezco que te preocupes por mí, de verdad. Ahora voy a comprar unas flores y ya vuelvo.
- Claro, ¿necesitas que te acompañe?
- No, claro que no. Quédate con mi hermana y con Sergio.
- Está bien. Aquí estaremos.
Salgo del hospital y enfrente veo el puesto de flores que suele haber delante de cada hospital. Me dirijo a el y veo todas las preciosas flores que hay, muchas de ellas de colores vivos, parecen alegres, sonrientes. ¿Qué cosa, no? Las flores no sonríen, no están contentas, sin embargo... lo parece. Pido seis rosas blancas y me las pone la dependienta en un ramo que hace con un lazo. Son preciosas. Las flores que más me gustan son las rosas rojas, pero estas son muy especiales, bueno, creo que ya se sabe por qué. Sonrío. La dependienta, sin saber por qué lo hago, me devuelve la sonrisa. Cojo las flores y al ir hacia la entrada del hospital me encuentro con Ángela de nuevo. Pero ahora está con un chico, su hermano, seguramente.
- ¡Lucía! Mira, éste es mi hermano.
- Hola ¿qué tal? Soy Lucía.
- Javier, un placer.
- Mi hermano acaba de llegar de Madrid... ahora vamos a dentro, mi madre le estará esperando.
- Claro, yo también voy dentro, sólo he salido a comprar unas flores. Para Carol.
- ¿Le ha pasado algo?
- No, no, sólo son para ponerlas en su habitación. Es una historia muy larga.
- Claro. –Todos sonreímos y nos dirigimos a la sala de espera.
La verdad es que estas flores dan mucho de qué hablar... todo el mundo piensa que algo malo le ha pasado a Carol... las flores no sólo se usan en malas o tristes ocasiones, sino también para alegrar. Y yo estoy alegre. Dentro de lo que cabe, claro, pero estoy segura de que pronto Carol despertará. Estoy segura.
- ¡Lucía, Lucía, ven por favor!
- Pablo, ¿qué te pasa, estás bien?
- Es mi padre, Lucía, mi padre, le ha dado un infarto.
- ¿Un infarto? ¿dónde está?
- En el hospital del centro, ven, por favor, está muy mal.... te necesito.
- Ya voy, cariño, ahora mismo estoy allí.Cuando llegué, la escena era horrorosa, Marta, la hermana mayor de Pablo, abrazaba a su madre que lloraba en una silla totalmente aturdida, como si realmente no asimilara lo que estaba pasando... en cuanto vi a Pablo, apoyado en la pared, sin moverse fui a donde él y lo abrace, alcanzando a oír lo que Pablo me decía en un susurro entrecortado...
- Ha muerto, Lucía... mi padre ha muerto... no ha podido afrontar un segundo infarto... –Y se puso a llorar, lloraba mientras yo le abrazaba y acariciaba la espalda, sin saber qué hacer... Yo tampoco pude aguantar mis lágrimas mucho más... Sé que tenía que sacar fuerzas para ayudar a Pablo a soportarlo todo, pero saber que una persona tan joven como el padre de Pablo, ya no viviría más, no estaría más con su familia, ni vería crecer a sus hijos... me partía el corazón más aún, ver a Pablo así... son dolores indescriptibles. Como el que siento ahora por lo de Carol, bueno, nunca es bueno comparar dos dolores. Mejor no pensar en eso. El caso es que el día siguiente a la muerte de Ernesto, el padre de Pablo, fue horrible, yendo al tanatorio, viendo a la familia lo mal que lo estaba pasando... y el día del funeral... recuerdo perfectamente cada instante, creo que nunca lo olvidaré... desde muy temprano estuve con Pablo en su casa. El entierro era a las doce del medio día. Como la familia, teníamos que presentarnos antes. Encima Pablo era uno de los que llevaba el ataúd. Después de dejarlo junto con otros familiares, junto al altar, se sentó junto a mí y su hermana, que a la vez agarraba las manos de su madre, rota en dolor y lágrimas. Durante todo el entierro, Pablo demostró una entereza inigualable, sólo cuando salió a decir el discurso que habíamos preparado la tarde anterior, se deslizaron por sus mejillas unas lágrimas fugitivas. Ya cuando se sentó otra vez en el banco de la iglesia, rompió a llorar todo lo que había guardado para sí. Tras el entierro hubo otra especie de ceremonia en recuerdo de Ernesto en el cementerio. Realmente era una tumba preciosa, parece irónico, pero era y aún es la más bonita del cementerio. Pablo y yo, por otro lado también lo hace su madre y demás familiares, seguimos llevándole flores cada mes, el día diez, aniversario de su muerte.
Bueno, supongo que os estaréis preguntando por qué pienso en esto cuando mi mejor amiga... bueno, está tan grave. La verdad, creo yo, es que lo hago por que así pienso que Carol ha tenido un poco más de suerte, aunque esté mal, ella está en una cama y rodeada por la gente que la quiere. Además, esto me ha dado energías y esperanzas para pensar que Carol pronto se va a recuperar. Voy a comprarle unas flores. Unas flores blancas, símbolo de nuestra amistad, que ha sido, es y será eterna.
Le susurro al oído a mi hermana que está sentada junto a mí, que voy a salir a comprar unas flores a Carol. Pregunta si me acompaña, a lo que le respondo que no hace falta, que ella puede quedarse a descansar un poco, que volveré en unos minutos.
- Por favor, dile a Pablo a dónde voy y dile que volveré enseguida.
Mientras me levanto y me dirijo a la salida, veo por el rabillo del ojo que Cris le dice algo a Pablo, que se levanta deprisa y viene a donde mí.
- Lucía, ¿a dónde vas?
- A comprar unas flores, ¿no te ha dicho mi hermana?
- Sí, por eso... ¿a qué vas a comprar flores?
- ¿Cómo qué a qué voy a comprar flores? Pues a traérselas a Carol, ¿no?
- Pero... Lucía, ¿en qué estás pensando? A Carol no le ha pasado nada...
- ¡Claro que no le ha pasado nada! Sólo quiero llevarle unas flores blancas, es un símbolo nuestro, de nuestra amistad. Estoy contenta y optimista, creo que se recuperará pronto, por eso quiero que vea las flores cuando despierte. –En este momento de la conversación estoy un poco irritada.
- Perdona, cariño, no sé... pensé que te habías derrumbado otra vez... sólo quería que estuvieras bien. –Veo en su cara que e arrepiente de lo que me ha dicho. En realidad sólo quiere ayudarme...
- Sí... lo sé... y por eso te agradezco que te preocupes por mí, de verdad. Ahora voy a comprar unas flores y ya vuelvo.
- Claro, ¿necesitas que te acompañe?
- No, claro que no. Quédate con mi hermana y con Sergio.
- Está bien. Aquí estaremos.
Salgo del hospital y enfrente veo el puesto de flores que suele haber delante de cada hospital. Me dirijo a el y veo todas las preciosas flores que hay, muchas de ellas de colores vivos, parecen alegres, sonrientes. ¿Qué cosa, no? Las flores no sonríen, no están contentas, sin embargo... lo parece. Pido seis rosas blancas y me las pone la dependienta en un ramo que hace con un lazo. Son preciosas. Las flores que más me gustan son las rosas rojas, pero estas son muy especiales, bueno, creo que ya se sabe por qué. Sonrío. La dependienta, sin saber por qué lo hago, me devuelve la sonrisa. Cojo las flores y al ir hacia la entrada del hospital me encuentro con Ángela de nuevo. Pero ahora está con un chico, su hermano, seguramente.
- ¡Lucía! Mira, éste es mi hermano.
- Hola ¿qué tal? Soy Lucía.
- Javier, un placer.
- Mi hermano acaba de llegar de Madrid... ahora vamos a dentro, mi madre le estará esperando.
- Claro, yo también voy dentro, sólo he salido a comprar unas flores. Para Carol.
- ¿Le ha pasado algo?
- No, no, sólo son para ponerlas en su habitación. Es una historia muy larga.
- Claro. –Todos sonreímos y nos dirigimos a la sala de espera.
La verdad es que estas flores dan mucho de qué hablar... todo el mundo piensa que algo malo le ha pasado a Carol... las flores no sólo se usan en malas o tristes ocasiones, sino también para alegrar. Y yo estoy alegre. Dentro de lo que cabe, claro, pero estoy segura de que pronto Carol despertará. Estoy segura.
sábado, 2 de mayo de 2009
Capítulo 16
A las nueve suena el despertador y se repite lo mismo que la mañana anterior. Tras ducharnos y desayunar, limpiamos un poco la casa y luego cojo el coche y voy con mi hermana a casa de Pablo, se que hoy es su día libre, pues es viernes. Ya son las once de la mañana y estamos en el portal. Yo estoy un poco nerviosa, pues tengo miedo de lo que pueda decirme Pablo así que mi hermana dice que tiene que comprar algo y que luego subirá a su casa. Obviamente lo hace para dejarnos solos y yo se lo agradezco. Al llamar al timbre, Pablo me abre y subo al tercer piso, donde él espera con la puerta abierta. Durante un momento nos quedamos los dos parados en silencio, él con la mirada severa, pero tras unos momentos así, me lanzo a abrazarle y él suspira aliviado, mientras me corresponde al abrazo.
- Perdóname, perdóname. De verdad no sabía lo que decía, estaba asustada...
- Shhh, tranquila, no digas nada, no digas nada. –entramos en su apartamento y cierra la puerta. Nos sentamos en el sofá cara a cara.- Lucía, yo voy a esperarte, no me importa que ahora no estés preparada para casarte, realmente, ni siquiera sé si yo mismo estoy preparado, yo sólo...
- No, no hace falta, no hace falta, pues... sí quiero casarme contigo.
- ¿Cómo dices? –Me mira totalmente atónito.
- Que sí quiero casarme contigo, ser tu esposa, tu mujer.- ¡Lucía! –No puede reprimir un grito de alegría mientras me abraza. Entonces los dos reímos mientras disfrutamos de un momento mágico...- Pero tengo que decirte algo también... es algo importante. Necesito un poco de tiempo. A que pase lo de Carol. Ahora mismo no me imagino preparando una boda mientras que ella está... –Respiro profundamente para reprimir mi tristeza.- tan mal... en una cama.
- Tranquila, mi amor. yo también creo que es lo mejor, además, tiene que ponerse buena tu madrina, ¿no? –Sonrío enamorada. En este momento llaman al portero.
- Ah, ésa debe ser Cristina, ha ido a comprar algo. –Le abrimos y cuando sube nos mira sonriendo y dice que no encontró lo que buscaba y al vernos agarrados, añade. Pero creo que vosotros sí.
- Bueno, chicas, yo me voy a cambiar, ¿qué vamos a hacer?
- Yo... preferiría ir al hospital, es lo que más me apetece. Pero entiendo que vosotros queráis ir a otro sitio.
- No, no, por mí también voy al hospital, ayer dejé a Sergio bastante mal, está hecho polvo.
- Y yo también voy contigo, Lu. Por cierto, Pablo, no te había felicitado por lo del bebé. ¡Enhorabuena! –Le da un abrazo mientras Pablo se lo agradece y se agarra a mi cintura mientras Cristina se pierde en su cuarto.
Al llegar al hospital, no podemos pasar a ver a Carol pues le están haciendo unas pruebas, rutinarias según la enfermera. Por no estar siempre en la sala de espera, Cris y yo bajamos a la cafetería. Estamos tomando un café cuando entra Ángela, la chica de ayer. Al verla, le saludo con la mano indicándole que se acerque.
- Hola, Ángela, ¿qué tal?
- Muy bien. Venía a despejarme un poco de la sensación que tengo en la sala de espera...
- Claro, ¿quieres sentarte con nosotras?
- Eh... claro. –Sonríe levemente y se sienta.
- Mira, ésta es mi hermana, Cristina. Ella es Ángela. –ambas se saludan y Ángela pide otro café.- ¿Qué tal sigue tu padre?
- Más o menos como ayer, la verdad es que tampoco nos han dicho mucho sobre su estado. Estoy esperando que llegue mi hermano, pues viene de un viaje.
- Bueno, así no te sentirás tan sola, pues tu madre me imagino que lo estará pasando mal.
- Sí... creo que no ha pegado ojo en toda la noche.
- Tranquila, es normal.
- Sí...
- Oye, Lucía, voy a comprar una revista, para que tengamos algo con que pasar el tiempo; he visto un quiosco en la entrada del hospital.
- Claro, es una buena idea. –Mi hermana sale de la cafetería y desaparece por el pasillo.
- Os parecéis mucho.
- ¿Tú crees?
- Sí. Ayer en cuanto os vi lo supe. Por cierto... no me has contado por qué estás tú aquí.
- Ah, es verdad. Es por mi mejor amiga. Tuvo un accidente el otro día. También de tráfico.
- Y ¿está muy grave?
- Bastante. Aún no ha salido del coma. Pero yo confío en que lo haga pronto, o al menos así será.
- Seguro que sí, ya lo verás. –Me coge la mano y ambas sonreímos.- Oye... ayer me dijiste que estabas pasando por una mal momento emocional. ¿Quieres hablar de ello?
- Bueno... hace poco, una semana o dos, descubrí a mi novio con otra.
- Vaya... lo siento.
- No, no importa. No te voy a decir que lo tengo superado, porque no es verdad, pero ahora tengo cosas más importantes en qué pensar.
- Claro, te entiendo perfectamente.
Poco después volvemos a la sala de espera a la vez que mi hermana. Y otra vez a esperar. De repente, acordándome de lo del padre de Ángela, recuerdo lo que pasó con el padre de Pablo... lo miro y tiene la vista fija en el suelo. Fue hace dos años y también fue un gran palo para él. Se llevaba realmente bien con su padre y fue tan de repente...
- Perdóname, perdóname. De verdad no sabía lo que decía, estaba asustada...
- Shhh, tranquila, no digas nada, no digas nada. –entramos en su apartamento y cierra la puerta. Nos sentamos en el sofá cara a cara.- Lucía, yo voy a esperarte, no me importa que ahora no estés preparada para casarte, realmente, ni siquiera sé si yo mismo estoy preparado, yo sólo...
- No, no hace falta, no hace falta, pues... sí quiero casarme contigo.
- ¿Cómo dices? –Me mira totalmente atónito.
- Que sí quiero casarme contigo, ser tu esposa, tu mujer.- ¡Lucía! –No puede reprimir un grito de alegría mientras me abraza. Entonces los dos reímos mientras disfrutamos de un momento mágico...- Pero tengo que decirte algo también... es algo importante. Necesito un poco de tiempo. A que pase lo de Carol. Ahora mismo no me imagino preparando una boda mientras que ella está... –Respiro profundamente para reprimir mi tristeza.- tan mal... en una cama.
- Tranquila, mi amor. yo también creo que es lo mejor, además, tiene que ponerse buena tu madrina, ¿no? –Sonrío enamorada. En este momento llaman al portero.
- Ah, ésa debe ser Cristina, ha ido a comprar algo. –Le abrimos y cuando sube nos mira sonriendo y dice que no encontró lo que buscaba y al vernos agarrados, añade. Pero creo que vosotros sí.
- Bueno, chicas, yo me voy a cambiar, ¿qué vamos a hacer?
- Yo... preferiría ir al hospital, es lo que más me apetece. Pero entiendo que vosotros queráis ir a otro sitio.
- No, no, por mí también voy al hospital, ayer dejé a Sergio bastante mal, está hecho polvo.
- Y yo también voy contigo, Lu. Por cierto, Pablo, no te había felicitado por lo del bebé. ¡Enhorabuena! –Le da un abrazo mientras Pablo se lo agradece y se agarra a mi cintura mientras Cristina se pierde en su cuarto.
Al llegar al hospital, no podemos pasar a ver a Carol pues le están haciendo unas pruebas, rutinarias según la enfermera. Por no estar siempre en la sala de espera, Cris y yo bajamos a la cafetería. Estamos tomando un café cuando entra Ángela, la chica de ayer. Al verla, le saludo con la mano indicándole que se acerque.
- Hola, Ángela, ¿qué tal?
- Muy bien. Venía a despejarme un poco de la sensación que tengo en la sala de espera...
- Claro, ¿quieres sentarte con nosotras?
- Eh... claro. –Sonríe levemente y se sienta.
- Mira, ésta es mi hermana, Cristina. Ella es Ángela. –ambas se saludan y Ángela pide otro café.- ¿Qué tal sigue tu padre?
- Más o menos como ayer, la verdad es que tampoco nos han dicho mucho sobre su estado. Estoy esperando que llegue mi hermano, pues viene de un viaje.
- Bueno, así no te sentirás tan sola, pues tu madre me imagino que lo estará pasando mal.
- Sí... creo que no ha pegado ojo en toda la noche.
- Tranquila, es normal.
- Sí...
- Oye, Lucía, voy a comprar una revista, para que tengamos algo con que pasar el tiempo; he visto un quiosco en la entrada del hospital.
- Claro, es una buena idea. –Mi hermana sale de la cafetería y desaparece por el pasillo.
- Os parecéis mucho.
- ¿Tú crees?
- Sí. Ayer en cuanto os vi lo supe. Por cierto... no me has contado por qué estás tú aquí.
- Ah, es verdad. Es por mi mejor amiga. Tuvo un accidente el otro día. También de tráfico.
- Y ¿está muy grave?
- Bastante. Aún no ha salido del coma. Pero yo confío en que lo haga pronto, o al menos así será.
- Seguro que sí, ya lo verás. –Me coge la mano y ambas sonreímos.- Oye... ayer me dijiste que estabas pasando por una mal momento emocional. ¿Quieres hablar de ello?
- Bueno... hace poco, una semana o dos, descubrí a mi novio con otra.
- Vaya... lo siento.
- No, no importa. No te voy a decir que lo tengo superado, porque no es verdad, pero ahora tengo cosas más importantes en qué pensar.
- Claro, te entiendo perfectamente.
Poco después volvemos a la sala de espera a la vez que mi hermana. Y otra vez a esperar. De repente, acordándome de lo del padre de Ángela, recuerdo lo que pasó con el padre de Pablo... lo miro y tiene la vista fija en el suelo. Fue hace dos años y también fue un gran palo para él. Se llevaba realmente bien con su padre y fue tan de repente...
Suscribirse a:
Entradas (Atom)