viernes, 17 de abril de 2009

Capítulo 6

LA FAMILIA (VI)

Por suerte coge mi madre (no es que no quiera hablar con mi padre, pero no tengo la suficiente confianza como para contarle mis problemas, y sé que es muy triste).
- - ¿Sí?
- ¿Mamá? Hola... soy Lucía... ¿qué tal por los pueblos del norte?
- ¡Hola, hija! Pues muy bien, mira estamos comiendo muy bien... oye, ¿tú qué tal?
- Ehh... pues mal, la verdad es que... muy mal... Carol... ha tenido un accidente... y está muy grave, está en coma y... – empiezo a llorar al teléfono.
- ¡Lucía, Lucía! Espera, voy a ir, voy a ir, quiero estar contigo... ¿y Julia? Debe de estar fatal, ¡y Sergio!, todos...
- ¡No, mamá!, no hace falta que vengas, aquí nos consolamos todos y Pablo está conmigo.
- No, no, pero yo quiero ir contigo, ¡y no hay más que hablar!... Por cierto, ¿cómo está Marcos?
- Está bien, lo está cuidando la madre de Sergio y esta tarde lo hemos cuidado Pablo y yo.
- Muy bien, Luci, pero ya hablaremos de cuando voy, porque tengo que volver a Oviedo a hacer las maletas
- Mamá...
- Cuídate y no estés muy triste, que la vida, al cerrarte una puerta...
- Te abre una ventana, sí ya lo sé.
- Recuérdalo, ¡adiós!
- Adiós, un beso a todos.
Esa ventana será mi niño, pienso para mis adentros mientras me toco la tripa, gesto que repetiré mucho en las próximas semanas. Voy a la sala y me siento con los demás mientras pienso en mi familia. Mi padre, uno de los más prestigiosos abogados del país, siempre ha estado ocupado desde las ocho de la mañana hasta altas horas de la noche, lo que siempre ha generado múltiples disputas con mi madre, que siempre se han solucionado por el eterno amor que les une (siempre han sido unos empalagosos, como adolescentes de quince años). Mi madre, una de las mejores personas que conozco. Siempre se ha preocupado por todo el mundo. Trabaja como secretaria en el bufete de mi padre y en sus horas libres ( que aunque no sean muchas las aprovecha al máximo) se dedica a colaborar con ONGs y orfanatos de niños. También siempre ha sacado, saca y sacará tiempo para escuchar mis problemas y los de mi hermana. Mi hermana. Siempre ha sacado de las mejores notas de su clase, pero, como una eterna soñadora que es, siempre ha estado en las nubes, imaginando que estaba en un escenario, delante de millones de personas. Sí, ella es así, varias veces la he encontrado en su cuarto llorando o muy triste y en cuanto he ido preocupada a preguntarle, siempre se ríe y me dice que sólo está ensayando una obra. Y luego, saltando de alegría, me pregunta si me lo he creído, si parecía de verdad. Y yo furiosa, salía de la habitación. Esta escena se ha repetido varias veces y siempre me ha repateado que ella sea tan feliz y que viva sólo para conseguir sus sueños, que no son pocos. Yo siempre pensé que sólo habían sido caprichos de una niña. Pero cuando me llamó mi madre en mayo de este año llorando, me di cuenta de que me equivocaba. Mis padres estaban encantados con las buenas notas y comportamiento de mi hermana, pero ese día, mi hermana les había comunicado que no iba a ir a la universidad tras acabar ese curso, segundo e bachiller, iba a perseguir sus sueños, iba a estudiar en una escuela de teatro e iba a ganarse la vida como a ella le gustaba. Mis padres habían intentado hacerle entrar en razón e incluso la habían obligado a estudiar una carrera. Mi padre hubiera querido derecho, pero ella les dijo que iba a estudiar teatro y podían enfadarse con ella o apoyarla en lo que ella quería hacer. Al final, mis padres aceptaron con tal de que hiciera selectividad, por si luego se arrepentía. Mi hermana hizo la selectividad y pasó con “tremenda nota” y se apuntó a una escuela de teatro, para empezar el curso en octubre, pero en agosto se descubrió que la escuela tenía grandes deudas y tuvo que cerrar, por lo que mi hermana se quedó sin su sueño (por el momento, porque no había plazas ya en otras escuelas) y ahora trabaja cuidando unos niños.
Cuando llevo sentada como una media hora y ya le he contado a los chicos la conversación con mi madre, noto que vibra mi móvil y rápidamente salgo a otra sala, donde están las cabinas, que es la única habitación donde se puede hablar por teléfono. Es mi madre.
- ¿Lucía? Hija, he estado hablando con tu padre y tu hermana. Ella ha insistido en que quería ir a Alicante contigo. ¿Qué te parece?
- Ehh... ¿Cris?... Ehh... ¿quiere venir?
- Espera, te paso con ella... ¿Lucía? ¿Qué tal estás?
- Bueno, tirando.
- ¿Y Carol?
- Igual.
- Oye... voy a ir contigo, me voy a Alicante, supongo que no estará de más una hermana que esté a tu lado, ¿verdad?
- No... claro que no, pero... ¿y tu trabajo?
- No importa, no me ocupa ni la mitad del día y no me pagan mucho. Tengo bastante dinero ahorrado que utilizaré hasta que encuentre un trabajo allí.
- Si es así de fácil, sabes que aquí tienes tu casa, aunque entiende que no es mi mejor momento emocional y puede que la convivencia conmigo no sea muy agradable.
- Bueno, pues para eso voy contigo, para ayudarte a seguir pa´lante.
- Está bien, ¿cuándo vienes?
- Mañana por la tarde, el tren llega a las ocho de la tarde, sé que es muy pronto, pero sé que todos los días es a la misma hora el autobús, porque varias veces había pensado en ir para allí. ¿Estás ocupada? Sino, puedo coger un taxi a casa.
- Claro que no, te voy a buscar con Pablo. A las ocho estoy allí.
- Bueno, pues hasta mañana, hermanita.
- Hasta mañana, Cris.
Me dirijo a la sala de espera.
- Lucía, son las once de la noche, ¿qué vas a hacer?
- Eh... me voy a quedar a pasar la noche aquí, tú si quieres puedes irte a casa.
- No, no, cariño, yo me quedo contigo, aunque tenga que ser un mes.
Me siento a su lado y me acurruco en sus brazos, que me rodean con cariño. Por un momento creo que hacemos mal, por Sergio, pero al ver mi expresión me sonríe y dice que va a dormir un rato.
- ¿Quién era?
- ¿Eh?
- El teléfono, ¿alguien importante?
- Mi madre. Al final no va a venir, pero va a venir Cristina. Ya sabes que no está en la escuela de teatro y va a venir para estar conmigo y probar suerte aquí.
- ¿Sí? ¿Y cuándo viene? No la vemos desde Julio, ¿verdad?
- Sí... sigue tan loca como siempre, pero bueno, nunca la he entendido bien y creo que este es el mejor momento para intentarlo.
- Estoy seguro. Mira, yo no tengo hermanos y siempre he anhelado uno, con el que poder disfrutar, confiar y compartir mis cosas y secretos. No sabes la suerte que tienes al tener una hermana y que te aprecia. –Le sonrío.
- Tienes razón. Viene en tren y llega mañana a las ocho de la tarde, vamos a recogerla, porque no quiero que coja un taxi.
- Por supuesto. Bueno y ahora es mejor que te duermas un rato, porque estás muy cansada.
- Está bien, buenas noches.
- Buenas noches, mi amor. –Le doy un beso y él me besa la punta de la nariz (=’). Recuesto la cabeza en su hombro y me duermo entre sus brazos
- ¡Dios mío! ¡Me acabo de despertar y estaba soñando que Carol y yo teníamos quince años! Ella reía feliz... y yo también. Si es que en realidad, esa época fue de las más felices para nosotras. Miro el reloj y son las dos y veinte, todos están dormidos. Me acuerdo que cuando llevaba como tres días saliendo con Pablo, él no me había llamado, pero me había mandado un mensaje, porque estaba todo el día en la clínica, no podía dejar a sus padres. Pues este día estaba yendo a casa al acabar las clases, con varias amigas y me llamó.
- ¿Sí?
- Lucía, soy Pablo.
- Hola...
- ... ¿Qué tal?
- Ehh... bien, acabo de salir del colegio. ¿Y tu padre?
- Mucho mejor, ya le han dado el alta, aunque tiene que hacer reposo en casa.
- Aaa, me alegro.
- Oye... ¿tienes algo que hacer hoy?
- ¿Hoy? Es miércoles... tengo inglés.
- Vaya... quería quedar contigo... ¿no podrías... saltarte el inglés... por hoy?
- Ehh... no sé... –Vi a Carol asintiéndome delante de mí con una sonrisa.- esta bien... Podemos quedar de siete a ocho y media.
- Claro, ¿quedamos en el parque de Beatriz?
- Bien, en el árbol a las siete.
- Bien, hasta luego.
- Adiós.
Colgué y ya tenía a Carol hablando sin parar... me río en voz alta y miro alrededor por si me ha oído alguien, pero parece que no.
- ¿Ves, ves, ves como no ha dejado de pensar en ti? si es que era por lo de su padre, pobrecito, lo ha tenido que pasar muy mal, me lo ha dicho Sergio, no ha ido ni a dormir a casa, porque está muy unido a su padre, ¿sabes?
- Pues... no, la verdad es que aún no nos conocemos mucho, la verdad.
- Bueno, pero ya habéis quedado esta tarde, ¿no? Venga, anima esa cara, que parece que te están obligando a lago, ¿no te apetece quedar con él? –Puso cara de extrañada y yo sonreí.
- Pues claro, que sí, tonta, vamos a casa, que mi madre ya va a preguntarme por qué tardo tanto.
- Vamos. A menos cuarto, como siempre.
- Venga. –Ya había llegado a mi casa y me despedí de las demás.- Hasta mañana, chicas.
- Hasta mañana.

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