domingo, 19 de abril de 2009

Capítulo 11

PESADILLAS (XI)

Estoy andando por un pasillo. No hay nada... absolutamente nada. Miro a los lados y veo unas paredes blancas. Miro al frente y sólo veo más pasillo, pero no alcanzo a ver el final de éste. Vuelvo la cabeza otra vez hacia los lados y veo que las paredes poco a poco se acercan a mí, intentan aplastarme. Echo a correr hacia delante, tan deprisa como puedo, sin embargo las paredes se siguen acercando... me van a aplastar, casi tocan mi piel, las puedo sentir...
- ¡Nooooo!
- ¡Lucía, Lucía! ¿Estás bien? –Mi hermana me zarandea en la cama. poco a poco y muy aturdida me doy cuenta de que sólo fue un sueño, pero parecía tan real....
- sí, sí, sólo ha sido una pesadilla.
- Sí... tranquila, coge aire. –Me siento en la cama y me recobro del mal rato. Miro el despertador y son las nueve de la mañana.
- Bueno, yo voy a ducharme.
- Sí, yo me ducho después de ti. Me quedo en la cama mientras tanto, si me duermo, despiértame.
- Está bien. –Cojo la ropa limpia y me voy al baño, allí me meto debajo de la ducha y dejo caer el chorro de agua caliente sobre mi cabeza. Dios mío, el sueño era tan real... como aquella vez. Hace años, cuando yo había empezado a salir con Pablo, tuve una época llena de pesadillas.Me acuerdo que todo empezó una noche que soñé que estaba en la plaza de un mercado. El mercado estaba vacío, nadie andaba por las calles y los puestos se hallaban solos. En un puesto de la esquina veía a una anciana moribunda. Sus ropas se deshacían en jirones y tenía la cabeza caída. De lejos podía oír su voz llamándome por mi nombre. Sin embargo, no me movía. Yo intentaba correr a donde ella, pero mis piernas no respondía, no hacías caso. Allí me desperté con el agobio. La siguiente pesadilla comenzó exactamente igual, pero en el momento de ir a donde la anciana, mis piernas sí se movían. Sin embargo, por más que andaba, no llegaba a alcanzarla, siempre estaba a unos metros de mí. En la siguiente pesadilla, igual hasta ese punto, la anciana se ponía de pié sin levantar la cabeza y echaba a andar delante de mí. Yo la seguía tras sus pasos. En un momento dado, lentamente giraba la cabeza... ¡y era mi madre! Mucho más vieja y deteriorada... me miraba triste y me indicaba con la mano que la siguiese... mis padres me llevaron a un psiquiatra, para ver a qué se debían mis pesadillas. Me dieron unas pastillas con las que dormía profundamente y ya nunca volví a tener las pesadillas. Sin embargo, la verdad es que me quedé con las ganas de saber a dónde me conducía mi madre... qué quería mostrarme. Vuelvo a mi cuarto y despierto otra vez a mi hermana, que efectivamente se había vuelto a dormir.
- Cris, Cristina, me has dicho que te despierte...
- Sí... ya voy... un segundito...
- Voy a prepara el desayuno. –Me voy a la cocina y preparo el desayuno. Cuando ya me estoy tomando mi café, llega mi hermana, que ya se ha preparado.-
- Uyy, qué bien huelen esas tostadas.
- Toma, las acabo de preparar. Oye... y ¿qué te apetece hacer hoy?
- Pues lo que hagas tú... ¿vas a ir al hospital?
- Sí, pasaré por la mañana. Pero tú puedes hacer lo que quieras, no sé, si quieres ir a ver a alguna amiga... por mí no hay problema.
- No, no, voy contigo. Quiero ver a Carol. Si no te importa, claro.
- Claro que no. –Le sonrío y seguimos desayunando. Después hacemos las camas y suena el teléfono, que yo contesto.- ¿Sí?... Hola, mi amor... sí, todo bien... ah, no importa, tranquilo, yo voy con mi hermana... claro, ¿a que hora?... claro, pues allí nos vemos... y yo, un beso, cariño.
- ¿Era Pablo?
- Sí, tiene que trabajar por la mañana, pero luego nos va a llevar a comerla chino, ¿qué te parece?
- Pues muy bien, hace mucho que no como en un chinito.
- Bueno, pues todavía son las diez, igual es pronto para ir... después hemos quedado a las dos. ¿Qué te parece si vamos a casa de Sergio a ver a Marcos? Seguro que Sergio necesita ayuda... –Al momento me acuerdo del bebé, de mi bebé... Vuelvo a tocarme la tripa instintivamente y me miro al espejo de lado. Por el momento parece que no me crece la barriga.. sonrío. También recuerdo que no le he dicho nada a Cris, pero mejor se lo digo por la noche, no he hablado con Sergio después del otro día sobre ello.
- Claro, qué buena idea, quiero ver al niño, sólo lo he visto una vez, estará enorme.
- Sí y guapísimo.
- Seguro.
Nos vamos en mi coche a casa de Sergio y cuando llamo a la puerta me abre él.
- ¡Lucía, Cristina! ¡Cuánto tiempo, chica!
- Hola, Sergio, ¿qué tal andas?
- Bueno, tirando.
–Por un momento se le entristece la cara, pero vuelve a sonreír.
- Pero pasad, chicas, Marcos está en la cocina. ¿Qué tal por el norte, cómo así has vuelto?
- Pues por el norte muy bien y he vuelto porque ya no tenía nada que hacer allí, pues este año no he podido entrar en una academia de actuación y he vuelto para estar con Lucía.
- Aaa, qué bien. Así que sigues con lo de ser actriz, me acuerdo que siempre lo has dicho.
- Claro y siempre seguiré. –sonríe y llegamos a la cocina, donde Marcos está en la trona.
- ¿Quién se va a quedar hoy con él, Sergio? –Pregunto mientras me acerco al niño y le doy un beso.
- Pues mi madre, ayer lo llevamos un rato al hospital, pero no puede estar, porque llora y no es un sitio para tanto ruido...
- Claro. Mira, Cristina, mira qué guapo está mi ahijado.
- Si... está precioso. Hola, bonito. –Le acaricia la cara y se vuelve a Sergio.- Tienes un hijo precioso.
- Gracias. Y ¿qué vais a hacer hoy?
- Vamos a ir por la mañana al hospital. Por la tarde no sé.
- Bien, pues mi madre debe estar al llegar. ¿Venís en autobús conmigo?
- No, he traído el coche, así que vienes con nosotras.
- Claro, gracias.
Al rato llega su madre y nosotros nos vamos al hospital.

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