HORAS DE ANGUSTIA (I)
Una gran amistad, esa es nuestra amistad. La de Carolina y la mía. Y aquí estoy yo, en la sala de espera. Acaba de salir el médico y nos ha dicho que está en coma y que las próximas horas son decisivas, si no se despierta en las próximas veinticuatro horas, a cada minuto las posibilidades de despertar se reducirán considerablemente. Ahora mismo las lágrimas emborronan mis ojos y Julia, su madre me pone las manos en mis hombros. Me marcho al baño, no puedo soportarlo. Mientras me lavo la cara me miro en el espejo y recuerdo cuando Carol y yo poníamos distintas caras en los espejos de los bares y vuelvo a llorar, pero en silencio, como siempre. Cuando ya estoy calmada salgo del baño y me encuentro con Sergio, el novio de Carol y mejor amigo de Pablo mi novio y me lanzo corriendo a sus brazos.
- ¡¡¡Lucía!!! ¡¿Cómo está?! ¡¿Está bien?! Por favor dime que sí, dime que sí...
Empiezo a llorar y agacho la cabeza y Sergio la echa para atrás llevándose a ella las manos.
- Está bastante grave. Está en coma y tiene multitud de traumatismos, golpes...
No puedo terminar la frase y Sergio me abraza mientras los dos nos quedamos llorando.
- ¿Has avisado a Pablo?
- No, no he tenido tiempo, en cuanto me han avisado he venido corriendo. Digo llorando cada vez más.
- Y, ¿Cómo ha pasado?
- Carol debía ir en el coche y el otro se ha saltado el STOP, así que se han chocado. El otro también iba solo y ha muerto en el acto...
No puedo dejar de llorar.
- Mira, es mejor que vallas a casa, te des una ducha y luego avises a Pablo. Yo voy a quedarme aquí. Es mejor que te despejes un poco y luego vengas con Pablo.
- Está bien, vuelvo luego, dentro de hora y media como mucho.
- Bueno, luego nos vemos.
- ¿Y dónde está Marcos?- Marcos es el hijo de Carol y Sergio. Tiene tres meses y Pablo y yo somos sus padrinos.
- Con mi madre, ha ido a buscarle a casa en cuanto le he avisado.
- Bueno, ya sabes que si necesitas algo o que le cuide o lo que sea, ya sabes, sólo tienes que decírmelo.
- Tranquila, ya lo sé, pero ahora habla con Pablo y vuelve cuando puedas.
- Bien, pues hasta luego. Y si se sabe algo, cualquier cosa, me llamas.
- Ya sabes que sí. Adios.
Nos damos un abrazo y un beso y me marcho. Tengo el coche en el aparcamiento del hospital, pero no creo que pueda conducir, así que me dirijo a la parada de autobús. Cuando me subo, noto que todo el mundo me mira, pero eso no me impide llorar y sentarme en un asiento de la última fila, donde me escondo hasta de mi sombra. Cuando llego a mi parada decido que no tengo ánimos para una ducha y que necesito hablar con Pablo. Espero que ya haya llegado. Cuando toco el timbre noto una mano en mi hombro y me encuentro a Pablo saliendo del ascensor.
- Lucía, ¿Te pasa algo?
- Eh... es... Carolina...
- ¿Le ha pasado algo?
- Ha tenido un accidente – entre las lágrimas y la tristeza casi no puedo hablar, pero saco fuerzas para terminar la frase- está en coma, muy grave y tiene muchas contusiones.
Ya no puedo aguantar más y me caigo al suelo, pero Pablo me agarra a tiempo y me mete en su casa, que no hay nadie. Me sienta en el sofá y me abraza, consolándome diciendo que no me preocupe, que todo saldrá bien. Estamos así durante un rato cuando Pablo dice que va a llevarme al hospital, para que estemos con todos y podamos saber cualquier nueva noticia. Se lo agradezco y nos vamos en su coche. En cuanto entramos por la puerta me dirijo corriendo a Julia y le pregunto por nuevas noticias, pero me responde moviendo la cabeza negativamente. Nos fundimos en un abrazo. Sin decir nada, Julia se va con su marido y un médico nos dice que podemos pasar a verla, desde un cristal, pero de dos en dos. Primero entran sus padres y cuando salen, entramos Sergio y yo, Pablo se queda fuera esperándonos. Me quedo mirándola, pero no veo a mi amiga. Sólo veo unos ojos que están cerrados y lo demás son vendas, moratones y tubos. Está tranquila, dormida, no se entera de nada. Me pregunto en qué estará pensando y me pongo a recordar cómo nos conocimos.
Carol y yo nos conocimos en el colegio de educación primaria, donde estudiábamos juntas. Siempre fuimos en el mismo grupo de amigas, pero nunca habíamos tenido ningún roce especial. Pero un hecho cambió nuestras vidas; teníamos dieciséis años e íbamos a la secundaria. Un chico de la pandilla de chicos del barrio, Jorge, me pidió salir y yo, tan inocente, le dije que sí. Él, me pidió que no contara a nadie que estábamos juntos porque prefería tenerlo en secreto. A mí me extrañó bastante pero era una cría y creía que estaba enamorada, pero luego me di cuenta de la verdad. Ya llevábamos así unas tres semanas cuando un día estábamos todas en un parque cuando Carol dijo:
- Jo, chicas, ya no aguanto más. Jorge me ha pedido que no se lo cuente a nadie, pero no puedo aguantar más. Llevo con él tres semanas y no sé por qué diantres me ha pedido que lo guardemos en secreto.
En ese momento, yo me quedé petrificada y cuando nos íbamos a casa, le dije a Carol que teníamos que hablar un momento.
- ¿Estás saliendo con Jorge? Le pregunté.
- Sí, ¿Pues?
- Pues que yo llevo con él tres semanas y me ha pedido que lo mantengamos en secreto también.
- ¿Qué?
- Sí, estaba un poco mosca, pero no me imaginé que era porque también estaba saliendo contigo.
- Pero, ¡ Será imbécil !
- ¿Sabes lo que podíamos hacer?
- ¿Qué?
- Devolvérsela.
- Bien, pero ¿Cómo?
- E... no sé...
- Podíamos pillarle en su propia mentira.
- Bien, podemos quedar una de las dos con él en el cine y presentarnos las dos.
- Y le dejamos las cosas bien claras delante de todo el cine.
- Perfecto.
Y así es como llevamos a cabo nuestro plan. Carol quedó con él y nos fuimos juntas. Cuando llegamos, cada una con nuestro bowl de palomitas, se lo echamos en la cabeza y le dijimos:
- Para que juegues con TUS sentimientos y a nosotras nos dejes en paz.
Y nos fuimos a la hamburguesería a merendar. Y ahí empezó nuestra amistad. A partir de ahí nos hicimos inseparables. La gente nos llamaba las “ calatrava” porque éramos como hermanas y siempre estábamos juntas.
Acaba de entrar la enfermera y nos pide que salgamos porque tienen que entrar otros familiares. Cuando salgo, noto que Pablo sabe que no quiero hablar, porque no me hace preguntas. Volvemos a la sala de espera.
jueves, 16 de abril de 2009
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