martes, 21 de abril de 2009

Capítulo 12

NUNCA ESTAMOS SOLOS (XII)

Llegamos al hospital y se repite el ritual de siempre. Saludamos a Julia, que nos dice que no hay ninguna nueva. Sin embargo, podremos pasar a verla otra vez por turnos. Como el padre de Carolina está trabajando, Sergio pasa con su madre. Mientras hacen la visita nosotras nos quedamos en la conocida sala de espera. Llegan una mujer con su hija más o menos de mi edad y nos saludan con un frío y vacío “hola”. Respondemos al saludo y veo que están muy nerviosas. Poco después llega el médico y no puedo evitar oír la conversación.
- Doctor, doctor, por favor, dígame cómo está mi marido, dígame.
- Sí, sí, por favor, ¿cómo está mi padre?
- Tranquila, señora, a su marido lo están atendiendo. Ahora mismo lo están estabilizando. Ha sufrido un grave golpe en la cabeza a causa del accidente, lo que le ha producido un traumatismo craneoncefálico, estamos comprobando que no tenga ninguna fractura o hemorragia interna. Por favor, esperen aquí a nuevos resultados.
- ¿Pero se va a salvar, se va a salvar, verdad, doctor?
- Créeme que estamos haciendo todo lo que podemos y está en buenas manos, sólo confíen en que todo saldrá bien. Ahora, si me disculpan, voy a volver con los pacientes.
- Claro. -Las dos mujeres se sientan y se apoyan la una en la otra llorando. En cierto momento dado, mi mirada se cruza con la de la chica y le muestro con mi expresión que la entiendo perfectamente... ella simplemente asiente con dolor. Al rato aparecen de nuevo Julia y Sergio.
- Lucía, ya podéis pasar. Mi hermana y yo nos levantamos y ella me sigue hacia la habitación de mi amiga. Al entrar, Cristina ahoga un gritito con las mano al ver el estado de Carol y me mira como diciendo “lo siento”. Yo también miro mi amiga y pienso que casi está peor que el otro día. Ahora los golpes están entre morado y verde y tiene un aspecto rompedor, realmente me rompe el alma verla así. Me acerco y le cojo la mano, indicando a mi hermana con la mano que se siente. - La quieres mucho, ¿no?
- Claro... con ella he vivido toda mi adolescencia... todos estos años... todo lo he descubierto con ella. Juntas hemos recorrido ese camino, a veces empedrado y a veces liso... y ahora... ¿qué va a pasar?... por Dios... tiene un hijo, acaba de tener un hijo... realmente no me hago a la idea... es todo tan irreal... la última vez que estuvimos juntas en el hospital, era yo la que estaba en esa cama blanca... pero yo estaba despierta y ambas reíamos, pensando lo bien que lo pasaríamos cuando ella diera a luz y a mí me operaran de esa apendicitis... –Con la mano me contengo las lágrimas y veo que mi hermana está también emocionada y también une su mano a la de Carol y la mía, gesto que le agradezco con una sonrisa.Volvemos a la sala de espera y nos sentamos de nuevo en las incómodas sillas de plástico. Sobre las doce del mediodía decido ir a por unos cafés a la máquina. Al llegar veo a la chica de antes de cuclillas llorando. Rápidamente me agacho y la levanto abrazándola.
- Tranquila, tranquila. –Le acaricio la espalda y ella me sonríe. Poco a poco se va tranquilizando y se separa.
- Perdona, ya, ya estoy mejor.
- ¿Ya estás bien?
- Sí. Soy Ángela.
- Yo soy Lucía, encantada. ¿Quieres ir al baño a lavarte la cara?
- Claro. –Nos dirigimos al baño y por el camino me cuenta.
- Dio mío, me siento tan mal... estoy pasando por un momento emocional horrible y para colmo, esta mañana discutí con mi padre. Salió de casa enfadado... y mira, se ha empotrado contra un muro... ¿qué voy a hacer, qué voy a hacer? –Vuelve a llorar y yo la vuelvo a abrazar.
- Tranquila, tranquila, no pienses en eso, seguro que pronto puedes ver a tu padre y decirle que lo sientes, que no estabas enfadada con él...
- Sí, pero... ¿y si no despierta?
- Seguro que sí... seguro, ya lo verás. –Se reconforta y se lava la cara. Volvemos a la máquina de los cafés. Cada una cogemos cada una lo nuestro y regresamos a la sala de espera. Ella se sienta con su madre y me sonríe. Yo me quedo mirándola y pensando. Realmente no sólo yo estoy sufriendo. Hay miles de personas más que lo están pasando mal... y yo me pregunto... ¿por qué el sufrimiento? ¿para qué se inventó ese sentimiento?... al fin y al cabo sólo duele...
Poco antes de las dos, salimos y llegamos casi a la vez que Pablo al restaurante chino. Juntos, nos dirigimos a la puerta.
- Señoritas. -Dice Pablo abriéndonos la puerta e indicándonos con la puerta que pasemos. Enseguida nos sientan en una mesa y nos dan la carta.
- Ay... no sé qué pedir, me gustan tantas cosas... mejor pido una ensalada china... tampoco tengo mucho hambre en verdad.
- Lucía, tienes que comer, mira que no te he traído aquí para que no comas nada o muy poco. Ahora te lo digo de verdad. Estoy muy preocupado. Estos días no has comido nada y como sigas así te vas a enfermar. Anda, come algo más, por favor, hazlo por mí, ¿sí?
- Pablo tiene razón, hermanita, es mejor que comas más.
- Ay... está bien chicos comeré algo más. -Pedimos varios platos para los tres y charlamos hasta que nos traen los platos.
- Bueno, yo voy un momento al baño.
–Mi hermana se levanta, lo que ya llevaba rato yo esperando.
- Ay, por fin, Pablo, quería comentarte una cosa... he estado pensando... ¿qué te parece si le digo a mi hermana lo de mi embarazo? La verdad es que todavía no les quiero decir nada a mis padres ni a nadie, porque es muy pronto... pero igual pronto me dan mareos o vomito... y es mejor ella sepa porqué y estoy segura que si le cuento, no dirá nada a nadie.
- Claro, mi amor... como tú quieras... Entonces, ¿prefieres que aún no le diga nada a mis padres?
- Sí, prefiero... es que prefiero que pase un poco lo de Carol, que mejore un poco... al menos que despierte, así no estaré tan preocupada y tendré más tiempo para la gente.
- ¿Sabes? Me encanta verte tan optimista y pensando en que Carol despertará pronto. Es muy importante que lo creas, porque yo estoy seguro que eso pasará pronto. –Me coge las manos, sonreímos y nos besamos justo cuando llega mi hermana.
- Uy... pero qué acarameladitos estáis... ¿me he perdido algo?
- Mejor te cuento a la noche...
- Cuánto misterio... pero vamos a comer, que ya nos traen la comida. –Mientras comemos pienso lo que agradezco estar con mi hermana y mi novio... menos mal que nunca estamos solos y yo, afortunadamente, les tengo a ellos, y a muchos más. Sonrío feliz ante la extrañeza de mis acompañantes.

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