viernes, 17 de abril de 2009

Capítulo 7

EMPEZANDO A CONOCERNOS (VII)

Cuando llegué a mi casa, ya estaba mi madre en el despacho de mi padre, organizando sus papeles.
¡Hola, Lucía! ¿Qué tal el día?
¡Muy bien! Y el examen de mate bastante bien, en vista de que no me salían algunos ejercicios, el examen ha sido muy fácil. ¡Me voy a mi cuarto a hacer los deberes!
Eran las cuatro y media de la tarde. En cuanto entré a mi cuarto, apareció mi hermanita, que entonces tenía diez años y estaba en casa porque estaba enferma.
- ¿Lucía, qué tal las clases?
- Uy... genial, no podrían ir mejor. –Yo seguía con mi sonrisa.
- ¿Puedes jugar conmigo? ¿Por qué no me preparas? Como si estuviera delante de las cámaras... anda, por favor, que llevo todo el día aburrida...
Como no me apetecía hacer los deberes, ni aguantar a mi hermana si se ponía pesada insistiendo, acepté.
- Está bien, Cris, ¿qué quieres que te haga?
- ¡Péiname y píntame!
- Ala, pues vamos.
Nos sentamos en dos sillas y empecé a peinar a mi hermana, haciéndole un bonito recogido. La verdad es que tiene un pelo muy bonito, castaño, liso y entonces lo tenía bastante largo.
- Oye, Lu, ¿por qué estás tan contenta?
- ¿Eh, por qué lo dices?
- Pues porque no has dejado de sonreír y has querido hacer lo que yo he dicho sin protestar.
- Bueno, hoy eres la enfermita, ¿no? Habrá que cuidarte y mimarte. A ver, ¿cómo tienes la garganta?
- Mucho mejor. Ya sólo me duele al tragar y no tengo fiebre. Lo malo es que tengo que tomar menos antibiótico... o algo así y me gustan, son sobres de naranja. –Reí lo que decía mi hermana.
- ¿Y qué has hecho hoy?
Me contó todo lo que había hecho, que en realidad no era casi nada y seguimos hablando hasta que le terminé el peinado, que me gustó mucho y por lo visto a mi hermana también.
¡Guau! ¡Qué bonito! Es el mejor que me has hecho nunca y más bonito que lo que te haces tú los sábados. Ahora, píntame, anda.
Así que empecé a pintarla. Muchas veces había querido ser peluquera o maquilladora, pero nunca he querido serlo en serio, ya que soy muy ahorradora y he estudiado mucho para sacar una carrera que me diese un buen trabajo. Y estudié enfermería, aunque ahora trabajo de dependienta en una tienda de moda. Menos mal que mis padres me pagan todos los gastos del piso, salvo la comida. También pinté a mi hermana lo mejor que pude. Tiene los ojos azules, aunque entonces no se le veían mucho con las gafas. Cuando estuvo lista, se puso un vestido de verano, de una boda y cogiendo una estatua del pasillo, empezó a hacer como si le hubieran dado el Oscar, agradeciéndoselo a la gente. La verdad es que era buena, ¡pero está loca!
Luego eché a mi hermana de mi cuarto y cuando me iba a cambiar de ropa, pensé que mi madre se iba a extrañar, por lo que decidí ir tal y como estaba, de todos modos, era como yo vestía todos los días y si le gustaba a Pablo, tendría que ser tal y como era. Así pues, me despedí de mi madre y le dije que volvería un poco más tarde, porque tenía que acompañar a Carol a hacer un recado. Suerte que mi madre confiaba en mí y en mi amiga del alma en la esquina de siempre me encontré con Carol y empezamos a andar hacia la academia. Podríamos ir autobús, pero preferíamos ir andando, para pasar más rato.
- ¡Pero si no te has cambiado ni arreglado!
- ¡Oye, niña! ¿Tan mal estoy?
- No, no, pero pensé que te ibas a arreglar.
- Pues te equivocabas, monina. –Le sonreí amistosamente.- si me cambiaba, igual me interrogaba mi madre y mira, si le gusto... no le importara... ¿no?
- Pues claro que no. Bueno, entonces yo le digo a Sarah (Nuestra profesora de inglés.) que estás enferma con fiebre, porque tú siempre vas, aunque tengas resfriado. Y luego... supongo que te quedarás con él, así que volveré sola... sin que me vea tu madre. Y si de casualidad la veo, porque baje a comprar, a tirar la basura... le digo que estás comprando... un cuaderno pa´clase y te hago un toque al móvil, ¿bien?
- ¡Ay! Qué haría yo sin ti... –Le di un abrazo y seguimos.
- Bueno, como sé que mañana me contarás todo lo de esta tarde, te cuento yo un poquito que he hablado con Sergio.
- ¿Sí? ¿Y qué te ha dicho?
- Pues que habías quedado con Pablo y que el sábado quiere que vayamos al cine, si yo quiero y que podrías venir con Pablo, vamos, dos a dos.
- A, ¿pero Pablo sabe algo?
- Sí, sí, también sabe que yo te lo diría. A mí me apetece mucho ir. Los cuatro estaría muy bien, ¿no?
- Claro que sí. Mira, ahí está Pablo.
- Bueno, pues yo te dejo, que yo sí tengo que soportar a la “cute girl”
- No, hombre, pero ven a saludarle, si te viene de camino.
- Pero, tranquila, puedo dar un rodeíto.
- Que no, venga, vamos.
Llegamos al árbol y no nos vio hasta que no estuvimos casi a su lado.
- Hola, chicas.
- Hola, Pablo, ¿qué tal está tu padre?
- Muy bien, gracias, Carol, ¿qué tal tú?
- Pues bien también, pero ya me tengo que ir. Venga, chicos, pasarlo bien.
- Adiós.
- Adiós. –Carol se marchó y nosotros empezamos a andar poco a poco.
- Lucía... siento no haberte llamado antes, no me he olvidado de ti, de verdad, pero tenía que estar con mi padre y también ayudar mi madre, que yo creo que está cayendo en una depresión.
Le cogí la mano y le sonreí.
- Tranquilo. No tienes que darme ninguna explicación, yo sé que lo estás pasando mal, por eso quiero que sepas que estoy contigo para todo lo que quieras.
- Muchas gracias.
Le acaricié la mejilla y le besé. Luego él me abrazó y yo le correspondí, intentando calmar todo el dolor que yo sabía él llevaba por dentro. Nos sentamos en un banco. Él estaba bastante triste.
- Me apetecía mucho hablar contigo, me apetece que me cuentes un poco de ti, quiero conocerte mejor. –Me dijo mientras sonreía.
- Bueno, pues vivo con mis padres y mi hermana. Mi padre es un abogado que no creo nunca pilles por casa, salvo fines de semana. Mi madre es una secretaria que quiere cambiar el mundo, aunque se contenta con ayudar con algunas ONGs. Y luego está mi hermana Cristina. Tiene diez años y generalmente discutimos bastante, porque a veces me cabrea verla tan feliz por todo, se pasa la vida soñando. Y bueno, no sé, supongo que somos una familia feliz. –Dije sonriendo tontamente.
- Vaya, pues sí parece.
- Bueno, ¿y qué me cuentas de ti?
- Pues yo vivo con mis padres y mi hermana de dieciocho años, Marta, aunque la verdad es que no pasa nunca por allí... Yo siempre he estado muy unido a mi padre, ya que él siempre ha jugado al fútbol y ahora es el fan número uno del Real Madrid y yo he seguido sus pasos, pues juego desde los siete años y mi ídolo es Raúl. Siempre hemos ido a los partidos juntos, o los vemos en casa. Hace año y medio a mi madre le descubrieron cáncer de mama y lo pasó bastante mal, pero gracias a dios, la enfermedad la no estaba muy avanzada y se recuperó muy pronto, aunque la enfermedad puede volver. Ahora lo de mi padre le ha afectado bastante y sinceramente, creo que está cayendo en una depresión, porque casi no come, no va a trabajar y anda diciendo que la vida la ha pagado con nosotros y no va a parar hasta destruirnos. Mi hermana y yo intentamos ayudarla todo lo que podemos, lo que nos ha unido mucho. –En ese momento yo le estaba apretando la mano, para que sintiera que estaba con él.
- Lo has pasado muy mal, ¿verdad? Bueno, pero mira, como dice siempre mi madre, la vida, cuando te cierra una puerta, siempre te abre una ventana.
- Esa ventana eres tú, Lucía, de verdad, contigo me siento muy bien, me das esa confianza para que me abra... y yo realmente necesitaba hablar con alguien. Por supuesto está Sergio, pero ya sabes que los chicos somos un poco idiotas y nunca hablamos de nuestros sentimientos entre nosotros.
- Me alegro de que te sientas bien conmigo, porque yo también estoy muy a gusto contigo. Y me encanta que seas cariñoso y no un creído de esos que no te hacen ni caso...
Me sonrió. Luego hablamos de lo del sábado. Yo le dije me gustaba mucho ir al cine y él me dijo que también le gustaba, así que sí iríamos con nuestros amigos. Después de un rato, me volvió a acompañar a casa y quedamos en llamarnos para el sábado.
El silencio sigue reinando en la sala, roto algunas veces por los pasos de algunas enfermeras. He estado casi una hora despierta y el sueño me vuelve a vencer.
- ¡Lucía, Lucía! –Pablo me agita fuertemente.- ¡Despierta, despierta, algo ha pasado!
- ¡¿Qué, qué?
- ¡Sí, sí, Sergio acaba de ir con Julia, que está hablando con el médico!
- ¡Dios mío, nooo!
- Corre, vamos con ellos.

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