jueves, 16 de abril de 2009

Capítulo 4

ALLÍ EN LA PLAYA...(IV)

Salgo del hospital y me voy hacia la playa. Aquella en la que Carol y yo pasamos los primeros meses de nuestra amistad. Voy andando. La verdad es que hay un cacho, pero voy deprisa y llego en veinte minutos. En cuanto llego me siento en una roca de la arena. Lo primero q hago es poner el móvil en silencio. No quiero que nadie me moleste. Y recuerdo. Vuelvo a recordar. Estaba en la cama, con la luz apagada pero con los ojos bien abiertos, brillando de felicidad- toda la que me falta ahora- y una gran sonrisa dibujada en la cara. Hacía dos hora Pablo me estaba acompañando a casa, y eso que hoy acabábamos de empezar a salir. De repente recibí un mensaje en el móvil. Era Pablo: “Buenas noches, princesa, que tengas dulces sueños”. ¿Y Cómo no iba a tenerlos con la maravillosa tarde que había pasado? Al día siguiente lo primero que hice fue llamar a Carol. Estuvimos hablando media hora de la tarde anterior y luego salimos a dar una vuelta por el parque.
No. Basta. Tengo que dejar de pensar en Carol, me hace más daño. Aunque también me hace una poco feliz recordar momentos felices con ella. Me tumbo en la arena a mirar el cielo, pero no pienso en nada, sólo miro. ¡Qué bonito está el cielo! Es octubre, 25, y el cielo está precioso, más bonito que en verano. Al de un rato miro el reloj. La una y media. Por fin miro el teléfono. Tengo diez llamadas de Pablo y tres de Sergio. Marco el teléfono de Pablo y espero a oir su voz, que me grita al oido:
- ¡¡Por Dios, Lucía, ¿dónde has estado, dónde estás? Sergio me ha dicho que te fuiste corriendo, sin decir nada, y no me has cogido el teléfono, te he llamado veinte veces por lo menos!!
- Ya, esto.... perdona, sólo quería estar sola, perdóname, por favor.
- Tranquila, siento haberte gritado. ¿Dónde estás?
- Da igual, sigo queriendo estar sola, sólo e llamado para que no te preocupes por mí, estoy bien.
Cuelgo el teléfono. He hecho mal, lo sé, me arrepiento, pero aún así dejo el teléfono en la arena y me siento doblando las rodillas juntas y apoyando mi cuerpo en ellas. ¿Qué grandes y bonitos son los barcos que pasan a lo lejos! ¿Por qué no somos todos iguales? ¿Por qué unos tienen más que otros? ¿Por qué unos sufren más que otros? ¿Acaso hacemos algo que decida nuestra vida? Al de cinco minutos noto que alguien viene corriendo por detrás. Me doy la vuelta y veo a Pablo que se acerca mientras yo me pongo de pié.
- ¿Cómo me has encontrado?
- Por el teléfono se oía el ruido de las olas. No ha sido difícil encontrarte.
- Por favor Pablo, no te enfades conmigo, por favor- digo esto mientras me abrazo a él y apoyo mi cabeza en su pecho.
- Tranquila, cariño, tranquila, ya estoy contigo.- mientras me besa y me acaricia la cabeza.- no estoy enfadado.
Poco a poco nos vamos separando, pero yo le agarro con fuerza.
- No te vayas, por favor, no te vayas ni me dejes sola.
- No me voy a ningún sitio, nunca te voy a dejar sola. Sólo quiero llevarte al coche, para que descanses y mientras vamos a casa de Pablo voy a comprar algo para comer.
- A mí no me apetece nada, no tengo hambre.
- No, Lucía, tienes que comer. Por lo menos para tener alguna fuerza. Por favor, aunque sea por mí.
- Está bien, comeré algo.
Compra algo de comida china y nos dirigimos a casa de Sergio. Su madre se despide y nos quedamos solos con el niño, que ya está durmiendo la siesta. Mientras comemos, o hago que como esparciendo la comida por el plato como una niña, Pablo intenta sacar conversación.
- No estás comiendo mucho, ¿no?
- Bueno, no me gusta mucho la comida china.
- Lo siento, no se me ha ocurrido otra cosa.
- No, está bien, ya sabes que no tengo mucho hambre.
- Bien, pero algo tienes que comer.
- Si...
Pasa otro rato y después de recoger y poner todo en el lavavajillas, Pablo y yo nos sentamos juntos en el sofá. Mientras me apoyo en él, sigo con mi historia. Cuando fui con Carol a dar una vuelta al día siguiente de empezar a salir con Pablo, entramos en una café.
- ¿No sientes como si estuvieses flotando en las nubes?
- Lucía, tú siempre tan soñadora.
- Bueno, ¿qué tiene de malo ser feliz?
- Nada, nada, pero como siempre dices lo mismo cada vez que te gusta una chico...
- Eso no es verdad. Además, esta vez es diferente; Pablo es... no sé, cuando me mira o me sonríe, sí que veo nubes de verdad... te lo juro.
- Sí, sí...- fruncí el ceño, ella no sabía de lo que estaba hablando, algún día me comprendería. Mientras veía a una pareja en otra mesa, sonreí con la mas grande de las sonrisas.
- ¿En qué piensas Lucía?
- ¿Ehhh?
- No, que en qué piensas; te has quedado pensativa.
- ¿Te acuerdas del día en que empezamos a salir?
- ¿A qué viene eso?
- Nada, déjalo, es en lo que pensaba.
- Un sábado. Yo llegué más tarde que mis amigos a la discoteca porque mi padre estaba ingresado. Me acuerdo que cuando llegué estabas enfadada conmigo porque no te había llamado.¿Todavía sigues enfadada?
- - Le di una palmada en el pecho- No seas tonto.
Me sonríe y nos quedamos callados un rato, mientras yo me apoyo en él.
- Y luego, con un beso empezamos a salir. No sé si hice bien en pedírtelo, mira que han sido muchos años.
Yo seguía triste, la verdad era que ya estaba acostumbrada a sus bromas.
- Oye, perdona, no quería decir eso, era una broma, pero ya sé que no es el mejor momento...
- No, si...
Más silencio.
- Al final te acompañé a casa, ¿no?
- Sí... y por la noche me mandaste el mejor mensaje que he recibido nunca. Sólo era para darme las buenas noches, pero es el que más ilusión me ha hecho nunca.
- Estás muy triste, ¿no?
- ...Siento como si ya estuviese perdiendo a Carol. Y entonces una angustia me ahoga y no me deja respirar. Luego empiezo a pensar que entonces sólo te tengo a ti, bueno, a Sergio también, pero tú eres mi otra mitad y pienso que si también te pierdo a ti, no podré seguir, no tendré fuerzas, tengo mucho miedo...
- Ey, ey, ey- dice mientras me abraza muy fuerte, casi hasta hacerme daño- no pienses en eso, no se te ocurra pensar en eso, vale. Carol se va a poner bien, saldrá de ésta, ya lo verás. Y yo estoy bien, perfectamente, no pienses en si me va a pasar algo, porque no tiene por qué.

- Ya. Estás bien, y ¿qué?, mira Carol, estaba perfectamente, física y también moralmente, estaba feliz con Sergio, con nosotros, y sobretodo, con Marcos. ¿Dios, cómo ha podido pasar? Esto me ha hecho pensar en tantas cosas...
- Shhhh, bueno, pues ya deja de pensar. No pienses en nada, de verdad.
- Voy a ver cómo está Marcos.
Entro en la habitación. Está felizmente dormido en su cuna. Compruebo si el aparato de sonido de bebés está conectado con el del salón. Todo bien. Le miró si está tapado. Perfectamente. También compruebo si tiene el pijama bien cerrado, así como la ventana. De repente veo a Pablo en la puerta observándome y creo que me ha leído el pensamiento, porque dice:
- Déjalo, cariño, está todo bien.
- Ya, bueno, sólo le estaba mirando.
- No, Lucía, te conozco demasiado bien, y sé que estás tratando de encontrar algo que está mal, incorrecto, algo que tú puedas corregir, para demostrar que estás cuidando perfectamente de lo que ella más quiere. Pero no tienes por qué demostrarlo, ya lo haces. Marcos está perfectamente en tus manos, no le va a pasar nada.
- ¿Sí? Y tú ¿cómo lo sabes, eh? ¿Y si se da un golpe en la cabeza con los barrotes de la cuna, y si coge un resfriado? ¿Tú sabes que en los bebés un resfriado puede rápidamente convertirse en una pulmonía que podría matarlo? Eh, ¿y la muerte súbita?
Me doy cuenta que me he puesto a gritar y a agitar los brazos y Pablo ha venido corriendo y me ha abrazado.
- Tranquila, Lucía, tranquila. A Marcos no le va a pasar nada, te lo juro.
- Perdona, ¿se ha despertado?
- No, no, sigue dormido.
De pronto me doy cuenta de lo que tenía que decirle a Pablo, antes de que me dijeran lo de Carol.
- Esto, Pablo, ¿por qué no vamos al salón? Hay algo que tengo que decirte.
- Claro, mi vida, vamos.
Vamos al salón y cuando estamos sentados empiezo:
- Bueno, el día del accidente de Carol... yo tenía algo importante que decirte.
- Lucía, estás demasiado seria, ¿te ha pasado algo, algo malo?
- Ehh... la verdad es que tengo un retraso de casi tres semanas.
(Silencio...)
- ¡Pero Lucía, eso es fantástico!- Me abraza tan fuerte que casi me corta la respiración- ¿Por qué no me lo dijiste antes
- Bueno, la verdad es que no sabía como te lo tomarías. No sabía ni cómo tomármelo yo misma. Además es sólo un retraso.
- Ya, pero tres semanas es mucho, ¿no? Tú... ¿no quieres tener un hijo conmigo?
Ehh... sí... hasta el día del accidente de Carol... ahora no puedo pensar en tener un hijo... no puedo.

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