domingo, 26 de abril de 2009

Capítulo 15

ELISA (XV)

Después de la alegría, nos sentamos a hablar.
- Cris, también tengo que decirte otra cosa, pero no tan buena, aunque sólo me incumbe a mí...
- ¿Qué pasó, Lu? Te has puesto muy seria.
- Esta tarde... Pablo, en casa, me dijo que igual era momento para hablar de casarnos... pero me puse histérica, presa del pánico. No sé, he perdido los papeles y le he echado de casa. –Intento controlarme, pues ya he soltado bastantes lágrimas estos días.
- Pero... ¿lucía, por qué has hecho eso?
- No lo sé, ya te digo que me no sé que me ha pasado, de verdad me ha entrado pánico sólo de pensar en la idea de casarnos. He hablado con Ana.
- ¿Tu psicóloga?
- Sí.
- ¿Sigues con ella? Pensé que habías dejado las terapias.
- No, la verdad es que no, pero más que terapias son sesiones con una amiga...
- Está bien y ¿qué te ha dicho?
- Que trato de huir de los problemas, por no afrontarlos y me refugio en otras cosas, porque le he dicho a Pablo que no me hablara sobre casarnos cuando mi amiga se estaba muriendo. Dios mío...
- Tranquila, tranquila y ¿Pablo se ha ido sin más?
- Claro, bueno, sin más no, le he echado a gritos. Y después le he llamado por teléfono y le he pedido perdón.
- Y ¿te ha perdonado?
- Sí, pero está resentido, no ha querido volver o que yo fuera a verle, pero lo entiendo.
- Sí, tranquila, seguro que mañana te entenderá.
- Eso espero, porque no le puedo perder a él también.
- Bueno, ¿vamos a cenar?
- Sí, pero no tengo mucho... ¿te apetece un sándwich?
- Claro.Preparamos unos sándwiches y después de cenar, nos sentamos en el sofá y empezamos otra conversación.
- Bueno, hermanita, ahora me toca a mí preguntar ya ti responder.
- ¿Sí? Y ¿qué quieres saber?
- Pues quién es ese chico tan importante y misterioso.
- ¿Misterioso?
- Sí, nunca quieres hablar de él.
- Ahhh, ya sé, habas de Miguel. La verdad, no me apetece mucho hablar de él...
- Pero hablar con alguien siempre hace bueno, te lo digo por experiencia. Sólo quiero que sepas que puedes confiar en mí.
- Está bien, tienes razón. Tú me has contado todo... será mejor que yo también lo haga. –Tras mi sonrisa, prosigue.- Bueno, en Asturias conocí a un chico, Miguel. Él iba a mi clase y empezamos a ser amigos. Realmente me caía muy bien y siempre estaba defendiendo sus sueños, sus ideales... y por eso me gustaba tanto. Porque al tiempo de ser tan amigos, descubrí que estaba enamorada de él. También, como te dije, me ayudó mucho con los de los papás y a convencerles. Su mayor sueño era recorrer el mundo, pero no yendo de riquillo con todo pagado, sino, ir a la deriva, empezando por sus ahorros y luego trabajando por ahí en lo que saliese, hasta conseguir dinero para ir a otro país y allí lo mismo. Y el último día de clase, cuando fui a coger mis libros, encontré una nota en mi mesa. “Cristina, ha llegado mi momento, voy a hacer realidad mi sueño, voy a recorrer el mundo. La verdad es que mi sueño no es completo, pues tú no estás conmigo, pero no podía hacerte eso. No podía apartarte de tu familia por meses. Espero que en ese tiempo no me olvides. Te quiero, Miguel.” –Ahora es a mi hermana a la que le caen lágrimas por las mejilla. Acariciándole la cara le abrazo.
- Tranquila, Cristina, tranquila.
- ¿Por qué me hizo eso, Lucía, por qué? Sólo tenía que habérmelo contado, yo le hubiera entendido, pero hubiera querido acompañarlo, de veras. Sé que es una locura, pero él me había enseñado a pensar así... y nunca me había dicho que me quería, sin embargo... una carta, una estúpida carta. Realmente le odio, me hizo mucho daño.
- Pero él te pidió que le esperaras, ¿no vas a hacerlo?
- No, Lucía. No se puede disponer así de las personas ni del tiempo. Él decidió marcharse a cumplir su sueño. Bueno, yo he continuado con mi vida y ya no le voy a volver a ver.
- Lo siento, Cris...
Suena el teléfono y son mis padres. Cristina habla con ellos y yo también, pero la verdad, tampoco decimos nada interesante, más que que nos cuidemos. Después, las dos estamos agotadas y nos vamos a la cama.
Ya para dormirme, no puedo dejar de darle vueltas al día de hoy.. a mi discusión con Pablo... mañana lo primero que haré será ir a su casa... tengo que pedirle perdón... y... le diré que me casaré con él... seré su esposa. Con este pensamiento me duermo...
Estoy con mi hija, tiene un año más o menos y está jugando en el suelo.
- Elisa... Elisa, ven con mami...
La niña se tambalea, pero justo antes de que caiga, Pablo la coge en el aire y la mueve, haciendo que la niña se ría. Los miro a los dos. Tengo una familia preciosa. La mejor del mundo... pablo me pasa a la niña y miro a mi niña llena de amor.
Me despierto y sigo abrazada a mí misma... como si fuera mi hija... ¿mi hija? Me toco la tripa... todavía ni me ha crecido, sólo era un sueño... un sueño precioso... ¿Querrá eso decir que tendré una niña? No sé... pero si es una niña podría llamarse Elisa... sonrío y vuelvo a dormirme... esta vez sin soñar nada recordable.

martes, 21 de abril de 2009

Capítulo 14

CONVERSACIONES (XIV)


Tras unos minutos así, me seco las lágrimas y busco el teléfono de Ana.
- ¿Ana? Soy Lucía.
- ¿Lucía, qué tal? Hace un tiempo que no pasas por la consulta...
- Sí... la verdad es que tengo muchas cosas que contarte... precisamente por eso te llamaba. Ya lo siento por no haber pedido hora, pero no podía esperar...
- Tranquila, me lo puedes contar por teléfono sin ningún problema.
- Gracias. Mira... hace unos días, Carol, mi mejor, amiga, ¿sabes? Tuvo un accidente. Muy grave, su estado es bastante complicado y sigue en coma desde entonces...
- Lo siento, Lucía... lo siento, de verdad, yo sé el cariño que le tienes...
- Sí... y encima me he enterado de que estoy embarazada...
- ¡Enhorabuena, mi amor!
- No, es que... no sé si es tan buena cosa.
- ¿Y, éso por qué, Lucía?
- Bueno, sí, sí que quiero tener al bebé, pero ahora mismo tengo todas mis ideas revueltas... te parece si quedamos y hablamos?
- Claro, ya son las siete... ¿quieres que vaya a tu casa?
- Ya he acabado mi consulta.
- Claro, muchas gracias, Ana, de verdad.
Justo después de colgar, llaman por teléfono, es mi hermana que me dice que está con una antigua amiga y volverá dentro de una hora u hora y media. La verdad agradezco que llame, pues ya estaba empezando a preocuparme por ella. Al fin llega Ana y después de saludarla cariñosamente, pasamos a la sala, donde hablamos en el sofá.
- Gracias por venir, Ana.
- Tranquila, Lucía, ya sabes que te aprecio mucho y te he notado muy angustiada al teléfono.
- Sí, la verdad ahora mismo siento que no soy yo... no sé, mira, mejor empiezo por el principio, bueno, hace unos tres días creo, pero mira, ni noción del tiempo tengo.
- Tranquila, Lucía, trata de no ponerte nerviosa. Te escucho.
- Gracias. Mira, el otro día, Julia, la madre de Carol, me llamó y me dijo que su hija había tenido un accidente. Enseguida fui al hospital y no sabes cómo la encontré. Carol, mi amiga, ya no parecía ella estaba totalmente inconsciente y cambiada por los golpes y las vendas. Luego, hace dos días, estaba cuidando a Marcos, mi ahijado, el hijo de Carolina y Sergio, cuando le comenté a Pablo de mi retraso. Sólo eran tres semanas, pero él me convenció para hacerme un test. El caso es que dio positivo. Supongo que en un primer momento me alegre, pero con todo esto del accidente, he pensado bastante y he llegado a la conclusión de que las personas pueden irse en cualquier momento, así, sin más. –continúo chasqueando los dedos.- y yo no quiero que mi hijo se quede sin madre o padre de momento.
- Lucía... eso no le va a pasar a tu hijo. –Me tranquiliza Ana preocupada.
- Sí ya lo sé, ves, no sé qué me pasa... y encima, esta tarde, Pablo me ha hablado de mi casa y no puedes imaginarte lo que he hecho... le he sacado de mi casa a gritos, diciéndole que cómo me podía hablar de algo tan serio en un momento como este... pero lo que creo es que tengo miedo... miedo de enfrentarme a una nueva situación, vivir juntos puede no ser una tontería... y ¿si descubre algo de mí que no le gusta? ¿o se da cuenta que realmente no está enamorado de mí?
- Lucía... quiero que me escuches un momento. –Me coge las manos mientras me mira fijamente a los ojos.- lo que te pasa es muy corriente, estás preocupada por lo que pueda pasar pero no es más que miedo a, como tú has dicho, enfrentarte a nuevas situaciones. Pero no debes esconderte detrás de otros problemas como el accidente de Carol.
- Es que no es sólo un accidente, Ana... se está muriendo, lo siento... lleva en coma desde el accidente. Con ella perdería gran parte de mi vida... es que no creo que la gente pueda entenderlo, éramos “demasiado” amigas y yo...
- Ey, ey, ey, tranquila, no te derrumbes. Respira tranquila. A ver, y lo del niño, ¿acaso piensas que serás una mala madre? ¿no será eso lo que te preocupa?
- En cierto modo sí... no sé, no sé cómo voy a hacer todo lo que necesita un bebé... se puede poner enfermo, no sé cualquier cosa.
- Ya, Lucía, no te atormentes más. Estoy segura que vas a ser una madre ejemplar, como lo eres en todo lo que haces. Mira, las madres llevan en la sangre cómo serlo, incluso sin tener la más mínima idea de medicina o primeros auxilios, te sorprenderías de la habilidad que tiene una madre de curar a su hijo. –Sonreímos.- A ver... ¿tienes alguna foto de Marcos?
- ¿Cómo?
- Si tienes alguna, cógela, te va a ayudar.
- Claro. –Cojo unas fotos de cuando nació Marcos.
- Míralas, míralas de verdad, recordando.- Las miro y sonrío recordando esos momentos.
- Y ahora dime, ¿alguna vez has cuidado de Marcos?
- Sí, muchas.
- Y dime, ¿alguna vez le ha pasado algo, has hecho algo mal?
- No... creo que no, bueno, el otro día se me cayó el biberón. -Contesto sonriendo.
- Bueno, ¿y no le preparaste otro?
- Claro.
- Ves, no hubo ningún problema, si algo pasase, cualquier cosa, saldrías con algo. De verdad, Lucía, yo confío plenamente en ti, así como Pablo, tu hermana, tu familia... y ante todo Carolina, ya sólo queda que tú confíes en ti misma.
- Muchas gracias. -Ahora soy yo la que le cojo las manos. Justo en ese momento llega mi hermana y saluda a Ana.
- Yo, yo ya me iba, creo que ya he conseguido lo que quería. –Me guiña un ojo al ir hacia la puerta.- Hasta pronto, chicas.
- ¡Adios!- Uy, y ¿qué era eso que quería conseguir?
- Abrirme los ojos...
- Y ¿sobre qué? Si puede saberse, claro...
- Ven, siéntate, tengo que decirte algo.
- Aaaa, el misterio del restaurante..
- Si... Cristina... ¡estoy embarazada!
- ¿¿Cómo??
- Sí, de siete semanas.
- Lucía.... ¡¡Felicidades!! ¡No sabes cuánto me alegro! Ay... -Me abraza.- ¡por fin vas a hacerme tía!

Capítulo 13

PÁNICO (XIII)


A la llegada del postre la conversación llega a un punto muy aburrido para mí. Pablo y Cristina están hablando sobre los animales abandonados. La verdad es que a mí nunca me han gustado mucho los animales, pero sin embargo, a mi hermana y a Pablo, les encantan. En medio de esta conversación me pierdo en mis pensamientos.
Poco después de las pesadillas que tuve tiempo atrás, empecé a agobiarme. Cuando me iba a la cama, empezaba a pensar en la muerte... y qué pasaba si desaparecía antes de vivir todas las experiencias del mundo. Por ello fui a una psicóloga.
- ¿Eh, Lucía?
- ¿Sí? –Mi hermana me había sacado de mi mundo preguntándome si quería compartir el postre con ella.
- Claro, claro.
Vuelvo otra vez a mi mundo. Mis agobios se debían a todo el estrés que cargaba encima. Los exámenes finales y los exámenes de inglés me tenían al borde de un ataque de nervios, por lo que me agobiaba por todo. Cuando mejoré, mis padres me dijeron para dejar las sesiones con la psicóloga pero no quise, ellos se extrañaron, pero me encantaba hablar con una chica con experiencia, pero a la vez joven. Esta chica (con la que aún sigo en contacto, por cierto, ahora sería un buen momento para hablar con ella...) se llama Ana. Cuando yo empecé las sesiones, tenía dieciséis años y ella veintiocho. Me encantaba su simpatía y el modo en que me escuchaba y sólo hablaba en los momentos precisos y con algo perfectamente adecuado. Tenía consejos para todo y poco a poco empecé a confiar en ella como en una amiga... prácticamente como en Carol...
- Lucía, Lucía... ¿estás bien? –Mi hermana me mira con cara preocupada.
- ¿Qué, perdona?
- Estás llorando.
- ¿Cómo dices?
- Tus ojos están llorosos y te estaban cayendo lágrimas.
- Ah... estaba pensando en Carol. –Sigo comiendo, pero noto los ojos preocupados de Pablo y Cris clavados en mi frente.
Cuando salimos del restaurante, Cris dice que irá a casa de una amiga a saludarla. Más bien yo creo que lo hace para que Pablo y yo estemos juntos. Cuando se va, diciendo que llegará a casa pronto por la noche, Pablo y yo caminamos hacia la playa.
- Lucía... ¿no crees que deberíamos pensar en vivir juntos?
- ¿Eh?
- Bueno... vamos a tener un hijo, para ello debemos vivir juntos, ¿no crees?
- Claro.. pero, eras tú el que prefería vivir independiente por un tiempo.
- Sí, pero no contaba con la idea del niño.
- ¿No... no te gusta la idea?
- ¿Qué si no me gusta? Estoy loco por tener ese niño, Lucía, de veras, no, no veo el momento de tener entre mis brazos un pedacito de carne, tuyo y mío, nuestro, quiero cuidarlo, protegerlo, enseñarle, jugar con él...de todo, quiero verle crecer.
- Seguro que lo haces muy bien, vas a ser el mejor padre del mundo, de eso estoy segura. Y si es niño, quiero que sea como tú, igualito a ti, porque así sería el niño más guapo del mundo...
- Entonces quiero que sea niña, para que sea como tú. Inteligente, de buenos sentimientos, preciosa... te amo, Lucía.
- Y yo a ti, Pablo, no sabes cuánto te quiero, te adoro. –En este punto habíamos llegado a la arena de la playa y estábamos besándonos con las manos unidas a ambos lados de nuestro cuerpo.
- Y ahora en serio, Pablo, ¿tú qué quieres que sea, niño o niña?
- No lo sé... la verdad es que no lo sé. Y ¿tú?
- Pues tampoco... igual de pequeños los niños son más divertidos, guapos, revoltosos... sin embargo cuando se hacen mayores, la adolescencia... ¡uff, de lo peor! Y en cambio, las chicas, cuando son mayores son mucho más tranquilas, centradas, dan menos problemas... bueno, aunque hay de todo.
- Tienes razón. De todos modos sé que sea lo que y como sea, nosotros lo querremos muchísimo.
- De eso estoy segura. Yo ya quiero a Marquitos como a mi propio hijo, así que cuando nazca el nuestro, mi amor será inmenso y ya le estoy queriendo...
Seguimos paseando por la playa y luego me acompaña a casa. En el salón, antes de volver a su casa, volvemos a hablar.
- Entonces... ¿le dirás esta noche a tu hermana que estás embarazada?
- Sí, se lo diré esta noche. Con lo que le gustan los niños... ¡se morirá de alegría!
- Lucía... también quiero decirte algo... ¿Has pensado en que no casemos?
- ¿¿Qué?? ¿Qué estás diciendo, Pablo? ¿No te parece que tengo ya suficientes cosas en qué pensar con lo de Carol y mi embarazo? ¿No te parece suficiente que vayamos a vivir juntos, o no confías en mí?
- Lucía... ¿qué te pasa?
- Vete, Pablo, vete, por favor, estoy muy alterada.
- Espero que te arrepientas de cómo me has tratado. –En cuanto Pablo sale por la puerta, me doy cuenta de lo que acabo de hacer y me entra un miedo horrible al oir las voces de mi cabeza.«Dios mío, ¿qué he hecho? ¿Porqué me he puesto así cuando ha hablado de casarnos? ¿Será... será que no lo quiero realmente? ¿No digas tonterías, Lucía... le quieres más que a nada en el mundo, más que a tu propia vida. Es verdad... es verdad, le amo como a nada. Entonces... es miedo, pánico a vivir con él, a que él se canse de ti, que descubra algo de ti que no le guste... ¿pero qué he hecho? Le he tratado como a un perro, Dios mío, por favor, que me perdone, que me perdone.»
Llorando, descuelgo el teléfono y marco el móvil de Pablo.
- Pablo... soy yo... perdóname, perdóname por favor.
- Tranquila, Lucía, no llores, no te pongas más nerviosa.
- No... lo siento, lo siento, de verdad, no, no debí ponerme así... ha, ha sido pánico, cuando has hablado de casarnos... no sé... he sentido, he sentido como si al vivir contigo, cambiar todo... fuera a cambiar nuestra relación, no sé, igual descubres algo que no te gusta de mí...
- No digas eso, Lucía, no podría descubrir nada de ti que no me gustase. Hazme caso, no vuelvas a pensar así y quítate esos miedos. –Su voz es un poco resentida.
- Sí... sí, te juro que lo voy a hacer, pero ven a mi casa, necesito estar contigo otra vez...
- No, mejor no.
- Entonces, entonces voy a la tuya yo, ¿si?
- No, Lucía, no puede ser. Además he quedado con Sergio, en estos momentos, él también necesita de todo mi apoyo. –Ahora su voz además de resentida es cortante, lo que me asusta.
- Claro... tienes razón. Pues... nos vemos mañana, ¿no?
- Sí, hasta mañana, Lucía.
- Hasta mañana... te quiero. –Pero su teléfono ha colgado y no me ha oído la última frase.
Tras colgar me tumbo en el sofá y lloro en silencio, para mí, pues sólo es mía la culpa de mi sufrimiento... y el de Pablo.

Capítulo 12

NUNCA ESTAMOS SOLOS (XII)

Llegamos al hospital y se repite el ritual de siempre. Saludamos a Julia, que nos dice que no hay ninguna nueva. Sin embargo, podremos pasar a verla otra vez por turnos. Como el padre de Carolina está trabajando, Sergio pasa con su madre. Mientras hacen la visita nosotras nos quedamos en la conocida sala de espera. Llegan una mujer con su hija más o menos de mi edad y nos saludan con un frío y vacío “hola”. Respondemos al saludo y veo que están muy nerviosas. Poco después llega el médico y no puedo evitar oír la conversación.
- Doctor, doctor, por favor, dígame cómo está mi marido, dígame.
- Sí, sí, por favor, ¿cómo está mi padre?
- Tranquila, señora, a su marido lo están atendiendo. Ahora mismo lo están estabilizando. Ha sufrido un grave golpe en la cabeza a causa del accidente, lo que le ha producido un traumatismo craneoncefálico, estamos comprobando que no tenga ninguna fractura o hemorragia interna. Por favor, esperen aquí a nuevos resultados.
- ¿Pero se va a salvar, se va a salvar, verdad, doctor?
- Créeme que estamos haciendo todo lo que podemos y está en buenas manos, sólo confíen en que todo saldrá bien. Ahora, si me disculpan, voy a volver con los pacientes.
- Claro. -Las dos mujeres se sientan y se apoyan la una en la otra llorando. En cierto momento dado, mi mirada se cruza con la de la chica y le muestro con mi expresión que la entiendo perfectamente... ella simplemente asiente con dolor. Al rato aparecen de nuevo Julia y Sergio.
- Lucía, ya podéis pasar. Mi hermana y yo nos levantamos y ella me sigue hacia la habitación de mi amiga. Al entrar, Cristina ahoga un gritito con las mano al ver el estado de Carol y me mira como diciendo “lo siento”. Yo también miro mi amiga y pienso que casi está peor que el otro día. Ahora los golpes están entre morado y verde y tiene un aspecto rompedor, realmente me rompe el alma verla así. Me acerco y le cojo la mano, indicando a mi hermana con la mano que se siente. - La quieres mucho, ¿no?
- Claro... con ella he vivido toda mi adolescencia... todos estos años... todo lo he descubierto con ella. Juntas hemos recorrido ese camino, a veces empedrado y a veces liso... y ahora... ¿qué va a pasar?... por Dios... tiene un hijo, acaba de tener un hijo... realmente no me hago a la idea... es todo tan irreal... la última vez que estuvimos juntas en el hospital, era yo la que estaba en esa cama blanca... pero yo estaba despierta y ambas reíamos, pensando lo bien que lo pasaríamos cuando ella diera a luz y a mí me operaran de esa apendicitis... –Con la mano me contengo las lágrimas y veo que mi hermana está también emocionada y también une su mano a la de Carol y la mía, gesto que le agradezco con una sonrisa.Volvemos a la sala de espera y nos sentamos de nuevo en las incómodas sillas de plástico. Sobre las doce del mediodía decido ir a por unos cafés a la máquina. Al llegar veo a la chica de antes de cuclillas llorando. Rápidamente me agacho y la levanto abrazándola.
- Tranquila, tranquila. –Le acaricio la espalda y ella me sonríe. Poco a poco se va tranquilizando y se separa.
- Perdona, ya, ya estoy mejor.
- ¿Ya estás bien?
- Sí. Soy Ángela.
- Yo soy Lucía, encantada. ¿Quieres ir al baño a lavarte la cara?
- Claro. –Nos dirigimos al baño y por el camino me cuenta.
- Dio mío, me siento tan mal... estoy pasando por un momento emocional horrible y para colmo, esta mañana discutí con mi padre. Salió de casa enfadado... y mira, se ha empotrado contra un muro... ¿qué voy a hacer, qué voy a hacer? –Vuelve a llorar y yo la vuelvo a abrazar.
- Tranquila, tranquila, no pienses en eso, seguro que pronto puedes ver a tu padre y decirle que lo sientes, que no estabas enfadada con él...
- Sí, pero... ¿y si no despierta?
- Seguro que sí... seguro, ya lo verás. –Se reconforta y se lava la cara. Volvemos a la máquina de los cafés. Cada una cogemos cada una lo nuestro y regresamos a la sala de espera. Ella se sienta con su madre y me sonríe. Yo me quedo mirándola y pensando. Realmente no sólo yo estoy sufriendo. Hay miles de personas más que lo están pasando mal... y yo me pregunto... ¿por qué el sufrimiento? ¿para qué se inventó ese sentimiento?... al fin y al cabo sólo duele...
Poco antes de las dos, salimos y llegamos casi a la vez que Pablo al restaurante chino. Juntos, nos dirigimos a la puerta.
- Señoritas. -Dice Pablo abriéndonos la puerta e indicándonos con la puerta que pasemos. Enseguida nos sientan en una mesa y nos dan la carta.
- Ay... no sé qué pedir, me gustan tantas cosas... mejor pido una ensalada china... tampoco tengo mucho hambre en verdad.
- Lucía, tienes que comer, mira que no te he traído aquí para que no comas nada o muy poco. Ahora te lo digo de verdad. Estoy muy preocupado. Estos días no has comido nada y como sigas así te vas a enfermar. Anda, come algo más, por favor, hazlo por mí, ¿sí?
- Pablo tiene razón, hermanita, es mejor que comas más.
- Ay... está bien chicos comeré algo más. -Pedimos varios platos para los tres y charlamos hasta que nos traen los platos.
- Bueno, yo voy un momento al baño.
–Mi hermana se levanta, lo que ya llevaba rato yo esperando.
- Ay, por fin, Pablo, quería comentarte una cosa... he estado pensando... ¿qué te parece si le digo a mi hermana lo de mi embarazo? La verdad es que todavía no les quiero decir nada a mis padres ni a nadie, porque es muy pronto... pero igual pronto me dan mareos o vomito... y es mejor ella sepa porqué y estoy segura que si le cuento, no dirá nada a nadie.
- Claro, mi amor... como tú quieras... Entonces, ¿prefieres que aún no le diga nada a mis padres?
- Sí, prefiero... es que prefiero que pase un poco lo de Carol, que mejore un poco... al menos que despierte, así no estaré tan preocupada y tendré más tiempo para la gente.
- ¿Sabes? Me encanta verte tan optimista y pensando en que Carol despertará pronto. Es muy importante que lo creas, porque yo estoy seguro que eso pasará pronto. –Me coge las manos, sonreímos y nos besamos justo cuando llega mi hermana.
- Uy... pero qué acarameladitos estáis... ¿me he perdido algo?
- Mejor te cuento a la noche...
- Cuánto misterio... pero vamos a comer, que ya nos traen la comida. –Mientras comemos pienso lo que agradezco estar con mi hermana y mi novio... menos mal que nunca estamos solos y yo, afortunadamente, les tengo a ellos, y a muchos más. Sonrío feliz ante la extrañeza de mis acompañantes.

domingo, 19 de abril de 2009

Uppss

Me acabo de dar cuenta que al pasarlos del word se ha movido tod, quitándose los espacios y los enter, así que voy a editar una por una. Lo siento!

Capítulo 11

PESADILLAS (XI)

Estoy andando por un pasillo. No hay nada... absolutamente nada. Miro a los lados y veo unas paredes blancas. Miro al frente y sólo veo más pasillo, pero no alcanzo a ver el final de éste. Vuelvo la cabeza otra vez hacia los lados y veo que las paredes poco a poco se acercan a mí, intentan aplastarme. Echo a correr hacia delante, tan deprisa como puedo, sin embargo las paredes se siguen acercando... me van a aplastar, casi tocan mi piel, las puedo sentir...
- ¡Nooooo!
- ¡Lucía, Lucía! ¿Estás bien? –Mi hermana me zarandea en la cama. poco a poco y muy aturdida me doy cuenta de que sólo fue un sueño, pero parecía tan real....
- sí, sí, sólo ha sido una pesadilla.
- Sí... tranquila, coge aire. –Me siento en la cama y me recobro del mal rato. Miro el despertador y son las nueve de la mañana.
- Bueno, yo voy a ducharme.
- Sí, yo me ducho después de ti. Me quedo en la cama mientras tanto, si me duermo, despiértame.
- Está bien. –Cojo la ropa limpia y me voy al baño, allí me meto debajo de la ducha y dejo caer el chorro de agua caliente sobre mi cabeza. Dios mío, el sueño era tan real... como aquella vez. Hace años, cuando yo había empezado a salir con Pablo, tuve una época llena de pesadillas.Me acuerdo que todo empezó una noche que soñé que estaba en la plaza de un mercado. El mercado estaba vacío, nadie andaba por las calles y los puestos se hallaban solos. En un puesto de la esquina veía a una anciana moribunda. Sus ropas se deshacían en jirones y tenía la cabeza caída. De lejos podía oír su voz llamándome por mi nombre. Sin embargo, no me movía. Yo intentaba correr a donde ella, pero mis piernas no respondía, no hacías caso. Allí me desperté con el agobio. La siguiente pesadilla comenzó exactamente igual, pero en el momento de ir a donde la anciana, mis piernas sí se movían. Sin embargo, por más que andaba, no llegaba a alcanzarla, siempre estaba a unos metros de mí. En la siguiente pesadilla, igual hasta ese punto, la anciana se ponía de pié sin levantar la cabeza y echaba a andar delante de mí. Yo la seguía tras sus pasos. En un momento dado, lentamente giraba la cabeza... ¡y era mi madre! Mucho más vieja y deteriorada... me miraba triste y me indicaba con la mano que la siguiese... mis padres me llevaron a un psiquiatra, para ver a qué se debían mis pesadillas. Me dieron unas pastillas con las que dormía profundamente y ya nunca volví a tener las pesadillas. Sin embargo, la verdad es que me quedé con las ganas de saber a dónde me conducía mi madre... qué quería mostrarme. Vuelvo a mi cuarto y despierto otra vez a mi hermana, que efectivamente se había vuelto a dormir.
- Cris, Cristina, me has dicho que te despierte...
- Sí... ya voy... un segundito...
- Voy a prepara el desayuno. –Me voy a la cocina y preparo el desayuno. Cuando ya me estoy tomando mi café, llega mi hermana, que ya se ha preparado.-
- Uyy, qué bien huelen esas tostadas.
- Toma, las acabo de preparar. Oye... y ¿qué te apetece hacer hoy?
- Pues lo que hagas tú... ¿vas a ir al hospital?
- Sí, pasaré por la mañana. Pero tú puedes hacer lo que quieras, no sé, si quieres ir a ver a alguna amiga... por mí no hay problema.
- No, no, voy contigo. Quiero ver a Carol. Si no te importa, claro.
- Claro que no. –Le sonrío y seguimos desayunando. Después hacemos las camas y suena el teléfono, que yo contesto.- ¿Sí?... Hola, mi amor... sí, todo bien... ah, no importa, tranquilo, yo voy con mi hermana... claro, ¿a que hora?... claro, pues allí nos vemos... y yo, un beso, cariño.
- ¿Era Pablo?
- Sí, tiene que trabajar por la mañana, pero luego nos va a llevar a comerla chino, ¿qué te parece?
- Pues muy bien, hace mucho que no como en un chinito.
- Bueno, pues todavía son las diez, igual es pronto para ir... después hemos quedado a las dos. ¿Qué te parece si vamos a casa de Sergio a ver a Marcos? Seguro que Sergio necesita ayuda... –Al momento me acuerdo del bebé, de mi bebé... Vuelvo a tocarme la tripa instintivamente y me miro al espejo de lado. Por el momento parece que no me crece la barriga.. sonrío. También recuerdo que no le he dicho nada a Cris, pero mejor se lo digo por la noche, no he hablado con Sergio después del otro día sobre ello.
- Claro, qué buena idea, quiero ver al niño, sólo lo he visto una vez, estará enorme.
- Sí y guapísimo.
- Seguro.
Nos vamos en mi coche a casa de Sergio y cuando llamo a la puerta me abre él.
- ¡Lucía, Cristina! ¡Cuánto tiempo, chica!
- Hola, Sergio, ¿qué tal andas?
- Bueno, tirando.
–Por un momento se le entristece la cara, pero vuelve a sonreír.
- Pero pasad, chicas, Marcos está en la cocina. ¿Qué tal por el norte, cómo así has vuelto?
- Pues por el norte muy bien y he vuelto porque ya no tenía nada que hacer allí, pues este año no he podido entrar en una academia de actuación y he vuelto para estar con Lucía.
- Aaa, qué bien. Así que sigues con lo de ser actriz, me acuerdo que siempre lo has dicho.
- Claro y siempre seguiré. –sonríe y llegamos a la cocina, donde Marcos está en la trona.
- ¿Quién se va a quedar hoy con él, Sergio? –Pregunto mientras me acerco al niño y le doy un beso.
- Pues mi madre, ayer lo llevamos un rato al hospital, pero no puede estar, porque llora y no es un sitio para tanto ruido...
- Claro. Mira, Cristina, mira qué guapo está mi ahijado.
- Si... está precioso. Hola, bonito. –Le acaricia la cara y se vuelve a Sergio.- Tienes un hijo precioso.
- Gracias. Y ¿qué vais a hacer hoy?
- Vamos a ir por la mañana al hospital. Por la tarde no sé.
- Bien, pues mi madre debe estar al llegar. ¿Venís en autobús conmigo?
- No, he traído el coche, así que vienes con nosotras.
- Claro, gracias.
Al rato llega su madre y nosotros nos vamos al hospital.

viernes, 17 de abril de 2009

Capítulo 10

SUEÑOS... ¿PERDIDOS? (X)

Después de unos minutos de silencio, decido romper esta monotonía, pues dónde más ruido hay, es en el propio silencio, dónde sólo puedes oír en tu interior.
- Cris, ¿te apetece dormir conmigo? Esta cama es demasiado grande para mí sola... y no hay por qué estar cada una en cuarto, sabiendo que estamos solas en la casa... Sí quieres, claro.
- Claro... qué buena idea, voy a ponerme el pijama.
- Sí, claro, yo también.
Mientras mi hermana hace lo propio, me pongo el pijama y voy al baño a lavarme los dientes.
Ya en la cama nos damos las buenas noches y cada una nos tumbamos en un lado. Las dos estamos boca arriba y creo que las dos con los ojos abiertos. Yo personalmente no me puedo dormir, aún no tengo sueño, pero no sé qué pasará por la cabeza de mi hermana.
- Lucía... ¿te puedes dormir? Es que yo estaba pensando... no sé, aunque nunca nos hemos llevado mal... tampoco hemos tenido una relación tan estrecha como lo posible. –Gira su cabeza y me mira, yo hago lo mismo y le sonrío.-
- Y en qué estabas pensando, quiero decir, ¿por qué has pensado en eso?
- No sé... en este año me han pasado muchas cosas.. ¿sabes cómo me sentí con todo lo del fin de curso pasado?
- La verdad, Cristina, no mucho.. perdóname, tendría que haberme preocupado más...
- Tranquila. –Me dice sonriendo.
- Pero estaría encantada de que me lo contases ahora. –Me giro sobre mí y me pongo mirándola, apoyando mi cabeza en mi mano. Ella sigue mirando al techo y me habla sonriente.
- El año pasado... quiero decir, este año, a principios, empecé a tomarme muy en serio lo de actuar. Yo me di cuenta de que lo que de verdad quería es actuar. Tan sólo eso. Y no en los mejores escenarios, quiero decir, sí, es verdad que de siempre he querido ser famosa, Holliwood... –Ahora sonríe como nunca.- pero todo eso son sueños, en la realidad, con actuar en un pequeño escenario me conformo. Entonces empecé a pensar.. cómo decirles a papá y mamá que yo no quería estudiar derecho, ni económicas, ni medicina, ni ninguna otra carrera, ni siquiera arte, pero eso era algo tan complicado... tan difícil para ellos de entender... y lo fui dejando. Cuando ya quedaba poco tiempo para la selectividad y ya los papás me dijeron que ya sí tenía que decidirme por una universidad y una carrera se lo dije. Por supuesto ellos no me entendieron y de primeras me dijeron que no, que estudiase una carrera y si después seguía con la “tontería” podría hacer algo tras acabar la universidad. Sin embargo, una persona muy importante para mí me convenció para que hablara con mis padres y les hiciera entender, calmadamente, que lo que yo quería no era estudiar una carrera, sino, estudiar interpretación. Y después de mucho rato hablando aceptaron con la condición de que hiciera la selectividad, por si más tarde, como ellos decían, pasaría, prefería estudiar una carrera. Así que así fue yo saqué un ocho y medio en el examen y me apunté en una academia de interpretación, pero bueno, el resto ya lo sabes, al final la academia cerró y no pude entrar en otras, que ya estaban llenas... Pero bueno, eso no es lo peor, la cosa es que yo siempre me había llevado muy bien con papá y mamá, siempre me habían entendido, sin embargo... ¿por qué no entienden que lo que yo quiero es ser actriz¿ Es tan digo como cualquier otra cosa, por no estudiar una carrera no soy menos inculta.. tú me entiendes, ¿verdad?
- Claro que sí, Cristina, pero también trata de entenderlos tú un poquito. Ellos vienen de familias importantes, que dan mucha importancia a los estudios para un posterior trabajo importante...
- Ya, si yo los entiendo, simplemente me duele. Pero bueno, ya más o menos estamos otra vez como antes, al principio el ambiente era tenso.. pero ya no. Y bueno, de todas formas ya parece que mi sueño se perdió.
- ¿¿Cómo?? ¿Sólo porque este año no has podido entrar en una academia? No, señorita, qué va. El año que vienen lo vuelves a intentar, mira, tómatelo como un año sabático, eso es. Y bien... ¿quién es?
- ¿Qué?
- La persona tan importante para ti... la que hizo que hablaras con papá y mamá...
- Ah... eh... prefiero no hablar de esa persona.
- Está bien, pero... era un chico, ¿verdad? Dime y... ¿o has dejado en Asturias?
- No, de verdad no quiero hablar de él. –Mi hermana se gira de espaldas a mí y yo la miro triste.
- Buenas noches, Cris, no pretendía molestarte.
- Buenas noches, Lu.
Todavía no puedo dormir, así que recuerdo como fue mi último año de instituto. Mi padre también quería que yo fuera abogada, pero a mí no me gustaban. Y yo quería ser periodista... quería trabajar en programa, ser presentadora. También me costó mucho convencer a mis padres, por eso les había costado mucho aceptar la decisión de Cristina. Pero hice mi carrera. Sin embargo, pronto descubrí lo difícil que está el mercado laboral. Desde que acabé la carrera hace un par de años, no he conseguido trabajo en mi campo, pero también es porque hace un tiempo deje de buscar al encontrar mi trabajo en la tienda. Sin embargo, lo que me ha contado mi hermana... ha hecho que vuelva a tener las ganas de trabajar de periodista de antes. En cuanto tenga tiempo, volveré a buscar trabajo como antes. También recuerdo el apoyo que me dio Pablo al acabar el colegio. Él también pensaba que con mis notas debería de estudiar algo que me llevase a un alto puesto en alguna empresa o bufete de abogados. Sin embargo, el también entendía que lo que yo quería era eso y lo aceptaba y además me ayudaba en todo lo que podía. Incluso varias veces habló con mi madre, porque mi padre era otra cosa... –Sonrío.- Poco a poco me va entrando el sueño. Me giro hacia mi hermana y veo que ya está dormida. Me acerco a ella y hablo en voz bajita para no despertarla.
- Me alegro de que hallas venido, Cris. Que duermas bien. –Le doy un beso en la mejilla dormida y me acuesto a soñar... ¿felizmente?

Capítulo 9

MI HERMANA CRISTINA (IX)

Llegamos al hospital y Julia me dice como en otro mundo que sigue en el mismo estado que el día anterior, antes de la parada. Bueno, por lo menos no ha empeorado. Estamos unas dos horas más o menos en el hospital y cuando nos vamos, durante todo el viaje estoy un poco nerviosa. Hace mucho que no veo a mi hermana y no estoy segura de si comprende lo que me está pasando, pero sí es verdad que siempre que he tenido algún problema, mi hermana ha estado conmigo, aunque suela estar en las nubes, sabe cuando poner los pies en la tierra. Mientras esperamos en al estación el tiempo se me hace eterno. De repente veo que llega el tren de mi hermana y empieza a salir la gente de los vagones. A lo lejos veo a mi hermana que viene con las maletas. Llega como a cámara lenta, mientras yo mantengo al cara sin expresión alguna, sin embargo, cuando me mira fijamente e impulsivamente me abraza, sonrío feliz. Desde luego, ésta es mi hermana. En estos momentos me doy cuenta de la falta que me hace a mi lado y de lo que necesitaba un abrazo.
- Lucía.. ¿qué tal?
- Bien, bueno, ¿qué tal el viaje?
- Muy bien, un poco aburrida ya, pero bueno. Oye, Pablo, perdona que no te haya saludado, no me he dado cuenta. –Se dan un abrazo.
- Tranquila, me alegro de que estés bien.
- Y yo.
- Bueno, Cris, ¿te parece que vayamos a la casa?
- Claro, ya tengo ganas de verla...
Pablo nos lleva a casa y sube las maletas de Cris.
- Bueno, chicas, yo os dejo.
- ¿Te vas? –Pregunto sorprendida.
- Sí, mañana tengo que ir a trabajar pronto, además, estoy seguro de que tenéis muchas copas de qué hablar. Ya hablaremos mañana. Bueno, chicas, que lo paséis bien, buenas noches. –Le da un beso a Cris en la mejilla y a mí en los labios.
- Adiós, cariño.
- Hasta mañana, Pablo.
Se va y miro a Cris, que me sonríe.
- Voy a hacer la cena, ¿vas deshaciendo la maleta?
- Claro.
- ¿Qué quieres para cenar?
- Lo que quieras tú.
- ¡Pero acabas de llegar! Elige lo que quieras. –Digo sonriendo.
- Está bien... una ensalada y huevo frito.
- (Me río.) No has cambiado nada... nunca quieres cosas muy elaboradas...
- Ya, prefiero las cosas sencillas... Oye, voy al baño que no aguanto más.
- Claro, estoy en la cocina si necesitas algo.
- Bien. –Sonriendo va al baño y yo empiezo a hacer la cena.
Intento preparar la ensalada lo mejor que puedo, recordando lo que más le gusta a Cris, no estoy segura.... así que le pongo de todo. Poco después oigo a mi hermana gritar.
- ¡Lucía, te he traído una cosa, ven un momento, por favor!
- ¡Un segundo, ya voy!
Termino con la ensalada y voy al cuarto de mi hermana.
- Mira, te he traído esto, lo compré en el viaje que estaba haciendo con los papás. Espero que te guste.
Me entrega una caja envuelta. Poco a poco y con mucho cuidado desenvuelvo el paquete. Es un precioso marco de fotos tallado en madera, en los bordes talladas hadas del bosque y rematadas con pintura.
- Cris... es precioso, yo... no sé qué decir.... muchas gracias, de verdad. –Le estrecho la mano mientras nuestras caras sonríen...
- Bueno, pues me alegro de que te guste, no sabía qué coger y me pareció tan bonito... Ala, pues voy a terminar con la maleta. ¡Ah!
- Se me olvidaba, papá me ha dado dinero para que te lo de, como ahora somos dos en casa..... –Busca en la maleta y saca un sobre que me tiende.- Toma.
- Bien... lo voy a dejar en el salón, ahora mismo no necesito dinero, tengo suficiente.
Vuelvo a terminar de preparar la cena. Al poco rato llega mi hermana y me ayuda a poner la mesa. Después de servir nos sentamos a cenar y la veo mirar el tomate de la ensalada raramente.
- ¡Ay! El tomate, ¿no te gusta verdad? Perdona, lo había olvidado.
- No, no importa, ya lo como. –Forzando una sonrisa se lleva un trozo a la boca.
- No, no, trae, ya me lo como yo, no sé cómo no me he dado cuenta.. lo siento.
- Tranquila, Lucía, de verdad, no pasa nada.
Seguimos cenando en silencio.
- Está todo muy rico, Lucía.
- Gracias, Cris.
Recogemos juntas la cocina y después vamos al sofá.
- Y dime, hermanita, ¿Qué tal la vida?
- Bueno, pues la verdad, no sé... me gustaba cuidar los niños, pero.... no sé lo que a mí me gusta es actuar... eso es lo que yo quiero hacer.
- Tranquila, Cris, lo conseguirás, estoy segura. –Le aprieto la mano y nos sonreímos cuando el teléfono nos sorprende a las dos.
- Ya cojo. –Mientras cojo el teléfono me pregunto quién será y sólo deseo que no sea del hospital con malas noticias.- ¿S..sí?
- ¿Lucía?, mi amor, ¿qué tal? ¿ha llegado Cristina?
- Mamá... qué susto... creí que llamaban del hospital porque había pasado algo...
- Perdona, hija, no quería asustarte, ¿cómo sigue Carolina?
- Igual, mamá, sigue igual de mal.
- Ay.... no sabes cuánto lo siento, mi niña, de verdad espero que se recupere pronto.
- Si lo hace, mamá, si lo hace. –Repentinamente le paso el teléfono a Cristina y salgo de la habitación con lágrimas en los ojos.
Desde el pasillo oigo a mi hermana al teléfono.
- Hola, mamá... ha salido llorando... sí, ahora voy con ella... sí, yo he llegado bien, el viaje ha sido normal pero aburrido y Lucía y Pablo me han ido a recoger... adiós, un beso, y otro a papá desde aquí.
Mi hermana viene conmigo y juntas vamos a mi cuarto y nos sentamos en la cama.
- Lucía, ¿quieres hablar? Yo... yo estoy si quieres hablar... o si no quieres... pues para estar contigo.
- Gracias, Cris, yo... yo... prefiero no hablar, no, no me apetece hablar del tema, ya es bastante doloroso sólo recordar.
- Claro, tranquila. –Me abraza y nos quedamos un rato así. Es bueno sentir a una persona cerca, cuando crees todo tu mundo se te viene encima.

Capítulo 8

TODO LISTO (VIII)

Vamos hacia los demás y en un momento miro la hora. Son las cinco de la madrugada. Cuando llegamos, justo el médico acaba de llegar y oímos todo lo que tiene que decir.
- ¡¿Dónde está mi hija, doctor, dónde está?!
- Tranquila, señora, su hija sigue en su habitación. Su hija ha hecho una parada cardiaca, pro la hemos podido remontar y ahora sigue en estado crítico. Estamos haciendo todo lo que está en nuestras manos.
El médico se marcha sin decir nada más y en mi estado de trance oigo a Julia gritar mientras se cae al suelo.
- ¡Noooo! –Veo al padre de Carol y a Sergio levantarla mientras hecho a correr hacia la sala de espera y apoyándome en la pared, llorando, me deslizo hasta quedarme en cuclillas mientras ahogo mis gritos con mi mano. Inmediatamente después, está Pablo agachado abrazándome.
- “Tranquila, mi princesa, tranquila.”
Así me quedo durante mucho rato, hasta que Pablo va un momento a hablar con Sergio y al volver me levanta y me saca a la calle. Antes viene julia y nos damos un abrazo en el que sobran las palabras. Ya en la calle, Pablo me dice que me va a llevar a casa. En ese momento, yo me desmorono y empiezo a golpear sin pensarlo a Pablo mientras grito.
- ¡¿Por qué? ¿Por qué otra vez, cuántas veces más nos vas a hacer pasar por esto, eh?! ¡Noooo!
Pablo intenta tranquilizarme agarrándome y me coge cuando estoy a punto de caer. Me sube al coche y estoy todo el trayecto con la cabeza apoyada en la ventanilla, mientras las lágrimas resbalan por mi mejilla. Una de las veces miro a Pablo y veo que también las lágrimas surcan sus mejillas. Lo está pasando muy mal. Carol también era su amiga y encima vernos a Sergio y a mí tan mal tiene que ser muy duro. Al fin llegamos a mi casa y según llego me tumbo en la cama mientras Pablo me acaricia la cabeza y me dice que él está conmigo. Le pido que no me deje sola y que por favor se quede esta noche conmigo. Pablo se duerme a mi lado, agarrándome, mientras yo difícilmente concilio el sueño.
Me acabo de despertar. Me giro en la cama y está vacía. Se oye ruido por la casa. Miro el reloj y son las doce y media del mediodía. Salgo de mi cuarto y voy a la cocina, donde Pablo está leyendo el periódico. Por detrás le doy un beso en la mejilla y enseguida se levanta.
- ¿Qué tal estás, te sientes bien?
- Sí, sí, me ha sentado muy bien descansar. Gracias por quedarte esta noche conmigo.
- Por supuesto, cariño. Voy a prepararte el desayuno ahora mismo.
- Ehh... bueno, entonces voy a ducharme en un momento.
En cuanto noto el agua caliente por mi cuerpo, pienso que hacía mucho tiempo que no me sentía tan bien. Mientras me visto, pienso en lo que tengo que hacer hoy. Tengo que llamar a Claudia, mi jefa; tengo que bajar a comprar comida y arreglar un poco la casa para cuando venga Cris. Ella tiene aquí su habitación. Mis padres se llevaron a Asturias su cuarto, aunque yo me quedé con la cama de matrimonio, y el salón, para el de aquí compraron unos muebles nuevos a mi gusto y en su cuarto no hay nada de momento, es lo que tiene ser una niña mimada.
Cuando llego a la cocina, Pablo me está esperando en la mesa, donde hay una café con leche, como a mí me gusta, un zumo de naranja y unos huevos fritos.
- Oye, ¿pero cómo me voy a comer yo sola todo ésto? –Digo riendo mientras me siento.
- Sabes, me encanta verte sonreír, de verdad.
Sigo sonriendo mientras empiezo con mi desayuno.
- Mira, de verdad, como un poco de esto, Pablo, que yo tengo mucho y además, no me gusta que me miren cuando estoy comiendo.
- Pues a mí me encanta verte comer. Yo ya he desayunado antes y tú estos días no has comido casi nada.
Cuando termino de desayunar me voy a lavar los dientes.
- Pablo, voy a llamar a Claudia antes de que cierre. Y luego voy a comprar, ¿vienes conmigo?
- Claro, yo también voy a llamar a Sergio, ¿le digo que vamos por la tarde?
- Sí, sobre las cinco.
- Bien
Le dejo a Pablo hablando con Sergio por el móvil mientras yo llamo a la tienda.
- Ropa y moda Slov, buenos días.
- Hola, Claudia, soy Lucía.
- ¡Hola, guapa! ¿Qué tal estás?, ¿y Carolina?
- Bueno, sigue inconsciente y esta noche ha tenido una parada cardiaca.
- Vaya... lo siento.
- Sí. Quería pedirte unos días, porque no tengo muchas ganas de estar con la gente en la tienda, no sé si me entiendes.
- Claro que sí. Mira, ahora no es la época que más compra la gente y con Ana y Miranda nos arreglamos, de verdad.
- Muchas gracias. Pues voy la semana que viene.
- Tranquila, si quieres, vienes la semana que viene y vemos si nos eres indispensable. –Sonreí al teléfono.- Bueno, que Ana y Miranda te mandan un beso.
- Otro para ellas.
- Venga, chica, ¡adiós!
- Adiós.
Cuando acabo de hablar, Pablo y yo salimos a la calle. Compramos es el periódico y algo de comida. Al subir, me pongo un chándal y me pongo a recoger el salón, mientras Pablo va a hacer la comida. Limpió el polvo y paso la aspiradora. Limpió el baño y al entrar al cuarto de Cris veo que tengo todos mis CDs esparcidos por su mesa vacía. Se llevó todas sus cosas, menos los muebles, claro. Recojo todos los discos y los pongo en la torre ordenados.
- ¡Lucía, ya está la comida!, ¿vienes a comer?
- Sí, ya voy, cariño.
Comemos los espaguetis que ha preparado y fruta. Empiezo a recoger.
- No, no, deja, ya recojo yo.
- Pero ya te ayudo.
- No hace falta, tú vete a descansar.
- Uy, si todavía tengo que hacer mi cuarto, terminar el de Cris y barrer el pasillo.
- Bueno, pues recojo esto y ya te ayudo.
Vuelvo a la habitación de mi hermana y paso el polvo por todos los muebles. Voy a mi cuarto y repito lo mismo. Empiezo limpiando el ordenador, la mesa, las baldas... Aparece Pablo en la puerta.
- A ver, ¿qué hago?
- Pues falta barrer las dos habitaciones y el pasillo, puedes empezar con la de mi hermana mientras termino mi cuarto.
- Muy bien.
Se va y yo termino con el polvo y hago la cama. Al terminar, cojo otra escoba y mientras Pablo barre el pasillo, yo barro mi cuarto. Cuando ya está todo hecho, nos sentamos en el sofá a descansar un rato. tras este pequeño descanso, me levanto:
- Voy a vestirme, ¿vamos ya al hospital?
- Como quieras, cariño, ¿oye, vas a pasar por casa antes de ir al aeropuerto?
- Eh... no, creo que no. Vamos mejor directos y luego ya vendremos a casa.
- Vale, voy a beber agua que me muero de sed... –El también se levanta del sofá, me da un vaso y se dirige a la cocina. Me cambio y al salir por la puerta me vuelvo a acordar de lo que pasó la noche anterior, la recaída de Carol y.... empiezo a pensar en lo peor.
- ¿Y si se ha muerto?
- ¿Eh? Lucía... no pienses así, estabas muy bien durante todo el día, si hubiera pasado algo, nos lo habrían dicho, ¿no crees?
No sé... no sé que me pasa, bueno, mejor vamos que ya tengo ganas de llegar y ver qué tal.

Capítulo 7

EMPEZANDO A CONOCERNOS (VII)

Cuando llegué a mi casa, ya estaba mi madre en el despacho de mi padre, organizando sus papeles.
¡Hola, Lucía! ¿Qué tal el día?
¡Muy bien! Y el examen de mate bastante bien, en vista de que no me salían algunos ejercicios, el examen ha sido muy fácil. ¡Me voy a mi cuarto a hacer los deberes!
Eran las cuatro y media de la tarde. En cuanto entré a mi cuarto, apareció mi hermanita, que entonces tenía diez años y estaba en casa porque estaba enferma.
- ¿Lucía, qué tal las clases?
- Uy... genial, no podrían ir mejor. –Yo seguía con mi sonrisa.
- ¿Puedes jugar conmigo? ¿Por qué no me preparas? Como si estuviera delante de las cámaras... anda, por favor, que llevo todo el día aburrida...
Como no me apetecía hacer los deberes, ni aguantar a mi hermana si se ponía pesada insistiendo, acepté.
- Está bien, Cris, ¿qué quieres que te haga?
- ¡Péiname y píntame!
- Ala, pues vamos.
Nos sentamos en dos sillas y empecé a peinar a mi hermana, haciéndole un bonito recogido. La verdad es que tiene un pelo muy bonito, castaño, liso y entonces lo tenía bastante largo.
- Oye, Lu, ¿por qué estás tan contenta?
- ¿Eh, por qué lo dices?
- Pues porque no has dejado de sonreír y has querido hacer lo que yo he dicho sin protestar.
- Bueno, hoy eres la enfermita, ¿no? Habrá que cuidarte y mimarte. A ver, ¿cómo tienes la garganta?
- Mucho mejor. Ya sólo me duele al tragar y no tengo fiebre. Lo malo es que tengo que tomar menos antibiótico... o algo así y me gustan, son sobres de naranja. –Reí lo que decía mi hermana.
- ¿Y qué has hecho hoy?
Me contó todo lo que había hecho, que en realidad no era casi nada y seguimos hablando hasta que le terminé el peinado, que me gustó mucho y por lo visto a mi hermana también.
¡Guau! ¡Qué bonito! Es el mejor que me has hecho nunca y más bonito que lo que te haces tú los sábados. Ahora, píntame, anda.
Así que empecé a pintarla. Muchas veces había querido ser peluquera o maquilladora, pero nunca he querido serlo en serio, ya que soy muy ahorradora y he estudiado mucho para sacar una carrera que me diese un buen trabajo. Y estudié enfermería, aunque ahora trabajo de dependienta en una tienda de moda. Menos mal que mis padres me pagan todos los gastos del piso, salvo la comida. También pinté a mi hermana lo mejor que pude. Tiene los ojos azules, aunque entonces no se le veían mucho con las gafas. Cuando estuvo lista, se puso un vestido de verano, de una boda y cogiendo una estatua del pasillo, empezó a hacer como si le hubieran dado el Oscar, agradeciéndoselo a la gente. La verdad es que era buena, ¡pero está loca!
Luego eché a mi hermana de mi cuarto y cuando me iba a cambiar de ropa, pensé que mi madre se iba a extrañar, por lo que decidí ir tal y como estaba, de todos modos, era como yo vestía todos los días y si le gustaba a Pablo, tendría que ser tal y como era. Así pues, me despedí de mi madre y le dije que volvería un poco más tarde, porque tenía que acompañar a Carol a hacer un recado. Suerte que mi madre confiaba en mí y en mi amiga del alma en la esquina de siempre me encontré con Carol y empezamos a andar hacia la academia. Podríamos ir autobús, pero preferíamos ir andando, para pasar más rato.
- ¡Pero si no te has cambiado ni arreglado!
- ¡Oye, niña! ¿Tan mal estoy?
- No, no, pero pensé que te ibas a arreglar.
- Pues te equivocabas, monina. –Le sonreí amistosamente.- si me cambiaba, igual me interrogaba mi madre y mira, si le gusto... no le importara... ¿no?
- Pues claro que no. Bueno, entonces yo le digo a Sarah (Nuestra profesora de inglés.) que estás enferma con fiebre, porque tú siempre vas, aunque tengas resfriado. Y luego... supongo que te quedarás con él, así que volveré sola... sin que me vea tu madre. Y si de casualidad la veo, porque baje a comprar, a tirar la basura... le digo que estás comprando... un cuaderno pa´clase y te hago un toque al móvil, ¿bien?
- ¡Ay! Qué haría yo sin ti... –Le di un abrazo y seguimos.
- Bueno, como sé que mañana me contarás todo lo de esta tarde, te cuento yo un poquito que he hablado con Sergio.
- ¿Sí? ¿Y qué te ha dicho?
- Pues que habías quedado con Pablo y que el sábado quiere que vayamos al cine, si yo quiero y que podrías venir con Pablo, vamos, dos a dos.
- A, ¿pero Pablo sabe algo?
- Sí, sí, también sabe que yo te lo diría. A mí me apetece mucho ir. Los cuatro estaría muy bien, ¿no?
- Claro que sí. Mira, ahí está Pablo.
- Bueno, pues yo te dejo, que yo sí tengo que soportar a la “cute girl”
- No, hombre, pero ven a saludarle, si te viene de camino.
- Pero, tranquila, puedo dar un rodeíto.
- Que no, venga, vamos.
Llegamos al árbol y no nos vio hasta que no estuvimos casi a su lado.
- Hola, chicas.
- Hola, Pablo, ¿qué tal está tu padre?
- Muy bien, gracias, Carol, ¿qué tal tú?
- Pues bien también, pero ya me tengo que ir. Venga, chicos, pasarlo bien.
- Adiós.
- Adiós. –Carol se marchó y nosotros empezamos a andar poco a poco.
- Lucía... siento no haberte llamado antes, no me he olvidado de ti, de verdad, pero tenía que estar con mi padre y también ayudar mi madre, que yo creo que está cayendo en una depresión.
Le cogí la mano y le sonreí.
- Tranquilo. No tienes que darme ninguna explicación, yo sé que lo estás pasando mal, por eso quiero que sepas que estoy contigo para todo lo que quieras.
- Muchas gracias.
Le acaricié la mejilla y le besé. Luego él me abrazó y yo le correspondí, intentando calmar todo el dolor que yo sabía él llevaba por dentro. Nos sentamos en un banco. Él estaba bastante triste.
- Me apetecía mucho hablar contigo, me apetece que me cuentes un poco de ti, quiero conocerte mejor. –Me dijo mientras sonreía.
- Bueno, pues vivo con mis padres y mi hermana. Mi padre es un abogado que no creo nunca pilles por casa, salvo fines de semana. Mi madre es una secretaria que quiere cambiar el mundo, aunque se contenta con ayudar con algunas ONGs. Y luego está mi hermana Cristina. Tiene diez años y generalmente discutimos bastante, porque a veces me cabrea verla tan feliz por todo, se pasa la vida soñando. Y bueno, no sé, supongo que somos una familia feliz. –Dije sonriendo tontamente.
- Vaya, pues sí parece.
- Bueno, ¿y qué me cuentas de ti?
- Pues yo vivo con mis padres y mi hermana de dieciocho años, Marta, aunque la verdad es que no pasa nunca por allí... Yo siempre he estado muy unido a mi padre, ya que él siempre ha jugado al fútbol y ahora es el fan número uno del Real Madrid y yo he seguido sus pasos, pues juego desde los siete años y mi ídolo es Raúl. Siempre hemos ido a los partidos juntos, o los vemos en casa. Hace año y medio a mi madre le descubrieron cáncer de mama y lo pasó bastante mal, pero gracias a dios, la enfermedad la no estaba muy avanzada y se recuperó muy pronto, aunque la enfermedad puede volver. Ahora lo de mi padre le ha afectado bastante y sinceramente, creo que está cayendo en una depresión, porque casi no come, no va a trabajar y anda diciendo que la vida la ha pagado con nosotros y no va a parar hasta destruirnos. Mi hermana y yo intentamos ayudarla todo lo que podemos, lo que nos ha unido mucho. –En ese momento yo le estaba apretando la mano, para que sintiera que estaba con él.
- Lo has pasado muy mal, ¿verdad? Bueno, pero mira, como dice siempre mi madre, la vida, cuando te cierra una puerta, siempre te abre una ventana.
- Esa ventana eres tú, Lucía, de verdad, contigo me siento muy bien, me das esa confianza para que me abra... y yo realmente necesitaba hablar con alguien. Por supuesto está Sergio, pero ya sabes que los chicos somos un poco idiotas y nunca hablamos de nuestros sentimientos entre nosotros.
- Me alegro de que te sientas bien conmigo, porque yo también estoy muy a gusto contigo. Y me encanta que seas cariñoso y no un creído de esos que no te hacen ni caso...
Me sonrió. Luego hablamos de lo del sábado. Yo le dije me gustaba mucho ir al cine y él me dijo que también le gustaba, así que sí iríamos con nuestros amigos. Después de un rato, me volvió a acompañar a casa y quedamos en llamarnos para el sábado.
El silencio sigue reinando en la sala, roto algunas veces por los pasos de algunas enfermeras. He estado casi una hora despierta y el sueño me vuelve a vencer.
- ¡Lucía, Lucía! –Pablo me agita fuertemente.- ¡Despierta, despierta, algo ha pasado!
- ¡¿Qué, qué?
- ¡Sí, sí, Sergio acaba de ir con Julia, que está hablando con el médico!
- ¡Dios mío, nooo!
- Corre, vamos con ellos.

Capítulo 6

LA FAMILIA (VI)

Por suerte coge mi madre (no es que no quiera hablar con mi padre, pero no tengo la suficiente confianza como para contarle mis problemas, y sé que es muy triste).
- - ¿Sí?
- ¿Mamá? Hola... soy Lucía... ¿qué tal por los pueblos del norte?
- ¡Hola, hija! Pues muy bien, mira estamos comiendo muy bien... oye, ¿tú qué tal?
- Ehh... pues mal, la verdad es que... muy mal... Carol... ha tenido un accidente... y está muy grave, está en coma y... – empiezo a llorar al teléfono.
- ¡Lucía, Lucía! Espera, voy a ir, voy a ir, quiero estar contigo... ¿y Julia? Debe de estar fatal, ¡y Sergio!, todos...
- ¡No, mamá!, no hace falta que vengas, aquí nos consolamos todos y Pablo está conmigo.
- No, no, pero yo quiero ir contigo, ¡y no hay más que hablar!... Por cierto, ¿cómo está Marcos?
- Está bien, lo está cuidando la madre de Sergio y esta tarde lo hemos cuidado Pablo y yo.
- Muy bien, Luci, pero ya hablaremos de cuando voy, porque tengo que volver a Oviedo a hacer las maletas
- Mamá...
- Cuídate y no estés muy triste, que la vida, al cerrarte una puerta...
- Te abre una ventana, sí ya lo sé.
- Recuérdalo, ¡adiós!
- Adiós, un beso a todos.
Esa ventana será mi niño, pienso para mis adentros mientras me toco la tripa, gesto que repetiré mucho en las próximas semanas. Voy a la sala y me siento con los demás mientras pienso en mi familia. Mi padre, uno de los más prestigiosos abogados del país, siempre ha estado ocupado desde las ocho de la mañana hasta altas horas de la noche, lo que siempre ha generado múltiples disputas con mi madre, que siempre se han solucionado por el eterno amor que les une (siempre han sido unos empalagosos, como adolescentes de quince años). Mi madre, una de las mejores personas que conozco. Siempre se ha preocupado por todo el mundo. Trabaja como secretaria en el bufete de mi padre y en sus horas libres ( que aunque no sean muchas las aprovecha al máximo) se dedica a colaborar con ONGs y orfanatos de niños. También siempre ha sacado, saca y sacará tiempo para escuchar mis problemas y los de mi hermana. Mi hermana. Siempre ha sacado de las mejores notas de su clase, pero, como una eterna soñadora que es, siempre ha estado en las nubes, imaginando que estaba en un escenario, delante de millones de personas. Sí, ella es así, varias veces la he encontrado en su cuarto llorando o muy triste y en cuanto he ido preocupada a preguntarle, siempre se ríe y me dice que sólo está ensayando una obra. Y luego, saltando de alegría, me pregunta si me lo he creído, si parecía de verdad. Y yo furiosa, salía de la habitación. Esta escena se ha repetido varias veces y siempre me ha repateado que ella sea tan feliz y que viva sólo para conseguir sus sueños, que no son pocos. Yo siempre pensé que sólo habían sido caprichos de una niña. Pero cuando me llamó mi madre en mayo de este año llorando, me di cuenta de que me equivocaba. Mis padres estaban encantados con las buenas notas y comportamiento de mi hermana, pero ese día, mi hermana les había comunicado que no iba a ir a la universidad tras acabar ese curso, segundo e bachiller, iba a perseguir sus sueños, iba a estudiar en una escuela de teatro e iba a ganarse la vida como a ella le gustaba. Mis padres habían intentado hacerle entrar en razón e incluso la habían obligado a estudiar una carrera. Mi padre hubiera querido derecho, pero ella les dijo que iba a estudiar teatro y podían enfadarse con ella o apoyarla en lo que ella quería hacer. Al final, mis padres aceptaron con tal de que hiciera selectividad, por si luego se arrepentía. Mi hermana hizo la selectividad y pasó con “tremenda nota” y se apuntó a una escuela de teatro, para empezar el curso en octubre, pero en agosto se descubrió que la escuela tenía grandes deudas y tuvo que cerrar, por lo que mi hermana se quedó sin su sueño (por el momento, porque no había plazas ya en otras escuelas) y ahora trabaja cuidando unos niños.
Cuando llevo sentada como una media hora y ya le he contado a los chicos la conversación con mi madre, noto que vibra mi móvil y rápidamente salgo a otra sala, donde están las cabinas, que es la única habitación donde se puede hablar por teléfono. Es mi madre.
- ¿Lucía? Hija, he estado hablando con tu padre y tu hermana. Ella ha insistido en que quería ir a Alicante contigo. ¿Qué te parece?
- Ehh... ¿Cris?... Ehh... ¿quiere venir?
- Espera, te paso con ella... ¿Lucía? ¿Qué tal estás?
- Bueno, tirando.
- ¿Y Carol?
- Igual.
- Oye... voy a ir contigo, me voy a Alicante, supongo que no estará de más una hermana que esté a tu lado, ¿verdad?
- No... claro que no, pero... ¿y tu trabajo?
- No importa, no me ocupa ni la mitad del día y no me pagan mucho. Tengo bastante dinero ahorrado que utilizaré hasta que encuentre un trabajo allí.
- Si es así de fácil, sabes que aquí tienes tu casa, aunque entiende que no es mi mejor momento emocional y puede que la convivencia conmigo no sea muy agradable.
- Bueno, pues para eso voy contigo, para ayudarte a seguir pa´lante.
- Está bien, ¿cuándo vienes?
- Mañana por la tarde, el tren llega a las ocho de la tarde, sé que es muy pronto, pero sé que todos los días es a la misma hora el autobús, porque varias veces había pensado en ir para allí. ¿Estás ocupada? Sino, puedo coger un taxi a casa.
- Claro que no, te voy a buscar con Pablo. A las ocho estoy allí.
- Bueno, pues hasta mañana, hermanita.
- Hasta mañana, Cris.
Me dirijo a la sala de espera.
- Lucía, son las once de la noche, ¿qué vas a hacer?
- Eh... me voy a quedar a pasar la noche aquí, tú si quieres puedes irte a casa.
- No, no, cariño, yo me quedo contigo, aunque tenga que ser un mes.
Me siento a su lado y me acurruco en sus brazos, que me rodean con cariño. Por un momento creo que hacemos mal, por Sergio, pero al ver mi expresión me sonríe y dice que va a dormir un rato.
- ¿Quién era?
- ¿Eh?
- El teléfono, ¿alguien importante?
- Mi madre. Al final no va a venir, pero va a venir Cristina. Ya sabes que no está en la escuela de teatro y va a venir para estar conmigo y probar suerte aquí.
- ¿Sí? ¿Y cuándo viene? No la vemos desde Julio, ¿verdad?
- Sí... sigue tan loca como siempre, pero bueno, nunca la he entendido bien y creo que este es el mejor momento para intentarlo.
- Estoy seguro. Mira, yo no tengo hermanos y siempre he anhelado uno, con el que poder disfrutar, confiar y compartir mis cosas y secretos. No sabes la suerte que tienes al tener una hermana y que te aprecia. –Le sonrío.
- Tienes razón. Viene en tren y llega mañana a las ocho de la tarde, vamos a recogerla, porque no quiero que coja un taxi.
- Por supuesto. Bueno y ahora es mejor que te duermas un rato, porque estás muy cansada.
- Está bien, buenas noches.
- Buenas noches, mi amor. –Le doy un beso y él me besa la punta de la nariz (=’). Recuesto la cabeza en su hombro y me duermo entre sus brazos
- ¡Dios mío! ¡Me acabo de despertar y estaba soñando que Carol y yo teníamos quince años! Ella reía feliz... y yo también. Si es que en realidad, esa época fue de las más felices para nosotras. Miro el reloj y son las dos y veinte, todos están dormidos. Me acuerdo que cuando llevaba como tres días saliendo con Pablo, él no me había llamado, pero me había mandado un mensaje, porque estaba todo el día en la clínica, no podía dejar a sus padres. Pues este día estaba yendo a casa al acabar las clases, con varias amigas y me llamó.
- ¿Sí?
- Lucía, soy Pablo.
- Hola...
- ... ¿Qué tal?
- Ehh... bien, acabo de salir del colegio. ¿Y tu padre?
- Mucho mejor, ya le han dado el alta, aunque tiene que hacer reposo en casa.
- Aaa, me alegro.
- Oye... ¿tienes algo que hacer hoy?
- ¿Hoy? Es miércoles... tengo inglés.
- Vaya... quería quedar contigo... ¿no podrías... saltarte el inglés... por hoy?
- Ehh... no sé... –Vi a Carol asintiéndome delante de mí con una sonrisa.- esta bien... Podemos quedar de siete a ocho y media.
- Claro, ¿quedamos en el parque de Beatriz?
- Bien, en el árbol a las siete.
- Bien, hasta luego.
- Adiós.
Colgué y ya tenía a Carol hablando sin parar... me río en voz alta y miro alrededor por si me ha oído alguien, pero parece que no.
- ¿Ves, ves, ves como no ha dejado de pensar en ti? si es que era por lo de su padre, pobrecito, lo ha tenido que pasar muy mal, me lo ha dicho Sergio, no ha ido ni a dormir a casa, porque está muy unido a su padre, ¿sabes?
- Pues... no, la verdad es que aún no nos conocemos mucho, la verdad.
- Bueno, pero ya habéis quedado esta tarde, ¿no? Venga, anima esa cara, que parece que te están obligando a lago, ¿no te apetece quedar con él? –Puso cara de extrañada y yo sonreí.
- Pues claro, que sí, tonta, vamos a casa, que mi madre ya va a preguntarme por qué tardo tanto.
- Vamos. A menos cuarto, como siempre.
- Venga. –Ya había llegado a mi casa y me despedí de las demás.- Hasta mañana, chicas.
- Hasta mañana.

jueves, 16 de abril de 2009

Capítulo 5

CUANDO SE NOS CIERRA UNA PUERTA, SIEMPRE SE ABRE UNA VENTANA (V)

Pablo me abraza y yo me recojo en sus brazos. Dios mío, cuánta falta me hace, cuánta.
- Lucía, sé que lo estás pasando muy mal... y la verdad es que yo no sé cómo ayudarte... no sé, pero quiero que sepas que yo siempre voy a estar aquí, contigo, para darte todo mi apoyo y amor, sabes que siempre vas a poder contar con migo.
Me agarro más fuerte a él. Sigo llorando un rato, hasta que me calmo.
- Lucía... ¿vas a hacerte el test?
- ¿Eh?
- El test... el test de embarazo.
- Ahh, supongo, supongo que sí.
- ¿Quieres que baje a por uno a la farmacia?
- Eh... ¿ya? ¿no es muy pronto?
- Dices que son tres semanas.. no, supongo que no es muy pronto.
- Claro.. si tú quieres... está bien, ya me quedo aquí con Marcos.
- Disculpa, sólo, sólo te lo haces si tú quieres, si no estás preparada, no hace falta.
- No, no, tienes razón, mejor salir de dudas cuanto antes.
Pablo se prepara para salir y cuando está en la puerta:
- ¿Estás segura de que te lo quieres hacer?
- Que sí, tonto, que sí.
- Bueno y ¿segura que te quieres quedar sola con el niño?
- ¿Por... qué? ¿Crees que le va a pasar algo?
- No, no, no, no, no. – Me abraza y me dice: tranquila, vuelvo en diez minutos. Y me besa la mejilla.
Cuando sale me voy un rato al salón, hasta que oigo llorar a Marcos por el aparato. Ya son las seis de la tarde. Voy a su cuarto y lo cojo en brazos. Lo mezo hasta que deja de llorar y lo llevo a la cocina. Lo siento en la trona y empiezo a preparar el biberón. Me acuerdo de cuántas veces habíamos quedado Carol y yo en algún parque y ella o yo le habíamos dado de merendar. Ahora sólo estaba yo y Carol en el hospital, en una cama, inconsciente. Tampoco estábamos en el parque. Dios mío, cómo pueden cambiar las cosas de un día para otro. ¡Maldita sea! Se me ha caído la leche al suelo. Recojo todo y preparo otro con mucho cuidado. Se lo empiezo a dar aunque al principio no quiere comer, pero poco a poco con alguna tontería que le hago (que me cuesta mucho hacer, ya que no estoy con ánimos) empieza a comer todo.
- Aaaaa, abre esa boquita.... que llega el avión....
- Pareces una auténtica madraza. Si Carol te viera, estaría muy orgullosa de ti. – Pablo había llegado y estaba mirándome en la puerta de la cocina.
- Ehhh, supongo, me ha costado mucho que comiera.
- Bueno, ya he comprado el test. – Saca una caja alargada de la bolsa y me lo entrega. Lo miro un poco nerviosa y me dirijo al baño.
- ¿No quieres que te explique? La farmacéutica me ha contado cómo se usa.
- Soy mujer. Sé cómo se usa un test de embarazo. Digamos que es por instinto femenino.– Digo medio sonriendo. Ahora me meto al baño y sigo las instrucciones de la caja. Cuando acabo, salgo afuera con el resultado y veo a Pablo caminando nervioso.
- ¿Estás bien? Llevas mucho rato ahí dentro, creí que no saldrías. –Sonrío.
- ¿Ya sabes lo que es?, ¿ya tienes el resultado?, ¿estás embarazada?
Muy seria le paso el cartoncito, asustado lo coge y de repente abre mucho los ojos.
- ¿... Vamos... a... ser... papás...?
- Eso parece. –Sonrío y viene corriendo y me abraza.
- Lucía... estoy feliz, muy feliz... te quiero, te quiero...
- Y yo a ti, mi amor, y yo a ti.
Oímos a Marcos estornudar y nos reímos, nos acercamos a él.
- ¿Sabes, Marquitos? Vas a tener un amiguito o amiguita muy pronto, para poder jugar, tienes mucha suerte...
Vuelve a estornudar y volvemos a sonreír como tontos... por un momento me he olvidado de Carol y soy feliz de verdad. Un niño... ¡cuánto he soñado yo con quedarme embarazada! Me toco la tripa y sonrío...
Me siento en el sofá mientras Pablo juega un poco con el niño. La verdad es que en la tele no están dando nada que me guste y la miro sin verla. Un rato después, Pablo me dice que ya es hora de bañar a Marcos, así que un poco más contenta me dirijo al cuarto del niño para prepararle la ropita. Al momento suena el teléfono, que coge Pablo. De lejos oigo la conversación.
- ¿Si?... Hola, ¿qué tal?... también... está preparando el baño para Marquitos... parece que mejor... sí, - ahora habla más bajito- ¿Y Carol, alguna mejoría?... tranquilo, pronto mejorará, ya lo veras, ella es fuerte y saldrá adelante, no desesperes... sí que podrás, por tu hijo y por ella tienes que ser fuerte, además, sabes que no estás solo y que a mí me tienes para lo que tú quieras, lo sabes de sobra, ¿no?... tranquilo, dile que no se preocupe, nosotros no tenemos prisa... sí, iremos cuando llegue... está bien, se lo diré... cuídate, adiós.
Yo cojo la ropa y hago como que no he oído nada. Pablo llega con el niño en la mano.
- Era Sergio. Te da las gracias y te manda un beso.
No digo nada, otra vez me he vuelto a acordar de Carol y se me ha ido toda la alegría.
- Venga, tranquila, -viene y me abraza, mientras me aferro a él- me ha dicho que su madre llegará dentro de tres cuartos de hora.
- Bien, voy a bañarle, por favor coge la ropa.
- Voy al baño y abro los grifos mientras pongo la toalla en el suelo. Voy al cuarto y cojo al niño, mientras Pablo va sacando los jabones y esponja. Preparamos todo y bañamos al niño, que echa chispas de alegría en contacto con el agua, mientras a mí me vuelve la sonrisa a la cara.
- - ¿No le has dicho nada a Sergio del bebé?
- Sí, que le vamos a bañar.
- No... digo del nuestro.
- Ehh... no, he creído que no es el mejor momento.
- Ya.
No hablamos en el resto del baño, más que para reír alguna gracia de Marcos. Realmente, los niños son maravillas, que hacen que por momentos olvides lo horrible que puede llegar a ser el mundo. Después de bañar al pequeño, le preparamos un biberón que le damos para cenar. Mientras recojo la cocina, Pablo acuesta al bebé. Acaba de llegar la madre de Sergio y su cara no muestra expresión alguna, nunca he logrado entender a esta mujer, que tampoco ha mostrado nunca mucho aprecio por Carol. En unos minutos le decimos que el niño ya está en la cuna y que hemos recogido todo. Secamente nos da las gracias, con lo que con un “adiós” salimos de la casa. Mientras vamos en el coche de Pablo, él rompe el silencio que reinaba desde que habíamos salido.
- Oye, Lucía, ¿le has dicho algo de esto a tu madre? - ¡Madre mía! y nunca mejor dicho, con todo esto, ni me había acordado de ello. Hace un año, a mi padre le trasladaron a Asturias, con lo que mis padres y mi hermana pequeña Cristina, que ahora tiene diecisiete años, se habían mudado, mientras yo empezaba una vida sola en la casa que siempre había estado llena de gente.
- Pues... no, la verdad es que no me había acordado de llamar, como ellos están de viaje, no había hablado con ellos desde hace tres días.
- Pues yo creo que deberías llamarlos.
- Ehh.. claro, en cuanto lleguemos al hospital les llamo. – Pablo me agarra la mano que muevo nerviosa sobre mi rodilla.
Ya hemos llegado al hospital. Agarrándome por la cintura, aparecemos en la sala de espera con tantas caras conocidas y a la vez desconocidas por su cambio tras la tristeza.
- Julia, ¿qué tal?
Bueno, sigue igual, la verdad, pero los médicos dicen que hay posibilidades de que mejore durante la noche. – Dice esbozando una forzada sonrisa que esconde toda la pena y el dolor que lleva dentro. Sonrío igualmente y vamos a donde Sergio, que con apretarnos las manos y un abrazo dice todo lo que sentimos. Una gran pena compartida. Mientras dejo a los amigos, Pablo y Sergio, hablando, voy al teléfono y marco el móvil de mis padres. puedo pensar en tener un hijo... no puedo.

Capítulo 4

ALLÍ EN LA PLAYA...(IV)

Salgo del hospital y me voy hacia la playa. Aquella en la que Carol y yo pasamos los primeros meses de nuestra amistad. Voy andando. La verdad es que hay un cacho, pero voy deprisa y llego en veinte minutos. En cuanto llego me siento en una roca de la arena. Lo primero q hago es poner el móvil en silencio. No quiero que nadie me moleste. Y recuerdo. Vuelvo a recordar. Estaba en la cama, con la luz apagada pero con los ojos bien abiertos, brillando de felicidad- toda la que me falta ahora- y una gran sonrisa dibujada en la cara. Hacía dos hora Pablo me estaba acompañando a casa, y eso que hoy acabábamos de empezar a salir. De repente recibí un mensaje en el móvil. Era Pablo: “Buenas noches, princesa, que tengas dulces sueños”. ¿Y Cómo no iba a tenerlos con la maravillosa tarde que había pasado? Al día siguiente lo primero que hice fue llamar a Carol. Estuvimos hablando media hora de la tarde anterior y luego salimos a dar una vuelta por el parque.
No. Basta. Tengo que dejar de pensar en Carol, me hace más daño. Aunque también me hace una poco feliz recordar momentos felices con ella. Me tumbo en la arena a mirar el cielo, pero no pienso en nada, sólo miro. ¡Qué bonito está el cielo! Es octubre, 25, y el cielo está precioso, más bonito que en verano. Al de un rato miro el reloj. La una y media. Por fin miro el teléfono. Tengo diez llamadas de Pablo y tres de Sergio. Marco el teléfono de Pablo y espero a oir su voz, que me grita al oido:
- ¡¡Por Dios, Lucía, ¿dónde has estado, dónde estás? Sergio me ha dicho que te fuiste corriendo, sin decir nada, y no me has cogido el teléfono, te he llamado veinte veces por lo menos!!
- Ya, esto.... perdona, sólo quería estar sola, perdóname, por favor.
- Tranquila, siento haberte gritado. ¿Dónde estás?
- Da igual, sigo queriendo estar sola, sólo e llamado para que no te preocupes por mí, estoy bien.
Cuelgo el teléfono. He hecho mal, lo sé, me arrepiento, pero aún así dejo el teléfono en la arena y me siento doblando las rodillas juntas y apoyando mi cuerpo en ellas. ¿Qué grandes y bonitos son los barcos que pasan a lo lejos! ¿Por qué no somos todos iguales? ¿Por qué unos tienen más que otros? ¿Por qué unos sufren más que otros? ¿Acaso hacemos algo que decida nuestra vida? Al de cinco minutos noto que alguien viene corriendo por detrás. Me doy la vuelta y veo a Pablo que se acerca mientras yo me pongo de pié.
- ¿Cómo me has encontrado?
- Por el teléfono se oía el ruido de las olas. No ha sido difícil encontrarte.
- Por favor Pablo, no te enfades conmigo, por favor- digo esto mientras me abrazo a él y apoyo mi cabeza en su pecho.
- Tranquila, cariño, tranquila, ya estoy contigo.- mientras me besa y me acaricia la cabeza.- no estoy enfadado.
Poco a poco nos vamos separando, pero yo le agarro con fuerza.
- No te vayas, por favor, no te vayas ni me dejes sola.
- No me voy a ningún sitio, nunca te voy a dejar sola. Sólo quiero llevarte al coche, para que descanses y mientras vamos a casa de Pablo voy a comprar algo para comer.
- A mí no me apetece nada, no tengo hambre.
- No, Lucía, tienes que comer. Por lo menos para tener alguna fuerza. Por favor, aunque sea por mí.
- Está bien, comeré algo.
Compra algo de comida china y nos dirigimos a casa de Sergio. Su madre se despide y nos quedamos solos con el niño, que ya está durmiendo la siesta. Mientras comemos, o hago que como esparciendo la comida por el plato como una niña, Pablo intenta sacar conversación.
- No estás comiendo mucho, ¿no?
- Bueno, no me gusta mucho la comida china.
- Lo siento, no se me ha ocurrido otra cosa.
- No, está bien, ya sabes que no tengo mucho hambre.
- Bien, pero algo tienes que comer.
- Si...
Pasa otro rato y después de recoger y poner todo en el lavavajillas, Pablo y yo nos sentamos juntos en el sofá. Mientras me apoyo en él, sigo con mi historia. Cuando fui con Carol a dar una vuelta al día siguiente de empezar a salir con Pablo, entramos en una café.
- ¿No sientes como si estuvieses flotando en las nubes?
- Lucía, tú siempre tan soñadora.
- Bueno, ¿qué tiene de malo ser feliz?
- Nada, nada, pero como siempre dices lo mismo cada vez que te gusta una chico...
- Eso no es verdad. Además, esta vez es diferente; Pablo es... no sé, cuando me mira o me sonríe, sí que veo nubes de verdad... te lo juro.
- Sí, sí...- fruncí el ceño, ella no sabía de lo que estaba hablando, algún día me comprendería. Mientras veía a una pareja en otra mesa, sonreí con la mas grande de las sonrisas.
- ¿En qué piensas Lucía?
- ¿Ehhh?
- No, que en qué piensas; te has quedado pensativa.
- ¿Te acuerdas del día en que empezamos a salir?
- ¿A qué viene eso?
- Nada, déjalo, es en lo que pensaba.
- Un sábado. Yo llegué más tarde que mis amigos a la discoteca porque mi padre estaba ingresado. Me acuerdo que cuando llegué estabas enfadada conmigo porque no te había llamado.¿Todavía sigues enfadada?
- - Le di una palmada en el pecho- No seas tonto.
Me sonríe y nos quedamos callados un rato, mientras yo me apoyo en él.
- Y luego, con un beso empezamos a salir. No sé si hice bien en pedírtelo, mira que han sido muchos años.
Yo seguía triste, la verdad era que ya estaba acostumbrada a sus bromas.
- Oye, perdona, no quería decir eso, era una broma, pero ya sé que no es el mejor momento...
- No, si...
Más silencio.
- Al final te acompañé a casa, ¿no?
- Sí... y por la noche me mandaste el mejor mensaje que he recibido nunca. Sólo era para darme las buenas noches, pero es el que más ilusión me ha hecho nunca.
- Estás muy triste, ¿no?
- ...Siento como si ya estuviese perdiendo a Carol. Y entonces una angustia me ahoga y no me deja respirar. Luego empiezo a pensar que entonces sólo te tengo a ti, bueno, a Sergio también, pero tú eres mi otra mitad y pienso que si también te pierdo a ti, no podré seguir, no tendré fuerzas, tengo mucho miedo...
- Ey, ey, ey- dice mientras me abraza muy fuerte, casi hasta hacerme daño- no pienses en eso, no se te ocurra pensar en eso, vale. Carol se va a poner bien, saldrá de ésta, ya lo verás. Y yo estoy bien, perfectamente, no pienses en si me va a pasar algo, porque no tiene por qué.

- Ya. Estás bien, y ¿qué?, mira Carol, estaba perfectamente, física y también moralmente, estaba feliz con Sergio, con nosotros, y sobretodo, con Marcos. ¿Dios, cómo ha podido pasar? Esto me ha hecho pensar en tantas cosas...
- Shhhh, bueno, pues ya deja de pensar. No pienses en nada, de verdad.
- Voy a ver cómo está Marcos.
Entro en la habitación. Está felizmente dormido en su cuna. Compruebo si el aparato de sonido de bebés está conectado con el del salón. Todo bien. Le miró si está tapado. Perfectamente. También compruebo si tiene el pijama bien cerrado, así como la ventana. De repente veo a Pablo en la puerta observándome y creo que me ha leído el pensamiento, porque dice:
- Déjalo, cariño, está todo bien.
- Ya, bueno, sólo le estaba mirando.
- No, Lucía, te conozco demasiado bien, y sé que estás tratando de encontrar algo que está mal, incorrecto, algo que tú puedas corregir, para demostrar que estás cuidando perfectamente de lo que ella más quiere. Pero no tienes por qué demostrarlo, ya lo haces. Marcos está perfectamente en tus manos, no le va a pasar nada.
- ¿Sí? Y tú ¿cómo lo sabes, eh? ¿Y si se da un golpe en la cabeza con los barrotes de la cuna, y si coge un resfriado? ¿Tú sabes que en los bebés un resfriado puede rápidamente convertirse en una pulmonía que podría matarlo? Eh, ¿y la muerte súbita?
Me doy cuenta que me he puesto a gritar y a agitar los brazos y Pablo ha venido corriendo y me ha abrazado.
- Tranquila, Lucía, tranquila. A Marcos no le va a pasar nada, te lo juro.
- Perdona, ¿se ha despertado?
- No, no, sigue dormido.
De pronto me doy cuenta de lo que tenía que decirle a Pablo, antes de que me dijeran lo de Carol.
- Esto, Pablo, ¿por qué no vamos al salón? Hay algo que tengo que decirte.
- Claro, mi vida, vamos.
Vamos al salón y cuando estamos sentados empiezo:
- Bueno, el día del accidente de Carol... yo tenía algo importante que decirte.
- Lucía, estás demasiado seria, ¿te ha pasado algo, algo malo?
- Ehh... la verdad es que tengo un retraso de casi tres semanas.
(Silencio...)
- ¡Pero Lucía, eso es fantástico!- Me abraza tan fuerte que casi me corta la respiración- ¿Por qué no me lo dijiste antes
- Bueno, la verdad es que no sabía como te lo tomarías. No sabía ni cómo tomármelo yo misma. Además es sólo un retraso.
- Ya, pero tres semanas es mucho, ¿no? Tú... ¿no quieres tener un hijo conmigo?
Ehh... sí... hasta el día del accidente de Carol... ahora no puedo pensar en tener un hijo... no puedo.

Capítulo 3

SENTIR EL DOLOR (III)

Mientras esperaba llamo a Pablo con mi móvil:
- Pablo, hola, soy yo.
- Hola, mi niña, ¿qué tal?
- Bueno, no es mi mejor día, pero tirando.
- Tranquila princesa, todo pasará pronto, ya verás.
- Eso espero. Te llamaba para preguntarte qué vas a hacer.
- Pues hoy acabo a la una e iré al hospital, llegaré sobre la una y cuarto. Si quieres comemos juntos. Y un compañero me hace la tarde así que estaré contigo, no quiero que estés sola.
- Gracias cariño. Yo voy a pasar la mañana en el hospital y sobre las dos vamos a comer y luego pasamos por casa de Sergio y... Carol y nos quedamos con el niño hasta que venga la madre de Pablo, que va a venir al hospital a ver a... Carol.
- Bien. Pues luego nos vemos y no te derrumbes, piensa que sólo es un mal trago.
- Ehhhh está bien. Hasta luego.
- Te quiero mucho.
- Y yo.
Mientras cuelgo viene el autobús. Sin pensar me levanto y me meto sin mirar qué número es, lo mismo me está llevando a la otra punta de la ciudad. Pero tengo suerte y es el correcto. Nada más llegar me dirijo a Julia. No ha hablado con el médico desde las cinco de la mañana y no hay noticias. Vuelvo a pensar, vuelvo a recordar. Es lo único que me ayuda, recordar mis momentos con Carol, me ayuda a estar más cerca de ella y olvidar por momentos el peor tiempo de mi vida. Aquella tarde en la discoteca, en la que Pablo me besó por primera vez, y gracias a Dios, no por última, estuve todo el rato a su lado, no nos separamos ni un minuto. Fue increíble. Un rato antes de irme, fui hacia el guarda ropa y Pablo me agarró:
- Lucía, eh... nunca había sentido por una chica lo que siento por ti, no me cansaría de hablar contigo, de abrazarte, de besarte... ¿Quieres salir conmigo?
- Creí que no me lo pedirías... Me encantaría salir contigo.
Le abracé y nuestras miradas se fundieron en un dulce beso... me acuerdo que pensé: “ojalá el mundo parara ahora mismo y esto nunca terminara”.
- Bueno, Pablo, me tengo que ir...
- Bueno, pero te acompaño.
- No, no, no hace falta, ya voy en autobús.
- Ah, no. Te acompaño andando así no necesitas coger el autobús por no ir sola.
- De verdad que no me importa ir en el autobús.
- Entonces, ¿no quieres ir conmigo?- dijo poniendo cara de niño triste.
- Por supuesto que quiero. Era sólo que...
- Shhhh, nada, te acompaño.
- ¿Y Carol?
- Seguro que va con Sergio.
- Espera, que hablo con ella.
- La encontré en la barra:
- ¿qué guapa, disfrutando de la noche?
- Sí mucho, y por lo que he visto, tú también.
- Mucho, pero ya tengo que irme, y ¿tú?
- También.
- ¿Vamos juntas? Pablo quiere acompañarme, pero seguro que podemos ir los tres o los cuatro si viene Sergio.
- Claro, también quiere acompañarme.
Los cuatro fuimos a casa andando. Íbamos todos un poco pensativos y a nuestra bola. De repente Pablo me cogió de la mano. Sentí un cosquilleo por toda la espalda. En realidad era lo que llevaba esperando desde que habíamos salido de la discoteca, pero me encantó. Le miré a los ojos y nos sonreímos. Enseguida llegamos a casa de Carol. Nos despedimos y les di dos besos a Carol y a Sergio y Pablo y yo nos fuimos. Mientras íbamos hacia casa, Pablo me preguntó que a qué colegio iba y cuando le dije, resultó que el suyo estaba sólo dos calles más abajo.
- Cuando mi padre salga del hospital y esté mejor iré a esperarte cuando salgas del colegio. ¿Te parece bien?
- Perfecto. – y le besé, a la vez que llegábamos a la esquina que doblaba a mi casa.
- Espera, mi portal es ése de ahí y no quiero que me vean mis padres de momento.
- Ehhh, bien. Bueno, ¿quieres que te llame mañana?
- Mejor te llamo yo, que a lo mejor estás liado con lo de tu padre. ¿Te viene bien a las dos?
- Muy bien. Pues... hasta mañana.
- Hasta mañana. Oye, y tú, ¿cómo vas hasta casa?
- Andando, vivo en la quinta – una plaza al otro lado del parque que está tres calles más lejos.
- ¿Y vas a ir sólo?
- Tranquila no me pierdo ni me pasa nada.
- Bueno.
Nos dimos un beso largo y me di la vuelta. Cuando estaba caminando me giré:
- Esto, Pablo... me lo he pasado muy bien.
- Y yo.
- Muchas gracias por acompañarme.
- Nada, aparte me viene de camino.
Ya sí que me fui a casa. De repente me doy cuenta que ha llegado Sergio. Se sienta a mi lado, me mira y le niego con la cabeza (no hay cambios con Carol). Me parece que vamos inventando un lenguaje de signos. Al de media hora sale el médico y nos dice que Carol está evolucionando muy bien, sigue en coma pero parece que pronto despertará de su sueño. Nos deja a todos más relajados, aunque el ambiente sigue tenso. Seguimos esperando hasta que nos dejan pasar a verla, esta vez podemos pasar a verla así que decidimos pasar de uno en uno. Primero pasa Julia, tenemos un cuarto de hora cada uno. Cuando sale Julia entra Sergio. Los quince minutos me parecen horas, pero por fin sale mi amigo. Casi con las piernas temblando voy hacia la habitación, sé que parece una tontería, pero sólo había visto a Carol una vez desde el accidente y no sabéis el miedo y el dolor que sentí. En cuanto abro la puerta me encuentro con los pies de la cama y avanzo hasta encontrarme con ella. Sigue igual, parece dormida, ¿dormirás de verdad, Carol? ¿qué haces por ahí? ¿sientes algo? Me siento en la silla que hay al lado de su cama mientras estos pensamientos me asaltan la cabeza y le cojo la mano. Está caliente, Sergio también debe de haberle tomado la mano. Me quedo mirándola un momento:
- Ho...la Carol, ¿cómo... estás? Qué tontería... sé que estás mal, me refiero a cómo te sientes tú. No sé si quiera si podrás escucharme, a mi me relaja hablarte, me parece que te mantengo más viva. Hoy nos ha hablado el médico y nos ha dicho que estás mejorando. Despierta Carol, por favor, despierta – agarro su mano con más fuerza mientras las lágrimas recorren mis mejillas- te necesito tanto, no sabes cuánto, de verdad. Puedo hablar con Pablo, incluso con Sergio, pero no es lo mismo, tú eres mi confidente, mi amiga, mi mejor amiga, mi hermana.... mi flor blanca. ¿ Te acuerdas? Fue aquél otoño de nuestros dieciséis años. Íbamos por la calle congeladas cuando vimos a una señora con su niño de unos cuatro años en la calle sentados, con una fina chaqueta y muertos de hambre. Les dimos una monedas y a la madre se le iluminó completamente la cara. El niño sacó dos flores blancas- dos rosas- y nos dio una a cada una. Nosotras las guardamos dentro de unos libros muy pesados para prensarlas, desde entonces han sido nuestros amuletos, y nuestras flores, las blancas, símbolo de nuestra amistad, tal y como acordamos aquella tarde. -Acaba de entrar una enfermera y me está diciendo que tengo que salir ya. La miro por última vez y me marcho. Pero no me quedo en la sala de espera, sino que sigo hacia el ascensor. Sergio me sigue y me agarra del brazo:
- - ¿A dónde vas Lucía? ¿Estás bien?
- Ehhh, sí- digo secándome las lágrimas- sí, me voy a dar una vuelta.
- ¿A dónde?
- No lo sé- contesto mientras las puertas del ascensor se cierran justo delante de Sergio.
- ¡¡¡Lucía!!!- se oye a lo lejos detrás de las herméticas puertas del ascensor.
Tengo que bajar seis pisos y al mirarme al espejo me repugno a mí misma. Golpeo el espejo, no pasa nada; lo vuelvo a golpear, vuelve a reírse de mí. Me arrastro por la pared de la esquina hasta quedar sentada en el suelo. De repente la puerta se abre y entra una enfermera que corre a levantarme.
- ¡Una camilla, una camilla!
- No, no, estoy bien, ya estoy bien, de verdad. Mientras me pone de pié me seco las lágrimas. Y me enderezo.
- ¿Seguro que estás bien?
- Sí, sí.
- Pero no puedo dejarte así sola, ¿no quieres tomarte un vaso de agua?
- No, de verdad, si mi novio está ahí.
- Bien.
Cuando se marcha me alegro de haberle mentido a la enfermera. Aunque haya sido una tontería me contento por una vez en dos días.

Capítulo 2

EMPEZANDO A RECORDAR(II)

Cuando cierro los ojos me parece que estoy en un desierto, con el mayor de los silencios, sin preocupaciones. Pero cuando abro los ojos vuelvo a la realidad, veo a todas estas personas, para mí fantasmas, con la mirada puesta en otro sitio y llorando sin hacer ruido. Pasa el tiempo, lo menos dos horas, cuando Pablo me sugiere que me valla a casa, son las 11 de la noche y mañana tiene que madrugar, así que debe marcharse. Yo decido quedarme por si hay alguna noticia. Al marcharse me dice que si hay algún cambio le avise, sea la hora que sea y me dice que no me valla a casa muy tarde, que necesito recuperarme para mañana. Sé que estos días serán muy duros. Cuando se va me dirijo a la máquina de cafés y me tomo un chocolate, nunca me ha gustado demasiado el café. Mientas estoy apoyada en la máquina, esperando el chocolate vuelvo a recordar aquellos tiempos. Era verano, acabábamos de terminar las clases y nos fuimos juntas a la playa. Allí nos encontramos con dos chicos de Murcia que estaban de vacaciones. Nosotras vivimos en Alicante. Hacía mes y medio que le habíamos devuelto la pelota a Jorge y no nos habíamos separado ni un solo día. El caso es que empezamos a hablar con ellos y estuvimos allí todo el día. Cuando llegó la noche fuimos con ellos a una discoteca, pensábamos que tenían nuestra edad o un años más hasta que les vimos coger el coche:
- Pero, ¿ Qué años tenéis ?
- 23, ¿ Por qué ?
- ¿ 23?
- Sí, pues ¿Cuántos tenéis vosotras?
- 16.
Bueno, no los volvimos a ver, tampoco en la playa, pero no nos importó, enseguida hicimos nuevos amigos.
Ya ha salido el chocolate, la verdad es que se me ha olvidado echarle azúcar, pero en este momento no me entero ni de lo caliente que está. Vuelvo a la sala y tampoco hay noticias. Me siento a esperar, pero al de una hora consiguen convencerme los padres de Carol para que me vaya a casa a descansar. Cojo el autobús, ya recogeré el coche mañana. Al llegar a casa me tumbo en la cama con ropa y todo y llorando recuerdo aquél primer verano con ella.
Aquella tarde habíamos decidido irnos al mercado a ver ropa. Todo estaba lleno y casi no se podía andar. Encontramos unas camisetas muy modernas y bastante baratas así que cogimos varias. Llevábamos media hora de cola, ya que se nos colaba todo el mundo, cuando aparecieron unos chavales y le dijeron a la dependienta que llevábamos mucho tiempo. Tendrían nuestra edad más o menos (esta vez de verdad) y eran cuatro. El caso es que nos pasaron y nos cobraron. Les dimos las gracias y nos marchamos. Al de dos días, nos los encontramos en el cine. Al principio no los vimos, pero en la cola se pusieron detrás nuestro:
- ¡Hombre, chicas!
- Hola.
- ¿Siempre tenéis que estar en todas las colas?
- ¿ Y vosotros?
- Bueno, depende de quién esté en la cola.
- Lo mismo.
Había uno guapísimo, era moreno con los ojos verdes, un poco más alto que yo y delgado. Casualidades o no, veían la misma peli que nosotras. Estaban en la otra punta de la sala así que no nos hablamos en toda la película. Al salir ya volvimos a vernos y nos presentamos. No quiero que penséis que soy una creída, pero Pablo, que así se llamaba el guapo que he dicho antes, no dejaba de mirarme. Mientras íbamos hacia casa, ellos nos acompañaron un rato que les quedaba de paso, quedamos para el sábado siguiente. Durante toda la semana estuvimos hablando de ellos y de cómo eran. Ese sábado por la mañana fuimos a un centro comercial y nos compramos unos modelitos para la tarde y algún pintalabios. Por la tarde fuimos al cine en el que nos encontramos la vez anterior y allí entramos con ellos. Pablo se puso a mi lado y al lado de Carol se puso Sergio. Esa noche estábamos en una disco del barrio cuando Pablo me dijo que tenía que hablar con migo y me llevó a una esquina:
- Oye, tu amiga, Carolina, ¿sabes si le gusta Sergio?
- Ehhhh, no lo sé... a mí no me ha dicho nada. – Mentira, llevaba toda la semana hablando de él, pero prefería hablar con ella primero.
- Y, ¿Podrías preguntarle?
- Claro, pero, ¿por qué no se lo preguntas tú o, mejor Sergio?
- Es que le da vergüenza y ¿quién mejor que una amiga para preguntarle eso?
- ¿Quién mejor? La misma persona interesada.
- Tienes razón, bueno voy otra vez a hablar con Sergio.
- Si ves que tiene mucha, mucha vergüenza ya le pregunto yo.
- Bien, gracias.
- Nada.
Se marchó y lo último que vi fue a Carol hablando con Sergio. Le guiñé un ojo y me sonrió. Al de un rato vino Pablo y me dijo:
- Objetivo cumplido.
- ¡Muy bien, chico!
- Bueno, tenías tú razón era mejor que hablara Sergio con ella, parece que se llevan bien.
- Parece.
- ¿T apetece tomar algo?
- Claro.
Nos fuimos a la barra y pedimos unas bebidas mientras hablamos de nuestras aficiones. Nos tiramos el resto de la noche hablando y riendo – teníamos gustos bastante parecidos- hasta que vino Carol recordándome que llegábamos tarde. Los chicos se ofrecieron a acompañarnos pero les dijimos que iríamos corriendo por la hora:
- No importa podemos correr también nosotros.
- Que no chicos, que ya vamos solas.
- Al menos darnos los teléfonos, ¿No?
Nos intercambiamos los teléfonos y nos fuimos. En casa me echaron un poco la bronca, pero no me importó, había sido la mejor tarde de mi vida. Durante la semana, Pablo no dio ninguna señal de vida, así que yo tampoco. Carol sí se escribía con Sergio, pero no me creáis mal, yo sí que estaba contenta por ella. Siempre procuraba no hablarme de Sergio para que yo no me acordara de Pablo. Aunque siempre me animaba diciéndome que era un tonto y que no valía la pena pensar en él. Ese sábado cuando llegamos a la discoteca, estaban todos menos Pablo. En el fondo me alegré por no tener que verle pero me entristecí a la vez por no verle, no sé si me entendéis. Una hora después, apareció Pablo; en cuanto lo vi entrar, me fui a la barra. Él también vino, pero me marché al baño. Al salir, pensé que no estaría, pero allí estaba. Al pasar a su lado me saludó:
- Hola Lucía.
- Hola.
Y me marché. Estaba sentada en un sofá con Carol, cuando se fue a hablar con Sergio. Vino Pablo:
- ¿Podemos hablar?
Me encogí de hombros y se sentó.
- ¿Estás enfadada conmigo?
- No.
- Entonces, ¿Por qué no me hablas?
Otra vez me encogí de hombros.
- Y, ¿Por qué tampoco me miras a los ojos?
- A lo mejor estoy un poco enfadada contigo; o conmigo.
Ahora fue él quien hizo un gesto raro.
- La verdad es que yo esperaba que me llamaras. No sé, creí que te había gustado. Pero como siempre, he vuelto a fallar con un chico.
- Sí que me gustaste... me gustas, quiero decir.
- Buen modo de demostrarlo.
- Pero he tenido un problema, un problema muy grande esta semana y no he tenido tiempo de llamarte.
- Y ¿Qué problema? Si es que puede saberse, claro. – Yo ya estaba pensando en la excusa que él inventaría.
- A mi padre le dio un infarto, el lunes. El domingo no te llamé, porque me pareció muy pronto, y no quería que se me notara mucho que me interesabas demasiado. Desde el lunes he estado todos los días en el hospital o en casa cuidando de mi madre que lo está llevando muy mal. Hoy he llegado tarde porque he estado en el hospital. No quería venir, pero mi madre casi me ha obligado diciendo que necesito aire fresco.
- Pablo.... perdóname, perdóname por favor.
Me levanté corriendo y me dirigí hacia la salida casi llorando.
- Lucía, ¿A dónde vas?
- No, no puedo quedarme contigo, soy... una estúpida, una idiota y una tonta, no puedo quedarme aquí.
- Pero, qué dices, claro que puedes. Tú no sabías lo de mi padre. Tú tienes que perdonarme a mí por no habértelo dicho ni llamado.
- No, no tú me tienes que perdonar a mí, de verdad.
- Está bien, está bien, te perdono.
- ¿De verdad?
- Que sí, tranquila, ya no tienes de qué preocuparte.
Nos miramos a los ojos durante un rato y me besó. Ya me habían besado otros chicos, pero nunca antes había sentido lo que sentí con el beso de Pablo. Y desde entonces empezamos a salir.
Lo veo todo borroso, me acabo de despertar. No sé cuánto tiempo he dormido, pero ya son las ocho y media de la mañana. Gracias a Dios hoy no tengo que trabajar. Esta tarde llamaré a mi jefa y le diré lo que me pasa, estoy segura de que me dejará unos días libres. Me ducho y me visto en quince minutos. Al pasar por la cocina me preparo un café y me dirijo a la parada de autobús. Durante el trayecto recuerdo mi sueño, en el que revivía aquel verano cuando teníamos dieciséis años. Ahora tenemos veintiuno y observo cómo nuestras vidas han cambiado en tan sólo cinco años. Decido pasar por casa de Sergio, seguro que necesita ayuda con el niño. Al llegar a su casa me abre su madre. La saludo y avisa a Sergio. Cuando veo a Sergio nos abrazamos, le pregunto por algún cambio y con un movimiento de cabeza me indica que no. Pasamos a la habitación del niño y lo cojo en brazos. Está tan tranquilo, tan ausente, no sabe lo que está pasando a su alrededor, no sabe lo que le está pasando a su madre.
- Esto, Sergio, venía para ayudarte con Marcos, tu madre querrá pasar a ver a Carol y yo puedo quedarme con el niño.
- Bien, muchas gracias. Mi madre vendrá al hospital esta tarde, si quieres puedes cuidar a Marcos mientras ella está allí, pero sólo si quieres. Entiendo que prefieras venir también al hospital. Siempre podemos coger a una niñera.
- Pero que dices, anda. En el hospital no hago nada. Voy a pasar la mañana allí y por la tarde vendré a tu casa, puedo quedarme con Marcos hasta que quieras, no tengo nada que hacer.
- Bien, muchas gracias. ¿Has hablado con Pablo?
- No, está trabajando, ahora hablaré con él.
Marcos empezaba a llorar, así que lo mecí en mis brazos, era como abrazar a Carol, la sentía con el niño. Besé a mi ahijado y lo volví a poner en la cuna.
- Y tú ¿Qué vas a hacer ahora?
- Me visto, hago unas compras y voy al hospital.
- Bien, yo voy yendo ya.
- Pues nos vemos allí dentro de tres cuartos de hora, una hora.
- Bien.
Di un último beso a Marcos y me dirigí a la parada del autobús.