LA DISCUSIÓN (XX)
Pero bueno, al fin y al cabo todo pasó y fue una discusión más como las que tiene cualquier pareja. Me acuerdo que Pablo llevaba toda la semana sin quedar conmigo. Yo sabía que su amiga María, que se conocen desde siempre, estaba pasando por un mal momento, pues su novio de siempre había roto con ella. El caso es que yo tampoco le dije nada por eso. Pero al de unos días, yo tenía que ir al hospital, por unos análisis y el me dijo que me podía acompañar, pues tenía que trabajar. El caso es que cuando yo volvía del hospital, andando en vez de coger el autobús, me encontré a Pablo en un parque, sentado en un banco junto a María y a punto de besarse. Lo primero que se me ocurrió fue ir a donde ellos y gritarle a Pablo que me alegraba de que no tuviera tanto trabajo. Los dos botaron del susto… el caso es que me fui directamente a mi casa, tan furiosa como nunca lo había estado. Antes de llegar, Pablo me alcanzó, claro y entonces la discusión fue tremenda….
- Espérate, Lucía, espérate.
- Pablo, haz el favor de dejarme en paz ahora mismo sino quieres que te vuelva la cabeza de una bofetada!
- Lucía, escúchame, por favor, te juro que lo que has visto no es lo que parece…
- ¡¿Pero cómo tienes la cara de decirme eso?! Parece que no me conoces… Vete, Pablo, te lo estoy diciendo de verdad, no quiero verte, así que suéltame y vete. –Pablo, que me estaba agarrando del brazo me soltó.-
- Está bien, te suelto, te suelto, pero por favor, escúchame. María me engatusó, no me he dado cuenta, de verdad, sólo quería ayudarla.
- Bueno, pues parece que tenemos maneras distintas de entender la ayuda. Y no quiero estar con una persona que me miente y encima se queda con su “pobre amiga” besándola en un parque!
- ¿¿Quieres escucharme?? ¡¡Te digo que yo no me di cuenta!!
- ¡¡Pues haber prestado atención!! ¡¡Y no, no quiero escucharte!! ¡¡No quiero verte, ni oírte ni sentirte, así que no vuelvas a acercarte!! –Para ese momento los dos estábamos tan alterados que nuestras caras temblaban de la furia. Mientras me giraba hacia mi casa aún alcancé a oírle:-
- ¡Pues no me importa lo más mínimo lo que quieras o no! ¡Pensé que confiabas en mí! –Ya no le escuché más… no me interesaba.-
Llegué a casa hecha una furia y lo primero que se ocurrió fue llamar a Carol, que vino enseguida a mi casa.
- ¡Lucía! ¿Es que algo fue mal con los análisis?
- No, Carol, no, los análisis no me importan los más mínimo… es por Pablo. Carol, acabamos de discutir… lo odio, te lo juro, ¡lo odio!
- Pero qué dices, Lucía, tú lo quieres más que a nada…
- ¡No, Carol, no! Me ha engañado, ¡me ha engañado!
- ¿¿Cómo?? ¿Cómo que te ha…?
- Con María, con María… -En ese momento no podía más así que no hice más que echarme en los brazos de mi amiga y llorar como una desconsolada… Ella trató de consolarme, hasta que pude contarle.- Hoy el no me acompañó al hospital, porque según me dijo, tenía que trabajar. Pero cuando venía del hospital, al cruzar por el parque verde, lo vi, con María en un banco a punto de besarse…
- Bueno, Lucía, cálmate, igual no te ha engañado…
- ¿¿Bueno y qué?? ¡Si no lo hizo estaba a punto de y lleva toda la semana dándome excusas para no quedar conmigo!
- Trataba de ayudar a María…
- ¡No me la nombres! Carol, no me la nombres… -Ya no podía ni tragar mis lágrimas. Y ella trataba de ayudarme.-
- Está bien, está bien, mira, Lucía, yo voy a hablar con Sergio… él sabrá lo que ha pasado.
- No, no quiero saberlo. No quiero que le digas nada ni volver a oír su nombre.
- Bueno, yo hago lo que tú quieras… pero espero que hagas lo mejor, Lucía sabes que yo quiero que estés bien…
- Lo sé, Carol, por eso te llamé, sé que puedo contar contigo… me siento muy mal, Carol, no te imaginas, no sabes lo que es sentir que te apuñalan por la espalda… encima quién tú más quieres…
- Tranquila, yo estoy contigo, tranquila…
Estuve unos días sin saber nada de Pablo, pues tampoco quería. Él tampoco hizo ningún esfuerzo por arreglar las cosas conmigo, así que tuvieron que ser Carol y Sergio… Tras unos días, ella me invitó a ir al cine y cuando aparecimos también estaban Sergio con Pablo… Obviamente él tampoco sabía nada y tuvo tantas ganas de quedarse como yo. Pero Carol y Sergio nos pidieron que nos quedáramos. Al final, los cuatro nos sentamos en un café y los que más hablaron fueron Carol y Sergio.
- A ver, Lucía. Sé que estás muy enfadada con Pablo, lo sé, pero por favor, escúchame a mí un momento. –Carol me miraba a la cara mientras hablaba y yo no pude más que escucharle… -El otro día Pablo sólo fue con María porque ella se lo pidió, se lo rogó, pero él no te mintió, pidió salir un tiempo, porque María necesitaba hablar con él y yo he hablado con María, Lucía. El caso es que María poco a poco fue acercándose a Pablo… sin que él se diera cuenta.
- Bueno, entonces, si yo no hubiera llegado, ¿la habría besado?
- Bueno, es mejor que ahora os quedéis hablando vosotros. Estaremos dando una vuelta por el centro comercial.
Carol y Sergio se fueron y nos dejaron a Pablo y a mí sentados en una mesa, lo más separados posible.
Marcos ya tiene hambre, así que será mejor que deje mi mundo de pensamientos y le prepare su merienda… Al verlo me hace pensar… sé que todavía no es tiempo de eso, pero… ya quiero saber cómo será, a quién se parecerá… yo espero que a Pablo, por supuesto.. pero una mezcla de los dos estaría bien... quiero sentirlo mío… verdaderamente mío, de hecho ya empiezo a hacerlo… y es maravilloso. Es que me pongo a pensarlo y no me lo creo… un bebé, ¡un niño dentro de mí! Que se irá formando, que irá dando pataditas para mostrar su presencia y que luego me dará todo el cariño posible y más… y sólo de pensarlo me pongo contenta… ¡con ganas de gritar! –Siento que la felicidad me inunda por dentro por momentos… unos momentos intensos.- Ya están listas las frutas para Marcos, así que se las comienzo a dar y ahora es él el que se pone contento… pero como todos los niños, enseguida se cansa y tengo que empezar a hacer las tonterías del avión que hace todo el mundo. Pero a mí me gusta, me gusta mucho. Después de dar de merendar a Marcos, lo saco un poco a la calle, no es bueno que esté siempre en casa, así que me lo llevo al parque y termino de acordarme de la pelea con Pablo…
lunes, 8 de junio de 2009
miércoles, 27 de mayo de 2009
Capítulo 19
CUIDANDO DE MARCOS (XIX)
Después de hablar con Ángela, Pablo me dice para ir a comer a algún restaurante, pero prefiero comer en casa con mi hermana, así, él comerá con Sergio. Por la tarde cuidaré de Marcos. Mi hermana, que está hablando con Javier, viene conmigo a casa. Durante el camino, mi hermana mira hacia la calle, la mirada perdida. ¿En qué pensará….? No puede ser que ya esté pensando en Javier…. Le acaba de conocer. Voy a esperar a ver si me dice algo ella. Mientras ponemos la mesa, ya no puedo aguantarme la curiosidad y le pregunto a Cris.
- Oye, Cris… llevo un rato queriendo preguntarte algo…. ¿En qué piensas? Llevas todo el rato callada… ¿acaso piensas en Javier? Por que le acabas de conocer…
- ¡Lucía! No me dejas hablar… -Cris no puede aguantar la risa al ver a su hermana tan ansiosa.- No, jaja, no pensaba en él…
- ¿Seguro?
- Que no… -Sigue sonriendo… - Pero él me hizo pensar… en otra persona, tú sabes, no quiero mencionarla… a él también le gusta viajar mucho… ahora que volvió por el accidente de su padre lo dejo todo sin decir nada, según me contó, pero bueno, él tenía excusa…
- Entonces… te recuerda a él… igual no quieres volver a verlo….
- Eh, bueno… no, precisamente es eso que me gusta de él, bueno, quiero decir, hemos quedado esta tarde, para tomar un café, sabes…
- Claro que sé… -Ahora es Lucía la que sonríe. – Y me imagino que quedáis para tomar café…
- Que sí!, No te rías, sólo queremos tomar café…
Comemos entre risas y después, mientras recogemos un poco la casa, oímos antiguos CDs de nuestros padres, la verdad es que no tenían mal gusto…
- Lucía… nunca me has dicho por qué discutiste con Pablo aquella vez, hace como un año…
- Eh… ¿a qué te refieres, Cristina?
- Bueno, sabes, hace un año discutiste con Pablo. Tuvisteis una buena bronca, te vi muy mal. ¿Recuerdas?
- Ah, sí… la verdad es que no me gusta recordarlo… como tú dices lo pasé muy mal. Otro día te contaré… algún día.
- Ok… bueno, yo tengo que ir a prepararme, he quedado en media hora.
- ¿Prepararte? –Lucía sonríe picarona.- ¿Prepararte para… tomar un café?
- Bueno, sí, voy a salir a la calle, ¿no?
- Claro, claro. Tranquila, yo estaré bien, voy a cuidar de Marcos.
- ¿Seguro que no quieres que me quede contigo? Puedo llamar a Javi y…
- No, no, no, tú sal, diviértete que yo me quedo más feliz que nada.
- Está bien…
Mi hermana se va a preparar y yo me siento en el sofá. Cojo unas fotos que hay en la mesita. En ellas estoy con Carol, con Pablo… La verdad es que la pelea del año pasado me ronda la cabeza… pero no me apetece pensar en eso en este momento. Justo suena el teléfono.
- ¿Sí?
- Hola, mi amor, soy Pablo.
- ¿Pablo? Pero… jaja estaba pensando en ti…me has leído el pensamiento.
- ¿Sí? ¿Y en qué pensabas, algo bueno, no?
- Bueno… sí, claro. ¿Te pasa algo?
- No, ¿por qué?
- No, por nada, mi amor, como no esperaba la llamada…
- Bueno, ¿no puedo llamar a la chica más preciosa del mundo?
- Mmm, claro, cuando la encuentres, ¿me das su número?
- No puedo. Tiene el teléfono apagado, pues estoy hablando con ella. –Ambos ríen.- No, de verdad, quería hablar contigo, saber cómo estabas.
- Muy bien, Pablo, gracias por llamar. De todas formas… ¿cómo está Sergio?
- Bueno, ya sabes, tirando lo mejor que puede… estos días estaba más animado, pero hoy no… está muy deprimido, me dice que Carol le hace falta, que quiere estar con ella… yo ya no sé qué decirle…
- Vaya, qué mal, lo entiendo… para mí es muy duro, pero para Sergio…
- Sí, encima, cada vez que ve a Marcos se siente fatal… no es que no quiera estar con su hijo, es sólo que el niño le recuerda a ella y le hace daño…
- Sí, le entiendo, cariño, pero tú tranquilo, que todo saldrá bien, házselo saber, ¿eh?
- Claro, mi amor, ¿sabes? Me encanta verte así de positiva…
- Sí, a mí también, me siento mucho mejor… que no quiere decir que no esté preocupada, claro.
- Claro. Bueno, dentro de un ratito pasaré con Sergio para llevarte a Marquitos y luego él y yo nos vamos otra vez al hospital, Sergio quiere estar con Carolina.
- Claro. Bien, pues aquí estaré. Os espero. Te quiero mucho, mi amor.
- Y yo a ti, preciosa.
- Dile a Sergio que le mando un beso.
- Claro.
- Adiós.
- Adiós.
Cuelgo y me quedo pensando en Sergio, pobrecito, lo está pasando muy mal. Espero que pronto se recupere… y Carol. Llega mi hermana preparada, muy guapa, por cierto.
- Bueno, Lu, ya me voy.
- ¿Quieres que te lleve a algún sitio?
- No, no hace falta, cojo el autobús aquí mismo y me deja en el centro.
- Ok, pásatelo bien, guapa.
- Gracias, hasta luego, Lucía.
Mi hermana se va y me quedo sentada hasta que un rato después llegan Pablo y Sergio, así que me levanto a abrir la puerta.
- ¡Hola, chicos!
- Hola, Lucía. –Ambos pasan y Pablo, que lleva a Marcos en brazos, me da un beso al entrar. Sergio, pasa con la cabeza caída. Cierro la puerta tras él y le doy un abrazo. Poco después se derrumba en mis brazos. Le intento consolar mientras le acaricio la cabeza. Pablo, desde el otro lado de la sala me mira triste, vigilando a Marcos.- Tranquilo, Sergio, nosotros estamos contigo… desahógate, no estás solo… -Poco a poco va dejando de llorar… -
- Perdona, Lucía, no quería que me vieras así, lo siento…
- No, Sergio, por Dios, no tienes que sentir nada. Sabes que puedes contar conmigo y con Pablo cuando quieras y necesites.
- Sí, pero tú ya tienes bastante con tus cosas…
- Nada, tranquilo.
- Bueno, a ver ¿cómo está mi niño precioso? –Coge en brazos a Marcos y le da un beso. Luego lo vuelve a dejar en su moisés.- Gracias por quedarte con él, Lucía.
- De nada, ya sabes que me encanta quedarme con mi ahijado.
- Sí… Hasta luego.
- Hasta luego, chicos.
- Adiós, mi amor. Luego vengo para cenar.- Ok… -Al despedirlos les doy un beso en la mejilla a Sergio y en los labios a Pablo, entonces vuelvo con el niño. Empiezo a jugar con él. Está precioso… y pensar que yo pronto tendré otro que ya está naciendo en mí… pronto lo tendré entre mis brazos… - ¿Sabes, Marcos? Pronto tendrás otro amiguito o amiguita para jugar. Seguro que seréis tan amigos como lo somos y siempre hemos sido tú mamá, Carol y yo. Desde pequeñitos os enseñaremos el significado de la palabra amistad… -En mi cabeza los momentos más felices que he vivido con Carol pasan por mi mente. Luego los que he vivido con Pablo, por que él, para a mí y ante todo es un amigo. Hasta que llego a la discusión del año pasado. Ojalá Cris no me la hubiera recordado. Así seguro que ahora no me acordaba…
Después de hablar con Ángela, Pablo me dice para ir a comer a algún restaurante, pero prefiero comer en casa con mi hermana, así, él comerá con Sergio. Por la tarde cuidaré de Marcos. Mi hermana, que está hablando con Javier, viene conmigo a casa. Durante el camino, mi hermana mira hacia la calle, la mirada perdida. ¿En qué pensará….? No puede ser que ya esté pensando en Javier…. Le acaba de conocer. Voy a esperar a ver si me dice algo ella. Mientras ponemos la mesa, ya no puedo aguantarme la curiosidad y le pregunto a Cris.
- Oye, Cris… llevo un rato queriendo preguntarte algo…. ¿En qué piensas? Llevas todo el rato callada… ¿acaso piensas en Javier? Por que le acabas de conocer…
- ¡Lucía! No me dejas hablar… -Cris no puede aguantar la risa al ver a su hermana tan ansiosa.- No, jaja, no pensaba en él…
- ¿Seguro?
- Que no… -Sigue sonriendo… - Pero él me hizo pensar… en otra persona, tú sabes, no quiero mencionarla… a él también le gusta viajar mucho… ahora que volvió por el accidente de su padre lo dejo todo sin decir nada, según me contó, pero bueno, él tenía excusa…
- Entonces… te recuerda a él… igual no quieres volver a verlo….
- Eh, bueno… no, precisamente es eso que me gusta de él, bueno, quiero decir, hemos quedado esta tarde, para tomar un café, sabes…
- Claro que sé… -Ahora es Lucía la que sonríe. – Y me imagino que quedáis para tomar café…
- Que sí!, No te rías, sólo queremos tomar café…
Comemos entre risas y después, mientras recogemos un poco la casa, oímos antiguos CDs de nuestros padres, la verdad es que no tenían mal gusto…
- Lucía… nunca me has dicho por qué discutiste con Pablo aquella vez, hace como un año…
- Eh… ¿a qué te refieres, Cristina?
- Bueno, sabes, hace un año discutiste con Pablo. Tuvisteis una buena bronca, te vi muy mal. ¿Recuerdas?
- Ah, sí… la verdad es que no me gusta recordarlo… como tú dices lo pasé muy mal. Otro día te contaré… algún día.
- Ok… bueno, yo tengo que ir a prepararme, he quedado en media hora.
- ¿Prepararte? –Lucía sonríe picarona.- ¿Prepararte para… tomar un café?
- Bueno, sí, voy a salir a la calle, ¿no?
- Claro, claro. Tranquila, yo estaré bien, voy a cuidar de Marcos.
- ¿Seguro que no quieres que me quede contigo? Puedo llamar a Javi y…
- No, no, no, tú sal, diviértete que yo me quedo más feliz que nada.
- Está bien…
Mi hermana se va a preparar y yo me siento en el sofá. Cojo unas fotos que hay en la mesita. En ellas estoy con Carol, con Pablo… La verdad es que la pelea del año pasado me ronda la cabeza… pero no me apetece pensar en eso en este momento. Justo suena el teléfono.
- ¿Sí?
- Hola, mi amor, soy Pablo.
- ¿Pablo? Pero… jaja estaba pensando en ti…me has leído el pensamiento.
- ¿Sí? ¿Y en qué pensabas, algo bueno, no?
- Bueno… sí, claro. ¿Te pasa algo?
- No, ¿por qué?
- No, por nada, mi amor, como no esperaba la llamada…
- Bueno, ¿no puedo llamar a la chica más preciosa del mundo?
- Mmm, claro, cuando la encuentres, ¿me das su número?
- No puedo. Tiene el teléfono apagado, pues estoy hablando con ella. –Ambos ríen.- No, de verdad, quería hablar contigo, saber cómo estabas.
- Muy bien, Pablo, gracias por llamar. De todas formas… ¿cómo está Sergio?
- Bueno, ya sabes, tirando lo mejor que puede… estos días estaba más animado, pero hoy no… está muy deprimido, me dice que Carol le hace falta, que quiere estar con ella… yo ya no sé qué decirle…
- Vaya, qué mal, lo entiendo… para mí es muy duro, pero para Sergio…
- Sí, encima, cada vez que ve a Marcos se siente fatal… no es que no quiera estar con su hijo, es sólo que el niño le recuerda a ella y le hace daño…
- Sí, le entiendo, cariño, pero tú tranquilo, que todo saldrá bien, házselo saber, ¿eh?
- Claro, mi amor, ¿sabes? Me encanta verte así de positiva…
- Sí, a mí también, me siento mucho mejor… que no quiere decir que no esté preocupada, claro.
- Claro. Bueno, dentro de un ratito pasaré con Sergio para llevarte a Marquitos y luego él y yo nos vamos otra vez al hospital, Sergio quiere estar con Carolina.
- Claro. Bien, pues aquí estaré. Os espero. Te quiero mucho, mi amor.
- Y yo a ti, preciosa.
- Dile a Sergio que le mando un beso.
- Claro.
- Adiós.
- Adiós.
Cuelgo y me quedo pensando en Sergio, pobrecito, lo está pasando muy mal. Espero que pronto se recupere… y Carol. Llega mi hermana preparada, muy guapa, por cierto.
- Bueno, Lu, ya me voy.
- ¿Quieres que te lleve a algún sitio?
- No, no hace falta, cojo el autobús aquí mismo y me deja en el centro.
- Ok, pásatelo bien, guapa.
- Gracias, hasta luego, Lucía.
Mi hermana se va y me quedo sentada hasta que un rato después llegan Pablo y Sergio, así que me levanto a abrir la puerta.
- ¡Hola, chicos!
- Hola, Lucía. –Ambos pasan y Pablo, que lleva a Marcos en brazos, me da un beso al entrar. Sergio, pasa con la cabeza caída. Cierro la puerta tras él y le doy un abrazo. Poco después se derrumba en mis brazos. Le intento consolar mientras le acaricio la cabeza. Pablo, desde el otro lado de la sala me mira triste, vigilando a Marcos.- Tranquilo, Sergio, nosotros estamos contigo… desahógate, no estás solo… -Poco a poco va dejando de llorar… -
- Perdona, Lucía, no quería que me vieras así, lo siento…
- No, Sergio, por Dios, no tienes que sentir nada. Sabes que puedes contar conmigo y con Pablo cuando quieras y necesites.
- Sí, pero tú ya tienes bastante con tus cosas…
- Nada, tranquilo.
- Bueno, a ver ¿cómo está mi niño precioso? –Coge en brazos a Marcos y le da un beso. Luego lo vuelve a dejar en su moisés.- Gracias por quedarte con él, Lucía.
- De nada, ya sabes que me encanta quedarme con mi ahijado.
- Sí… Hasta luego.
- Hasta luego, chicos.
- Adiós, mi amor. Luego vengo para cenar.- Ok… -Al despedirlos les doy un beso en la mejilla a Sergio y en los labios a Pablo, entonces vuelvo con el niño. Empiezo a jugar con él. Está precioso… y pensar que yo pronto tendré otro que ya está naciendo en mí… pronto lo tendré entre mis brazos… - ¿Sabes, Marcos? Pronto tendrás otro amiguito o amiguita para jugar. Seguro que seréis tan amigos como lo somos y siempre hemos sido tú mamá, Carol y yo. Desde pequeñitos os enseñaremos el significado de la palabra amistad… -En mi cabeza los momentos más felices que he vivido con Carol pasan por mi mente. Luego los que he vivido con Pablo, por que él, para a mí y ante todo es un amigo. Hasta que llego a la discusión del año pasado. Ojalá Cris no me la hubiera recordado. Así seguro que ahora no me acordaba…
viernes, 15 de mayo de 2009
Capítulo 18
VISITA (XVIII)
Al llegar a la sala de espera todo sigue que igual que cuando me fui. Pero ahora todos me miran, miran las flores. Discretamente me siento al lado de Julia y le pregunto si ya han terminado de hacerle las pruebas a Carol.
- La enfermera salió hace un momento y dijo que terminarían enseguida. Ahora nos avisarán.
- Muy bien. Tengo muchas ganas de entrar a verla.
- Cariño, tengo que decirte que me alegra mucho verte así de alegre y positiva.
- Sí, creo que ya debo cambiar de actitud... estaba demasiado mal.
- Sí. Mira, por ahí sale el médico. –El médico se acerca mientras Julia y yo nos levantamos. Yo me quedo en un segundo plano.
- Señora, ya hemos terminado de hacerle las pruebas a Carolina. Sólo han sido rutinarias, así que pueden pasar a verla. Por favor, no pasen más de dos personas a la vez.
- Claro, doctor. –El médico se marcha y la madre de Carol se gira con mejor cara.
- Bueno, Lucía, voy a entrar con Sergio. Después pasas tú, ¿vale?
- Claro, pasa. –Julia avisa a Sergio y los dos se pierden por el pasillo. Yo me siento con mi hermana y Pablo.
- Cuando salgan ellos, pasaré a ver a Carolina. ¿Alguno quiere entrar conmigo? –Carol y Pablo se miran y mi hermana habla.
- Entra tú, Pablo. Ya la veré yo mañana. Pero acompaña a mi hermana.
- Claro.
Un rato después, salen Julia y Sergio, porque Pablo y yo nos levantamos para entrar. No hay casi gente en la sala, la familia de Ángela no está, probablemente habrá salido para hablar tranquilamente con Javier.
Al entrar en la habitación, Pablo y yo vamos en silencio. Nada más entrar veo un pequeño jarrón vacío en la mesilla, en el que nunca me había fijado. Me dirijo hacia él y al pasar acaricio la mano de mi amiga. Pablo se queda al lado de Carol, quieto, como con miedo de romper algo, así sea el silencio que llena la habitación. Cojo el jarrón y lo llevo al baño para llenarlo de agua. Después lo pongo en la mesilla otra vez y le pongo las flores. Bueno, algo es algo, esto ya hace un poco más bonita la habitación. Me pongo al lado de Carol también. Ahora pienso que preferiría que nadie hubiera entrado conmigo. Me apetece hablarle a Carol, pero con Pablo a mi lado, eso me hace sentir estúpida. Por ello cojo su mano y le hablo a través de mis pensamientos:
- Hola, Carol, soy yo, Lucía, ya estoy aquí otra vez. Esta vez te he traído una flores, unas flores blancas, tú sabes por qué, ¿verdad? Qué tontería, ¿por qué ibas a olvidarlo? Antes, he estado recordando la muerte del padre de Pablo. Por cierto, está aquí, al lado de las dos. No se ha separado de Sergio ni un momento. Bueno, pues después de pensar en eso, me ha dado fuerzas para creer que tú has tenido mucha más suerte de la que podías haber tenido, por lo que tengo muchas más esperanzas de que salgas de ésta. Además he recordado que tú siempre has tenido mucha fuerza para todo, por lo que imagino que ahora estarás luchando con todas tus fuerzas para salir adelante... por ti, por Sergio, por mi... y por tu hijo. Por cierto, está precioso. ¿Sabes? Creo que te extraña. En este momento una lágrima me resbala por la mejilla. Pablo me rodea el hombro con su brazo, pero yo le sonrío. Hoy no estoy triste. Bueno, tengo que contarte un montón de cosas... No sé si ya te he dicho que mi hermana Cris está en casa, ha venido para quedarse a vivir conmigo. Me gusta que esté aquí. Ahora comparto muchas cosas más con ella. Y me hace falta. ¡Ah! También tengo que contarte otra cosa... Pablo y yo nos vamos a casar. Acaricio la mano de Pablo, que no entiende nada, por eso sólo sonríe. Quiere darme fuerzas. Hay otra cosa que no puedo decirte, bueno, más bien no me atrevo a contarte hasta que estés fuera de esa cama, creo que de todos modos te alegrará mucho. Bueno, creo que por ahora tengo que irme... tiene que entrar más gente a verte. Sólo deseo volver a visitarte muy pronto y ojalá la próxima vez no tenga que hablar en silencio...
- Bueno, ¿salimos? Más gente querrá entrar a verla.
- Claro, mi amor. ¿Estás bien?
- Muy bien. –Le sonrío y salimos de la habitación, mientras miro por última vez atrás al salir de la habitación.
En la sala de espera, me sorprendo al ver a mi hermana hablando con Javier. Que yo supiera ellos no se conocían... Ángela está al lado de su hermano, así que los habrá presentado. Pablo se sienta al lado de Sergio, que parece absorto en sus pensamientos. Entonces yo me siento al lado de Ángela.
- Hola, Lucía, ¿qué tal, has visto a tu amiga?
- Sí... acabo de entrar a verla. He estado hablando con ella. Bueno, más bien le he estado contando cosas... obviamente ella no puede responderme... de momento. Parece estúpido, ¿no?
- No, qué va, Lucía, mira yo creo que es importante hablar a las personas que están inconscientes, creo que eso les da fuerza, saber que la gente de aquí quiere estar con ellos. Porque yo creo que pueden escuchar.
- ¿Tú crees? Deseo que Carol me oiga... para que saque fuerzas de donde sea para salir adelante.
- Seguro que te oye. Ya lo verás.
- Y ¿Cómo está tu padre?
- Pues parece que va evolucionando favorablemente. El médico nos ha dicho que es probable que despierte en unas horas. Aunque por ahora sólo cabe esperar.
- Tranquila, todo saldrá bien. Y, ¿has presentado tú a mi hermana y Javier?
- Sí, hace un momento. Cuando salimos de hablar con mi madre, tu hermana estaba sentada sola, así que nos sentamos con ella.
- Ahh, muy bien, no quiero que se sienta sola aquí. Es que ella vivía desde hace tiempo con mis padres en Asturias, ya que se mudaron por trabajo. A mí me dejaron sola con la casa y cuando se enteró de lo de Carol, vino a vivir conmigo, así no estaba sola y ella cambiaba de aires.
- Claro. Me parece muy bien que se viniera contigo.
- Sí, la verdad es que se lo agradezco mucho, la casa sola en estos momentos me horroriza, aunque Pablo no me deja sola tampoco, gracias a Dios.
- Claro. –Su cara se vuelve triste, supongo pensará en su novio, bueno, ya no...
- Perdona, no quería recordártelo...
- No, tranquila, ya lo estoy superando.
- Me alegro. –Su cara me dice que sigue pensando... pero no quiero molestarla, será mejor que piense en sus cosas...
Al llegar a la sala de espera todo sigue que igual que cuando me fui. Pero ahora todos me miran, miran las flores. Discretamente me siento al lado de Julia y le pregunto si ya han terminado de hacerle las pruebas a Carol.
- La enfermera salió hace un momento y dijo que terminarían enseguida. Ahora nos avisarán.
- Muy bien. Tengo muchas ganas de entrar a verla.
- Cariño, tengo que decirte que me alegra mucho verte así de alegre y positiva.
- Sí, creo que ya debo cambiar de actitud... estaba demasiado mal.
- Sí. Mira, por ahí sale el médico. –El médico se acerca mientras Julia y yo nos levantamos. Yo me quedo en un segundo plano.
- Señora, ya hemos terminado de hacerle las pruebas a Carolina. Sólo han sido rutinarias, así que pueden pasar a verla. Por favor, no pasen más de dos personas a la vez.
- Claro, doctor. –El médico se marcha y la madre de Carol se gira con mejor cara.
- Bueno, Lucía, voy a entrar con Sergio. Después pasas tú, ¿vale?
- Claro, pasa. –Julia avisa a Sergio y los dos se pierden por el pasillo. Yo me siento con mi hermana y Pablo.
- Cuando salgan ellos, pasaré a ver a Carolina. ¿Alguno quiere entrar conmigo? –Carol y Pablo se miran y mi hermana habla.
- Entra tú, Pablo. Ya la veré yo mañana. Pero acompaña a mi hermana.
- Claro.
Un rato después, salen Julia y Sergio, porque Pablo y yo nos levantamos para entrar. No hay casi gente en la sala, la familia de Ángela no está, probablemente habrá salido para hablar tranquilamente con Javier.
Al entrar en la habitación, Pablo y yo vamos en silencio. Nada más entrar veo un pequeño jarrón vacío en la mesilla, en el que nunca me había fijado. Me dirijo hacia él y al pasar acaricio la mano de mi amiga. Pablo se queda al lado de Carol, quieto, como con miedo de romper algo, así sea el silencio que llena la habitación. Cojo el jarrón y lo llevo al baño para llenarlo de agua. Después lo pongo en la mesilla otra vez y le pongo las flores. Bueno, algo es algo, esto ya hace un poco más bonita la habitación. Me pongo al lado de Carol también. Ahora pienso que preferiría que nadie hubiera entrado conmigo. Me apetece hablarle a Carol, pero con Pablo a mi lado, eso me hace sentir estúpida. Por ello cojo su mano y le hablo a través de mis pensamientos:
- Hola, Carol, soy yo, Lucía, ya estoy aquí otra vez. Esta vez te he traído una flores, unas flores blancas, tú sabes por qué, ¿verdad? Qué tontería, ¿por qué ibas a olvidarlo? Antes, he estado recordando la muerte del padre de Pablo. Por cierto, está aquí, al lado de las dos. No se ha separado de Sergio ni un momento. Bueno, pues después de pensar en eso, me ha dado fuerzas para creer que tú has tenido mucha más suerte de la que podías haber tenido, por lo que tengo muchas más esperanzas de que salgas de ésta. Además he recordado que tú siempre has tenido mucha fuerza para todo, por lo que imagino que ahora estarás luchando con todas tus fuerzas para salir adelante... por ti, por Sergio, por mi... y por tu hijo. Por cierto, está precioso. ¿Sabes? Creo que te extraña. En este momento una lágrima me resbala por la mejilla. Pablo me rodea el hombro con su brazo, pero yo le sonrío. Hoy no estoy triste. Bueno, tengo que contarte un montón de cosas... No sé si ya te he dicho que mi hermana Cris está en casa, ha venido para quedarse a vivir conmigo. Me gusta que esté aquí. Ahora comparto muchas cosas más con ella. Y me hace falta. ¡Ah! También tengo que contarte otra cosa... Pablo y yo nos vamos a casar. Acaricio la mano de Pablo, que no entiende nada, por eso sólo sonríe. Quiere darme fuerzas. Hay otra cosa que no puedo decirte, bueno, más bien no me atrevo a contarte hasta que estés fuera de esa cama, creo que de todos modos te alegrará mucho. Bueno, creo que por ahora tengo que irme... tiene que entrar más gente a verte. Sólo deseo volver a visitarte muy pronto y ojalá la próxima vez no tenga que hablar en silencio...
- Bueno, ¿salimos? Más gente querrá entrar a verla.
- Claro, mi amor. ¿Estás bien?
- Muy bien. –Le sonrío y salimos de la habitación, mientras miro por última vez atrás al salir de la habitación.
En la sala de espera, me sorprendo al ver a mi hermana hablando con Javier. Que yo supiera ellos no se conocían... Ángela está al lado de su hermano, así que los habrá presentado. Pablo se sienta al lado de Sergio, que parece absorto en sus pensamientos. Entonces yo me siento al lado de Ángela.
- Hola, Lucía, ¿qué tal, has visto a tu amiga?
- Sí... acabo de entrar a verla. He estado hablando con ella. Bueno, más bien le he estado contando cosas... obviamente ella no puede responderme... de momento. Parece estúpido, ¿no?
- No, qué va, Lucía, mira yo creo que es importante hablar a las personas que están inconscientes, creo que eso les da fuerza, saber que la gente de aquí quiere estar con ellos. Porque yo creo que pueden escuchar.
- ¿Tú crees? Deseo que Carol me oiga... para que saque fuerzas de donde sea para salir adelante.
- Seguro que te oye. Ya lo verás.
- Y ¿Cómo está tu padre?
- Pues parece que va evolucionando favorablemente. El médico nos ha dicho que es probable que despierte en unas horas. Aunque por ahora sólo cabe esperar.
- Tranquila, todo saldrá bien. Y, ¿has presentado tú a mi hermana y Javier?
- Sí, hace un momento. Cuando salimos de hablar con mi madre, tu hermana estaba sentada sola, así que nos sentamos con ella.
- Ahh, muy bien, no quiero que se sienta sola aquí. Es que ella vivía desde hace tiempo con mis padres en Asturias, ya que se mudaron por trabajo. A mí me dejaron sola con la casa y cuando se enteró de lo de Carol, vino a vivir conmigo, así no estaba sola y ella cambiaba de aires.
- Claro. Me parece muy bien que se viniera contigo.
- Sí, la verdad es que se lo agradezco mucho, la casa sola en estos momentos me horroriza, aunque Pablo no me deja sola tampoco, gracias a Dios.
- Claro. –Su cara se vuelve triste, supongo pensará en su novio, bueno, ya no...
- Perdona, no quería recordártelo...
- No, tranquila, ya lo estoy superando.
- Me alegro. –Su cara me dice que sigue pensando... pero no quiero molestarla, será mejor que piense en sus cosas...
jueves, 7 de mayo de 2009
Capítulo 17
Sí, la verdad es que me acuerdo perfectamente y fue muy duro. Me acuerdo de aquella tarde de domingo, en que cuando salía de la ducha, recibí una llamada desesperante de Pablo.
- ¡Lucía, Lucía, ven por favor!
- Pablo, ¿qué te pasa, estás bien?
- Es mi padre, Lucía, mi padre, le ha dado un infarto.
- ¿Un infarto? ¿dónde está?
- En el hospital del centro, ven, por favor, está muy mal.... te necesito.
- Ya voy, cariño, ahora mismo estoy allí.Cuando llegué, la escena era horrorosa, Marta, la hermana mayor de Pablo, abrazaba a su madre que lloraba en una silla totalmente aturdida, como si realmente no asimilara lo que estaba pasando... en cuanto vi a Pablo, apoyado en la pared, sin moverse fui a donde él y lo abrace, alcanzando a oír lo que Pablo me decía en un susurro entrecortado...
- Ha muerto, Lucía... mi padre ha muerto... no ha podido afrontar un segundo infarto... –Y se puso a llorar, lloraba mientras yo le abrazaba y acariciaba la espalda, sin saber qué hacer... Yo tampoco pude aguantar mis lágrimas mucho más... Sé que tenía que sacar fuerzas para ayudar a Pablo a soportarlo todo, pero saber que una persona tan joven como el padre de Pablo, ya no viviría más, no estaría más con su familia, ni vería crecer a sus hijos... me partía el corazón más aún, ver a Pablo así... son dolores indescriptibles. Como el que siento ahora por lo de Carol, bueno, nunca es bueno comparar dos dolores. Mejor no pensar en eso. El caso es que el día siguiente a la muerte de Ernesto, el padre de Pablo, fue horrible, yendo al tanatorio, viendo a la familia lo mal que lo estaba pasando... y el día del funeral... recuerdo perfectamente cada instante, creo que nunca lo olvidaré... desde muy temprano estuve con Pablo en su casa. El entierro era a las doce del medio día. Como la familia, teníamos que presentarnos antes. Encima Pablo era uno de los que llevaba el ataúd. Después de dejarlo junto con otros familiares, junto al altar, se sentó junto a mí y su hermana, que a la vez agarraba las manos de su madre, rota en dolor y lágrimas. Durante todo el entierro, Pablo demostró una entereza inigualable, sólo cuando salió a decir el discurso que habíamos preparado la tarde anterior, se deslizaron por sus mejillas unas lágrimas fugitivas. Ya cuando se sentó otra vez en el banco de la iglesia, rompió a llorar todo lo que había guardado para sí. Tras el entierro hubo otra especie de ceremonia en recuerdo de Ernesto en el cementerio. Realmente era una tumba preciosa, parece irónico, pero era y aún es la más bonita del cementerio. Pablo y yo, por otro lado también lo hace su madre y demás familiares, seguimos llevándole flores cada mes, el día diez, aniversario de su muerte.
Bueno, supongo que os estaréis preguntando por qué pienso en esto cuando mi mejor amiga... bueno, está tan grave. La verdad, creo yo, es que lo hago por que así pienso que Carol ha tenido un poco más de suerte, aunque esté mal, ella está en una cama y rodeada por la gente que la quiere. Además, esto me ha dado energías y esperanzas para pensar que Carol pronto se va a recuperar. Voy a comprarle unas flores. Unas flores blancas, símbolo de nuestra amistad, que ha sido, es y será eterna.
Le susurro al oído a mi hermana que está sentada junto a mí, que voy a salir a comprar unas flores a Carol. Pregunta si me acompaña, a lo que le respondo que no hace falta, que ella puede quedarse a descansar un poco, que volveré en unos minutos.
- Por favor, dile a Pablo a dónde voy y dile que volveré enseguida.
Mientras me levanto y me dirijo a la salida, veo por el rabillo del ojo que Cris le dice algo a Pablo, que se levanta deprisa y viene a donde mí.
- Lucía, ¿a dónde vas?
- A comprar unas flores, ¿no te ha dicho mi hermana?
- Sí, por eso... ¿a qué vas a comprar flores?
- ¿Cómo qué a qué voy a comprar flores? Pues a traérselas a Carol, ¿no?
- Pero... Lucía, ¿en qué estás pensando? A Carol no le ha pasado nada...
- ¡Claro que no le ha pasado nada! Sólo quiero llevarle unas flores blancas, es un símbolo nuestro, de nuestra amistad. Estoy contenta y optimista, creo que se recuperará pronto, por eso quiero que vea las flores cuando despierte. –En este momento de la conversación estoy un poco irritada.
- Perdona, cariño, no sé... pensé que te habías derrumbado otra vez... sólo quería que estuvieras bien. –Veo en su cara que e arrepiente de lo que me ha dicho. En realidad sólo quiere ayudarme...
- Sí... lo sé... y por eso te agradezco que te preocupes por mí, de verdad. Ahora voy a comprar unas flores y ya vuelvo.
- Claro, ¿necesitas que te acompañe?
- No, claro que no. Quédate con mi hermana y con Sergio.
- Está bien. Aquí estaremos.
Salgo del hospital y enfrente veo el puesto de flores que suele haber delante de cada hospital. Me dirijo a el y veo todas las preciosas flores que hay, muchas de ellas de colores vivos, parecen alegres, sonrientes. ¿Qué cosa, no? Las flores no sonríen, no están contentas, sin embargo... lo parece. Pido seis rosas blancas y me las pone la dependienta en un ramo que hace con un lazo. Son preciosas. Las flores que más me gustan son las rosas rojas, pero estas son muy especiales, bueno, creo que ya se sabe por qué. Sonrío. La dependienta, sin saber por qué lo hago, me devuelve la sonrisa. Cojo las flores y al ir hacia la entrada del hospital me encuentro con Ángela de nuevo. Pero ahora está con un chico, su hermano, seguramente.
- ¡Lucía! Mira, éste es mi hermano.
- Hola ¿qué tal? Soy Lucía.
- Javier, un placer.
- Mi hermano acaba de llegar de Madrid... ahora vamos a dentro, mi madre le estará esperando.
- Claro, yo también voy dentro, sólo he salido a comprar unas flores. Para Carol.
- ¿Le ha pasado algo?
- No, no, sólo son para ponerlas en su habitación. Es una historia muy larga.
- Claro. –Todos sonreímos y nos dirigimos a la sala de espera.
La verdad es que estas flores dan mucho de qué hablar... todo el mundo piensa que algo malo le ha pasado a Carol... las flores no sólo se usan en malas o tristes ocasiones, sino también para alegrar. Y yo estoy alegre. Dentro de lo que cabe, claro, pero estoy segura de que pronto Carol despertará. Estoy segura.
- ¡Lucía, Lucía, ven por favor!
- Pablo, ¿qué te pasa, estás bien?
- Es mi padre, Lucía, mi padre, le ha dado un infarto.
- ¿Un infarto? ¿dónde está?
- En el hospital del centro, ven, por favor, está muy mal.... te necesito.
- Ya voy, cariño, ahora mismo estoy allí.Cuando llegué, la escena era horrorosa, Marta, la hermana mayor de Pablo, abrazaba a su madre que lloraba en una silla totalmente aturdida, como si realmente no asimilara lo que estaba pasando... en cuanto vi a Pablo, apoyado en la pared, sin moverse fui a donde él y lo abrace, alcanzando a oír lo que Pablo me decía en un susurro entrecortado...
- Ha muerto, Lucía... mi padre ha muerto... no ha podido afrontar un segundo infarto... –Y se puso a llorar, lloraba mientras yo le abrazaba y acariciaba la espalda, sin saber qué hacer... Yo tampoco pude aguantar mis lágrimas mucho más... Sé que tenía que sacar fuerzas para ayudar a Pablo a soportarlo todo, pero saber que una persona tan joven como el padre de Pablo, ya no viviría más, no estaría más con su familia, ni vería crecer a sus hijos... me partía el corazón más aún, ver a Pablo así... son dolores indescriptibles. Como el que siento ahora por lo de Carol, bueno, nunca es bueno comparar dos dolores. Mejor no pensar en eso. El caso es que el día siguiente a la muerte de Ernesto, el padre de Pablo, fue horrible, yendo al tanatorio, viendo a la familia lo mal que lo estaba pasando... y el día del funeral... recuerdo perfectamente cada instante, creo que nunca lo olvidaré... desde muy temprano estuve con Pablo en su casa. El entierro era a las doce del medio día. Como la familia, teníamos que presentarnos antes. Encima Pablo era uno de los que llevaba el ataúd. Después de dejarlo junto con otros familiares, junto al altar, se sentó junto a mí y su hermana, que a la vez agarraba las manos de su madre, rota en dolor y lágrimas. Durante todo el entierro, Pablo demostró una entereza inigualable, sólo cuando salió a decir el discurso que habíamos preparado la tarde anterior, se deslizaron por sus mejillas unas lágrimas fugitivas. Ya cuando se sentó otra vez en el banco de la iglesia, rompió a llorar todo lo que había guardado para sí. Tras el entierro hubo otra especie de ceremonia en recuerdo de Ernesto en el cementerio. Realmente era una tumba preciosa, parece irónico, pero era y aún es la más bonita del cementerio. Pablo y yo, por otro lado también lo hace su madre y demás familiares, seguimos llevándole flores cada mes, el día diez, aniversario de su muerte.
Bueno, supongo que os estaréis preguntando por qué pienso en esto cuando mi mejor amiga... bueno, está tan grave. La verdad, creo yo, es que lo hago por que así pienso que Carol ha tenido un poco más de suerte, aunque esté mal, ella está en una cama y rodeada por la gente que la quiere. Además, esto me ha dado energías y esperanzas para pensar que Carol pronto se va a recuperar. Voy a comprarle unas flores. Unas flores blancas, símbolo de nuestra amistad, que ha sido, es y será eterna.
Le susurro al oído a mi hermana que está sentada junto a mí, que voy a salir a comprar unas flores a Carol. Pregunta si me acompaña, a lo que le respondo que no hace falta, que ella puede quedarse a descansar un poco, que volveré en unos minutos.
- Por favor, dile a Pablo a dónde voy y dile que volveré enseguida.
Mientras me levanto y me dirijo a la salida, veo por el rabillo del ojo que Cris le dice algo a Pablo, que se levanta deprisa y viene a donde mí.
- Lucía, ¿a dónde vas?
- A comprar unas flores, ¿no te ha dicho mi hermana?
- Sí, por eso... ¿a qué vas a comprar flores?
- ¿Cómo qué a qué voy a comprar flores? Pues a traérselas a Carol, ¿no?
- Pero... Lucía, ¿en qué estás pensando? A Carol no le ha pasado nada...
- ¡Claro que no le ha pasado nada! Sólo quiero llevarle unas flores blancas, es un símbolo nuestro, de nuestra amistad. Estoy contenta y optimista, creo que se recuperará pronto, por eso quiero que vea las flores cuando despierte. –En este momento de la conversación estoy un poco irritada.
- Perdona, cariño, no sé... pensé que te habías derrumbado otra vez... sólo quería que estuvieras bien. –Veo en su cara que e arrepiente de lo que me ha dicho. En realidad sólo quiere ayudarme...
- Sí... lo sé... y por eso te agradezco que te preocupes por mí, de verdad. Ahora voy a comprar unas flores y ya vuelvo.
- Claro, ¿necesitas que te acompañe?
- No, claro que no. Quédate con mi hermana y con Sergio.
- Está bien. Aquí estaremos.
Salgo del hospital y enfrente veo el puesto de flores que suele haber delante de cada hospital. Me dirijo a el y veo todas las preciosas flores que hay, muchas de ellas de colores vivos, parecen alegres, sonrientes. ¿Qué cosa, no? Las flores no sonríen, no están contentas, sin embargo... lo parece. Pido seis rosas blancas y me las pone la dependienta en un ramo que hace con un lazo. Son preciosas. Las flores que más me gustan son las rosas rojas, pero estas son muy especiales, bueno, creo que ya se sabe por qué. Sonrío. La dependienta, sin saber por qué lo hago, me devuelve la sonrisa. Cojo las flores y al ir hacia la entrada del hospital me encuentro con Ángela de nuevo. Pero ahora está con un chico, su hermano, seguramente.
- ¡Lucía! Mira, éste es mi hermano.
- Hola ¿qué tal? Soy Lucía.
- Javier, un placer.
- Mi hermano acaba de llegar de Madrid... ahora vamos a dentro, mi madre le estará esperando.
- Claro, yo también voy dentro, sólo he salido a comprar unas flores. Para Carol.
- ¿Le ha pasado algo?
- No, no, sólo son para ponerlas en su habitación. Es una historia muy larga.
- Claro. –Todos sonreímos y nos dirigimos a la sala de espera.
La verdad es que estas flores dan mucho de qué hablar... todo el mundo piensa que algo malo le ha pasado a Carol... las flores no sólo se usan en malas o tristes ocasiones, sino también para alegrar. Y yo estoy alegre. Dentro de lo que cabe, claro, pero estoy segura de que pronto Carol despertará. Estoy segura.
sábado, 2 de mayo de 2009
Capítulo 16
A las nueve suena el despertador y se repite lo mismo que la mañana anterior. Tras ducharnos y desayunar, limpiamos un poco la casa y luego cojo el coche y voy con mi hermana a casa de Pablo, se que hoy es su día libre, pues es viernes. Ya son las once de la mañana y estamos en el portal. Yo estoy un poco nerviosa, pues tengo miedo de lo que pueda decirme Pablo así que mi hermana dice que tiene que comprar algo y que luego subirá a su casa. Obviamente lo hace para dejarnos solos y yo se lo agradezco. Al llamar al timbre, Pablo me abre y subo al tercer piso, donde él espera con la puerta abierta. Durante un momento nos quedamos los dos parados en silencio, él con la mirada severa, pero tras unos momentos así, me lanzo a abrazarle y él suspira aliviado, mientras me corresponde al abrazo.
- Perdóname, perdóname. De verdad no sabía lo que decía, estaba asustada...
- Shhh, tranquila, no digas nada, no digas nada. –entramos en su apartamento y cierra la puerta. Nos sentamos en el sofá cara a cara.- Lucía, yo voy a esperarte, no me importa que ahora no estés preparada para casarte, realmente, ni siquiera sé si yo mismo estoy preparado, yo sólo...
- No, no hace falta, no hace falta, pues... sí quiero casarme contigo.
- ¿Cómo dices? –Me mira totalmente atónito.
- Que sí quiero casarme contigo, ser tu esposa, tu mujer.- ¡Lucía! –No puede reprimir un grito de alegría mientras me abraza. Entonces los dos reímos mientras disfrutamos de un momento mágico...- Pero tengo que decirte algo también... es algo importante. Necesito un poco de tiempo. A que pase lo de Carol. Ahora mismo no me imagino preparando una boda mientras que ella está... –Respiro profundamente para reprimir mi tristeza.- tan mal... en una cama.
- Tranquila, mi amor. yo también creo que es lo mejor, además, tiene que ponerse buena tu madrina, ¿no? –Sonrío enamorada. En este momento llaman al portero.
- Ah, ésa debe ser Cristina, ha ido a comprar algo. –Le abrimos y cuando sube nos mira sonriendo y dice que no encontró lo que buscaba y al vernos agarrados, añade. Pero creo que vosotros sí.
- Bueno, chicas, yo me voy a cambiar, ¿qué vamos a hacer?
- Yo... preferiría ir al hospital, es lo que más me apetece. Pero entiendo que vosotros queráis ir a otro sitio.
- No, no, por mí también voy al hospital, ayer dejé a Sergio bastante mal, está hecho polvo.
- Y yo también voy contigo, Lu. Por cierto, Pablo, no te había felicitado por lo del bebé. ¡Enhorabuena! –Le da un abrazo mientras Pablo se lo agradece y se agarra a mi cintura mientras Cristina se pierde en su cuarto.
Al llegar al hospital, no podemos pasar a ver a Carol pues le están haciendo unas pruebas, rutinarias según la enfermera. Por no estar siempre en la sala de espera, Cris y yo bajamos a la cafetería. Estamos tomando un café cuando entra Ángela, la chica de ayer. Al verla, le saludo con la mano indicándole que se acerque.
- Hola, Ángela, ¿qué tal?
- Muy bien. Venía a despejarme un poco de la sensación que tengo en la sala de espera...
- Claro, ¿quieres sentarte con nosotras?
- Eh... claro. –Sonríe levemente y se sienta.
- Mira, ésta es mi hermana, Cristina. Ella es Ángela. –ambas se saludan y Ángela pide otro café.- ¿Qué tal sigue tu padre?
- Más o menos como ayer, la verdad es que tampoco nos han dicho mucho sobre su estado. Estoy esperando que llegue mi hermano, pues viene de un viaje.
- Bueno, así no te sentirás tan sola, pues tu madre me imagino que lo estará pasando mal.
- Sí... creo que no ha pegado ojo en toda la noche.
- Tranquila, es normal.
- Sí...
- Oye, Lucía, voy a comprar una revista, para que tengamos algo con que pasar el tiempo; he visto un quiosco en la entrada del hospital.
- Claro, es una buena idea. –Mi hermana sale de la cafetería y desaparece por el pasillo.
- Os parecéis mucho.
- ¿Tú crees?
- Sí. Ayer en cuanto os vi lo supe. Por cierto... no me has contado por qué estás tú aquí.
- Ah, es verdad. Es por mi mejor amiga. Tuvo un accidente el otro día. También de tráfico.
- Y ¿está muy grave?
- Bastante. Aún no ha salido del coma. Pero yo confío en que lo haga pronto, o al menos así será.
- Seguro que sí, ya lo verás. –Me coge la mano y ambas sonreímos.- Oye... ayer me dijiste que estabas pasando por una mal momento emocional. ¿Quieres hablar de ello?
- Bueno... hace poco, una semana o dos, descubrí a mi novio con otra.
- Vaya... lo siento.
- No, no importa. No te voy a decir que lo tengo superado, porque no es verdad, pero ahora tengo cosas más importantes en qué pensar.
- Claro, te entiendo perfectamente.
Poco después volvemos a la sala de espera a la vez que mi hermana. Y otra vez a esperar. De repente, acordándome de lo del padre de Ángela, recuerdo lo que pasó con el padre de Pablo... lo miro y tiene la vista fija en el suelo. Fue hace dos años y también fue un gran palo para él. Se llevaba realmente bien con su padre y fue tan de repente...
- Perdóname, perdóname. De verdad no sabía lo que decía, estaba asustada...
- Shhh, tranquila, no digas nada, no digas nada. –entramos en su apartamento y cierra la puerta. Nos sentamos en el sofá cara a cara.- Lucía, yo voy a esperarte, no me importa que ahora no estés preparada para casarte, realmente, ni siquiera sé si yo mismo estoy preparado, yo sólo...
- No, no hace falta, no hace falta, pues... sí quiero casarme contigo.
- ¿Cómo dices? –Me mira totalmente atónito.
- Que sí quiero casarme contigo, ser tu esposa, tu mujer.- ¡Lucía! –No puede reprimir un grito de alegría mientras me abraza. Entonces los dos reímos mientras disfrutamos de un momento mágico...- Pero tengo que decirte algo también... es algo importante. Necesito un poco de tiempo. A que pase lo de Carol. Ahora mismo no me imagino preparando una boda mientras que ella está... –Respiro profundamente para reprimir mi tristeza.- tan mal... en una cama.
- Tranquila, mi amor. yo también creo que es lo mejor, además, tiene que ponerse buena tu madrina, ¿no? –Sonrío enamorada. En este momento llaman al portero.
- Ah, ésa debe ser Cristina, ha ido a comprar algo. –Le abrimos y cuando sube nos mira sonriendo y dice que no encontró lo que buscaba y al vernos agarrados, añade. Pero creo que vosotros sí.
- Bueno, chicas, yo me voy a cambiar, ¿qué vamos a hacer?
- Yo... preferiría ir al hospital, es lo que más me apetece. Pero entiendo que vosotros queráis ir a otro sitio.
- No, no, por mí también voy al hospital, ayer dejé a Sergio bastante mal, está hecho polvo.
- Y yo también voy contigo, Lu. Por cierto, Pablo, no te había felicitado por lo del bebé. ¡Enhorabuena! –Le da un abrazo mientras Pablo se lo agradece y se agarra a mi cintura mientras Cristina se pierde en su cuarto.
Al llegar al hospital, no podemos pasar a ver a Carol pues le están haciendo unas pruebas, rutinarias según la enfermera. Por no estar siempre en la sala de espera, Cris y yo bajamos a la cafetería. Estamos tomando un café cuando entra Ángela, la chica de ayer. Al verla, le saludo con la mano indicándole que se acerque.
- Hola, Ángela, ¿qué tal?
- Muy bien. Venía a despejarme un poco de la sensación que tengo en la sala de espera...
- Claro, ¿quieres sentarte con nosotras?
- Eh... claro. –Sonríe levemente y se sienta.
- Mira, ésta es mi hermana, Cristina. Ella es Ángela. –ambas se saludan y Ángela pide otro café.- ¿Qué tal sigue tu padre?
- Más o menos como ayer, la verdad es que tampoco nos han dicho mucho sobre su estado. Estoy esperando que llegue mi hermano, pues viene de un viaje.
- Bueno, así no te sentirás tan sola, pues tu madre me imagino que lo estará pasando mal.
- Sí... creo que no ha pegado ojo en toda la noche.
- Tranquila, es normal.
- Sí...
- Oye, Lucía, voy a comprar una revista, para que tengamos algo con que pasar el tiempo; he visto un quiosco en la entrada del hospital.
- Claro, es una buena idea. –Mi hermana sale de la cafetería y desaparece por el pasillo.
- Os parecéis mucho.
- ¿Tú crees?
- Sí. Ayer en cuanto os vi lo supe. Por cierto... no me has contado por qué estás tú aquí.
- Ah, es verdad. Es por mi mejor amiga. Tuvo un accidente el otro día. También de tráfico.
- Y ¿está muy grave?
- Bastante. Aún no ha salido del coma. Pero yo confío en que lo haga pronto, o al menos así será.
- Seguro que sí, ya lo verás. –Me coge la mano y ambas sonreímos.- Oye... ayer me dijiste que estabas pasando por una mal momento emocional. ¿Quieres hablar de ello?
- Bueno... hace poco, una semana o dos, descubrí a mi novio con otra.
- Vaya... lo siento.
- No, no importa. No te voy a decir que lo tengo superado, porque no es verdad, pero ahora tengo cosas más importantes en qué pensar.
- Claro, te entiendo perfectamente.
Poco después volvemos a la sala de espera a la vez que mi hermana. Y otra vez a esperar. De repente, acordándome de lo del padre de Ángela, recuerdo lo que pasó con el padre de Pablo... lo miro y tiene la vista fija en el suelo. Fue hace dos años y también fue un gran palo para él. Se llevaba realmente bien con su padre y fue tan de repente...
domingo, 26 de abril de 2009
Capítulo 15
ELISA (XV)
Después de la alegría, nos sentamos a hablar.
- Cris, también tengo que decirte otra cosa, pero no tan buena, aunque sólo me incumbe a mí...
- ¿Qué pasó, Lu? Te has puesto muy seria.
- Esta tarde... Pablo, en casa, me dijo que igual era momento para hablar de casarnos... pero me puse histérica, presa del pánico. No sé, he perdido los papeles y le he echado de casa. –Intento controlarme, pues ya he soltado bastantes lágrimas estos días.
- Pero... ¿lucía, por qué has hecho eso?
- No lo sé, ya te digo que me no sé que me ha pasado, de verdad me ha entrado pánico sólo de pensar en la idea de casarnos. He hablado con Ana.
- ¿Tu psicóloga?
- Sí.
- ¿Sigues con ella? Pensé que habías dejado las terapias.
- No, la verdad es que no, pero más que terapias son sesiones con una amiga...
- Está bien y ¿qué te ha dicho?
- Que trato de huir de los problemas, por no afrontarlos y me refugio en otras cosas, porque le he dicho a Pablo que no me hablara sobre casarnos cuando mi amiga se estaba muriendo. Dios mío...
- Tranquila, tranquila y ¿Pablo se ha ido sin más?
- Claro, bueno, sin más no, le he echado a gritos. Y después le he llamado por teléfono y le he pedido perdón.
- Y ¿te ha perdonado?
- Sí, pero está resentido, no ha querido volver o que yo fuera a verle, pero lo entiendo.
- Sí, tranquila, seguro que mañana te entenderá.
- Eso espero, porque no le puedo perder a él también.
- Bueno, ¿vamos a cenar?
- Sí, pero no tengo mucho... ¿te apetece un sándwich?
- Claro.Preparamos unos sándwiches y después de cenar, nos sentamos en el sofá y empezamos otra conversación.
- Bueno, hermanita, ahora me toca a mí preguntar ya ti responder.
- ¿Sí? Y ¿qué quieres saber?
- Pues quién es ese chico tan importante y misterioso.
- ¿Misterioso?
- Sí, nunca quieres hablar de él.
- Ahhh, ya sé, habas de Miguel. La verdad, no me apetece mucho hablar de él...
- Pero hablar con alguien siempre hace bueno, te lo digo por experiencia. Sólo quiero que sepas que puedes confiar en mí.
- Está bien, tienes razón. Tú me has contado todo... será mejor que yo también lo haga. –Tras mi sonrisa, prosigue.- Bueno, en Asturias conocí a un chico, Miguel. Él iba a mi clase y empezamos a ser amigos. Realmente me caía muy bien y siempre estaba defendiendo sus sueños, sus ideales... y por eso me gustaba tanto. Porque al tiempo de ser tan amigos, descubrí que estaba enamorada de él. También, como te dije, me ayudó mucho con los de los papás y a convencerles. Su mayor sueño era recorrer el mundo, pero no yendo de riquillo con todo pagado, sino, ir a la deriva, empezando por sus ahorros y luego trabajando por ahí en lo que saliese, hasta conseguir dinero para ir a otro país y allí lo mismo. Y el último día de clase, cuando fui a coger mis libros, encontré una nota en mi mesa. “Cristina, ha llegado mi momento, voy a hacer realidad mi sueño, voy a recorrer el mundo. La verdad es que mi sueño no es completo, pues tú no estás conmigo, pero no podía hacerte eso. No podía apartarte de tu familia por meses. Espero que en ese tiempo no me olvides. Te quiero, Miguel.” –Ahora es a mi hermana a la que le caen lágrimas por las mejilla. Acariciándole la cara le abrazo.
- Tranquila, Cristina, tranquila.
- ¿Por qué me hizo eso, Lucía, por qué? Sólo tenía que habérmelo contado, yo le hubiera entendido, pero hubiera querido acompañarlo, de veras. Sé que es una locura, pero él me había enseñado a pensar así... y nunca me había dicho que me quería, sin embargo... una carta, una estúpida carta. Realmente le odio, me hizo mucho daño.
- Pero él te pidió que le esperaras, ¿no vas a hacerlo?
- No, Lucía. No se puede disponer así de las personas ni del tiempo. Él decidió marcharse a cumplir su sueño. Bueno, yo he continuado con mi vida y ya no le voy a volver a ver.
- Lo siento, Cris...
Suena el teléfono y son mis padres. Cristina habla con ellos y yo también, pero la verdad, tampoco decimos nada interesante, más que que nos cuidemos. Después, las dos estamos agotadas y nos vamos a la cama.
Ya para dormirme, no puedo dejar de darle vueltas al día de hoy.. a mi discusión con Pablo... mañana lo primero que haré será ir a su casa... tengo que pedirle perdón... y... le diré que me casaré con él... seré su esposa. Con este pensamiento me duermo...
Estoy con mi hija, tiene un año más o menos y está jugando en el suelo.
- Elisa... Elisa, ven con mami...
La niña se tambalea, pero justo antes de que caiga, Pablo la coge en el aire y la mueve, haciendo que la niña se ría. Los miro a los dos. Tengo una familia preciosa. La mejor del mundo... pablo me pasa a la niña y miro a mi niña llena de amor.
Me despierto y sigo abrazada a mí misma... como si fuera mi hija... ¿mi hija? Me toco la tripa... todavía ni me ha crecido, sólo era un sueño... un sueño precioso... ¿Querrá eso decir que tendré una niña? No sé... pero si es una niña podría llamarse Elisa... sonrío y vuelvo a dormirme... esta vez sin soñar nada recordable.
Después de la alegría, nos sentamos a hablar.
- Cris, también tengo que decirte otra cosa, pero no tan buena, aunque sólo me incumbe a mí...
- ¿Qué pasó, Lu? Te has puesto muy seria.
- Esta tarde... Pablo, en casa, me dijo que igual era momento para hablar de casarnos... pero me puse histérica, presa del pánico. No sé, he perdido los papeles y le he echado de casa. –Intento controlarme, pues ya he soltado bastantes lágrimas estos días.
- Pero... ¿lucía, por qué has hecho eso?
- No lo sé, ya te digo que me no sé que me ha pasado, de verdad me ha entrado pánico sólo de pensar en la idea de casarnos. He hablado con Ana.
- ¿Tu psicóloga?
- Sí.
- ¿Sigues con ella? Pensé que habías dejado las terapias.
- No, la verdad es que no, pero más que terapias son sesiones con una amiga...
- Está bien y ¿qué te ha dicho?
- Que trato de huir de los problemas, por no afrontarlos y me refugio en otras cosas, porque le he dicho a Pablo que no me hablara sobre casarnos cuando mi amiga se estaba muriendo. Dios mío...
- Tranquila, tranquila y ¿Pablo se ha ido sin más?
- Claro, bueno, sin más no, le he echado a gritos. Y después le he llamado por teléfono y le he pedido perdón.
- Y ¿te ha perdonado?
- Sí, pero está resentido, no ha querido volver o que yo fuera a verle, pero lo entiendo.
- Sí, tranquila, seguro que mañana te entenderá.
- Eso espero, porque no le puedo perder a él también.
- Bueno, ¿vamos a cenar?
- Sí, pero no tengo mucho... ¿te apetece un sándwich?
- Claro.Preparamos unos sándwiches y después de cenar, nos sentamos en el sofá y empezamos otra conversación.
- Bueno, hermanita, ahora me toca a mí preguntar ya ti responder.
- ¿Sí? Y ¿qué quieres saber?
- Pues quién es ese chico tan importante y misterioso.
- ¿Misterioso?
- Sí, nunca quieres hablar de él.
- Ahhh, ya sé, habas de Miguel. La verdad, no me apetece mucho hablar de él...
- Pero hablar con alguien siempre hace bueno, te lo digo por experiencia. Sólo quiero que sepas que puedes confiar en mí.
- Está bien, tienes razón. Tú me has contado todo... será mejor que yo también lo haga. –Tras mi sonrisa, prosigue.- Bueno, en Asturias conocí a un chico, Miguel. Él iba a mi clase y empezamos a ser amigos. Realmente me caía muy bien y siempre estaba defendiendo sus sueños, sus ideales... y por eso me gustaba tanto. Porque al tiempo de ser tan amigos, descubrí que estaba enamorada de él. También, como te dije, me ayudó mucho con los de los papás y a convencerles. Su mayor sueño era recorrer el mundo, pero no yendo de riquillo con todo pagado, sino, ir a la deriva, empezando por sus ahorros y luego trabajando por ahí en lo que saliese, hasta conseguir dinero para ir a otro país y allí lo mismo. Y el último día de clase, cuando fui a coger mis libros, encontré una nota en mi mesa. “Cristina, ha llegado mi momento, voy a hacer realidad mi sueño, voy a recorrer el mundo. La verdad es que mi sueño no es completo, pues tú no estás conmigo, pero no podía hacerte eso. No podía apartarte de tu familia por meses. Espero que en ese tiempo no me olvides. Te quiero, Miguel.” –Ahora es a mi hermana a la que le caen lágrimas por las mejilla. Acariciándole la cara le abrazo.
- Tranquila, Cristina, tranquila.
- ¿Por qué me hizo eso, Lucía, por qué? Sólo tenía que habérmelo contado, yo le hubiera entendido, pero hubiera querido acompañarlo, de veras. Sé que es una locura, pero él me había enseñado a pensar así... y nunca me había dicho que me quería, sin embargo... una carta, una estúpida carta. Realmente le odio, me hizo mucho daño.
- Pero él te pidió que le esperaras, ¿no vas a hacerlo?
- No, Lucía. No se puede disponer así de las personas ni del tiempo. Él decidió marcharse a cumplir su sueño. Bueno, yo he continuado con mi vida y ya no le voy a volver a ver.
- Lo siento, Cris...
Suena el teléfono y son mis padres. Cristina habla con ellos y yo también, pero la verdad, tampoco decimos nada interesante, más que que nos cuidemos. Después, las dos estamos agotadas y nos vamos a la cama.
Ya para dormirme, no puedo dejar de darle vueltas al día de hoy.. a mi discusión con Pablo... mañana lo primero que haré será ir a su casa... tengo que pedirle perdón... y... le diré que me casaré con él... seré su esposa. Con este pensamiento me duermo...
Estoy con mi hija, tiene un año más o menos y está jugando en el suelo.
- Elisa... Elisa, ven con mami...
La niña se tambalea, pero justo antes de que caiga, Pablo la coge en el aire y la mueve, haciendo que la niña se ría. Los miro a los dos. Tengo una familia preciosa. La mejor del mundo... pablo me pasa a la niña y miro a mi niña llena de amor.
Me despierto y sigo abrazada a mí misma... como si fuera mi hija... ¿mi hija? Me toco la tripa... todavía ni me ha crecido, sólo era un sueño... un sueño precioso... ¿Querrá eso decir que tendré una niña? No sé... pero si es una niña podría llamarse Elisa... sonrío y vuelvo a dormirme... esta vez sin soñar nada recordable.
martes, 21 de abril de 2009
Capítulo 14
CONVERSACIONES (XIV)
Tras unos minutos así, me seco las lágrimas y busco el teléfono de Ana.
- ¿Ana? Soy Lucía.
- ¿Lucía, qué tal? Hace un tiempo que no pasas por la consulta...
- Sí... la verdad es que tengo muchas cosas que contarte... precisamente por eso te llamaba. Ya lo siento por no haber pedido hora, pero no podía esperar...
- Tranquila, me lo puedes contar por teléfono sin ningún problema.
- Gracias. Mira... hace unos días, Carol, mi mejor, amiga, ¿sabes? Tuvo un accidente. Muy grave, su estado es bastante complicado y sigue en coma desde entonces...
- Lo siento, Lucía... lo siento, de verdad, yo sé el cariño que le tienes...
- Sí... y encima me he enterado de que estoy embarazada...
- ¡Enhorabuena, mi amor!
- No, es que... no sé si es tan buena cosa.
- ¿Y, éso por qué, Lucía?
- Bueno, sí, sí que quiero tener al bebé, pero ahora mismo tengo todas mis ideas revueltas... te parece si quedamos y hablamos?
- Claro, ya son las siete... ¿quieres que vaya a tu casa?
- Ya he acabado mi consulta.
- Claro, muchas gracias, Ana, de verdad.
Justo después de colgar, llaman por teléfono, es mi hermana que me dice que está con una antigua amiga y volverá dentro de una hora u hora y media. La verdad agradezco que llame, pues ya estaba empezando a preocuparme por ella. Al fin llega Ana y después de saludarla cariñosamente, pasamos a la sala, donde hablamos en el sofá.
- Gracias por venir, Ana.
- Tranquila, Lucía, ya sabes que te aprecio mucho y te he notado muy angustiada al teléfono.
- Sí, la verdad ahora mismo siento que no soy yo... no sé, mira, mejor empiezo por el principio, bueno, hace unos tres días creo, pero mira, ni noción del tiempo tengo.
- Tranquila, Lucía, trata de no ponerte nerviosa. Te escucho.
- Gracias. Mira, el otro día, Julia, la madre de Carol, me llamó y me dijo que su hija había tenido un accidente. Enseguida fui al hospital y no sabes cómo la encontré. Carol, mi amiga, ya no parecía ella estaba totalmente inconsciente y cambiada por los golpes y las vendas. Luego, hace dos días, estaba cuidando a Marcos, mi ahijado, el hijo de Carolina y Sergio, cuando le comenté a Pablo de mi retraso. Sólo eran tres semanas, pero él me convenció para hacerme un test. El caso es que dio positivo. Supongo que en un primer momento me alegre, pero con todo esto del accidente, he pensado bastante y he llegado a la conclusión de que las personas pueden irse en cualquier momento, así, sin más. –continúo chasqueando los dedos.- y yo no quiero que mi hijo se quede sin madre o padre de momento.
- Lucía... eso no le va a pasar a tu hijo. –Me tranquiliza Ana preocupada.
- Sí ya lo sé, ves, no sé qué me pasa... y encima, esta tarde, Pablo me ha hablado de mi casa y no puedes imaginarte lo que he hecho... le he sacado de mi casa a gritos, diciéndole que cómo me podía hablar de algo tan serio en un momento como este... pero lo que creo es que tengo miedo... miedo de enfrentarme a una nueva situación, vivir juntos puede no ser una tontería... y ¿si descubre algo de mí que no le gusta? ¿o se da cuenta que realmente no está enamorado de mí?
- Lucía... quiero que me escuches un momento. –Me coge las manos mientras me mira fijamente a los ojos.- lo que te pasa es muy corriente, estás preocupada por lo que pueda pasar pero no es más que miedo a, como tú has dicho, enfrentarte a nuevas situaciones. Pero no debes esconderte detrás de otros problemas como el accidente de Carol.
- Es que no es sólo un accidente, Ana... se está muriendo, lo siento... lleva en coma desde el accidente. Con ella perdería gran parte de mi vida... es que no creo que la gente pueda entenderlo, éramos “demasiado” amigas y yo...
- Ey, ey, ey, tranquila, no te derrumbes. Respira tranquila. A ver, y lo del niño, ¿acaso piensas que serás una mala madre? ¿no será eso lo que te preocupa?
- En cierto modo sí... no sé, no sé cómo voy a hacer todo lo que necesita un bebé... se puede poner enfermo, no sé cualquier cosa.
- Ya, Lucía, no te atormentes más. Estoy segura que vas a ser una madre ejemplar, como lo eres en todo lo que haces. Mira, las madres llevan en la sangre cómo serlo, incluso sin tener la más mínima idea de medicina o primeros auxilios, te sorprenderías de la habilidad que tiene una madre de curar a su hijo. –Sonreímos.- A ver... ¿tienes alguna foto de Marcos?
- ¿Cómo?
- Si tienes alguna, cógela, te va a ayudar.
- Claro. –Cojo unas fotos de cuando nació Marcos.
- Míralas, míralas de verdad, recordando.- Las miro y sonrío recordando esos momentos.
- Y ahora dime, ¿alguna vez has cuidado de Marcos?
- Sí, muchas.
- Y dime, ¿alguna vez le ha pasado algo, has hecho algo mal?
- No... creo que no, bueno, el otro día se me cayó el biberón. -Contesto sonriendo.
- Bueno, ¿y no le preparaste otro?
- Claro.
- Ves, no hubo ningún problema, si algo pasase, cualquier cosa, saldrías con algo. De verdad, Lucía, yo confío plenamente en ti, así como Pablo, tu hermana, tu familia... y ante todo Carolina, ya sólo queda que tú confíes en ti misma.
- Muchas gracias. -Ahora soy yo la que le cojo las manos. Justo en ese momento llega mi hermana y saluda a Ana.
- Yo, yo ya me iba, creo que ya he conseguido lo que quería. –Me guiña un ojo al ir hacia la puerta.- Hasta pronto, chicas.
- ¡Adios!- Uy, y ¿qué era eso que quería conseguir?
- Abrirme los ojos...
- Y ¿sobre qué? Si puede saberse, claro...
- Ven, siéntate, tengo que decirte algo.
- Aaaa, el misterio del restaurante..
- Si... Cristina... ¡estoy embarazada!
- ¿¿Cómo??
- Sí, de siete semanas.
- Lucía.... ¡¡Felicidades!! ¡No sabes cuánto me alegro! Ay... -Me abraza.- ¡por fin vas a hacerme tía!
Tras unos minutos así, me seco las lágrimas y busco el teléfono de Ana.
- ¿Ana? Soy Lucía.
- ¿Lucía, qué tal? Hace un tiempo que no pasas por la consulta...
- Sí... la verdad es que tengo muchas cosas que contarte... precisamente por eso te llamaba. Ya lo siento por no haber pedido hora, pero no podía esperar...
- Tranquila, me lo puedes contar por teléfono sin ningún problema.
- Gracias. Mira... hace unos días, Carol, mi mejor, amiga, ¿sabes? Tuvo un accidente. Muy grave, su estado es bastante complicado y sigue en coma desde entonces...
- Lo siento, Lucía... lo siento, de verdad, yo sé el cariño que le tienes...
- Sí... y encima me he enterado de que estoy embarazada...
- ¡Enhorabuena, mi amor!
- No, es que... no sé si es tan buena cosa.
- ¿Y, éso por qué, Lucía?
- Bueno, sí, sí que quiero tener al bebé, pero ahora mismo tengo todas mis ideas revueltas... te parece si quedamos y hablamos?
- Claro, ya son las siete... ¿quieres que vaya a tu casa?
- Ya he acabado mi consulta.
- Claro, muchas gracias, Ana, de verdad.
Justo después de colgar, llaman por teléfono, es mi hermana que me dice que está con una antigua amiga y volverá dentro de una hora u hora y media. La verdad agradezco que llame, pues ya estaba empezando a preocuparme por ella. Al fin llega Ana y después de saludarla cariñosamente, pasamos a la sala, donde hablamos en el sofá.
- Gracias por venir, Ana.
- Tranquila, Lucía, ya sabes que te aprecio mucho y te he notado muy angustiada al teléfono.
- Sí, la verdad ahora mismo siento que no soy yo... no sé, mira, mejor empiezo por el principio, bueno, hace unos tres días creo, pero mira, ni noción del tiempo tengo.
- Tranquila, Lucía, trata de no ponerte nerviosa. Te escucho.
- Gracias. Mira, el otro día, Julia, la madre de Carol, me llamó y me dijo que su hija había tenido un accidente. Enseguida fui al hospital y no sabes cómo la encontré. Carol, mi amiga, ya no parecía ella estaba totalmente inconsciente y cambiada por los golpes y las vendas. Luego, hace dos días, estaba cuidando a Marcos, mi ahijado, el hijo de Carolina y Sergio, cuando le comenté a Pablo de mi retraso. Sólo eran tres semanas, pero él me convenció para hacerme un test. El caso es que dio positivo. Supongo que en un primer momento me alegre, pero con todo esto del accidente, he pensado bastante y he llegado a la conclusión de que las personas pueden irse en cualquier momento, así, sin más. –continúo chasqueando los dedos.- y yo no quiero que mi hijo se quede sin madre o padre de momento.
- Lucía... eso no le va a pasar a tu hijo. –Me tranquiliza Ana preocupada.
- Sí ya lo sé, ves, no sé qué me pasa... y encima, esta tarde, Pablo me ha hablado de mi casa y no puedes imaginarte lo que he hecho... le he sacado de mi casa a gritos, diciéndole que cómo me podía hablar de algo tan serio en un momento como este... pero lo que creo es que tengo miedo... miedo de enfrentarme a una nueva situación, vivir juntos puede no ser una tontería... y ¿si descubre algo de mí que no le gusta? ¿o se da cuenta que realmente no está enamorado de mí?
- Lucía... quiero que me escuches un momento. –Me coge las manos mientras me mira fijamente a los ojos.- lo que te pasa es muy corriente, estás preocupada por lo que pueda pasar pero no es más que miedo a, como tú has dicho, enfrentarte a nuevas situaciones. Pero no debes esconderte detrás de otros problemas como el accidente de Carol.
- Es que no es sólo un accidente, Ana... se está muriendo, lo siento... lleva en coma desde el accidente. Con ella perdería gran parte de mi vida... es que no creo que la gente pueda entenderlo, éramos “demasiado” amigas y yo...
- Ey, ey, ey, tranquila, no te derrumbes. Respira tranquila. A ver, y lo del niño, ¿acaso piensas que serás una mala madre? ¿no será eso lo que te preocupa?
- En cierto modo sí... no sé, no sé cómo voy a hacer todo lo que necesita un bebé... se puede poner enfermo, no sé cualquier cosa.
- Ya, Lucía, no te atormentes más. Estoy segura que vas a ser una madre ejemplar, como lo eres en todo lo que haces. Mira, las madres llevan en la sangre cómo serlo, incluso sin tener la más mínima idea de medicina o primeros auxilios, te sorprenderías de la habilidad que tiene una madre de curar a su hijo. –Sonreímos.- A ver... ¿tienes alguna foto de Marcos?
- ¿Cómo?
- Si tienes alguna, cógela, te va a ayudar.
- Claro. –Cojo unas fotos de cuando nació Marcos.
- Míralas, míralas de verdad, recordando.- Las miro y sonrío recordando esos momentos.
- Y ahora dime, ¿alguna vez has cuidado de Marcos?
- Sí, muchas.
- Y dime, ¿alguna vez le ha pasado algo, has hecho algo mal?
- No... creo que no, bueno, el otro día se me cayó el biberón. -Contesto sonriendo.
- Bueno, ¿y no le preparaste otro?
- Claro.
- Ves, no hubo ningún problema, si algo pasase, cualquier cosa, saldrías con algo. De verdad, Lucía, yo confío plenamente en ti, así como Pablo, tu hermana, tu familia... y ante todo Carolina, ya sólo queda que tú confíes en ti misma.
- Muchas gracias. -Ahora soy yo la que le cojo las manos. Justo en ese momento llega mi hermana y saluda a Ana.
- Yo, yo ya me iba, creo que ya he conseguido lo que quería. –Me guiña un ojo al ir hacia la puerta.- Hasta pronto, chicas.
- ¡Adios!- Uy, y ¿qué era eso que quería conseguir?
- Abrirme los ojos...
- Y ¿sobre qué? Si puede saberse, claro...
- Ven, siéntate, tengo que decirte algo.
- Aaaa, el misterio del restaurante..
- Si... Cristina... ¡estoy embarazada!
- ¿¿Cómo??
- Sí, de siete semanas.
- Lucía.... ¡¡Felicidades!! ¡No sabes cuánto me alegro! Ay... -Me abraza.- ¡por fin vas a hacerme tía!
Capítulo 13
PÁNICO (XIII)
A la llegada del postre la conversación llega a un punto muy aburrido para mí. Pablo y Cristina están hablando sobre los animales abandonados. La verdad es que a mí nunca me han gustado mucho los animales, pero sin embargo, a mi hermana y a Pablo, les encantan. En medio de esta conversación me pierdo en mis pensamientos.
Poco después de las pesadillas que tuve tiempo atrás, empecé a agobiarme. Cuando me iba a la cama, empezaba a pensar en la muerte... y qué pasaba si desaparecía antes de vivir todas las experiencias del mundo. Por ello fui a una psicóloga.
- ¿Eh, Lucía?
- ¿Sí? –Mi hermana me había sacado de mi mundo preguntándome si quería compartir el postre con ella.
- Claro, claro.
Vuelvo otra vez a mi mundo. Mis agobios se debían a todo el estrés que cargaba encima. Los exámenes finales y los exámenes de inglés me tenían al borde de un ataque de nervios, por lo que me agobiaba por todo. Cuando mejoré, mis padres me dijeron para dejar las sesiones con la psicóloga pero no quise, ellos se extrañaron, pero me encantaba hablar con una chica con experiencia, pero a la vez joven. Esta chica (con la que aún sigo en contacto, por cierto, ahora sería un buen momento para hablar con ella...) se llama Ana. Cuando yo empecé las sesiones, tenía dieciséis años y ella veintiocho. Me encantaba su simpatía y el modo en que me escuchaba y sólo hablaba en los momentos precisos y con algo perfectamente adecuado. Tenía consejos para todo y poco a poco empecé a confiar en ella como en una amiga... prácticamente como en Carol...
- Lucía, Lucía... ¿estás bien? –Mi hermana me mira con cara preocupada.
- ¿Qué, perdona?
- Estás llorando.
- ¿Cómo dices?
- Tus ojos están llorosos y te estaban cayendo lágrimas.
- Ah... estaba pensando en Carol. –Sigo comiendo, pero noto los ojos preocupados de Pablo y Cris clavados en mi frente.
Cuando salimos del restaurante, Cris dice que irá a casa de una amiga a saludarla. Más bien yo creo que lo hace para que Pablo y yo estemos juntos. Cuando se va, diciendo que llegará a casa pronto por la noche, Pablo y yo caminamos hacia la playa.
- Lucía... ¿no crees que deberíamos pensar en vivir juntos?
- ¿Eh?
- Bueno... vamos a tener un hijo, para ello debemos vivir juntos, ¿no crees?
- Claro.. pero, eras tú el que prefería vivir independiente por un tiempo.
- Sí, pero no contaba con la idea del niño.
- ¿No... no te gusta la idea?
- ¿Qué si no me gusta? Estoy loco por tener ese niño, Lucía, de veras, no, no veo el momento de tener entre mis brazos un pedacito de carne, tuyo y mío, nuestro, quiero cuidarlo, protegerlo, enseñarle, jugar con él...de todo, quiero verle crecer.
- Seguro que lo haces muy bien, vas a ser el mejor padre del mundo, de eso estoy segura. Y si es niño, quiero que sea como tú, igualito a ti, porque así sería el niño más guapo del mundo...
- Entonces quiero que sea niña, para que sea como tú. Inteligente, de buenos sentimientos, preciosa... te amo, Lucía.
- Y yo a ti, Pablo, no sabes cuánto te quiero, te adoro. –En este punto habíamos llegado a la arena de la playa y estábamos besándonos con las manos unidas a ambos lados de nuestro cuerpo.
- Y ahora en serio, Pablo, ¿tú qué quieres que sea, niño o niña?
- No lo sé... la verdad es que no lo sé. Y ¿tú?
- Pues tampoco... igual de pequeños los niños son más divertidos, guapos, revoltosos... sin embargo cuando se hacen mayores, la adolescencia... ¡uff, de lo peor! Y en cambio, las chicas, cuando son mayores son mucho más tranquilas, centradas, dan menos problemas... bueno, aunque hay de todo.
- Tienes razón. De todos modos sé que sea lo que y como sea, nosotros lo querremos muchísimo.
- De eso estoy segura. Yo ya quiero a Marquitos como a mi propio hijo, así que cuando nazca el nuestro, mi amor será inmenso y ya le estoy queriendo...
Seguimos paseando por la playa y luego me acompaña a casa. En el salón, antes de volver a su casa, volvemos a hablar.
- Entonces... ¿le dirás esta noche a tu hermana que estás embarazada?
- Sí, se lo diré esta noche. Con lo que le gustan los niños... ¡se morirá de alegría!
- Lucía... también quiero decirte algo... ¿Has pensado en que no casemos?
- ¿¿Qué?? ¿Qué estás diciendo, Pablo? ¿No te parece que tengo ya suficientes cosas en qué pensar con lo de Carol y mi embarazo? ¿No te parece suficiente que vayamos a vivir juntos, o no confías en mí?
- Lucía... ¿qué te pasa?
- Vete, Pablo, vete, por favor, estoy muy alterada.
- Espero que te arrepientas de cómo me has tratado. –En cuanto Pablo sale por la puerta, me doy cuenta de lo que acabo de hacer y me entra un miedo horrible al oir las voces de mi cabeza.«Dios mío, ¿qué he hecho? ¿Porqué me he puesto así cuando ha hablado de casarnos? ¿Será... será que no lo quiero realmente? ¿No digas tonterías, Lucía... le quieres más que a nada en el mundo, más que a tu propia vida. Es verdad... es verdad, le amo como a nada. Entonces... es miedo, pánico a vivir con él, a que él se canse de ti, que descubra algo de ti que no le guste... ¿pero qué he hecho? Le he tratado como a un perro, Dios mío, por favor, que me perdone, que me perdone.»
Llorando, descuelgo el teléfono y marco el móvil de Pablo.
- Pablo... soy yo... perdóname, perdóname por favor.
- Tranquila, Lucía, no llores, no te pongas más nerviosa.
- No... lo siento, lo siento, de verdad, no, no debí ponerme así... ha, ha sido pánico, cuando has hablado de casarnos... no sé... he sentido, he sentido como si al vivir contigo, cambiar todo... fuera a cambiar nuestra relación, no sé, igual descubres algo que no te gusta de mí...
- No digas eso, Lucía, no podría descubrir nada de ti que no me gustase. Hazme caso, no vuelvas a pensar así y quítate esos miedos. –Su voz es un poco resentida.
- Sí... sí, te juro que lo voy a hacer, pero ven a mi casa, necesito estar contigo otra vez...
- No, mejor no.
- Entonces, entonces voy a la tuya yo, ¿si?
- No, Lucía, no puede ser. Además he quedado con Sergio, en estos momentos, él también necesita de todo mi apoyo. –Ahora su voz además de resentida es cortante, lo que me asusta.
- Claro... tienes razón. Pues... nos vemos mañana, ¿no?
- Sí, hasta mañana, Lucía.
- Hasta mañana... te quiero. –Pero su teléfono ha colgado y no me ha oído la última frase.
Tras colgar me tumbo en el sofá y lloro en silencio, para mí, pues sólo es mía la culpa de mi sufrimiento... y el de Pablo.
A la llegada del postre la conversación llega a un punto muy aburrido para mí. Pablo y Cristina están hablando sobre los animales abandonados. La verdad es que a mí nunca me han gustado mucho los animales, pero sin embargo, a mi hermana y a Pablo, les encantan. En medio de esta conversación me pierdo en mis pensamientos.
Poco después de las pesadillas que tuve tiempo atrás, empecé a agobiarme. Cuando me iba a la cama, empezaba a pensar en la muerte... y qué pasaba si desaparecía antes de vivir todas las experiencias del mundo. Por ello fui a una psicóloga.
- ¿Eh, Lucía?
- ¿Sí? –Mi hermana me había sacado de mi mundo preguntándome si quería compartir el postre con ella.
- Claro, claro.
Vuelvo otra vez a mi mundo. Mis agobios se debían a todo el estrés que cargaba encima. Los exámenes finales y los exámenes de inglés me tenían al borde de un ataque de nervios, por lo que me agobiaba por todo. Cuando mejoré, mis padres me dijeron para dejar las sesiones con la psicóloga pero no quise, ellos se extrañaron, pero me encantaba hablar con una chica con experiencia, pero a la vez joven. Esta chica (con la que aún sigo en contacto, por cierto, ahora sería un buen momento para hablar con ella...) se llama Ana. Cuando yo empecé las sesiones, tenía dieciséis años y ella veintiocho. Me encantaba su simpatía y el modo en que me escuchaba y sólo hablaba en los momentos precisos y con algo perfectamente adecuado. Tenía consejos para todo y poco a poco empecé a confiar en ella como en una amiga... prácticamente como en Carol...
- Lucía, Lucía... ¿estás bien? –Mi hermana me mira con cara preocupada.
- ¿Qué, perdona?
- Estás llorando.
- ¿Cómo dices?
- Tus ojos están llorosos y te estaban cayendo lágrimas.
- Ah... estaba pensando en Carol. –Sigo comiendo, pero noto los ojos preocupados de Pablo y Cris clavados en mi frente.
Cuando salimos del restaurante, Cris dice que irá a casa de una amiga a saludarla. Más bien yo creo que lo hace para que Pablo y yo estemos juntos. Cuando se va, diciendo que llegará a casa pronto por la noche, Pablo y yo caminamos hacia la playa.
- Lucía... ¿no crees que deberíamos pensar en vivir juntos?
- ¿Eh?
- Bueno... vamos a tener un hijo, para ello debemos vivir juntos, ¿no crees?
- Claro.. pero, eras tú el que prefería vivir independiente por un tiempo.
- Sí, pero no contaba con la idea del niño.
- ¿No... no te gusta la idea?
- ¿Qué si no me gusta? Estoy loco por tener ese niño, Lucía, de veras, no, no veo el momento de tener entre mis brazos un pedacito de carne, tuyo y mío, nuestro, quiero cuidarlo, protegerlo, enseñarle, jugar con él...de todo, quiero verle crecer.
- Seguro que lo haces muy bien, vas a ser el mejor padre del mundo, de eso estoy segura. Y si es niño, quiero que sea como tú, igualito a ti, porque así sería el niño más guapo del mundo...
- Entonces quiero que sea niña, para que sea como tú. Inteligente, de buenos sentimientos, preciosa... te amo, Lucía.
- Y yo a ti, Pablo, no sabes cuánto te quiero, te adoro. –En este punto habíamos llegado a la arena de la playa y estábamos besándonos con las manos unidas a ambos lados de nuestro cuerpo.
- Y ahora en serio, Pablo, ¿tú qué quieres que sea, niño o niña?
- No lo sé... la verdad es que no lo sé. Y ¿tú?
- Pues tampoco... igual de pequeños los niños son más divertidos, guapos, revoltosos... sin embargo cuando se hacen mayores, la adolescencia... ¡uff, de lo peor! Y en cambio, las chicas, cuando son mayores son mucho más tranquilas, centradas, dan menos problemas... bueno, aunque hay de todo.
- Tienes razón. De todos modos sé que sea lo que y como sea, nosotros lo querremos muchísimo.
- De eso estoy segura. Yo ya quiero a Marquitos como a mi propio hijo, así que cuando nazca el nuestro, mi amor será inmenso y ya le estoy queriendo...
Seguimos paseando por la playa y luego me acompaña a casa. En el salón, antes de volver a su casa, volvemos a hablar.
- Entonces... ¿le dirás esta noche a tu hermana que estás embarazada?
- Sí, se lo diré esta noche. Con lo que le gustan los niños... ¡se morirá de alegría!
- Lucía... también quiero decirte algo... ¿Has pensado en que no casemos?
- ¿¿Qué?? ¿Qué estás diciendo, Pablo? ¿No te parece que tengo ya suficientes cosas en qué pensar con lo de Carol y mi embarazo? ¿No te parece suficiente que vayamos a vivir juntos, o no confías en mí?
- Lucía... ¿qué te pasa?
- Vete, Pablo, vete, por favor, estoy muy alterada.
- Espero que te arrepientas de cómo me has tratado. –En cuanto Pablo sale por la puerta, me doy cuenta de lo que acabo de hacer y me entra un miedo horrible al oir las voces de mi cabeza.«Dios mío, ¿qué he hecho? ¿Porqué me he puesto así cuando ha hablado de casarnos? ¿Será... será que no lo quiero realmente? ¿No digas tonterías, Lucía... le quieres más que a nada en el mundo, más que a tu propia vida. Es verdad... es verdad, le amo como a nada. Entonces... es miedo, pánico a vivir con él, a que él se canse de ti, que descubra algo de ti que no le guste... ¿pero qué he hecho? Le he tratado como a un perro, Dios mío, por favor, que me perdone, que me perdone.»
Llorando, descuelgo el teléfono y marco el móvil de Pablo.
- Pablo... soy yo... perdóname, perdóname por favor.
- Tranquila, Lucía, no llores, no te pongas más nerviosa.
- No... lo siento, lo siento, de verdad, no, no debí ponerme así... ha, ha sido pánico, cuando has hablado de casarnos... no sé... he sentido, he sentido como si al vivir contigo, cambiar todo... fuera a cambiar nuestra relación, no sé, igual descubres algo que no te gusta de mí...
- No digas eso, Lucía, no podría descubrir nada de ti que no me gustase. Hazme caso, no vuelvas a pensar así y quítate esos miedos. –Su voz es un poco resentida.
- Sí... sí, te juro que lo voy a hacer, pero ven a mi casa, necesito estar contigo otra vez...
- No, mejor no.
- Entonces, entonces voy a la tuya yo, ¿si?
- No, Lucía, no puede ser. Además he quedado con Sergio, en estos momentos, él también necesita de todo mi apoyo. –Ahora su voz además de resentida es cortante, lo que me asusta.
- Claro... tienes razón. Pues... nos vemos mañana, ¿no?
- Sí, hasta mañana, Lucía.
- Hasta mañana... te quiero. –Pero su teléfono ha colgado y no me ha oído la última frase.
Tras colgar me tumbo en el sofá y lloro en silencio, para mí, pues sólo es mía la culpa de mi sufrimiento... y el de Pablo.
Capítulo 12
NUNCA ESTAMOS SOLOS (XII)
Llegamos al hospital y se repite el ritual de siempre. Saludamos a Julia, que nos dice que no hay ninguna nueva. Sin embargo, podremos pasar a verla otra vez por turnos. Como el padre de Carolina está trabajando, Sergio pasa con su madre. Mientras hacen la visita nosotras nos quedamos en la conocida sala de espera. Llegan una mujer con su hija más o menos de mi edad y nos saludan con un frío y vacío “hola”. Respondemos al saludo y veo que están muy nerviosas. Poco después llega el médico y no puedo evitar oír la conversación.
- Doctor, doctor, por favor, dígame cómo está mi marido, dígame.
- Sí, sí, por favor, ¿cómo está mi padre?
- Tranquila, señora, a su marido lo están atendiendo. Ahora mismo lo están estabilizando. Ha sufrido un grave golpe en la cabeza a causa del accidente, lo que le ha producido un traumatismo craneoncefálico, estamos comprobando que no tenga ninguna fractura o hemorragia interna. Por favor, esperen aquí a nuevos resultados.
- ¿Pero se va a salvar, se va a salvar, verdad, doctor?
- Créeme que estamos haciendo todo lo que podemos y está en buenas manos, sólo confíen en que todo saldrá bien. Ahora, si me disculpan, voy a volver con los pacientes.
- Claro. -Las dos mujeres se sientan y se apoyan la una en la otra llorando. En cierto momento dado, mi mirada se cruza con la de la chica y le muestro con mi expresión que la entiendo perfectamente... ella simplemente asiente con dolor. Al rato aparecen de nuevo Julia y Sergio.
- Lucía, ya podéis pasar. Mi hermana y yo nos levantamos y ella me sigue hacia la habitación de mi amiga. Al entrar, Cristina ahoga un gritito con las mano al ver el estado de Carol y me mira como diciendo “lo siento”. Yo también miro mi amiga y pienso que casi está peor que el otro día. Ahora los golpes están entre morado y verde y tiene un aspecto rompedor, realmente me rompe el alma verla así. Me acerco y le cojo la mano, indicando a mi hermana con la mano que se siente. - La quieres mucho, ¿no?
- Claro... con ella he vivido toda mi adolescencia... todos estos años... todo lo he descubierto con ella. Juntas hemos recorrido ese camino, a veces empedrado y a veces liso... y ahora... ¿qué va a pasar?... por Dios... tiene un hijo, acaba de tener un hijo... realmente no me hago a la idea... es todo tan irreal... la última vez que estuvimos juntas en el hospital, era yo la que estaba en esa cama blanca... pero yo estaba despierta y ambas reíamos, pensando lo bien que lo pasaríamos cuando ella diera a luz y a mí me operaran de esa apendicitis... –Con la mano me contengo las lágrimas y veo que mi hermana está también emocionada y también une su mano a la de Carol y la mía, gesto que le agradezco con una sonrisa.Volvemos a la sala de espera y nos sentamos de nuevo en las incómodas sillas de plástico. Sobre las doce del mediodía decido ir a por unos cafés a la máquina. Al llegar veo a la chica de antes de cuclillas llorando. Rápidamente me agacho y la levanto abrazándola.
- Tranquila, tranquila. –Le acaricio la espalda y ella me sonríe. Poco a poco se va tranquilizando y se separa.
- Perdona, ya, ya estoy mejor.
- ¿Ya estás bien?
- Sí. Soy Ángela.
- Yo soy Lucía, encantada. ¿Quieres ir al baño a lavarte la cara?
- Claro. –Nos dirigimos al baño y por el camino me cuenta.
- Dio mío, me siento tan mal... estoy pasando por un momento emocional horrible y para colmo, esta mañana discutí con mi padre. Salió de casa enfadado... y mira, se ha empotrado contra un muro... ¿qué voy a hacer, qué voy a hacer? –Vuelve a llorar y yo la vuelvo a abrazar.
- Tranquila, tranquila, no pienses en eso, seguro que pronto puedes ver a tu padre y decirle que lo sientes, que no estabas enfadada con él...
- Sí, pero... ¿y si no despierta?
- Seguro que sí... seguro, ya lo verás. –Se reconforta y se lava la cara. Volvemos a la máquina de los cafés. Cada una cogemos cada una lo nuestro y regresamos a la sala de espera. Ella se sienta con su madre y me sonríe. Yo me quedo mirándola y pensando. Realmente no sólo yo estoy sufriendo. Hay miles de personas más que lo están pasando mal... y yo me pregunto... ¿por qué el sufrimiento? ¿para qué se inventó ese sentimiento?... al fin y al cabo sólo duele...
Poco antes de las dos, salimos y llegamos casi a la vez que Pablo al restaurante chino. Juntos, nos dirigimos a la puerta.
- Señoritas. -Dice Pablo abriéndonos la puerta e indicándonos con la puerta que pasemos. Enseguida nos sientan en una mesa y nos dan la carta.
- Ay... no sé qué pedir, me gustan tantas cosas... mejor pido una ensalada china... tampoco tengo mucho hambre en verdad.
- Lucía, tienes que comer, mira que no te he traído aquí para que no comas nada o muy poco. Ahora te lo digo de verdad. Estoy muy preocupado. Estos días no has comido nada y como sigas así te vas a enfermar. Anda, come algo más, por favor, hazlo por mí, ¿sí?
- Pablo tiene razón, hermanita, es mejor que comas más.
- Ay... está bien chicos comeré algo más. -Pedimos varios platos para los tres y charlamos hasta que nos traen los platos.
- Bueno, yo voy un momento al baño.
–Mi hermana se levanta, lo que ya llevaba rato yo esperando.
- Ay, por fin, Pablo, quería comentarte una cosa... he estado pensando... ¿qué te parece si le digo a mi hermana lo de mi embarazo? La verdad es que todavía no les quiero decir nada a mis padres ni a nadie, porque es muy pronto... pero igual pronto me dan mareos o vomito... y es mejor ella sepa porqué y estoy segura que si le cuento, no dirá nada a nadie.
- Claro, mi amor... como tú quieras... Entonces, ¿prefieres que aún no le diga nada a mis padres?
- Sí, prefiero... es que prefiero que pase un poco lo de Carol, que mejore un poco... al menos que despierte, así no estaré tan preocupada y tendré más tiempo para la gente.
- ¿Sabes? Me encanta verte tan optimista y pensando en que Carol despertará pronto. Es muy importante que lo creas, porque yo estoy seguro que eso pasará pronto. –Me coge las manos, sonreímos y nos besamos justo cuando llega mi hermana.
- Uy... pero qué acarameladitos estáis... ¿me he perdido algo?
- Mejor te cuento a la noche...
- Cuánto misterio... pero vamos a comer, que ya nos traen la comida. –Mientras comemos pienso lo que agradezco estar con mi hermana y mi novio... menos mal que nunca estamos solos y yo, afortunadamente, les tengo a ellos, y a muchos más. Sonrío feliz ante la extrañeza de mis acompañantes.
Llegamos al hospital y se repite el ritual de siempre. Saludamos a Julia, que nos dice que no hay ninguna nueva. Sin embargo, podremos pasar a verla otra vez por turnos. Como el padre de Carolina está trabajando, Sergio pasa con su madre. Mientras hacen la visita nosotras nos quedamos en la conocida sala de espera. Llegan una mujer con su hija más o menos de mi edad y nos saludan con un frío y vacío “hola”. Respondemos al saludo y veo que están muy nerviosas. Poco después llega el médico y no puedo evitar oír la conversación.
- Doctor, doctor, por favor, dígame cómo está mi marido, dígame.
- Sí, sí, por favor, ¿cómo está mi padre?
- Tranquila, señora, a su marido lo están atendiendo. Ahora mismo lo están estabilizando. Ha sufrido un grave golpe en la cabeza a causa del accidente, lo que le ha producido un traumatismo craneoncefálico, estamos comprobando que no tenga ninguna fractura o hemorragia interna. Por favor, esperen aquí a nuevos resultados.
- ¿Pero se va a salvar, se va a salvar, verdad, doctor?
- Créeme que estamos haciendo todo lo que podemos y está en buenas manos, sólo confíen en que todo saldrá bien. Ahora, si me disculpan, voy a volver con los pacientes.
- Claro. -Las dos mujeres se sientan y se apoyan la una en la otra llorando. En cierto momento dado, mi mirada se cruza con la de la chica y le muestro con mi expresión que la entiendo perfectamente... ella simplemente asiente con dolor. Al rato aparecen de nuevo Julia y Sergio.
- Lucía, ya podéis pasar. Mi hermana y yo nos levantamos y ella me sigue hacia la habitación de mi amiga. Al entrar, Cristina ahoga un gritito con las mano al ver el estado de Carol y me mira como diciendo “lo siento”. Yo también miro mi amiga y pienso que casi está peor que el otro día. Ahora los golpes están entre morado y verde y tiene un aspecto rompedor, realmente me rompe el alma verla así. Me acerco y le cojo la mano, indicando a mi hermana con la mano que se siente. - La quieres mucho, ¿no?
- Claro... con ella he vivido toda mi adolescencia... todos estos años... todo lo he descubierto con ella. Juntas hemos recorrido ese camino, a veces empedrado y a veces liso... y ahora... ¿qué va a pasar?... por Dios... tiene un hijo, acaba de tener un hijo... realmente no me hago a la idea... es todo tan irreal... la última vez que estuvimos juntas en el hospital, era yo la que estaba en esa cama blanca... pero yo estaba despierta y ambas reíamos, pensando lo bien que lo pasaríamos cuando ella diera a luz y a mí me operaran de esa apendicitis... –Con la mano me contengo las lágrimas y veo que mi hermana está también emocionada y también une su mano a la de Carol y la mía, gesto que le agradezco con una sonrisa.Volvemos a la sala de espera y nos sentamos de nuevo en las incómodas sillas de plástico. Sobre las doce del mediodía decido ir a por unos cafés a la máquina. Al llegar veo a la chica de antes de cuclillas llorando. Rápidamente me agacho y la levanto abrazándola.
- Tranquila, tranquila. –Le acaricio la espalda y ella me sonríe. Poco a poco se va tranquilizando y se separa.
- Perdona, ya, ya estoy mejor.
- ¿Ya estás bien?
- Sí. Soy Ángela.
- Yo soy Lucía, encantada. ¿Quieres ir al baño a lavarte la cara?
- Claro. –Nos dirigimos al baño y por el camino me cuenta.
- Dio mío, me siento tan mal... estoy pasando por un momento emocional horrible y para colmo, esta mañana discutí con mi padre. Salió de casa enfadado... y mira, se ha empotrado contra un muro... ¿qué voy a hacer, qué voy a hacer? –Vuelve a llorar y yo la vuelvo a abrazar.
- Tranquila, tranquila, no pienses en eso, seguro que pronto puedes ver a tu padre y decirle que lo sientes, que no estabas enfadada con él...
- Sí, pero... ¿y si no despierta?
- Seguro que sí... seguro, ya lo verás. –Se reconforta y se lava la cara. Volvemos a la máquina de los cafés. Cada una cogemos cada una lo nuestro y regresamos a la sala de espera. Ella se sienta con su madre y me sonríe. Yo me quedo mirándola y pensando. Realmente no sólo yo estoy sufriendo. Hay miles de personas más que lo están pasando mal... y yo me pregunto... ¿por qué el sufrimiento? ¿para qué se inventó ese sentimiento?... al fin y al cabo sólo duele...
Poco antes de las dos, salimos y llegamos casi a la vez que Pablo al restaurante chino. Juntos, nos dirigimos a la puerta.
- Señoritas. -Dice Pablo abriéndonos la puerta e indicándonos con la puerta que pasemos. Enseguida nos sientan en una mesa y nos dan la carta.
- Ay... no sé qué pedir, me gustan tantas cosas... mejor pido una ensalada china... tampoco tengo mucho hambre en verdad.
- Lucía, tienes que comer, mira que no te he traído aquí para que no comas nada o muy poco. Ahora te lo digo de verdad. Estoy muy preocupado. Estos días no has comido nada y como sigas así te vas a enfermar. Anda, come algo más, por favor, hazlo por mí, ¿sí?
- Pablo tiene razón, hermanita, es mejor que comas más.
- Ay... está bien chicos comeré algo más. -Pedimos varios platos para los tres y charlamos hasta que nos traen los platos.
- Bueno, yo voy un momento al baño.
–Mi hermana se levanta, lo que ya llevaba rato yo esperando.
- Ay, por fin, Pablo, quería comentarte una cosa... he estado pensando... ¿qué te parece si le digo a mi hermana lo de mi embarazo? La verdad es que todavía no les quiero decir nada a mis padres ni a nadie, porque es muy pronto... pero igual pronto me dan mareos o vomito... y es mejor ella sepa porqué y estoy segura que si le cuento, no dirá nada a nadie.
- Claro, mi amor... como tú quieras... Entonces, ¿prefieres que aún no le diga nada a mis padres?
- Sí, prefiero... es que prefiero que pase un poco lo de Carol, que mejore un poco... al menos que despierte, así no estaré tan preocupada y tendré más tiempo para la gente.
- ¿Sabes? Me encanta verte tan optimista y pensando en que Carol despertará pronto. Es muy importante que lo creas, porque yo estoy seguro que eso pasará pronto. –Me coge las manos, sonreímos y nos besamos justo cuando llega mi hermana.
- Uy... pero qué acarameladitos estáis... ¿me he perdido algo?
- Mejor te cuento a la noche...
- Cuánto misterio... pero vamos a comer, que ya nos traen la comida. –Mientras comemos pienso lo que agradezco estar con mi hermana y mi novio... menos mal que nunca estamos solos y yo, afortunadamente, les tengo a ellos, y a muchos más. Sonrío feliz ante la extrañeza de mis acompañantes.
domingo, 19 de abril de 2009
Uppss
Me acabo de dar cuenta que al pasarlos del word se ha movido tod, quitándose los espacios y los enter, así que voy a editar una por una. Lo siento!
Capítulo 11
PESADILLAS (XI)
Estoy andando por un pasillo. No hay nada... absolutamente nada. Miro a los lados y veo unas paredes blancas. Miro al frente y sólo veo más pasillo, pero no alcanzo a ver el final de éste. Vuelvo la cabeza otra vez hacia los lados y veo que las paredes poco a poco se acercan a mí, intentan aplastarme. Echo a correr hacia delante, tan deprisa como puedo, sin embargo las paredes se siguen acercando... me van a aplastar, casi tocan mi piel, las puedo sentir...
- ¡Nooooo!
- ¡Lucía, Lucía! ¿Estás bien? –Mi hermana me zarandea en la cama. poco a poco y muy aturdida me doy cuenta de que sólo fue un sueño, pero parecía tan real....
- sí, sí, sólo ha sido una pesadilla.
- Sí... tranquila, coge aire. –Me siento en la cama y me recobro del mal rato. Miro el despertador y son las nueve de la mañana.
- Bueno, yo voy a ducharme.
- Sí, yo me ducho después de ti. Me quedo en la cama mientras tanto, si me duermo, despiértame.
- Está bien. –Cojo la ropa limpia y me voy al baño, allí me meto debajo de la ducha y dejo caer el chorro de agua caliente sobre mi cabeza. Dios mío, el sueño era tan real... como aquella vez. Hace años, cuando yo había empezado a salir con Pablo, tuve una época llena de pesadillas.Me acuerdo que todo empezó una noche que soñé que estaba en la plaza de un mercado. El mercado estaba vacío, nadie andaba por las calles y los puestos se hallaban solos. En un puesto de la esquina veía a una anciana moribunda. Sus ropas se deshacían en jirones y tenía la cabeza caída. De lejos podía oír su voz llamándome por mi nombre. Sin embargo, no me movía. Yo intentaba correr a donde ella, pero mis piernas no respondía, no hacías caso. Allí me desperté con el agobio. La siguiente pesadilla comenzó exactamente igual, pero en el momento de ir a donde la anciana, mis piernas sí se movían. Sin embargo, por más que andaba, no llegaba a alcanzarla, siempre estaba a unos metros de mí. En la siguiente pesadilla, igual hasta ese punto, la anciana se ponía de pié sin levantar la cabeza y echaba a andar delante de mí. Yo la seguía tras sus pasos. En un momento dado, lentamente giraba la cabeza... ¡y era mi madre! Mucho más vieja y deteriorada... me miraba triste y me indicaba con la mano que la siguiese... mis padres me llevaron a un psiquiatra, para ver a qué se debían mis pesadillas. Me dieron unas pastillas con las que dormía profundamente y ya nunca volví a tener las pesadillas. Sin embargo, la verdad es que me quedé con las ganas de saber a dónde me conducía mi madre... qué quería mostrarme. Vuelvo a mi cuarto y despierto otra vez a mi hermana, que efectivamente se había vuelto a dormir.
- Cris, Cristina, me has dicho que te despierte...
- Sí... ya voy... un segundito...
- Voy a prepara el desayuno. –Me voy a la cocina y preparo el desayuno. Cuando ya me estoy tomando mi café, llega mi hermana, que ya se ha preparado.-
- Uyy, qué bien huelen esas tostadas.
- Toma, las acabo de preparar. Oye... y ¿qué te apetece hacer hoy?
- Pues lo que hagas tú... ¿vas a ir al hospital?
- Sí, pasaré por la mañana. Pero tú puedes hacer lo que quieras, no sé, si quieres ir a ver a alguna amiga... por mí no hay problema.
- No, no, voy contigo. Quiero ver a Carol. Si no te importa, claro.
- Claro que no. –Le sonrío y seguimos desayunando. Después hacemos las camas y suena el teléfono, que yo contesto.- ¿Sí?... Hola, mi amor... sí, todo bien... ah, no importa, tranquilo, yo voy con mi hermana... claro, ¿a que hora?... claro, pues allí nos vemos... y yo, un beso, cariño.
- ¿Era Pablo?
- Sí, tiene que trabajar por la mañana, pero luego nos va a llevar a comerla chino, ¿qué te parece?
- Pues muy bien, hace mucho que no como en un chinito.
- Bueno, pues todavía son las diez, igual es pronto para ir... después hemos quedado a las dos. ¿Qué te parece si vamos a casa de Sergio a ver a Marcos? Seguro que Sergio necesita ayuda... –Al momento me acuerdo del bebé, de mi bebé... Vuelvo a tocarme la tripa instintivamente y me miro al espejo de lado. Por el momento parece que no me crece la barriga.. sonrío. También recuerdo que no le he dicho nada a Cris, pero mejor se lo digo por la noche, no he hablado con Sergio después del otro día sobre ello.
- Claro, qué buena idea, quiero ver al niño, sólo lo he visto una vez, estará enorme.
- Sí y guapísimo.
- Seguro.
Nos vamos en mi coche a casa de Sergio y cuando llamo a la puerta me abre él.
- ¡Lucía, Cristina! ¡Cuánto tiempo, chica!
- Hola, Sergio, ¿qué tal andas?
- Bueno, tirando.
–Por un momento se le entristece la cara, pero vuelve a sonreír.
- Pero pasad, chicas, Marcos está en la cocina. ¿Qué tal por el norte, cómo así has vuelto?
- Pues por el norte muy bien y he vuelto porque ya no tenía nada que hacer allí, pues este año no he podido entrar en una academia de actuación y he vuelto para estar con Lucía.
- Aaa, qué bien. Así que sigues con lo de ser actriz, me acuerdo que siempre lo has dicho.
- Claro y siempre seguiré. –sonríe y llegamos a la cocina, donde Marcos está en la trona.
- ¿Quién se va a quedar hoy con él, Sergio? –Pregunto mientras me acerco al niño y le doy un beso.
- Pues mi madre, ayer lo llevamos un rato al hospital, pero no puede estar, porque llora y no es un sitio para tanto ruido...
- Claro. Mira, Cristina, mira qué guapo está mi ahijado.
- Si... está precioso. Hola, bonito. –Le acaricia la cara y se vuelve a Sergio.- Tienes un hijo precioso.
- Gracias. Y ¿qué vais a hacer hoy?
- Vamos a ir por la mañana al hospital. Por la tarde no sé.
- Bien, pues mi madre debe estar al llegar. ¿Venís en autobús conmigo?
- No, he traído el coche, así que vienes con nosotras.
- Claro, gracias.
Al rato llega su madre y nosotros nos vamos al hospital.
Estoy andando por un pasillo. No hay nada... absolutamente nada. Miro a los lados y veo unas paredes blancas. Miro al frente y sólo veo más pasillo, pero no alcanzo a ver el final de éste. Vuelvo la cabeza otra vez hacia los lados y veo que las paredes poco a poco se acercan a mí, intentan aplastarme. Echo a correr hacia delante, tan deprisa como puedo, sin embargo las paredes se siguen acercando... me van a aplastar, casi tocan mi piel, las puedo sentir...
- ¡Nooooo!
- ¡Lucía, Lucía! ¿Estás bien? –Mi hermana me zarandea en la cama. poco a poco y muy aturdida me doy cuenta de que sólo fue un sueño, pero parecía tan real....
- sí, sí, sólo ha sido una pesadilla.
- Sí... tranquila, coge aire. –Me siento en la cama y me recobro del mal rato. Miro el despertador y son las nueve de la mañana.
- Bueno, yo voy a ducharme.
- Sí, yo me ducho después de ti. Me quedo en la cama mientras tanto, si me duermo, despiértame.
- Está bien. –Cojo la ropa limpia y me voy al baño, allí me meto debajo de la ducha y dejo caer el chorro de agua caliente sobre mi cabeza. Dios mío, el sueño era tan real... como aquella vez. Hace años, cuando yo había empezado a salir con Pablo, tuve una época llena de pesadillas.Me acuerdo que todo empezó una noche que soñé que estaba en la plaza de un mercado. El mercado estaba vacío, nadie andaba por las calles y los puestos se hallaban solos. En un puesto de la esquina veía a una anciana moribunda. Sus ropas se deshacían en jirones y tenía la cabeza caída. De lejos podía oír su voz llamándome por mi nombre. Sin embargo, no me movía. Yo intentaba correr a donde ella, pero mis piernas no respondía, no hacías caso. Allí me desperté con el agobio. La siguiente pesadilla comenzó exactamente igual, pero en el momento de ir a donde la anciana, mis piernas sí se movían. Sin embargo, por más que andaba, no llegaba a alcanzarla, siempre estaba a unos metros de mí. En la siguiente pesadilla, igual hasta ese punto, la anciana se ponía de pié sin levantar la cabeza y echaba a andar delante de mí. Yo la seguía tras sus pasos. En un momento dado, lentamente giraba la cabeza... ¡y era mi madre! Mucho más vieja y deteriorada... me miraba triste y me indicaba con la mano que la siguiese... mis padres me llevaron a un psiquiatra, para ver a qué se debían mis pesadillas. Me dieron unas pastillas con las que dormía profundamente y ya nunca volví a tener las pesadillas. Sin embargo, la verdad es que me quedé con las ganas de saber a dónde me conducía mi madre... qué quería mostrarme. Vuelvo a mi cuarto y despierto otra vez a mi hermana, que efectivamente se había vuelto a dormir.
- Cris, Cristina, me has dicho que te despierte...
- Sí... ya voy... un segundito...
- Voy a prepara el desayuno. –Me voy a la cocina y preparo el desayuno. Cuando ya me estoy tomando mi café, llega mi hermana, que ya se ha preparado.-
- Uyy, qué bien huelen esas tostadas.
- Toma, las acabo de preparar. Oye... y ¿qué te apetece hacer hoy?
- Pues lo que hagas tú... ¿vas a ir al hospital?
- Sí, pasaré por la mañana. Pero tú puedes hacer lo que quieras, no sé, si quieres ir a ver a alguna amiga... por mí no hay problema.
- No, no, voy contigo. Quiero ver a Carol. Si no te importa, claro.
- Claro que no. –Le sonrío y seguimos desayunando. Después hacemos las camas y suena el teléfono, que yo contesto.- ¿Sí?... Hola, mi amor... sí, todo bien... ah, no importa, tranquilo, yo voy con mi hermana... claro, ¿a que hora?... claro, pues allí nos vemos... y yo, un beso, cariño.
- ¿Era Pablo?
- Sí, tiene que trabajar por la mañana, pero luego nos va a llevar a comerla chino, ¿qué te parece?
- Pues muy bien, hace mucho que no como en un chinito.
- Bueno, pues todavía son las diez, igual es pronto para ir... después hemos quedado a las dos. ¿Qué te parece si vamos a casa de Sergio a ver a Marcos? Seguro que Sergio necesita ayuda... –Al momento me acuerdo del bebé, de mi bebé... Vuelvo a tocarme la tripa instintivamente y me miro al espejo de lado. Por el momento parece que no me crece la barriga.. sonrío. También recuerdo que no le he dicho nada a Cris, pero mejor se lo digo por la noche, no he hablado con Sergio después del otro día sobre ello.
- Claro, qué buena idea, quiero ver al niño, sólo lo he visto una vez, estará enorme.
- Sí y guapísimo.
- Seguro.
Nos vamos en mi coche a casa de Sergio y cuando llamo a la puerta me abre él.
- ¡Lucía, Cristina! ¡Cuánto tiempo, chica!
- Hola, Sergio, ¿qué tal andas?
- Bueno, tirando.
–Por un momento se le entristece la cara, pero vuelve a sonreír.
- Pero pasad, chicas, Marcos está en la cocina. ¿Qué tal por el norte, cómo así has vuelto?
- Pues por el norte muy bien y he vuelto porque ya no tenía nada que hacer allí, pues este año no he podido entrar en una academia de actuación y he vuelto para estar con Lucía.
- Aaa, qué bien. Así que sigues con lo de ser actriz, me acuerdo que siempre lo has dicho.
- Claro y siempre seguiré. –sonríe y llegamos a la cocina, donde Marcos está en la trona.
- ¿Quién se va a quedar hoy con él, Sergio? –Pregunto mientras me acerco al niño y le doy un beso.
- Pues mi madre, ayer lo llevamos un rato al hospital, pero no puede estar, porque llora y no es un sitio para tanto ruido...
- Claro. Mira, Cristina, mira qué guapo está mi ahijado.
- Si... está precioso. Hola, bonito. –Le acaricia la cara y se vuelve a Sergio.- Tienes un hijo precioso.
- Gracias. Y ¿qué vais a hacer hoy?
- Vamos a ir por la mañana al hospital. Por la tarde no sé.
- Bien, pues mi madre debe estar al llegar. ¿Venís en autobús conmigo?
- No, he traído el coche, así que vienes con nosotras.
- Claro, gracias.
Al rato llega su madre y nosotros nos vamos al hospital.
viernes, 17 de abril de 2009
Capítulo 10
SUEÑOS... ¿PERDIDOS? (X)
Después de unos minutos de silencio, decido romper esta monotonía, pues dónde más ruido hay, es en el propio silencio, dónde sólo puedes oír en tu interior.
- Cris, ¿te apetece dormir conmigo? Esta cama es demasiado grande para mí sola... y no hay por qué estar cada una en cuarto, sabiendo que estamos solas en la casa... Sí quieres, claro.
- Claro... qué buena idea, voy a ponerme el pijama.
- Sí, claro, yo también.
Mientras mi hermana hace lo propio, me pongo el pijama y voy al baño a lavarme los dientes.
Ya en la cama nos damos las buenas noches y cada una nos tumbamos en un lado. Las dos estamos boca arriba y creo que las dos con los ojos abiertos. Yo personalmente no me puedo dormir, aún no tengo sueño, pero no sé qué pasará por la cabeza de mi hermana.
- Lucía... ¿te puedes dormir? Es que yo estaba pensando... no sé, aunque nunca nos hemos llevado mal... tampoco hemos tenido una relación tan estrecha como lo posible. –Gira su cabeza y me mira, yo hago lo mismo y le sonrío.-
- Y en qué estabas pensando, quiero decir, ¿por qué has pensado en eso?
- No sé... en este año me han pasado muchas cosas.. ¿sabes cómo me sentí con todo lo del fin de curso pasado?
- La verdad, Cristina, no mucho.. perdóname, tendría que haberme preocupado más...
- Tranquila. –Me dice sonriendo.
- Pero estaría encantada de que me lo contases ahora. –Me giro sobre mí y me pongo mirándola, apoyando mi cabeza en mi mano. Ella sigue mirando al techo y me habla sonriente.
- El año pasado... quiero decir, este año, a principios, empecé a tomarme muy en serio lo de actuar. Yo me di cuenta de que lo que de verdad quería es actuar. Tan sólo eso. Y no en los mejores escenarios, quiero decir, sí, es verdad que de siempre he querido ser famosa, Holliwood... –Ahora sonríe como nunca.- pero todo eso son sueños, en la realidad, con actuar en un pequeño escenario me conformo. Entonces empecé a pensar.. cómo decirles a papá y mamá que yo no quería estudiar derecho, ni económicas, ni medicina, ni ninguna otra carrera, ni siquiera arte, pero eso era algo tan complicado... tan difícil para ellos de entender... y lo fui dejando. Cuando ya quedaba poco tiempo para la selectividad y ya los papás me dijeron que ya sí tenía que decidirme por una universidad y una carrera se lo dije. Por supuesto ellos no me entendieron y de primeras me dijeron que no, que estudiase una carrera y si después seguía con la “tontería” podría hacer algo tras acabar la universidad. Sin embargo, una persona muy importante para mí me convenció para que hablara con mis padres y les hiciera entender, calmadamente, que lo que yo quería no era estudiar una carrera, sino, estudiar interpretación. Y después de mucho rato hablando aceptaron con la condición de que hiciera la selectividad, por si más tarde, como ellos decían, pasaría, prefería estudiar una carrera. Así que así fue yo saqué un ocho y medio en el examen y me apunté en una academia de interpretación, pero bueno, el resto ya lo sabes, al final la academia cerró y no pude entrar en otras, que ya estaban llenas... Pero bueno, eso no es lo peor, la cosa es que yo siempre me había llevado muy bien con papá y mamá, siempre me habían entendido, sin embargo... ¿por qué no entienden que lo que yo quiero es ser actriz¿ Es tan digo como cualquier otra cosa, por no estudiar una carrera no soy menos inculta.. tú me entiendes, ¿verdad?
- Claro que sí, Cristina, pero también trata de entenderlos tú un poquito. Ellos vienen de familias importantes, que dan mucha importancia a los estudios para un posterior trabajo importante...
- Ya, si yo los entiendo, simplemente me duele. Pero bueno, ya más o menos estamos otra vez como antes, al principio el ambiente era tenso.. pero ya no. Y bueno, de todas formas ya parece que mi sueño se perdió.
- ¿¿Cómo?? ¿Sólo porque este año no has podido entrar en una academia? No, señorita, qué va. El año que vienen lo vuelves a intentar, mira, tómatelo como un año sabático, eso es. Y bien... ¿quién es?
- ¿Qué?
- La persona tan importante para ti... la que hizo que hablaras con papá y mamá...
- Ah... eh... prefiero no hablar de esa persona.
- Está bien, pero... era un chico, ¿verdad? Dime y... ¿o has dejado en Asturias?
- No, de verdad no quiero hablar de él. –Mi hermana se gira de espaldas a mí y yo la miro triste.
- Buenas noches, Cris, no pretendía molestarte.
- Buenas noches, Lu.
Todavía no puedo dormir, así que recuerdo como fue mi último año de instituto. Mi padre también quería que yo fuera abogada, pero a mí no me gustaban. Y yo quería ser periodista... quería trabajar en programa, ser presentadora. También me costó mucho convencer a mis padres, por eso les había costado mucho aceptar la decisión de Cristina. Pero hice mi carrera. Sin embargo, pronto descubrí lo difícil que está el mercado laboral. Desde que acabé la carrera hace un par de años, no he conseguido trabajo en mi campo, pero también es porque hace un tiempo deje de buscar al encontrar mi trabajo en la tienda. Sin embargo, lo que me ha contado mi hermana... ha hecho que vuelva a tener las ganas de trabajar de periodista de antes. En cuanto tenga tiempo, volveré a buscar trabajo como antes. También recuerdo el apoyo que me dio Pablo al acabar el colegio. Él también pensaba que con mis notas debería de estudiar algo que me llevase a un alto puesto en alguna empresa o bufete de abogados. Sin embargo, el también entendía que lo que yo quería era eso y lo aceptaba y además me ayudaba en todo lo que podía. Incluso varias veces habló con mi madre, porque mi padre era otra cosa... –Sonrío.- Poco a poco me va entrando el sueño. Me giro hacia mi hermana y veo que ya está dormida. Me acerco a ella y hablo en voz bajita para no despertarla.
- Me alegro de que hallas venido, Cris. Que duermas bien. –Le doy un beso en la mejilla dormida y me acuesto a soñar... ¿felizmente?
Después de unos minutos de silencio, decido romper esta monotonía, pues dónde más ruido hay, es en el propio silencio, dónde sólo puedes oír en tu interior.
- Cris, ¿te apetece dormir conmigo? Esta cama es demasiado grande para mí sola... y no hay por qué estar cada una en cuarto, sabiendo que estamos solas en la casa... Sí quieres, claro.
- Claro... qué buena idea, voy a ponerme el pijama.
- Sí, claro, yo también.
Mientras mi hermana hace lo propio, me pongo el pijama y voy al baño a lavarme los dientes.
Ya en la cama nos damos las buenas noches y cada una nos tumbamos en un lado. Las dos estamos boca arriba y creo que las dos con los ojos abiertos. Yo personalmente no me puedo dormir, aún no tengo sueño, pero no sé qué pasará por la cabeza de mi hermana.
- Lucía... ¿te puedes dormir? Es que yo estaba pensando... no sé, aunque nunca nos hemos llevado mal... tampoco hemos tenido una relación tan estrecha como lo posible. –Gira su cabeza y me mira, yo hago lo mismo y le sonrío.-
- Y en qué estabas pensando, quiero decir, ¿por qué has pensado en eso?
- No sé... en este año me han pasado muchas cosas.. ¿sabes cómo me sentí con todo lo del fin de curso pasado?
- La verdad, Cristina, no mucho.. perdóname, tendría que haberme preocupado más...
- Tranquila. –Me dice sonriendo.
- Pero estaría encantada de que me lo contases ahora. –Me giro sobre mí y me pongo mirándola, apoyando mi cabeza en mi mano. Ella sigue mirando al techo y me habla sonriente.
- El año pasado... quiero decir, este año, a principios, empecé a tomarme muy en serio lo de actuar. Yo me di cuenta de que lo que de verdad quería es actuar. Tan sólo eso. Y no en los mejores escenarios, quiero decir, sí, es verdad que de siempre he querido ser famosa, Holliwood... –Ahora sonríe como nunca.- pero todo eso son sueños, en la realidad, con actuar en un pequeño escenario me conformo. Entonces empecé a pensar.. cómo decirles a papá y mamá que yo no quería estudiar derecho, ni económicas, ni medicina, ni ninguna otra carrera, ni siquiera arte, pero eso era algo tan complicado... tan difícil para ellos de entender... y lo fui dejando. Cuando ya quedaba poco tiempo para la selectividad y ya los papás me dijeron que ya sí tenía que decidirme por una universidad y una carrera se lo dije. Por supuesto ellos no me entendieron y de primeras me dijeron que no, que estudiase una carrera y si después seguía con la “tontería” podría hacer algo tras acabar la universidad. Sin embargo, una persona muy importante para mí me convenció para que hablara con mis padres y les hiciera entender, calmadamente, que lo que yo quería no era estudiar una carrera, sino, estudiar interpretación. Y después de mucho rato hablando aceptaron con la condición de que hiciera la selectividad, por si más tarde, como ellos decían, pasaría, prefería estudiar una carrera. Así que así fue yo saqué un ocho y medio en el examen y me apunté en una academia de interpretación, pero bueno, el resto ya lo sabes, al final la academia cerró y no pude entrar en otras, que ya estaban llenas... Pero bueno, eso no es lo peor, la cosa es que yo siempre me había llevado muy bien con papá y mamá, siempre me habían entendido, sin embargo... ¿por qué no entienden que lo que yo quiero es ser actriz¿ Es tan digo como cualquier otra cosa, por no estudiar una carrera no soy menos inculta.. tú me entiendes, ¿verdad?
- Claro que sí, Cristina, pero también trata de entenderlos tú un poquito. Ellos vienen de familias importantes, que dan mucha importancia a los estudios para un posterior trabajo importante...
- Ya, si yo los entiendo, simplemente me duele. Pero bueno, ya más o menos estamos otra vez como antes, al principio el ambiente era tenso.. pero ya no. Y bueno, de todas formas ya parece que mi sueño se perdió.
- ¿¿Cómo?? ¿Sólo porque este año no has podido entrar en una academia? No, señorita, qué va. El año que vienen lo vuelves a intentar, mira, tómatelo como un año sabático, eso es. Y bien... ¿quién es?
- ¿Qué?
- La persona tan importante para ti... la que hizo que hablaras con papá y mamá...
- Ah... eh... prefiero no hablar de esa persona.
- Está bien, pero... era un chico, ¿verdad? Dime y... ¿o has dejado en Asturias?
- No, de verdad no quiero hablar de él. –Mi hermana se gira de espaldas a mí y yo la miro triste.
- Buenas noches, Cris, no pretendía molestarte.
- Buenas noches, Lu.
Todavía no puedo dormir, así que recuerdo como fue mi último año de instituto. Mi padre también quería que yo fuera abogada, pero a mí no me gustaban. Y yo quería ser periodista... quería trabajar en programa, ser presentadora. También me costó mucho convencer a mis padres, por eso les había costado mucho aceptar la decisión de Cristina. Pero hice mi carrera. Sin embargo, pronto descubrí lo difícil que está el mercado laboral. Desde que acabé la carrera hace un par de años, no he conseguido trabajo en mi campo, pero también es porque hace un tiempo deje de buscar al encontrar mi trabajo en la tienda. Sin embargo, lo que me ha contado mi hermana... ha hecho que vuelva a tener las ganas de trabajar de periodista de antes. En cuanto tenga tiempo, volveré a buscar trabajo como antes. También recuerdo el apoyo que me dio Pablo al acabar el colegio. Él también pensaba que con mis notas debería de estudiar algo que me llevase a un alto puesto en alguna empresa o bufete de abogados. Sin embargo, el también entendía que lo que yo quería era eso y lo aceptaba y además me ayudaba en todo lo que podía. Incluso varias veces habló con mi madre, porque mi padre era otra cosa... –Sonrío.- Poco a poco me va entrando el sueño. Me giro hacia mi hermana y veo que ya está dormida. Me acerco a ella y hablo en voz bajita para no despertarla.
- Me alegro de que hallas venido, Cris. Que duermas bien. –Le doy un beso en la mejilla dormida y me acuesto a soñar... ¿felizmente?
Capítulo 9
MI HERMANA CRISTINA (IX)
Llegamos al hospital y Julia me dice como en otro mundo que sigue en el mismo estado que el día anterior, antes de la parada. Bueno, por lo menos no ha empeorado. Estamos unas dos horas más o menos en el hospital y cuando nos vamos, durante todo el viaje estoy un poco nerviosa. Hace mucho que no veo a mi hermana y no estoy segura de si comprende lo que me está pasando, pero sí es verdad que siempre que he tenido algún problema, mi hermana ha estado conmigo, aunque suela estar en las nubes, sabe cuando poner los pies en la tierra. Mientras esperamos en al estación el tiempo se me hace eterno. De repente veo que llega el tren de mi hermana y empieza a salir la gente de los vagones. A lo lejos veo a mi hermana que viene con las maletas. Llega como a cámara lenta, mientras yo mantengo al cara sin expresión alguna, sin embargo, cuando me mira fijamente e impulsivamente me abraza, sonrío feliz. Desde luego, ésta es mi hermana. En estos momentos me doy cuenta de la falta que me hace a mi lado y de lo que necesitaba un abrazo.
- Lucía.. ¿qué tal?
- Bien, bueno, ¿qué tal el viaje?
- Muy bien, un poco aburrida ya, pero bueno. Oye, Pablo, perdona que no te haya saludado, no me he dado cuenta. –Se dan un abrazo.
- Tranquila, me alegro de que estés bien.
- Y yo.
- Bueno, Cris, ¿te parece que vayamos a la casa?
- Claro, ya tengo ganas de verla...
Pablo nos lleva a casa y sube las maletas de Cris.
- Bueno, chicas, yo os dejo.
- ¿Te vas? –Pregunto sorprendida.
- Sí, mañana tengo que ir a trabajar pronto, además, estoy seguro de que tenéis muchas copas de qué hablar. Ya hablaremos mañana. Bueno, chicas, que lo paséis bien, buenas noches. –Le da un beso a Cris en la mejilla y a mí en los labios.
- Adiós, cariño.
- Hasta mañana, Pablo.
Se va y miro a Cris, que me sonríe.
- Voy a hacer la cena, ¿vas deshaciendo la maleta?
- Claro.
- ¿Qué quieres para cenar?
- Lo que quieras tú.
- ¡Pero acabas de llegar! Elige lo que quieras. –Digo sonriendo.
- Está bien... una ensalada y huevo frito.
- (Me río.) No has cambiado nada... nunca quieres cosas muy elaboradas...
- Ya, prefiero las cosas sencillas... Oye, voy al baño que no aguanto más.
- Claro, estoy en la cocina si necesitas algo.
- Bien. –Sonriendo va al baño y yo empiezo a hacer la cena.
Intento preparar la ensalada lo mejor que puedo, recordando lo que más le gusta a Cris, no estoy segura.... así que le pongo de todo. Poco después oigo a mi hermana gritar.
- ¡Lucía, te he traído una cosa, ven un momento, por favor!
- ¡Un segundo, ya voy!
Termino con la ensalada y voy al cuarto de mi hermana.
- Mira, te he traído esto, lo compré en el viaje que estaba haciendo con los papás. Espero que te guste.
Me entrega una caja envuelta. Poco a poco y con mucho cuidado desenvuelvo el paquete. Es un precioso marco de fotos tallado en madera, en los bordes talladas hadas del bosque y rematadas con pintura.
- Cris... es precioso, yo... no sé qué decir.... muchas gracias, de verdad. –Le estrecho la mano mientras nuestras caras sonríen...
- Bueno, pues me alegro de que te guste, no sabía qué coger y me pareció tan bonito... Ala, pues voy a terminar con la maleta. ¡Ah!
- Se me olvidaba, papá me ha dado dinero para que te lo de, como ahora somos dos en casa..... –Busca en la maleta y saca un sobre que me tiende.- Toma.
- Bien... lo voy a dejar en el salón, ahora mismo no necesito dinero, tengo suficiente.
Vuelvo a terminar de preparar la cena. Al poco rato llega mi hermana y me ayuda a poner la mesa. Después de servir nos sentamos a cenar y la veo mirar el tomate de la ensalada raramente.
- ¡Ay! El tomate, ¿no te gusta verdad? Perdona, lo había olvidado.
- No, no importa, ya lo como. –Forzando una sonrisa se lleva un trozo a la boca.
- No, no, trae, ya me lo como yo, no sé cómo no me he dado cuenta.. lo siento.
- Tranquila, Lucía, de verdad, no pasa nada.
Seguimos cenando en silencio.
- Está todo muy rico, Lucía.
- Gracias, Cris.
Recogemos juntas la cocina y después vamos al sofá.
- Y dime, hermanita, ¿Qué tal la vida?
- Bueno, pues la verdad, no sé... me gustaba cuidar los niños, pero.... no sé lo que a mí me gusta es actuar... eso es lo que yo quiero hacer.
- Tranquila, Cris, lo conseguirás, estoy segura. –Le aprieto la mano y nos sonreímos cuando el teléfono nos sorprende a las dos.
- Ya cojo. –Mientras cojo el teléfono me pregunto quién será y sólo deseo que no sea del hospital con malas noticias.- ¿S..sí?
- ¿Lucía?, mi amor, ¿qué tal? ¿ha llegado Cristina?
- Mamá... qué susto... creí que llamaban del hospital porque había pasado algo...
- Perdona, hija, no quería asustarte, ¿cómo sigue Carolina?
- Igual, mamá, sigue igual de mal.
- Ay.... no sabes cuánto lo siento, mi niña, de verdad espero que se recupere pronto.
- Si lo hace, mamá, si lo hace. –Repentinamente le paso el teléfono a Cristina y salgo de la habitación con lágrimas en los ojos.
Desde el pasillo oigo a mi hermana al teléfono.
- Hola, mamá... ha salido llorando... sí, ahora voy con ella... sí, yo he llegado bien, el viaje ha sido normal pero aburrido y Lucía y Pablo me han ido a recoger... adiós, un beso, y otro a papá desde aquí.
Mi hermana viene conmigo y juntas vamos a mi cuarto y nos sentamos en la cama.
- Lucía, ¿quieres hablar? Yo... yo estoy si quieres hablar... o si no quieres... pues para estar contigo.
- Gracias, Cris, yo... yo... prefiero no hablar, no, no me apetece hablar del tema, ya es bastante doloroso sólo recordar.
- Claro, tranquila. –Me abraza y nos quedamos un rato así. Es bueno sentir a una persona cerca, cuando crees todo tu mundo se te viene encima.
Llegamos al hospital y Julia me dice como en otro mundo que sigue en el mismo estado que el día anterior, antes de la parada. Bueno, por lo menos no ha empeorado. Estamos unas dos horas más o menos en el hospital y cuando nos vamos, durante todo el viaje estoy un poco nerviosa. Hace mucho que no veo a mi hermana y no estoy segura de si comprende lo que me está pasando, pero sí es verdad que siempre que he tenido algún problema, mi hermana ha estado conmigo, aunque suela estar en las nubes, sabe cuando poner los pies en la tierra. Mientras esperamos en al estación el tiempo se me hace eterno. De repente veo que llega el tren de mi hermana y empieza a salir la gente de los vagones. A lo lejos veo a mi hermana que viene con las maletas. Llega como a cámara lenta, mientras yo mantengo al cara sin expresión alguna, sin embargo, cuando me mira fijamente e impulsivamente me abraza, sonrío feliz. Desde luego, ésta es mi hermana. En estos momentos me doy cuenta de la falta que me hace a mi lado y de lo que necesitaba un abrazo.
- Lucía.. ¿qué tal?
- Bien, bueno, ¿qué tal el viaje?
- Muy bien, un poco aburrida ya, pero bueno. Oye, Pablo, perdona que no te haya saludado, no me he dado cuenta. –Se dan un abrazo.
- Tranquila, me alegro de que estés bien.
- Y yo.
- Bueno, Cris, ¿te parece que vayamos a la casa?
- Claro, ya tengo ganas de verla...
Pablo nos lleva a casa y sube las maletas de Cris.
- Bueno, chicas, yo os dejo.
- ¿Te vas? –Pregunto sorprendida.
- Sí, mañana tengo que ir a trabajar pronto, además, estoy seguro de que tenéis muchas copas de qué hablar. Ya hablaremos mañana. Bueno, chicas, que lo paséis bien, buenas noches. –Le da un beso a Cris en la mejilla y a mí en los labios.
- Adiós, cariño.
- Hasta mañana, Pablo.
Se va y miro a Cris, que me sonríe.
- Voy a hacer la cena, ¿vas deshaciendo la maleta?
- Claro.
- ¿Qué quieres para cenar?
- Lo que quieras tú.
- ¡Pero acabas de llegar! Elige lo que quieras. –Digo sonriendo.
- Está bien... una ensalada y huevo frito.
- (Me río.) No has cambiado nada... nunca quieres cosas muy elaboradas...
- Ya, prefiero las cosas sencillas... Oye, voy al baño que no aguanto más.
- Claro, estoy en la cocina si necesitas algo.
- Bien. –Sonriendo va al baño y yo empiezo a hacer la cena.
Intento preparar la ensalada lo mejor que puedo, recordando lo que más le gusta a Cris, no estoy segura.... así que le pongo de todo. Poco después oigo a mi hermana gritar.
- ¡Lucía, te he traído una cosa, ven un momento, por favor!
- ¡Un segundo, ya voy!
Termino con la ensalada y voy al cuarto de mi hermana.
- Mira, te he traído esto, lo compré en el viaje que estaba haciendo con los papás. Espero que te guste.
Me entrega una caja envuelta. Poco a poco y con mucho cuidado desenvuelvo el paquete. Es un precioso marco de fotos tallado en madera, en los bordes talladas hadas del bosque y rematadas con pintura.
- Cris... es precioso, yo... no sé qué decir.... muchas gracias, de verdad. –Le estrecho la mano mientras nuestras caras sonríen...
- Bueno, pues me alegro de que te guste, no sabía qué coger y me pareció tan bonito... Ala, pues voy a terminar con la maleta. ¡Ah!
- Se me olvidaba, papá me ha dado dinero para que te lo de, como ahora somos dos en casa..... –Busca en la maleta y saca un sobre que me tiende.- Toma.
- Bien... lo voy a dejar en el salón, ahora mismo no necesito dinero, tengo suficiente.
Vuelvo a terminar de preparar la cena. Al poco rato llega mi hermana y me ayuda a poner la mesa. Después de servir nos sentamos a cenar y la veo mirar el tomate de la ensalada raramente.
- ¡Ay! El tomate, ¿no te gusta verdad? Perdona, lo había olvidado.
- No, no importa, ya lo como. –Forzando una sonrisa se lleva un trozo a la boca.
- No, no, trae, ya me lo como yo, no sé cómo no me he dado cuenta.. lo siento.
- Tranquila, Lucía, de verdad, no pasa nada.
Seguimos cenando en silencio.
- Está todo muy rico, Lucía.
- Gracias, Cris.
Recogemos juntas la cocina y después vamos al sofá.
- Y dime, hermanita, ¿Qué tal la vida?
- Bueno, pues la verdad, no sé... me gustaba cuidar los niños, pero.... no sé lo que a mí me gusta es actuar... eso es lo que yo quiero hacer.
- Tranquila, Cris, lo conseguirás, estoy segura. –Le aprieto la mano y nos sonreímos cuando el teléfono nos sorprende a las dos.
- Ya cojo. –Mientras cojo el teléfono me pregunto quién será y sólo deseo que no sea del hospital con malas noticias.- ¿S..sí?
- ¿Lucía?, mi amor, ¿qué tal? ¿ha llegado Cristina?
- Mamá... qué susto... creí que llamaban del hospital porque había pasado algo...
- Perdona, hija, no quería asustarte, ¿cómo sigue Carolina?
- Igual, mamá, sigue igual de mal.
- Ay.... no sabes cuánto lo siento, mi niña, de verdad espero que se recupere pronto.
- Si lo hace, mamá, si lo hace. –Repentinamente le paso el teléfono a Cristina y salgo de la habitación con lágrimas en los ojos.
Desde el pasillo oigo a mi hermana al teléfono.
- Hola, mamá... ha salido llorando... sí, ahora voy con ella... sí, yo he llegado bien, el viaje ha sido normal pero aburrido y Lucía y Pablo me han ido a recoger... adiós, un beso, y otro a papá desde aquí.
Mi hermana viene conmigo y juntas vamos a mi cuarto y nos sentamos en la cama.
- Lucía, ¿quieres hablar? Yo... yo estoy si quieres hablar... o si no quieres... pues para estar contigo.
- Gracias, Cris, yo... yo... prefiero no hablar, no, no me apetece hablar del tema, ya es bastante doloroso sólo recordar.
- Claro, tranquila. –Me abraza y nos quedamos un rato así. Es bueno sentir a una persona cerca, cuando crees todo tu mundo se te viene encima.
Capítulo 8
TODO LISTO (VIII)
Vamos hacia los demás y en un momento miro la hora. Son las cinco de la madrugada. Cuando llegamos, justo el médico acaba de llegar y oímos todo lo que tiene que decir.
- ¡¿Dónde está mi hija, doctor, dónde está?!
- Tranquila, señora, su hija sigue en su habitación. Su hija ha hecho una parada cardiaca, pro la hemos podido remontar y ahora sigue en estado crítico. Estamos haciendo todo lo que está en nuestras manos.
El médico se marcha sin decir nada más y en mi estado de trance oigo a Julia gritar mientras se cae al suelo.
- ¡Noooo! –Veo al padre de Carol y a Sergio levantarla mientras hecho a correr hacia la sala de espera y apoyándome en la pared, llorando, me deslizo hasta quedarme en cuclillas mientras ahogo mis gritos con mi mano. Inmediatamente después, está Pablo agachado abrazándome.
- “Tranquila, mi princesa, tranquila.”
Así me quedo durante mucho rato, hasta que Pablo va un momento a hablar con Sergio y al volver me levanta y me saca a la calle. Antes viene julia y nos damos un abrazo en el que sobran las palabras. Ya en la calle, Pablo me dice que me va a llevar a casa. En ese momento, yo me desmorono y empiezo a golpear sin pensarlo a Pablo mientras grito.
- ¡¿Por qué? ¿Por qué otra vez, cuántas veces más nos vas a hacer pasar por esto, eh?! ¡Noooo!
Pablo intenta tranquilizarme agarrándome y me coge cuando estoy a punto de caer. Me sube al coche y estoy todo el trayecto con la cabeza apoyada en la ventanilla, mientras las lágrimas resbalan por mi mejilla. Una de las veces miro a Pablo y veo que también las lágrimas surcan sus mejillas. Lo está pasando muy mal. Carol también era su amiga y encima vernos a Sergio y a mí tan mal tiene que ser muy duro. Al fin llegamos a mi casa y según llego me tumbo en la cama mientras Pablo me acaricia la cabeza y me dice que él está conmigo. Le pido que no me deje sola y que por favor se quede esta noche conmigo. Pablo se duerme a mi lado, agarrándome, mientras yo difícilmente concilio el sueño.
Me acabo de despertar. Me giro en la cama y está vacía. Se oye ruido por la casa. Miro el reloj y son las doce y media del mediodía. Salgo de mi cuarto y voy a la cocina, donde Pablo está leyendo el periódico. Por detrás le doy un beso en la mejilla y enseguida se levanta.
- ¿Qué tal estás, te sientes bien?
- Sí, sí, me ha sentado muy bien descansar. Gracias por quedarte esta noche conmigo.
- Por supuesto, cariño. Voy a prepararte el desayuno ahora mismo.
- Ehh... bueno, entonces voy a ducharme en un momento.
En cuanto noto el agua caliente por mi cuerpo, pienso que hacía mucho tiempo que no me sentía tan bien. Mientras me visto, pienso en lo que tengo que hacer hoy. Tengo que llamar a Claudia, mi jefa; tengo que bajar a comprar comida y arreglar un poco la casa para cuando venga Cris. Ella tiene aquí su habitación. Mis padres se llevaron a Asturias su cuarto, aunque yo me quedé con la cama de matrimonio, y el salón, para el de aquí compraron unos muebles nuevos a mi gusto y en su cuarto no hay nada de momento, es lo que tiene ser una niña mimada.
Cuando llego a la cocina, Pablo me está esperando en la mesa, donde hay una café con leche, como a mí me gusta, un zumo de naranja y unos huevos fritos.
- Oye, ¿pero cómo me voy a comer yo sola todo ésto? –Digo riendo mientras me siento.
- Sabes, me encanta verte sonreír, de verdad.
Sigo sonriendo mientras empiezo con mi desayuno.
- Mira, de verdad, como un poco de esto, Pablo, que yo tengo mucho y además, no me gusta que me miren cuando estoy comiendo.
- Pues a mí me encanta verte comer. Yo ya he desayunado antes y tú estos días no has comido casi nada.
Cuando termino de desayunar me voy a lavar los dientes.
- Pablo, voy a llamar a Claudia antes de que cierre. Y luego voy a comprar, ¿vienes conmigo?
- Claro, yo también voy a llamar a Sergio, ¿le digo que vamos por la tarde?
- Sí, sobre las cinco.
- Bien
Le dejo a Pablo hablando con Sergio por el móvil mientras yo llamo a la tienda.
- Ropa y moda Slov, buenos días.
- Hola, Claudia, soy Lucía.
- ¡Hola, guapa! ¿Qué tal estás?, ¿y Carolina?
- Bueno, sigue inconsciente y esta noche ha tenido una parada cardiaca.
- Vaya... lo siento.
- Sí. Quería pedirte unos días, porque no tengo muchas ganas de estar con la gente en la tienda, no sé si me entiendes.
- Claro que sí. Mira, ahora no es la época que más compra la gente y con Ana y Miranda nos arreglamos, de verdad.
- Muchas gracias. Pues voy la semana que viene.
- Tranquila, si quieres, vienes la semana que viene y vemos si nos eres indispensable. –Sonreí al teléfono.- Bueno, que Ana y Miranda te mandan un beso.
- Otro para ellas.
- Venga, chica, ¡adiós!
- Adiós.
Cuando acabo de hablar, Pablo y yo salimos a la calle. Compramos es el periódico y algo de comida. Al subir, me pongo un chándal y me pongo a recoger el salón, mientras Pablo va a hacer la comida. Limpió el polvo y paso la aspiradora. Limpió el baño y al entrar al cuarto de Cris veo que tengo todos mis CDs esparcidos por su mesa vacía. Se llevó todas sus cosas, menos los muebles, claro. Recojo todos los discos y los pongo en la torre ordenados.
- ¡Lucía, ya está la comida!, ¿vienes a comer?
- Sí, ya voy, cariño.
Comemos los espaguetis que ha preparado y fruta. Empiezo a recoger.
- No, no, deja, ya recojo yo.
- Pero ya te ayudo.
- No hace falta, tú vete a descansar.
- Uy, si todavía tengo que hacer mi cuarto, terminar el de Cris y barrer el pasillo.
- Bueno, pues recojo esto y ya te ayudo.
Vuelvo a la habitación de mi hermana y paso el polvo por todos los muebles. Voy a mi cuarto y repito lo mismo. Empiezo limpiando el ordenador, la mesa, las baldas... Aparece Pablo en la puerta.
- A ver, ¿qué hago?
- Pues falta barrer las dos habitaciones y el pasillo, puedes empezar con la de mi hermana mientras termino mi cuarto.
- Muy bien.
Se va y yo termino con el polvo y hago la cama. Al terminar, cojo otra escoba y mientras Pablo barre el pasillo, yo barro mi cuarto. Cuando ya está todo hecho, nos sentamos en el sofá a descansar un rato. tras este pequeño descanso, me levanto:
- Voy a vestirme, ¿vamos ya al hospital?
- Como quieras, cariño, ¿oye, vas a pasar por casa antes de ir al aeropuerto?
- Eh... no, creo que no. Vamos mejor directos y luego ya vendremos a casa.
- Vale, voy a beber agua que me muero de sed... –El también se levanta del sofá, me da un vaso y se dirige a la cocina. Me cambio y al salir por la puerta me vuelvo a acordar de lo que pasó la noche anterior, la recaída de Carol y.... empiezo a pensar en lo peor.
- ¿Y si se ha muerto?
- ¿Eh? Lucía... no pienses así, estabas muy bien durante todo el día, si hubiera pasado algo, nos lo habrían dicho, ¿no crees?
No sé... no sé que me pasa, bueno, mejor vamos que ya tengo ganas de llegar y ver qué tal.
Vamos hacia los demás y en un momento miro la hora. Son las cinco de la madrugada. Cuando llegamos, justo el médico acaba de llegar y oímos todo lo que tiene que decir.
- ¡¿Dónde está mi hija, doctor, dónde está?!
- Tranquila, señora, su hija sigue en su habitación. Su hija ha hecho una parada cardiaca, pro la hemos podido remontar y ahora sigue en estado crítico. Estamos haciendo todo lo que está en nuestras manos.
El médico se marcha sin decir nada más y en mi estado de trance oigo a Julia gritar mientras se cae al suelo.
- ¡Noooo! –Veo al padre de Carol y a Sergio levantarla mientras hecho a correr hacia la sala de espera y apoyándome en la pared, llorando, me deslizo hasta quedarme en cuclillas mientras ahogo mis gritos con mi mano. Inmediatamente después, está Pablo agachado abrazándome.
- “Tranquila, mi princesa, tranquila.”
Así me quedo durante mucho rato, hasta que Pablo va un momento a hablar con Sergio y al volver me levanta y me saca a la calle. Antes viene julia y nos damos un abrazo en el que sobran las palabras. Ya en la calle, Pablo me dice que me va a llevar a casa. En ese momento, yo me desmorono y empiezo a golpear sin pensarlo a Pablo mientras grito.
- ¡¿Por qué? ¿Por qué otra vez, cuántas veces más nos vas a hacer pasar por esto, eh?! ¡Noooo!
Pablo intenta tranquilizarme agarrándome y me coge cuando estoy a punto de caer. Me sube al coche y estoy todo el trayecto con la cabeza apoyada en la ventanilla, mientras las lágrimas resbalan por mi mejilla. Una de las veces miro a Pablo y veo que también las lágrimas surcan sus mejillas. Lo está pasando muy mal. Carol también era su amiga y encima vernos a Sergio y a mí tan mal tiene que ser muy duro. Al fin llegamos a mi casa y según llego me tumbo en la cama mientras Pablo me acaricia la cabeza y me dice que él está conmigo. Le pido que no me deje sola y que por favor se quede esta noche conmigo. Pablo se duerme a mi lado, agarrándome, mientras yo difícilmente concilio el sueño.
Me acabo de despertar. Me giro en la cama y está vacía. Se oye ruido por la casa. Miro el reloj y son las doce y media del mediodía. Salgo de mi cuarto y voy a la cocina, donde Pablo está leyendo el periódico. Por detrás le doy un beso en la mejilla y enseguida se levanta.
- ¿Qué tal estás, te sientes bien?
- Sí, sí, me ha sentado muy bien descansar. Gracias por quedarte esta noche conmigo.
- Por supuesto, cariño. Voy a prepararte el desayuno ahora mismo.
- Ehh... bueno, entonces voy a ducharme en un momento.
En cuanto noto el agua caliente por mi cuerpo, pienso que hacía mucho tiempo que no me sentía tan bien. Mientras me visto, pienso en lo que tengo que hacer hoy. Tengo que llamar a Claudia, mi jefa; tengo que bajar a comprar comida y arreglar un poco la casa para cuando venga Cris. Ella tiene aquí su habitación. Mis padres se llevaron a Asturias su cuarto, aunque yo me quedé con la cama de matrimonio, y el salón, para el de aquí compraron unos muebles nuevos a mi gusto y en su cuarto no hay nada de momento, es lo que tiene ser una niña mimada.
Cuando llego a la cocina, Pablo me está esperando en la mesa, donde hay una café con leche, como a mí me gusta, un zumo de naranja y unos huevos fritos.
- Oye, ¿pero cómo me voy a comer yo sola todo ésto? –Digo riendo mientras me siento.
- Sabes, me encanta verte sonreír, de verdad.
Sigo sonriendo mientras empiezo con mi desayuno.
- Mira, de verdad, como un poco de esto, Pablo, que yo tengo mucho y además, no me gusta que me miren cuando estoy comiendo.
- Pues a mí me encanta verte comer. Yo ya he desayunado antes y tú estos días no has comido casi nada.
Cuando termino de desayunar me voy a lavar los dientes.
- Pablo, voy a llamar a Claudia antes de que cierre. Y luego voy a comprar, ¿vienes conmigo?
- Claro, yo también voy a llamar a Sergio, ¿le digo que vamos por la tarde?
- Sí, sobre las cinco.
- Bien
Le dejo a Pablo hablando con Sergio por el móvil mientras yo llamo a la tienda.
- Ropa y moda Slov, buenos días.
- Hola, Claudia, soy Lucía.
- ¡Hola, guapa! ¿Qué tal estás?, ¿y Carolina?
- Bueno, sigue inconsciente y esta noche ha tenido una parada cardiaca.
- Vaya... lo siento.
- Sí. Quería pedirte unos días, porque no tengo muchas ganas de estar con la gente en la tienda, no sé si me entiendes.
- Claro que sí. Mira, ahora no es la época que más compra la gente y con Ana y Miranda nos arreglamos, de verdad.
- Muchas gracias. Pues voy la semana que viene.
- Tranquila, si quieres, vienes la semana que viene y vemos si nos eres indispensable. –Sonreí al teléfono.- Bueno, que Ana y Miranda te mandan un beso.
- Otro para ellas.
- Venga, chica, ¡adiós!
- Adiós.
Cuando acabo de hablar, Pablo y yo salimos a la calle. Compramos es el periódico y algo de comida. Al subir, me pongo un chándal y me pongo a recoger el salón, mientras Pablo va a hacer la comida. Limpió el polvo y paso la aspiradora. Limpió el baño y al entrar al cuarto de Cris veo que tengo todos mis CDs esparcidos por su mesa vacía. Se llevó todas sus cosas, menos los muebles, claro. Recojo todos los discos y los pongo en la torre ordenados.
- ¡Lucía, ya está la comida!, ¿vienes a comer?
- Sí, ya voy, cariño.
Comemos los espaguetis que ha preparado y fruta. Empiezo a recoger.
- No, no, deja, ya recojo yo.
- Pero ya te ayudo.
- No hace falta, tú vete a descansar.
- Uy, si todavía tengo que hacer mi cuarto, terminar el de Cris y barrer el pasillo.
- Bueno, pues recojo esto y ya te ayudo.
Vuelvo a la habitación de mi hermana y paso el polvo por todos los muebles. Voy a mi cuarto y repito lo mismo. Empiezo limpiando el ordenador, la mesa, las baldas... Aparece Pablo en la puerta.
- A ver, ¿qué hago?
- Pues falta barrer las dos habitaciones y el pasillo, puedes empezar con la de mi hermana mientras termino mi cuarto.
- Muy bien.
Se va y yo termino con el polvo y hago la cama. Al terminar, cojo otra escoba y mientras Pablo barre el pasillo, yo barro mi cuarto. Cuando ya está todo hecho, nos sentamos en el sofá a descansar un rato. tras este pequeño descanso, me levanto:
- Voy a vestirme, ¿vamos ya al hospital?
- Como quieras, cariño, ¿oye, vas a pasar por casa antes de ir al aeropuerto?
- Eh... no, creo que no. Vamos mejor directos y luego ya vendremos a casa.
- Vale, voy a beber agua que me muero de sed... –El también se levanta del sofá, me da un vaso y se dirige a la cocina. Me cambio y al salir por la puerta me vuelvo a acordar de lo que pasó la noche anterior, la recaída de Carol y.... empiezo a pensar en lo peor.
- ¿Y si se ha muerto?
- ¿Eh? Lucía... no pienses así, estabas muy bien durante todo el día, si hubiera pasado algo, nos lo habrían dicho, ¿no crees?
No sé... no sé que me pasa, bueno, mejor vamos que ya tengo ganas de llegar y ver qué tal.
Capítulo 7
EMPEZANDO A CONOCERNOS (VII)
Cuando llegué a mi casa, ya estaba mi madre en el despacho de mi padre, organizando sus papeles.
¡Hola, Lucía! ¿Qué tal el día?
¡Muy bien! Y el examen de mate bastante bien, en vista de que no me salían algunos ejercicios, el examen ha sido muy fácil. ¡Me voy a mi cuarto a hacer los deberes!
Eran las cuatro y media de la tarde. En cuanto entré a mi cuarto, apareció mi hermanita, que entonces tenía diez años y estaba en casa porque estaba enferma.
- ¿Lucía, qué tal las clases?
- Uy... genial, no podrían ir mejor. –Yo seguía con mi sonrisa.
- ¿Puedes jugar conmigo? ¿Por qué no me preparas? Como si estuviera delante de las cámaras... anda, por favor, que llevo todo el día aburrida...
Como no me apetecía hacer los deberes, ni aguantar a mi hermana si se ponía pesada insistiendo, acepté.
- Está bien, Cris, ¿qué quieres que te haga?
- ¡Péiname y píntame!
- Ala, pues vamos.
Nos sentamos en dos sillas y empecé a peinar a mi hermana, haciéndole un bonito recogido. La verdad es que tiene un pelo muy bonito, castaño, liso y entonces lo tenía bastante largo.
- Oye, Lu, ¿por qué estás tan contenta?
- ¿Eh, por qué lo dices?
- Pues porque no has dejado de sonreír y has querido hacer lo que yo he dicho sin protestar.
- Bueno, hoy eres la enfermita, ¿no? Habrá que cuidarte y mimarte. A ver, ¿cómo tienes la garganta?
- Mucho mejor. Ya sólo me duele al tragar y no tengo fiebre. Lo malo es que tengo que tomar menos antibiótico... o algo así y me gustan, son sobres de naranja. –Reí lo que decía mi hermana.
- ¿Y qué has hecho hoy?
Me contó todo lo que había hecho, que en realidad no era casi nada y seguimos hablando hasta que le terminé el peinado, que me gustó mucho y por lo visto a mi hermana también.
¡Guau! ¡Qué bonito! Es el mejor que me has hecho nunca y más bonito que lo que te haces tú los sábados. Ahora, píntame, anda.
Así que empecé a pintarla. Muchas veces había querido ser peluquera o maquilladora, pero nunca he querido serlo en serio, ya que soy muy ahorradora y he estudiado mucho para sacar una carrera que me diese un buen trabajo. Y estudié enfermería, aunque ahora trabajo de dependienta en una tienda de moda. Menos mal que mis padres me pagan todos los gastos del piso, salvo la comida. También pinté a mi hermana lo mejor que pude. Tiene los ojos azules, aunque entonces no se le veían mucho con las gafas. Cuando estuvo lista, se puso un vestido de verano, de una boda y cogiendo una estatua del pasillo, empezó a hacer como si le hubieran dado el Oscar, agradeciéndoselo a la gente. La verdad es que era buena, ¡pero está loca!
Luego eché a mi hermana de mi cuarto y cuando me iba a cambiar de ropa, pensé que mi madre se iba a extrañar, por lo que decidí ir tal y como estaba, de todos modos, era como yo vestía todos los días y si le gustaba a Pablo, tendría que ser tal y como era. Así pues, me despedí de mi madre y le dije que volvería un poco más tarde, porque tenía que acompañar a Carol a hacer un recado. Suerte que mi madre confiaba en mí y en mi amiga del alma en la esquina de siempre me encontré con Carol y empezamos a andar hacia la academia. Podríamos ir autobús, pero preferíamos ir andando, para pasar más rato.
- ¡Pero si no te has cambiado ni arreglado!
- ¡Oye, niña! ¿Tan mal estoy?
- No, no, pero pensé que te ibas a arreglar.
- Pues te equivocabas, monina. –Le sonreí amistosamente.- si me cambiaba, igual me interrogaba mi madre y mira, si le gusto... no le importara... ¿no?
- Pues claro que no. Bueno, entonces yo le digo a Sarah (Nuestra profesora de inglés.) que estás enferma con fiebre, porque tú siempre vas, aunque tengas resfriado. Y luego... supongo que te quedarás con él, así que volveré sola... sin que me vea tu madre. Y si de casualidad la veo, porque baje a comprar, a tirar la basura... le digo que estás comprando... un cuaderno pa´clase y te hago un toque al móvil, ¿bien?
- ¡Ay! Qué haría yo sin ti... –Le di un abrazo y seguimos.
- Bueno, como sé que mañana me contarás todo lo de esta tarde, te cuento yo un poquito que he hablado con Sergio.
- ¿Sí? ¿Y qué te ha dicho?
- Pues que habías quedado con Pablo y que el sábado quiere que vayamos al cine, si yo quiero y que podrías venir con Pablo, vamos, dos a dos.
- A, ¿pero Pablo sabe algo?
- Sí, sí, también sabe que yo te lo diría. A mí me apetece mucho ir. Los cuatro estaría muy bien, ¿no?
- Claro que sí. Mira, ahí está Pablo.
- Bueno, pues yo te dejo, que yo sí tengo que soportar a la “cute girl”
- No, hombre, pero ven a saludarle, si te viene de camino.
- Pero, tranquila, puedo dar un rodeíto.
- Que no, venga, vamos.
Llegamos al árbol y no nos vio hasta que no estuvimos casi a su lado.
- Hola, chicas.
- Hola, Pablo, ¿qué tal está tu padre?
- Muy bien, gracias, Carol, ¿qué tal tú?
- Pues bien también, pero ya me tengo que ir. Venga, chicos, pasarlo bien.
- Adiós.
- Adiós. –Carol se marchó y nosotros empezamos a andar poco a poco.
- Lucía... siento no haberte llamado antes, no me he olvidado de ti, de verdad, pero tenía que estar con mi padre y también ayudar mi madre, que yo creo que está cayendo en una depresión.
Le cogí la mano y le sonreí.
- Tranquilo. No tienes que darme ninguna explicación, yo sé que lo estás pasando mal, por eso quiero que sepas que estoy contigo para todo lo que quieras.
- Muchas gracias.
Le acaricié la mejilla y le besé. Luego él me abrazó y yo le correspondí, intentando calmar todo el dolor que yo sabía él llevaba por dentro. Nos sentamos en un banco. Él estaba bastante triste.
- Me apetecía mucho hablar contigo, me apetece que me cuentes un poco de ti, quiero conocerte mejor. –Me dijo mientras sonreía.
- Bueno, pues vivo con mis padres y mi hermana. Mi padre es un abogado que no creo nunca pilles por casa, salvo fines de semana. Mi madre es una secretaria que quiere cambiar el mundo, aunque se contenta con ayudar con algunas ONGs. Y luego está mi hermana Cristina. Tiene diez años y generalmente discutimos bastante, porque a veces me cabrea verla tan feliz por todo, se pasa la vida soñando. Y bueno, no sé, supongo que somos una familia feliz. –Dije sonriendo tontamente.
- Vaya, pues sí parece.
- Bueno, ¿y qué me cuentas de ti?
- Pues yo vivo con mis padres y mi hermana de dieciocho años, Marta, aunque la verdad es que no pasa nunca por allí... Yo siempre he estado muy unido a mi padre, ya que él siempre ha jugado al fútbol y ahora es el fan número uno del Real Madrid y yo he seguido sus pasos, pues juego desde los siete años y mi ídolo es Raúl. Siempre hemos ido a los partidos juntos, o los vemos en casa. Hace año y medio a mi madre le descubrieron cáncer de mama y lo pasó bastante mal, pero gracias a dios, la enfermedad la no estaba muy avanzada y se recuperó muy pronto, aunque la enfermedad puede volver. Ahora lo de mi padre le ha afectado bastante y sinceramente, creo que está cayendo en una depresión, porque casi no come, no va a trabajar y anda diciendo que la vida la ha pagado con nosotros y no va a parar hasta destruirnos. Mi hermana y yo intentamos ayudarla todo lo que podemos, lo que nos ha unido mucho. –En ese momento yo le estaba apretando la mano, para que sintiera que estaba con él.
- Lo has pasado muy mal, ¿verdad? Bueno, pero mira, como dice siempre mi madre, la vida, cuando te cierra una puerta, siempre te abre una ventana.
- Esa ventana eres tú, Lucía, de verdad, contigo me siento muy bien, me das esa confianza para que me abra... y yo realmente necesitaba hablar con alguien. Por supuesto está Sergio, pero ya sabes que los chicos somos un poco idiotas y nunca hablamos de nuestros sentimientos entre nosotros.
- Me alegro de que te sientas bien conmigo, porque yo también estoy muy a gusto contigo. Y me encanta que seas cariñoso y no un creído de esos que no te hacen ni caso...
Me sonrió. Luego hablamos de lo del sábado. Yo le dije me gustaba mucho ir al cine y él me dijo que también le gustaba, así que sí iríamos con nuestros amigos. Después de un rato, me volvió a acompañar a casa y quedamos en llamarnos para el sábado.
El silencio sigue reinando en la sala, roto algunas veces por los pasos de algunas enfermeras. He estado casi una hora despierta y el sueño me vuelve a vencer.
- ¡Lucía, Lucía! –Pablo me agita fuertemente.- ¡Despierta, despierta, algo ha pasado!
- ¡¿Qué, qué?
- ¡Sí, sí, Sergio acaba de ir con Julia, que está hablando con el médico!
- ¡Dios mío, nooo!
- Corre, vamos con ellos.
Cuando llegué a mi casa, ya estaba mi madre en el despacho de mi padre, organizando sus papeles.
¡Hola, Lucía! ¿Qué tal el día?
¡Muy bien! Y el examen de mate bastante bien, en vista de que no me salían algunos ejercicios, el examen ha sido muy fácil. ¡Me voy a mi cuarto a hacer los deberes!
Eran las cuatro y media de la tarde. En cuanto entré a mi cuarto, apareció mi hermanita, que entonces tenía diez años y estaba en casa porque estaba enferma.
- ¿Lucía, qué tal las clases?
- Uy... genial, no podrían ir mejor. –Yo seguía con mi sonrisa.
- ¿Puedes jugar conmigo? ¿Por qué no me preparas? Como si estuviera delante de las cámaras... anda, por favor, que llevo todo el día aburrida...
Como no me apetecía hacer los deberes, ni aguantar a mi hermana si se ponía pesada insistiendo, acepté.
- Está bien, Cris, ¿qué quieres que te haga?
- ¡Péiname y píntame!
- Ala, pues vamos.
Nos sentamos en dos sillas y empecé a peinar a mi hermana, haciéndole un bonito recogido. La verdad es que tiene un pelo muy bonito, castaño, liso y entonces lo tenía bastante largo.
- Oye, Lu, ¿por qué estás tan contenta?
- ¿Eh, por qué lo dices?
- Pues porque no has dejado de sonreír y has querido hacer lo que yo he dicho sin protestar.
- Bueno, hoy eres la enfermita, ¿no? Habrá que cuidarte y mimarte. A ver, ¿cómo tienes la garganta?
- Mucho mejor. Ya sólo me duele al tragar y no tengo fiebre. Lo malo es que tengo que tomar menos antibiótico... o algo así y me gustan, son sobres de naranja. –Reí lo que decía mi hermana.
- ¿Y qué has hecho hoy?
Me contó todo lo que había hecho, que en realidad no era casi nada y seguimos hablando hasta que le terminé el peinado, que me gustó mucho y por lo visto a mi hermana también.
¡Guau! ¡Qué bonito! Es el mejor que me has hecho nunca y más bonito que lo que te haces tú los sábados. Ahora, píntame, anda.
Así que empecé a pintarla. Muchas veces había querido ser peluquera o maquilladora, pero nunca he querido serlo en serio, ya que soy muy ahorradora y he estudiado mucho para sacar una carrera que me diese un buen trabajo. Y estudié enfermería, aunque ahora trabajo de dependienta en una tienda de moda. Menos mal que mis padres me pagan todos los gastos del piso, salvo la comida. También pinté a mi hermana lo mejor que pude. Tiene los ojos azules, aunque entonces no se le veían mucho con las gafas. Cuando estuvo lista, se puso un vestido de verano, de una boda y cogiendo una estatua del pasillo, empezó a hacer como si le hubieran dado el Oscar, agradeciéndoselo a la gente. La verdad es que era buena, ¡pero está loca!
Luego eché a mi hermana de mi cuarto y cuando me iba a cambiar de ropa, pensé que mi madre se iba a extrañar, por lo que decidí ir tal y como estaba, de todos modos, era como yo vestía todos los días y si le gustaba a Pablo, tendría que ser tal y como era. Así pues, me despedí de mi madre y le dije que volvería un poco más tarde, porque tenía que acompañar a Carol a hacer un recado. Suerte que mi madre confiaba en mí y en mi amiga del alma en la esquina de siempre me encontré con Carol y empezamos a andar hacia la academia. Podríamos ir autobús, pero preferíamos ir andando, para pasar más rato.
- ¡Pero si no te has cambiado ni arreglado!
- ¡Oye, niña! ¿Tan mal estoy?
- No, no, pero pensé que te ibas a arreglar.
- Pues te equivocabas, monina. –Le sonreí amistosamente.- si me cambiaba, igual me interrogaba mi madre y mira, si le gusto... no le importara... ¿no?
- Pues claro que no. Bueno, entonces yo le digo a Sarah (Nuestra profesora de inglés.) que estás enferma con fiebre, porque tú siempre vas, aunque tengas resfriado. Y luego... supongo que te quedarás con él, así que volveré sola... sin que me vea tu madre. Y si de casualidad la veo, porque baje a comprar, a tirar la basura... le digo que estás comprando... un cuaderno pa´clase y te hago un toque al móvil, ¿bien?
- ¡Ay! Qué haría yo sin ti... –Le di un abrazo y seguimos.
- Bueno, como sé que mañana me contarás todo lo de esta tarde, te cuento yo un poquito que he hablado con Sergio.
- ¿Sí? ¿Y qué te ha dicho?
- Pues que habías quedado con Pablo y que el sábado quiere que vayamos al cine, si yo quiero y que podrías venir con Pablo, vamos, dos a dos.
- A, ¿pero Pablo sabe algo?
- Sí, sí, también sabe que yo te lo diría. A mí me apetece mucho ir. Los cuatro estaría muy bien, ¿no?
- Claro que sí. Mira, ahí está Pablo.
- Bueno, pues yo te dejo, que yo sí tengo que soportar a la “cute girl”
- No, hombre, pero ven a saludarle, si te viene de camino.
- Pero, tranquila, puedo dar un rodeíto.
- Que no, venga, vamos.
Llegamos al árbol y no nos vio hasta que no estuvimos casi a su lado.
- Hola, chicas.
- Hola, Pablo, ¿qué tal está tu padre?
- Muy bien, gracias, Carol, ¿qué tal tú?
- Pues bien también, pero ya me tengo que ir. Venga, chicos, pasarlo bien.
- Adiós.
- Adiós. –Carol se marchó y nosotros empezamos a andar poco a poco.
- Lucía... siento no haberte llamado antes, no me he olvidado de ti, de verdad, pero tenía que estar con mi padre y también ayudar mi madre, que yo creo que está cayendo en una depresión.
Le cogí la mano y le sonreí.
- Tranquilo. No tienes que darme ninguna explicación, yo sé que lo estás pasando mal, por eso quiero que sepas que estoy contigo para todo lo que quieras.
- Muchas gracias.
Le acaricié la mejilla y le besé. Luego él me abrazó y yo le correspondí, intentando calmar todo el dolor que yo sabía él llevaba por dentro. Nos sentamos en un banco. Él estaba bastante triste.
- Me apetecía mucho hablar contigo, me apetece que me cuentes un poco de ti, quiero conocerte mejor. –Me dijo mientras sonreía.
- Bueno, pues vivo con mis padres y mi hermana. Mi padre es un abogado que no creo nunca pilles por casa, salvo fines de semana. Mi madre es una secretaria que quiere cambiar el mundo, aunque se contenta con ayudar con algunas ONGs. Y luego está mi hermana Cristina. Tiene diez años y generalmente discutimos bastante, porque a veces me cabrea verla tan feliz por todo, se pasa la vida soñando. Y bueno, no sé, supongo que somos una familia feliz. –Dije sonriendo tontamente.
- Vaya, pues sí parece.
- Bueno, ¿y qué me cuentas de ti?
- Pues yo vivo con mis padres y mi hermana de dieciocho años, Marta, aunque la verdad es que no pasa nunca por allí... Yo siempre he estado muy unido a mi padre, ya que él siempre ha jugado al fútbol y ahora es el fan número uno del Real Madrid y yo he seguido sus pasos, pues juego desde los siete años y mi ídolo es Raúl. Siempre hemos ido a los partidos juntos, o los vemos en casa. Hace año y medio a mi madre le descubrieron cáncer de mama y lo pasó bastante mal, pero gracias a dios, la enfermedad la no estaba muy avanzada y se recuperó muy pronto, aunque la enfermedad puede volver. Ahora lo de mi padre le ha afectado bastante y sinceramente, creo que está cayendo en una depresión, porque casi no come, no va a trabajar y anda diciendo que la vida la ha pagado con nosotros y no va a parar hasta destruirnos. Mi hermana y yo intentamos ayudarla todo lo que podemos, lo que nos ha unido mucho. –En ese momento yo le estaba apretando la mano, para que sintiera que estaba con él.
- Lo has pasado muy mal, ¿verdad? Bueno, pero mira, como dice siempre mi madre, la vida, cuando te cierra una puerta, siempre te abre una ventana.
- Esa ventana eres tú, Lucía, de verdad, contigo me siento muy bien, me das esa confianza para que me abra... y yo realmente necesitaba hablar con alguien. Por supuesto está Sergio, pero ya sabes que los chicos somos un poco idiotas y nunca hablamos de nuestros sentimientos entre nosotros.
- Me alegro de que te sientas bien conmigo, porque yo también estoy muy a gusto contigo. Y me encanta que seas cariñoso y no un creído de esos que no te hacen ni caso...
Me sonrió. Luego hablamos de lo del sábado. Yo le dije me gustaba mucho ir al cine y él me dijo que también le gustaba, así que sí iríamos con nuestros amigos. Después de un rato, me volvió a acompañar a casa y quedamos en llamarnos para el sábado.
El silencio sigue reinando en la sala, roto algunas veces por los pasos de algunas enfermeras. He estado casi una hora despierta y el sueño me vuelve a vencer.
- ¡Lucía, Lucía! –Pablo me agita fuertemente.- ¡Despierta, despierta, algo ha pasado!
- ¡¿Qué, qué?
- ¡Sí, sí, Sergio acaba de ir con Julia, que está hablando con el médico!
- ¡Dios mío, nooo!
- Corre, vamos con ellos.
Capítulo 6
LA FAMILIA (VI)
Por suerte coge mi madre (no es que no quiera hablar con mi padre, pero no tengo la suficiente confianza como para contarle mis problemas, y sé que es muy triste).
- - ¿Sí?
- ¿Mamá? Hola... soy Lucía... ¿qué tal por los pueblos del norte?
- ¡Hola, hija! Pues muy bien, mira estamos comiendo muy bien... oye, ¿tú qué tal?
- Ehh... pues mal, la verdad es que... muy mal... Carol... ha tenido un accidente... y está muy grave, está en coma y... – empiezo a llorar al teléfono.
- ¡Lucía, Lucía! Espera, voy a ir, voy a ir, quiero estar contigo... ¿y Julia? Debe de estar fatal, ¡y Sergio!, todos...
- ¡No, mamá!, no hace falta que vengas, aquí nos consolamos todos y Pablo está conmigo.
- No, no, pero yo quiero ir contigo, ¡y no hay más que hablar!... Por cierto, ¿cómo está Marcos?
- Está bien, lo está cuidando la madre de Sergio y esta tarde lo hemos cuidado Pablo y yo.
- Muy bien, Luci, pero ya hablaremos de cuando voy, porque tengo que volver a Oviedo a hacer las maletas
- Mamá...
- Cuídate y no estés muy triste, que la vida, al cerrarte una puerta...
- Te abre una ventana, sí ya lo sé.
- Recuérdalo, ¡adiós!
- Adiós, un beso a todos.
Esa ventana será mi niño, pienso para mis adentros mientras me toco la tripa, gesto que repetiré mucho en las próximas semanas. Voy a la sala y me siento con los demás mientras pienso en mi familia. Mi padre, uno de los más prestigiosos abogados del país, siempre ha estado ocupado desde las ocho de la mañana hasta altas horas de la noche, lo que siempre ha generado múltiples disputas con mi madre, que siempre se han solucionado por el eterno amor que les une (siempre han sido unos empalagosos, como adolescentes de quince años). Mi madre, una de las mejores personas que conozco. Siempre se ha preocupado por todo el mundo. Trabaja como secretaria en el bufete de mi padre y en sus horas libres ( que aunque no sean muchas las aprovecha al máximo) se dedica a colaborar con ONGs y orfanatos de niños. También siempre ha sacado, saca y sacará tiempo para escuchar mis problemas y los de mi hermana. Mi hermana. Siempre ha sacado de las mejores notas de su clase, pero, como una eterna soñadora que es, siempre ha estado en las nubes, imaginando que estaba en un escenario, delante de millones de personas. Sí, ella es así, varias veces la he encontrado en su cuarto llorando o muy triste y en cuanto he ido preocupada a preguntarle, siempre se ríe y me dice que sólo está ensayando una obra. Y luego, saltando de alegría, me pregunta si me lo he creído, si parecía de verdad. Y yo furiosa, salía de la habitación. Esta escena se ha repetido varias veces y siempre me ha repateado que ella sea tan feliz y que viva sólo para conseguir sus sueños, que no son pocos. Yo siempre pensé que sólo habían sido caprichos de una niña. Pero cuando me llamó mi madre en mayo de este año llorando, me di cuenta de que me equivocaba. Mis padres estaban encantados con las buenas notas y comportamiento de mi hermana, pero ese día, mi hermana les había comunicado que no iba a ir a la universidad tras acabar ese curso, segundo e bachiller, iba a perseguir sus sueños, iba a estudiar en una escuela de teatro e iba a ganarse la vida como a ella le gustaba. Mis padres habían intentado hacerle entrar en razón e incluso la habían obligado a estudiar una carrera. Mi padre hubiera querido derecho, pero ella les dijo que iba a estudiar teatro y podían enfadarse con ella o apoyarla en lo que ella quería hacer. Al final, mis padres aceptaron con tal de que hiciera selectividad, por si luego se arrepentía. Mi hermana hizo la selectividad y pasó con “tremenda nota” y se apuntó a una escuela de teatro, para empezar el curso en octubre, pero en agosto se descubrió que la escuela tenía grandes deudas y tuvo que cerrar, por lo que mi hermana se quedó sin su sueño (por el momento, porque no había plazas ya en otras escuelas) y ahora trabaja cuidando unos niños.
Cuando llevo sentada como una media hora y ya le he contado a los chicos la conversación con mi madre, noto que vibra mi móvil y rápidamente salgo a otra sala, donde están las cabinas, que es la única habitación donde se puede hablar por teléfono. Es mi madre.
- ¿Lucía? Hija, he estado hablando con tu padre y tu hermana. Ella ha insistido en que quería ir a Alicante contigo. ¿Qué te parece?
- Ehh... ¿Cris?... Ehh... ¿quiere venir?
- Espera, te paso con ella... ¿Lucía? ¿Qué tal estás?
- Bueno, tirando.
- ¿Y Carol?
- Igual.
- Oye... voy a ir contigo, me voy a Alicante, supongo que no estará de más una hermana que esté a tu lado, ¿verdad?
- No... claro que no, pero... ¿y tu trabajo?
- No importa, no me ocupa ni la mitad del día y no me pagan mucho. Tengo bastante dinero ahorrado que utilizaré hasta que encuentre un trabajo allí.
- Si es así de fácil, sabes que aquí tienes tu casa, aunque entiende que no es mi mejor momento emocional y puede que la convivencia conmigo no sea muy agradable.
- Bueno, pues para eso voy contigo, para ayudarte a seguir pa´lante.
- Está bien, ¿cuándo vienes?
- Mañana por la tarde, el tren llega a las ocho de la tarde, sé que es muy pronto, pero sé que todos los días es a la misma hora el autobús, porque varias veces había pensado en ir para allí. ¿Estás ocupada? Sino, puedo coger un taxi a casa.
- Claro que no, te voy a buscar con Pablo. A las ocho estoy allí.
- Bueno, pues hasta mañana, hermanita.
- Hasta mañana, Cris.
Me dirijo a la sala de espera.
- Lucía, son las once de la noche, ¿qué vas a hacer?
- Eh... me voy a quedar a pasar la noche aquí, tú si quieres puedes irte a casa.
- No, no, cariño, yo me quedo contigo, aunque tenga que ser un mes.
Me siento a su lado y me acurruco en sus brazos, que me rodean con cariño. Por un momento creo que hacemos mal, por Sergio, pero al ver mi expresión me sonríe y dice que va a dormir un rato.
- ¿Quién era?
- ¿Eh?
- El teléfono, ¿alguien importante?
- Mi madre. Al final no va a venir, pero va a venir Cristina. Ya sabes que no está en la escuela de teatro y va a venir para estar conmigo y probar suerte aquí.
- ¿Sí? ¿Y cuándo viene? No la vemos desde Julio, ¿verdad?
- Sí... sigue tan loca como siempre, pero bueno, nunca la he entendido bien y creo que este es el mejor momento para intentarlo.
- Estoy seguro. Mira, yo no tengo hermanos y siempre he anhelado uno, con el que poder disfrutar, confiar y compartir mis cosas y secretos. No sabes la suerte que tienes al tener una hermana y que te aprecia. –Le sonrío.
- Tienes razón. Viene en tren y llega mañana a las ocho de la tarde, vamos a recogerla, porque no quiero que coja un taxi.
- Por supuesto. Bueno y ahora es mejor que te duermas un rato, porque estás muy cansada.
- Está bien, buenas noches.
- Buenas noches, mi amor. –Le doy un beso y él me besa la punta de la nariz (=’). Recuesto la cabeza en su hombro y me duermo entre sus brazos
- ¡Dios mío! ¡Me acabo de despertar y estaba soñando que Carol y yo teníamos quince años! Ella reía feliz... y yo también. Si es que en realidad, esa época fue de las más felices para nosotras. Miro el reloj y son las dos y veinte, todos están dormidos. Me acuerdo que cuando llevaba como tres días saliendo con Pablo, él no me había llamado, pero me había mandado un mensaje, porque estaba todo el día en la clínica, no podía dejar a sus padres. Pues este día estaba yendo a casa al acabar las clases, con varias amigas y me llamó.
- ¿Sí?
- Lucía, soy Pablo.
- Hola...
- ... ¿Qué tal?
- Ehh... bien, acabo de salir del colegio. ¿Y tu padre?
- Mucho mejor, ya le han dado el alta, aunque tiene que hacer reposo en casa.
- Aaa, me alegro.
- Oye... ¿tienes algo que hacer hoy?
- ¿Hoy? Es miércoles... tengo inglés.
- Vaya... quería quedar contigo... ¿no podrías... saltarte el inglés... por hoy?
- Ehh... no sé... –Vi a Carol asintiéndome delante de mí con una sonrisa.- esta bien... Podemos quedar de siete a ocho y media.
- Claro, ¿quedamos en el parque de Beatriz?
- Bien, en el árbol a las siete.
- Bien, hasta luego.
- Adiós.
Colgué y ya tenía a Carol hablando sin parar... me río en voz alta y miro alrededor por si me ha oído alguien, pero parece que no.
- ¿Ves, ves, ves como no ha dejado de pensar en ti? si es que era por lo de su padre, pobrecito, lo ha tenido que pasar muy mal, me lo ha dicho Sergio, no ha ido ni a dormir a casa, porque está muy unido a su padre, ¿sabes?
- Pues... no, la verdad es que aún no nos conocemos mucho, la verdad.
- Bueno, pero ya habéis quedado esta tarde, ¿no? Venga, anima esa cara, que parece que te están obligando a lago, ¿no te apetece quedar con él? –Puso cara de extrañada y yo sonreí.
- Pues claro, que sí, tonta, vamos a casa, que mi madre ya va a preguntarme por qué tardo tanto.
- Vamos. A menos cuarto, como siempre.
- Venga. –Ya había llegado a mi casa y me despedí de las demás.- Hasta mañana, chicas.
- Hasta mañana.
Por suerte coge mi madre (no es que no quiera hablar con mi padre, pero no tengo la suficiente confianza como para contarle mis problemas, y sé que es muy triste).
- - ¿Sí?
- ¿Mamá? Hola... soy Lucía... ¿qué tal por los pueblos del norte?
- ¡Hola, hija! Pues muy bien, mira estamos comiendo muy bien... oye, ¿tú qué tal?
- Ehh... pues mal, la verdad es que... muy mal... Carol... ha tenido un accidente... y está muy grave, está en coma y... – empiezo a llorar al teléfono.
- ¡Lucía, Lucía! Espera, voy a ir, voy a ir, quiero estar contigo... ¿y Julia? Debe de estar fatal, ¡y Sergio!, todos...
- ¡No, mamá!, no hace falta que vengas, aquí nos consolamos todos y Pablo está conmigo.
- No, no, pero yo quiero ir contigo, ¡y no hay más que hablar!... Por cierto, ¿cómo está Marcos?
- Está bien, lo está cuidando la madre de Sergio y esta tarde lo hemos cuidado Pablo y yo.
- Muy bien, Luci, pero ya hablaremos de cuando voy, porque tengo que volver a Oviedo a hacer las maletas
- Mamá...
- Cuídate y no estés muy triste, que la vida, al cerrarte una puerta...
- Te abre una ventana, sí ya lo sé.
- Recuérdalo, ¡adiós!
- Adiós, un beso a todos.
Esa ventana será mi niño, pienso para mis adentros mientras me toco la tripa, gesto que repetiré mucho en las próximas semanas. Voy a la sala y me siento con los demás mientras pienso en mi familia. Mi padre, uno de los más prestigiosos abogados del país, siempre ha estado ocupado desde las ocho de la mañana hasta altas horas de la noche, lo que siempre ha generado múltiples disputas con mi madre, que siempre se han solucionado por el eterno amor que les une (siempre han sido unos empalagosos, como adolescentes de quince años). Mi madre, una de las mejores personas que conozco. Siempre se ha preocupado por todo el mundo. Trabaja como secretaria en el bufete de mi padre y en sus horas libres ( que aunque no sean muchas las aprovecha al máximo) se dedica a colaborar con ONGs y orfanatos de niños. También siempre ha sacado, saca y sacará tiempo para escuchar mis problemas y los de mi hermana. Mi hermana. Siempre ha sacado de las mejores notas de su clase, pero, como una eterna soñadora que es, siempre ha estado en las nubes, imaginando que estaba en un escenario, delante de millones de personas. Sí, ella es así, varias veces la he encontrado en su cuarto llorando o muy triste y en cuanto he ido preocupada a preguntarle, siempre se ríe y me dice que sólo está ensayando una obra. Y luego, saltando de alegría, me pregunta si me lo he creído, si parecía de verdad. Y yo furiosa, salía de la habitación. Esta escena se ha repetido varias veces y siempre me ha repateado que ella sea tan feliz y que viva sólo para conseguir sus sueños, que no son pocos. Yo siempre pensé que sólo habían sido caprichos de una niña. Pero cuando me llamó mi madre en mayo de este año llorando, me di cuenta de que me equivocaba. Mis padres estaban encantados con las buenas notas y comportamiento de mi hermana, pero ese día, mi hermana les había comunicado que no iba a ir a la universidad tras acabar ese curso, segundo e bachiller, iba a perseguir sus sueños, iba a estudiar en una escuela de teatro e iba a ganarse la vida como a ella le gustaba. Mis padres habían intentado hacerle entrar en razón e incluso la habían obligado a estudiar una carrera. Mi padre hubiera querido derecho, pero ella les dijo que iba a estudiar teatro y podían enfadarse con ella o apoyarla en lo que ella quería hacer. Al final, mis padres aceptaron con tal de que hiciera selectividad, por si luego se arrepentía. Mi hermana hizo la selectividad y pasó con “tremenda nota” y se apuntó a una escuela de teatro, para empezar el curso en octubre, pero en agosto se descubrió que la escuela tenía grandes deudas y tuvo que cerrar, por lo que mi hermana se quedó sin su sueño (por el momento, porque no había plazas ya en otras escuelas) y ahora trabaja cuidando unos niños.
Cuando llevo sentada como una media hora y ya le he contado a los chicos la conversación con mi madre, noto que vibra mi móvil y rápidamente salgo a otra sala, donde están las cabinas, que es la única habitación donde se puede hablar por teléfono. Es mi madre.
- ¿Lucía? Hija, he estado hablando con tu padre y tu hermana. Ella ha insistido en que quería ir a Alicante contigo. ¿Qué te parece?
- Ehh... ¿Cris?... Ehh... ¿quiere venir?
- Espera, te paso con ella... ¿Lucía? ¿Qué tal estás?
- Bueno, tirando.
- ¿Y Carol?
- Igual.
- Oye... voy a ir contigo, me voy a Alicante, supongo que no estará de más una hermana que esté a tu lado, ¿verdad?
- No... claro que no, pero... ¿y tu trabajo?
- No importa, no me ocupa ni la mitad del día y no me pagan mucho. Tengo bastante dinero ahorrado que utilizaré hasta que encuentre un trabajo allí.
- Si es así de fácil, sabes que aquí tienes tu casa, aunque entiende que no es mi mejor momento emocional y puede que la convivencia conmigo no sea muy agradable.
- Bueno, pues para eso voy contigo, para ayudarte a seguir pa´lante.
- Está bien, ¿cuándo vienes?
- Mañana por la tarde, el tren llega a las ocho de la tarde, sé que es muy pronto, pero sé que todos los días es a la misma hora el autobús, porque varias veces había pensado en ir para allí. ¿Estás ocupada? Sino, puedo coger un taxi a casa.
- Claro que no, te voy a buscar con Pablo. A las ocho estoy allí.
- Bueno, pues hasta mañana, hermanita.
- Hasta mañana, Cris.
Me dirijo a la sala de espera.
- Lucía, son las once de la noche, ¿qué vas a hacer?
- Eh... me voy a quedar a pasar la noche aquí, tú si quieres puedes irte a casa.
- No, no, cariño, yo me quedo contigo, aunque tenga que ser un mes.
Me siento a su lado y me acurruco en sus brazos, que me rodean con cariño. Por un momento creo que hacemos mal, por Sergio, pero al ver mi expresión me sonríe y dice que va a dormir un rato.
- ¿Quién era?
- ¿Eh?
- El teléfono, ¿alguien importante?
- Mi madre. Al final no va a venir, pero va a venir Cristina. Ya sabes que no está en la escuela de teatro y va a venir para estar conmigo y probar suerte aquí.
- ¿Sí? ¿Y cuándo viene? No la vemos desde Julio, ¿verdad?
- Sí... sigue tan loca como siempre, pero bueno, nunca la he entendido bien y creo que este es el mejor momento para intentarlo.
- Estoy seguro. Mira, yo no tengo hermanos y siempre he anhelado uno, con el que poder disfrutar, confiar y compartir mis cosas y secretos. No sabes la suerte que tienes al tener una hermana y que te aprecia. –Le sonrío.
- Tienes razón. Viene en tren y llega mañana a las ocho de la tarde, vamos a recogerla, porque no quiero que coja un taxi.
- Por supuesto. Bueno y ahora es mejor que te duermas un rato, porque estás muy cansada.
- Está bien, buenas noches.
- Buenas noches, mi amor. –Le doy un beso y él me besa la punta de la nariz (=’). Recuesto la cabeza en su hombro y me duermo entre sus brazos
- ¡Dios mío! ¡Me acabo de despertar y estaba soñando que Carol y yo teníamos quince años! Ella reía feliz... y yo también. Si es que en realidad, esa época fue de las más felices para nosotras. Miro el reloj y son las dos y veinte, todos están dormidos. Me acuerdo que cuando llevaba como tres días saliendo con Pablo, él no me había llamado, pero me había mandado un mensaje, porque estaba todo el día en la clínica, no podía dejar a sus padres. Pues este día estaba yendo a casa al acabar las clases, con varias amigas y me llamó.
- ¿Sí?
- Lucía, soy Pablo.
- Hola...
- ... ¿Qué tal?
- Ehh... bien, acabo de salir del colegio. ¿Y tu padre?
- Mucho mejor, ya le han dado el alta, aunque tiene que hacer reposo en casa.
- Aaa, me alegro.
- Oye... ¿tienes algo que hacer hoy?
- ¿Hoy? Es miércoles... tengo inglés.
- Vaya... quería quedar contigo... ¿no podrías... saltarte el inglés... por hoy?
- Ehh... no sé... –Vi a Carol asintiéndome delante de mí con una sonrisa.- esta bien... Podemos quedar de siete a ocho y media.
- Claro, ¿quedamos en el parque de Beatriz?
- Bien, en el árbol a las siete.
- Bien, hasta luego.
- Adiós.
Colgué y ya tenía a Carol hablando sin parar... me río en voz alta y miro alrededor por si me ha oído alguien, pero parece que no.
- ¿Ves, ves, ves como no ha dejado de pensar en ti? si es que era por lo de su padre, pobrecito, lo ha tenido que pasar muy mal, me lo ha dicho Sergio, no ha ido ni a dormir a casa, porque está muy unido a su padre, ¿sabes?
- Pues... no, la verdad es que aún no nos conocemos mucho, la verdad.
- Bueno, pero ya habéis quedado esta tarde, ¿no? Venga, anima esa cara, que parece que te están obligando a lago, ¿no te apetece quedar con él? –Puso cara de extrañada y yo sonreí.
- Pues claro, que sí, tonta, vamos a casa, que mi madre ya va a preguntarme por qué tardo tanto.
- Vamos. A menos cuarto, como siempre.
- Venga. –Ya había llegado a mi casa y me despedí de las demás.- Hasta mañana, chicas.
- Hasta mañana.
jueves, 16 de abril de 2009
Capítulo 5
CUANDO SE NOS CIERRA UNA PUERTA, SIEMPRE SE ABRE UNA VENTANA (V)
Pablo me abraza y yo me recojo en sus brazos. Dios mío, cuánta falta me hace, cuánta.
- Lucía, sé que lo estás pasando muy mal... y la verdad es que yo no sé cómo ayudarte... no sé, pero quiero que sepas que yo siempre voy a estar aquí, contigo, para darte todo mi apoyo y amor, sabes que siempre vas a poder contar con migo.
Me agarro más fuerte a él. Sigo llorando un rato, hasta que me calmo.
- Lucía... ¿vas a hacerte el test?
- ¿Eh?
- El test... el test de embarazo.
- Ahh, supongo, supongo que sí.
- ¿Quieres que baje a por uno a la farmacia?
- Eh... ¿ya? ¿no es muy pronto?
- Dices que son tres semanas.. no, supongo que no es muy pronto.
- Claro.. si tú quieres... está bien, ya me quedo aquí con Marcos.
- Disculpa, sólo, sólo te lo haces si tú quieres, si no estás preparada, no hace falta.
- No, no, tienes razón, mejor salir de dudas cuanto antes.
Pablo se prepara para salir y cuando está en la puerta:
- ¿Estás segura de que te lo quieres hacer?
- Que sí, tonto, que sí.
- Bueno y ¿segura que te quieres quedar sola con el niño?
- ¿Por... qué? ¿Crees que le va a pasar algo?
- No, no, no, no, no. – Me abraza y me dice: tranquila, vuelvo en diez minutos. Y me besa la mejilla.
Cuando sale me voy un rato al salón, hasta que oigo llorar a Marcos por el aparato. Ya son las seis de la tarde. Voy a su cuarto y lo cojo en brazos. Lo mezo hasta que deja de llorar y lo llevo a la cocina. Lo siento en la trona y empiezo a preparar el biberón. Me acuerdo de cuántas veces habíamos quedado Carol y yo en algún parque y ella o yo le habíamos dado de merendar. Ahora sólo estaba yo y Carol en el hospital, en una cama, inconsciente. Tampoco estábamos en el parque. Dios mío, cómo pueden cambiar las cosas de un día para otro. ¡Maldita sea! Se me ha caído la leche al suelo. Recojo todo y preparo otro con mucho cuidado. Se lo empiezo a dar aunque al principio no quiere comer, pero poco a poco con alguna tontería que le hago (que me cuesta mucho hacer, ya que no estoy con ánimos) empieza a comer todo.
- Aaaaa, abre esa boquita.... que llega el avión....
- Pareces una auténtica madraza. Si Carol te viera, estaría muy orgullosa de ti. – Pablo había llegado y estaba mirándome en la puerta de la cocina.
- Ehhh, supongo, me ha costado mucho que comiera.
- Bueno, ya he comprado el test. – Saca una caja alargada de la bolsa y me lo entrega. Lo miro un poco nerviosa y me dirijo al baño.
- ¿No quieres que te explique? La farmacéutica me ha contado cómo se usa.
- Soy mujer. Sé cómo se usa un test de embarazo. Digamos que es por instinto femenino.– Digo medio sonriendo. Ahora me meto al baño y sigo las instrucciones de la caja. Cuando acabo, salgo afuera con el resultado y veo a Pablo caminando nervioso.
- ¿Estás bien? Llevas mucho rato ahí dentro, creí que no saldrías. –Sonrío.
- ¿Ya sabes lo que es?, ¿ya tienes el resultado?, ¿estás embarazada?
Muy seria le paso el cartoncito, asustado lo coge y de repente abre mucho los ojos.
- ¿... Vamos... a... ser... papás...?
- Eso parece. –Sonrío y viene corriendo y me abraza.
- Lucía... estoy feliz, muy feliz... te quiero, te quiero...
- Y yo a ti, mi amor, y yo a ti.
Oímos a Marcos estornudar y nos reímos, nos acercamos a él.
- ¿Sabes, Marquitos? Vas a tener un amiguito o amiguita muy pronto, para poder jugar, tienes mucha suerte...
Vuelve a estornudar y volvemos a sonreír como tontos... por un momento me he olvidado de Carol y soy feliz de verdad. Un niño... ¡cuánto he soñado yo con quedarme embarazada! Me toco la tripa y sonrío...
Me siento en el sofá mientras Pablo juega un poco con el niño. La verdad es que en la tele no están dando nada que me guste y la miro sin verla. Un rato después, Pablo me dice que ya es hora de bañar a Marcos, así que un poco más contenta me dirijo al cuarto del niño para prepararle la ropita. Al momento suena el teléfono, que coge Pablo. De lejos oigo la conversación.
- ¿Si?... Hola, ¿qué tal?... también... está preparando el baño para Marquitos... parece que mejor... sí, - ahora habla más bajito- ¿Y Carol, alguna mejoría?... tranquilo, pronto mejorará, ya lo veras, ella es fuerte y saldrá adelante, no desesperes... sí que podrás, por tu hijo y por ella tienes que ser fuerte, además, sabes que no estás solo y que a mí me tienes para lo que tú quieras, lo sabes de sobra, ¿no?... tranquilo, dile que no se preocupe, nosotros no tenemos prisa... sí, iremos cuando llegue... está bien, se lo diré... cuídate, adiós.
Yo cojo la ropa y hago como que no he oído nada. Pablo llega con el niño en la mano.
- Era Sergio. Te da las gracias y te manda un beso.
No digo nada, otra vez me he vuelto a acordar de Carol y se me ha ido toda la alegría.
- Venga, tranquila, -viene y me abraza, mientras me aferro a él- me ha dicho que su madre llegará dentro de tres cuartos de hora.
- Bien, voy a bañarle, por favor coge la ropa.
- Voy al baño y abro los grifos mientras pongo la toalla en el suelo. Voy al cuarto y cojo al niño, mientras Pablo va sacando los jabones y esponja. Preparamos todo y bañamos al niño, que echa chispas de alegría en contacto con el agua, mientras a mí me vuelve la sonrisa a la cara.
- - ¿No le has dicho nada a Sergio del bebé?
- Sí, que le vamos a bañar.
- No... digo del nuestro.
- Ehh... no, he creído que no es el mejor momento.
- Ya.
No hablamos en el resto del baño, más que para reír alguna gracia de Marcos. Realmente, los niños son maravillas, que hacen que por momentos olvides lo horrible que puede llegar a ser el mundo. Después de bañar al pequeño, le preparamos un biberón que le damos para cenar. Mientras recojo la cocina, Pablo acuesta al bebé. Acaba de llegar la madre de Sergio y su cara no muestra expresión alguna, nunca he logrado entender a esta mujer, que tampoco ha mostrado nunca mucho aprecio por Carol. En unos minutos le decimos que el niño ya está en la cuna y que hemos recogido todo. Secamente nos da las gracias, con lo que con un “adiós” salimos de la casa. Mientras vamos en el coche de Pablo, él rompe el silencio que reinaba desde que habíamos salido.
- Oye, Lucía, ¿le has dicho algo de esto a tu madre? - ¡Madre mía! y nunca mejor dicho, con todo esto, ni me había acordado de ello. Hace un año, a mi padre le trasladaron a Asturias, con lo que mis padres y mi hermana pequeña Cristina, que ahora tiene diecisiete años, se habían mudado, mientras yo empezaba una vida sola en la casa que siempre había estado llena de gente.
- Pues... no, la verdad es que no me había acordado de llamar, como ellos están de viaje, no había hablado con ellos desde hace tres días.
- Pues yo creo que deberías llamarlos.
- Ehh.. claro, en cuanto lleguemos al hospital les llamo. – Pablo me agarra la mano que muevo nerviosa sobre mi rodilla.
Ya hemos llegado al hospital. Agarrándome por la cintura, aparecemos en la sala de espera con tantas caras conocidas y a la vez desconocidas por su cambio tras la tristeza.
- Julia, ¿qué tal?
Bueno, sigue igual, la verdad, pero los médicos dicen que hay posibilidades de que mejore durante la noche. – Dice esbozando una forzada sonrisa que esconde toda la pena y el dolor que lleva dentro. Sonrío igualmente y vamos a donde Sergio, que con apretarnos las manos y un abrazo dice todo lo que sentimos. Una gran pena compartida. Mientras dejo a los amigos, Pablo y Sergio, hablando, voy al teléfono y marco el móvil de mis padres. puedo pensar en tener un hijo... no puedo.
Pablo me abraza y yo me recojo en sus brazos. Dios mío, cuánta falta me hace, cuánta.
- Lucía, sé que lo estás pasando muy mal... y la verdad es que yo no sé cómo ayudarte... no sé, pero quiero que sepas que yo siempre voy a estar aquí, contigo, para darte todo mi apoyo y amor, sabes que siempre vas a poder contar con migo.
Me agarro más fuerte a él. Sigo llorando un rato, hasta que me calmo.
- Lucía... ¿vas a hacerte el test?
- ¿Eh?
- El test... el test de embarazo.
- Ahh, supongo, supongo que sí.
- ¿Quieres que baje a por uno a la farmacia?
- Eh... ¿ya? ¿no es muy pronto?
- Dices que son tres semanas.. no, supongo que no es muy pronto.
- Claro.. si tú quieres... está bien, ya me quedo aquí con Marcos.
- Disculpa, sólo, sólo te lo haces si tú quieres, si no estás preparada, no hace falta.
- No, no, tienes razón, mejor salir de dudas cuanto antes.
Pablo se prepara para salir y cuando está en la puerta:
- ¿Estás segura de que te lo quieres hacer?
- Que sí, tonto, que sí.
- Bueno y ¿segura que te quieres quedar sola con el niño?
- ¿Por... qué? ¿Crees que le va a pasar algo?
- No, no, no, no, no. – Me abraza y me dice: tranquila, vuelvo en diez minutos. Y me besa la mejilla.
Cuando sale me voy un rato al salón, hasta que oigo llorar a Marcos por el aparato. Ya son las seis de la tarde. Voy a su cuarto y lo cojo en brazos. Lo mezo hasta que deja de llorar y lo llevo a la cocina. Lo siento en la trona y empiezo a preparar el biberón. Me acuerdo de cuántas veces habíamos quedado Carol y yo en algún parque y ella o yo le habíamos dado de merendar. Ahora sólo estaba yo y Carol en el hospital, en una cama, inconsciente. Tampoco estábamos en el parque. Dios mío, cómo pueden cambiar las cosas de un día para otro. ¡Maldita sea! Se me ha caído la leche al suelo. Recojo todo y preparo otro con mucho cuidado. Se lo empiezo a dar aunque al principio no quiere comer, pero poco a poco con alguna tontería que le hago (que me cuesta mucho hacer, ya que no estoy con ánimos) empieza a comer todo.
- Aaaaa, abre esa boquita.... que llega el avión....
- Pareces una auténtica madraza. Si Carol te viera, estaría muy orgullosa de ti. – Pablo había llegado y estaba mirándome en la puerta de la cocina.
- Ehhh, supongo, me ha costado mucho que comiera.
- Bueno, ya he comprado el test. – Saca una caja alargada de la bolsa y me lo entrega. Lo miro un poco nerviosa y me dirijo al baño.
- ¿No quieres que te explique? La farmacéutica me ha contado cómo se usa.
- Soy mujer. Sé cómo se usa un test de embarazo. Digamos que es por instinto femenino.– Digo medio sonriendo. Ahora me meto al baño y sigo las instrucciones de la caja. Cuando acabo, salgo afuera con el resultado y veo a Pablo caminando nervioso.
- ¿Estás bien? Llevas mucho rato ahí dentro, creí que no saldrías. –Sonrío.
- ¿Ya sabes lo que es?, ¿ya tienes el resultado?, ¿estás embarazada?
Muy seria le paso el cartoncito, asustado lo coge y de repente abre mucho los ojos.
- ¿... Vamos... a... ser... papás...?
- Eso parece. –Sonrío y viene corriendo y me abraza.
- Lucía... estoy feliz, muy feliz... te quiero, te quiero...
- Y yo a ti, mi amor, y yo a ti.
Oímos a Marcos estornudar y nos reímos, nos acercamos a él.
- ¿Sabes, Marquitos? Vas a tener un amiguito o amiguita muy pronto, para poder jugar, tienes mucha suerte...
Vuelve a estornudar y volvemos a sonreír como tontos... por un momento me he olvidado de Carol y soy feliz de verdad. Un niño... ¡cuánto he soñado yo con quedarme embarazada! Me toco la tripa y sonrío...
Me siento en el sofá mientras Pablo juega un poco con el niño. La verdad es que en la tele no están dando nada que me guste y la miro sin verla. Un rato después, Pablo me dice que ya es hora de bañar a Marcos, así que un poco más contenta me dirijo al cuarto del niño para prepararle la ropita. Al momento suena el teléfono, que coge Pablo. De lejos oigo la conversación.
- ¿Si?... Hola, ¿qué tal?... también... está preparando el baño para Marquitos... parece que mejor... sí, - ahora habla más bajito- ¿Y Carol, alguna mejoría?... tranquilo, pronto mejorará, ya lo veras, ella es fuerte y saldrá adelante, no desesperes... sí que podrás, por tu hijo y por ella tienes que ser fuerte, además, sabes que no estás solo y que a mí me tienes para lo que tú quieras, lo sabes de sobra, ¿no?... tranquilo, dile que no se preocupe, nosotros no tenemos prisa... sí, iremos cuando llegue... está bien, se lo diré... cuídate, adiós.
Yo cojo la ropa y hago como que no he oído nada. Pablo llega con el niño en la mano.
- Era Sergio. Te da las gracias y te manda un beso.
No digo nada, otra vez me he vuelto a acordar de Carol y se me ha ido toda la alegría.
- Venga, tranquila, -viene y me abraza, mientras me aferro a él- me ha dicho que su madre llegará dentro de tres cuartos de hora.
- Bien, voy a bañarle, por favor coge la ropa.
- Voy al baño y abro los grifos mientras pongo la toalla en el suelo. Voy al cuarto y cojo al niño, mientras Pablo va sacando los jabones y esponja. Preparamos todo y bañamos al niño, que echa chispas de alegría en contacto con el agua, mientras a mí me vuelve la sonrisa a la cara.
- - ¿No le has dicho nada a Sergio del bebé?
- Sí, que le vamos a bañar.
- No... digo del nuestro.
- Ehh... no, he creído que no es el mejor momento.
- Ya.
No hablamos en el resto del baño, más que para reír alguna gracia de Marcos. Realmente, los niños son maravillas, que hacen que por momentos olvides lo horrible que puede llegar a ser el mundo. Después de bañar al pequeño, le preparamos un biberón que le damos para cenar. Mientras recojo la cocina, Pablo acuesta al bebé. Acaba de llegar la madre de Sergio y su cara no muestra expresión alguna, nunca he logrado entender a esta mujer, que tampoco ha mostrado nunca mucho aprecio por Carol. En unos minutos le decimos que el niño ya está en la cuna y que hemos recogido todo. Secamente nos da las gracias, con lo que con un “adiós” salimos de la casa. Mientras vamos en el coche de Pablo, él rompe el silencio que reinaba desde que habíamos salido.
- Oye, Lucía, ¿le has dicho algo de esto a tu madre? - ¡Madre mía! y nunca mejor dicho, con todo esto, ni me había acordado de ello. Hace un año, a mi padre le trasladaron a Asturias, con lo que mis padres y mi hermana pequeña Cristina, que ahora tiene diecisiete años, se habían mudado, mientras yo empezaba una vida sola en la casa que siempre había estado llena de gente.
- Pues... no, la verdad es que no me había acordado de llamar, como ellos están de viaje, no había hablado con ellos desde hace tres días.
- Pues yo creo que deberías llamarlos.
- Ehh.. claro, en cuanto lleguemos al hospital les llamo. – Pablo me agarra la mano que muevo nerviosa sobre mi rodilla.
Ya hemos llegado al hospital. Agarrándome por la cintura, aparecemos en la sala de espera con tantas caras conocidas y a la vez desconocidas por su cambio tras la tristeza.
- Julia, ¿qué tal?
Bueno, sigue igual, la verdad, pero los médicos dicen que hay posibilidades de que mejore durante la noche. – Dice esbozando una forzada sonrisa que esconde toda la pena y el dolor que lleva dentro. Sonrío igualmente y vamos a donde Sergio, que con apretarnos las manos y un abrazo dice todo lo que sentimos. Una gran pena compartida. Mientras dejo a los amigos, Pablo y Sergio, hablando, voy al teléfono y marco el móvil de mis padres. puedo pensar en tener un hijo... no puedo.
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