jueves, 16 de abril de 2009

Capítulo 5

CUANDO SE NOS CIERRA UNA PUERTA, SIEMPRE SE ABRE UNA VENTANA (V)

Pablo me abraza y yo me recojo en sus brazos. Dios mío, cuánta falta me hace, cuánta.
- Lucía, sé que lo estás pasando muy mal... y la verdad es que yo no sé cómo ayudarte... no sé, pero quiero que sepas que yo siempre voy a estar aquí, contigo, para darte todo mi apoyo y amor, sabes que siempre vas a poder contar con migo.
Me agarro más fuerte a él. Sigo llorando un rato, hasta que me calmo.
- Lucía... ¿vas a hacerte el test?
- ¿Eh?
- El test... el test de embarazo.
- Ahh, supongo, supongo que sí.
- ¿Quieres que baje a por uno a la farmacia?
- Eh... ¿ya? ¿no es muy pronto?
- Dices que son tres semanas.. no, supongo que no es muy pronto.
- Claro.. si tú quieres... está bien, ya me quedo aquí con Marcos.
- Disculpa, sólo, sólo te lo haces si tú quieres, si no estás preparada, no hace falta.
- No, no, tienes razón, mejor salir de dudas cuanto antes.
Pablo se prepara para salir y cuando está en la puerta:
- ¿Estás segura de que te lo quieres hacer?
- Que sí, tonto, que sí.
- Bueno y ¿segura que te quieres quedar sola con el niño?
- ¿Por... qué? ¿Crees que le va a pasar algo?
- No, no, no, no, no. – Me abraza y me dice: tranquila, vuelvo en diez minutos. Y me besa la mejilla.
Cuando sale me voy un rato al salón, hasta que oigo llorar a Marcos por el aparato. Ya son las seis de la tarde. Voy a su cuarto y lo cojo en brazos. Lo mezo hasta que deja de llorar y lo llevo a la cocina. Lo siento en la trona y empiezo a preparar el biberón. Me acuerdo de cuántas veces habíamos quedado Carol y yo en algún parque y ella o yo le habíamos dado de merendar. Ahora sólo estaba yo y Carol en el hospital, en una cama, inconsciente. Tampoco estábamos en el parque. Dios mío, cómo pueden cambiar las cosas de un día para otro. ¡Maldita sea! Se me ha caído la leche al suelo. Recojo todo y preparo otro con mucho cuidado. Se lo empiezo a dar aunque al principio no quiere comer, pero poco a poco con alguna tontería que le hago (que me cuesta mucho hacer, ya que no estoy con ánimos) empieza a comer todo.
- Aaaaa, abre esa boquita.... que llega el avión....
- Pareces una auténtica madraza. Si Carol te viera, estaría muy orgullosa de ti. – Pablo había llegado y estaba mirándome en la puerta de la cocina.
- Ehhh, supongo, me ha costado mucho que comiera.
- Bueno, ya he comprado el test. – Saca una caja alargada de la bolsa y me lo entrega. Lo miro un poco nerviosa y me dirijo al baño.
- ¿No quieres que te explique? La farmacéutica me ha contado cómo se usa.
- Soy mujer. Sé cómo se usa un test de embarazo. Digamos que es por instinto femenino.– Digo medio sonriendo. Ahora me meto al baño y sigo las instrucciones de la caja. Cuando acabo, salgo afuera con el resultado y veo a Pablo caminando nervioso.
- ¿Estás bien? Llevas mucho rato ahí dentro, creí que no saldrías. –Sonrío.
- ¿Ya sabes lo que es?, ¿ya tienes el resultado?, ¿estás embarazada?
Muy seria le paso el cartoncito, asustado lo coge y de repente abre mucho los ojos.
- ¿... Vamos... a... ser... papás...?
- Eso parece. –Sonrío y viene corriendo y me abraza.
- Lucía... estoy feliz, muy feliz... te quiero, te quiero...
- Y yo a ti, mi amor, y yo a ti.
Oímos a Marcos estornudar y nos reímos, nos acercamos a él.
- ¿Sabes, Marquitos? Vas a tener un amiguito o amiguita muy pronto, para poder jugar, tienes mucha suerte...
Vuelve a estornudar y volvemos a sonreír como tontos... por un momento me he olvidado de Carol y soy feliz de verdad. Un niño... ¡cuánto he soñado yo con quedarme embarazada! Me toco la tripa y sonrío...
Me siento en el sofá mientras Pablo juega un poco con el niño. La verdad es que en la tele no están dando nada que me guste y la miro sin verla. Un rato después, Pablo me dice que ya es hora de bañar a Marcos, así que un poco más contenta me dirijo al cuarto del niño para prepararle la ropita. Al momento suena el teléfono, que coge Pablo. De lejos oigo la conversación.
- ¿Si?... Hola, ¿qué tal?... también... está preparando el baño para Marquitos... parece que mejor... sí, - ahora habla más bajito- ¿Y Carol, alguna mejoría?... tranquilo, pronto mejorará, ya lo veras, ella es fuerte y saldrá adelante, no desesperes... sí que podrás, por tu hijo y por ella tienes que ser fuerte, además, sabes que no estás solo y que a mí me tienes para lo que tú quieras, lo sabes de sobra, ¿no?... tranquilo, dile que no se preocupe, nosotros no tenemos prisa... sí, iremos cuando llegue... está bien, se lo diré... cuídate, adiós.
Yo cojo la ropa y hago como que no he oído nada. Pablo llega con el niño en la mano.
- Era Sergio. Te da las gracias y te manda un beso.
No digo nada, otra vez me he vuelto a acordar de Carol y se me ha ido toda la alegría.
- Venga, tranquila, -viene y me abraza, mientras me aferro a él- me ha dicho que su madre llegará dentro de tres cuartos de hora.
- Bien, voy a bañarle, por favor coge la ropa.
- Voy al baño y abro los grifos mientras pongo la toalla en el suelo. Voy al cuarto y cojo al niño, mientras Pablo va sacando los jabones y esponja. Preparamos todo y bañamos al niño, que echa chispas de alegría en contacto con el agua, mientras a mí me vuelve la sonrisa a la cara.
- - ¿No le has dicho nada a Sergio del bebé?
- Sí, que le vamos a bañar.
- No... digo del nuestro.
- Ehh... no, he creído que no es el mejor momento.
- Ya.
No hablamos en el resto del baño, más que para reír alguna gracia de Marcos. Realmente, los niños son maravillas, que hacen que por momentos olvides lo horrible que puede llegar a ser el mundo. Después de bañar al pequeño, le preparamos un biberón que le damos para cenar. Mientras recojo la cocina, Pablo acuesta al bebé. Acaba de llegar la madre de Sergio y su cara no muestra expresión alguna, nunca he logrado entender a esta mujer, que tampoco ha mostrado nunca mucho aprecio por Carol. En unos minutos le decimos que el niño ya está en la cuna y que hemos recogido todo. Secamente nos da las gracias, con lo que con un “adiós” salimos de la casa. Mientras vamos en el coche de Pablo, él rompe el silencio que reinaba desde que habíamos salido.
- Oye, Lucía, ¿le has dicho algo de esto a tu madre? - ¡Madre mía! y nunca mejor dicho, con todo esto, ni me había acordado de ello. Hace un año, a mi padre le trasladaron a Asturias, con lo que mis padres y mi hermana pequeña Cristina, que ahora tiene diecisiete años, se habían mudado, mientras yo empezaba una vida sola en la casa que siempre había estado llena de gente.
- Pues... no, la verdad es que no me había acordado de llamar, como ellos están de viaje, no había hablado con ellos desde hace tres días.
- Pues yo creo que deberías llamarlos.
- Ehh.. claro, en cuanto lleguemos al hospital les llamo. – Pablo me agarra la mano que muevo nerviosa sobre mi rodilla.
Ya hemos llegado al hospital. Agarrándome por la cintura, aparecemos en la sala de espera con tantas caras conocidas y a la vez desconocidas por su cambio tras la tristeza.
- Julia, ¿qué tal?
Bueno, sigue igual, la verdad, pero los médicos dicen que hay posibilidades de que mejore durante la noche. – Dice esbozando una forzada sonrisa que esconde toda la pena y el dolor que lleva dentro. Sonrío igualmente y vamos a donde Sergio, que con apretarnos las manos y un abrazo dice todo lo que sentimos. Una gran pena compartida. Mientras dejo a los amigos, Pablo y Sergio, hablando, voy al teléfono y marco el móvil de mis padres. puedo pensar en tener un hijo... no puedo.

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